Fin de semana en la playa

Mi mejor amigo me invita el fin de semana a su casa de la playa, sin esperar que iba a pasarlo mucho mejor de lo que me imaginaba.

Buenas, este es mi primer relato, de otros muchos que quiero publicar. Tiene parte de realidad, aunque en su mayor parte es fantasía, dejo a vuestra imaginación lo que es real y lo que no, pero sea como sea, espero que lo disfrutéis. Aún no tengo claro si los demás relatos que publique serán independientes, o si crearé una saga a partir de este, dejo que me valoréis y ya iré decidiendo.


Cogí mi mochila con todo listo para un fin de semana en la playa con mi mejor amigo Alex. Me llamo Marcos y tengo veinte años, al igual que mi amigo. Lo conocía de toda la vida, pasamos juntos el colegio, el instituto y luego estudiamos en la misma facultad, aunque diferentes carreras, pero nos veíamos a menudo e incluso teníamos el grupo de amigos de la universidad en común. Éramos inseparables y lo sabíamos todo el uno del otro. El sabía que yo era gay, se lo conté a los dieciséis años cuando me lié por primera vez con un tío, y desde entonces le he contado todas mis relaciones, igual que él a mí. Yo no sentía más que una profunda amistad, aunque no soy de piedra y el cabrón estaba muy bueno como para no quedarme a veces embobado mirándolo. Alto de metro ochenta y cinco y grande de cuerpo, sin estar gordo, pero sí con espalda ancha y musculatura marcada por el gimnasio, sin llegar a parecer uno de esos culturistas obsesionados. Pelo castaño algo larguito y siempre alborotado, que le daba un aspecto descuidado que le sentaba fenomenal. Muy moreno de piel y ojos color café y una preciosa sonrisa que alegraba a cualquiera. Y lo que más me gustaba de él, era muy pero que muy peludo, y eso es de lo que más me pone en un tío. Siempre cuidado, pero siempre sin depilar, era magnífico. Barba siempre cuidada, dándole un aspecto más mayor, y aún más guapo. Unas piernas fuertes y un pecho y abdominales marcados, y todo cubierto de pelo, y esas axilas peludas que hacían volar mi imaginación. Lo único que tenía depilado era la espalda, pues siempre me decía que no le gustaba ahí el vello. También tenía un culo bien duro y cubierto de pelo, al igual que su polla y huevos. Más de una vez lo había visto en los vestuarios del gimnasio. Y hablando de ver, su polla sin empalmar no tenía mala pinta, y por lo que siempre me había dicho, tenía un pollón considerable. Más de una paja había caído pensando en él. Lo admito, soy un salido. Pero es que joder, no hay que estar enamorado para querer follar con un tío tan perfecto, por muy amigos que seamos. Aunque para mi desgracia, él era hetero, el típico que las traía a todas de calle, que follaba casi todos los fines de semana, podía tener siempre a la que quisiera.

Yo por mi parte, tampoco puedo quejarme. Metro ochenta, delgado pero fuerte por el deporte. Pelo ondulado también algo larguito y negro como el azabache. No llegaba al moreno de mi amigo, pero tampoco era blanco como la leche, un término medio. Mis ojos de un intenso azul y mi amplia sonrisa me daban cierta facilidad a la hora de ligar. Al igual que mi amigo, yo también era muy peludo, aunque yo sí que me depilaba. Bueno, más bien me recortaba el vello de manera que quedaba muy cortito, aspecto de afeitado hace tres o cuatro días. Eso lo hacía por todo mi cuerpo, incluida la barba, salvo la espalda donde gracias a Dios no me crecía vello, y las axilas, pues me gustaba tenerlas bien pobladas, mi pequeño fetiche. De polla, bueno, normalita, unos quince centímetros, y algo gordita, y un culo bastante apetecible según me dicen siempre. La verdad es que me gusta tanto follar como que me follen, depende de con quién sea. Pero al igual que mi amigo, tampoco me faltaba sexo con cierta frecuencia, aunque nunca dejaba de fantasear con él. Pero era hetero, y mi mejor amigo, eso no podía romperse nunca.

A lo que iba, estaba esperándolo pues iba a recogerme para irnos a su casa de la playa. Había pasado varios veranos con él allí, ya que en nuestra ciudad no hay playa, aunque no la tenemos lejos, de ahí que su familia tenga una casa y dada su relación siempre me invitaba. Pero esta vez íbamos los dos solos. Nos comentó a los compañeros de la uni que si queríamos ir un finde, pero al final se fueron cayendo todos del plan y nos quedamos él y yo solos, ya nos reuniríamos allí con otros amigos de tantos veranos que hemos pasado allí. Me recogió algo tarde, la puntualidad no era su mayor virtud. Nos pasamos el viaje hablando de los planes que teníamos ese fin de semana, de todo el alcohol que íbamos a beber, de nuestros últimos ligues, aparcando siempre el tema de los estudios para no agobiarnos, pues aunque ya el calor apretaba, aún nos quedaban los exámenes finales. Pero bueno, ese fin de semana era para disfrutar.

Nos habíamos saltado las clases de ese viernes, por lo que llegamos temprano a la casa. Nuestros amigos de allí eran algo menores que nosotros, Javi y Guille, estaban en segundo de bachillerato, de aún diecisiete años el primero y dieciocho el segundo. Ese viernes tenían una excursión con su clase por lo que no los veríamos hasta la noche, así que aprovechamos para adecentar un poco la casa que llevaba un tiempo cerrada y necesitaba ventilación. Guardamos la comida y bebida y nos fuimos al jardín.

  • Buah que ganas tenía de estar aquí tío - me dijo Alex estirándose bajo el sol.

  • Ni que lo digas, lo necesitaba de verdad - respondí alegremente.

  • ¡Qué calor chaval! Paso de tanta ropa - dijo quitándose la camiseta - Así además cojo color.

  • ¿Más moreno te quieres poner cabronazo? Si eres un puto conguito - dije mientras observaba su cuerpo perfecto.

  • Jajajajajaja, anda ya, si para como soy yo estoy blanco - dijo sacándome la lengua - y lo sabes.

  • Pues sí, la verdad. Pero para ti estar blanco es un morenazo para los demás - respondí lanzándome cariñosamente sobre él.

El contacto y el roce entre nosotros era constante, por lo que no nos resultaba raro estar continuamente empujándonos dándonos collejas o cualquier tipo de variante entre colegas. Él, como está más fuerte que yo, me paró en seco, y me agarró de la cabeza, y la metió bajo su sobaco haciendo como que me estrangulaba con el brazo. Aunque fuese un juego tonto, al meter ahí mi cabeza, con el olor a sudor que desprendía, no malo, sino ese olor a hombre que lo único que hace es excitarte, es exactamente lo que pasó, y empecé a empalmarme. Tuve que concentrarme mucho para evitarlo, y aunque no se me puso dura del todo, sí que se me puso lo suficiente como para marcar un pequeño bulto en el bañador que llevaba.

  • ¿Aprenderás algún día que no puedes conmigo? - dijo Alex apretando aún más su brazo.

  • Cabrón suéltame que me ahogas - dije intentando liberarme.

  • Jajajaja eres tú el que me ha atacado, yo solo me defendía - respondió liberándome.

Me preocupaba que pudiese notar mi polla, por lo que le di la espalda fingiendo enfado. Pensé que sería buena idea, pero nada más lejos de la realidad. Se vino por detrás y me abrazo y me susurró al oído: "anda no te enfades, que cuando las ranas críen pelo tu podrás ganarme en fuerza". Un breve instante de tiempo, que supuse que sería accidental, noté su bulto en mi culo y eso me calentó aún más. Me di la vuelta y le di un empujón. "Eres gilipollas" dije riéndome. Él se tropezó y se cayó al suelo, y para que mentir, empezamos a reírnos los dos a tope. Se me pasó un poco el calentón y me propuso jugar un rato al basket con las canastas que tenía allí, un uno contra uno. Acepté, así me olvidaría de lo mucho que me había excitado. Con el calor que hacía yo también me quité la camiseta. Pensé que así yo también cogería algo de color. Inevitablemente empezamos a sudar, pero el deporte me apasiona demasiado y me concentré en eso para evitar ver su imagen sudada. Y casi me sale bien.

  • ¿Sabes una cosa que aprendí cuando jugaba al baloncesto? - dijo mientras intentaba quitarme el balón. Yo le ignoraba mientras lo esquivaba para llegar a la canasta. Habíamos quedado en que esa última canasta marcaría la victoria, pues estábamos empatados y queríamos irnos a comer. Todo o nada. Yo iba a por todas, ganar a mi amigo en su propio terreno es de esos placeres que la vida te regala a veces.

  • ¿No lo sabes? - volvió a preguntar - Pues te lo enseñaré.

Y totalmente inesperado, mientras lo tenía detrás, me agarró la polla por encima del bañador. Un apretón, no tan fuerte como para hacerme daño, pero si inesperado para soltar la pelota. Me tropecé y me caí al suelo. Alcancé a levantarme justo cuando mi amigo tiraba el balón y encestaba por última vez.

  • He ganado - dijo sonriéndome.

  • Has hecho trampa, cabrón - respondí enfadado.

  • La lección que aprendí es pillar desprevenido al oponente - me dijo entre risas.

  • Sí, ya, desprevenido. Me has hecho daño joder - exclamé, aún enfadado.

  • Sí, sí, daño. Y algo más que daño diría yo - dijo señalando mi creciente bulto del bañador. Para que engañarnos, daño no me había hecho, me había puesto más caliente que un tostador.

  • Hombre, que esperas - dije acercándome a él - Eres mi amigo, pero uno no es de piedra y estás buenísimo, si me agarras el rabo pues es lo que tiene.

Él se reía y yo también. Mi bulto estaba en su máximo esplendor. Me acerqué más a él. "Imagínate que una tía to buenorra se te acerca a ti y empieza a provocarte, ¿tú qué harías?" dije mientras me acercaba a él y comenzaba a rozar mi pecho levemente sobre el suyo, imitando las tetas de una tía contra él. Lo que no me esperaba es que me plantase un beso, aunque fue lo que hizo. No sé en qué momento, ni como pasó. Pero estábamos besándonos. Pronto nuestras lenguas jugueteaban en el interior de nuestras bocas. Y el beso se convirtió en un morreo bien caliente. Sus manos fueron a mi culo y empezó a sobarlo con fuerza. Su creciente bulto que ya alcanzaba tamaños considerables se frotaba sobre el mío, que ya estaba en su apogeo. Yo llevé una mano a su nuca, y la otra a su culo. Notaba su olor a macho, que tanto me ponía. Su barba sobre mi cara, el pelo de su pecho sobre el mío, el sudor de su cuerpo sobre el mío, sus manos bajando la parte de atrás de mi bañador para acariciar mi culo.

Esto no podía estar pasando, tenía que ser un sueño. Pero no, era muy real. Allí, totalmente inesperado, estaba morreándome con mi mejor amigo, el tío más recurrente en mis fantasías de sexo y morbo, ese espécimen único de macho que tanto me ponía.  Notaba mi polla babeante de precum ante el continuo roce de la suya. Era una sensación increíble. No sé cuánto tiempo estuvimos, pero tan rápido como empezó, terminó. Lo vi, mirándome a los ojos, sonriente. ¿Qué coño había pasado? ¿Cómo habíamos llegado a eso?

  • Ha estado bien, ¿no crees? - me dijo sin perder esa preciosa sonrisa.

Yo no era capaz de responder, por lo que él intento besarme de nuevo. No sé si fue un acto reflejo de mi subconsciente, o qué, la cuestión es que lo aparté, y sin mirarlo ni decir nada, me fui dentro de la casa y me encerré en el baño. Joder, era mi mejor amigo, y aunque siempre había fantaseado con él, la verdad se sobrepuso ante mí. No me sentía capaz de mirarlo a la cara. Me metí en la ducha a ver si con agua fría apaciguaba a la bestia. Se me bajó un poco la erección, aunque aún seguía nervioso, y bastante excitado. Había perdido toda noción del tiempo, no sé cuánto tiempo estuve allí. Llamó a la puerta.

  • Venga Marcos, ya está la comida, me muero de hambre - gritó al otro lado de la puerta.

Lo escuché alejarse, entonces abrí la puerta y salí. Llegué a la cocina y vi dos platos de macarrones en la mesa, a la que él ya estaba sentado. No sabía que decir, así que me senté y empecé a comer. Sabía que me notaba incómodo, y evitó el tema del beso y empezamos a hablar de videojuegos, y la cosa se calmó y empezamos a hablar como siempre y a fingir que no había pasado nada. Aunque desde luego yo en mi cabeza no dejaba de pensarlo. Fregamos los platos y preparamos las cosas para bajar a la playa temprano. Sobre las nueve nos habían dicho Javi y Guille que llegarían a la casa, así que íbamos a aprovechar la tarde en la playa. Seguía todo normal, hablando de cualquier cosa, como dos buenos amigos. Yo ya estaba más tranquilo, aunque en mi cabeza no dejaban de rondar una y otra vez las mismas preguntas: ¿qué habría pasado si seguimos besándonos? ¿cómo habíamos llegado a eso? ¿por qué me había besado mi mejor amigo hetero? ¿se repetiría alguna vez?

La cosa que llegamos a la playa sobre las cuatro de la tarde, nos quitamos las camisetas y nos fuimos directamente al agua. Estuvimos nadando y charlando, aunque noté que Alex evitaba los típicos juegos de ahogarnos el uno al otro. ¿Se habría arrepentido de lo de la mañana? Fue él el que lo hizo, y además dijo que le había gustado. No entendía nada. Nos salimos del agua y nos fuimos a tumbarnos al sol.

  • Oye Marcos, te vas a quemar la espalda, ¿no te has puesto crema? - preguntó Alex.

  • Pues no, la verdad, se me ha pasado jajaja - dije riéndome.

  • De verdad eres tonto tío jajaja - respondió también entre risas - Yo me la he puesto antes de salir de casa, es que eres de lo que no hay.

  • Joder, tío, ¿tú traes crema? - pregunté.

  • Sí, claro, ¿quieres que te ponga? - dijo sacando el bote de crema solar de su mochila.

  • Sí, sí, por favor - respondí tumbándome de nuevo bocabajo.

Él se acercó y empezó a extender la crema por mi espalda. Como si de un masaje fuese, y pensando en lo de por la mañana, comencé a empalmarme de nuevo, menos mal que estaba bocabajo. Él seguía juntando la crema por toda mi espalda, rozando mi bañador, incluso metiendo la mano sutilmente por debajo del elástico. Yo estaba ya como una moto, pero no sabía qué hacer. Entonces cogió y se tumbó encima mía aprisionándome. Notaba su polla dura sobre mi culo, y su boca en mi nuca mientras me hablaba:

  • Pues tú dirás, Marcos, pero creo que tenemos una conversación pendiente.

  • Ehh, si, supongo - respondí.

  • Es que te escapaste sin dejarme hablar y te encerraste como un niño en el baño. ¿No te gustó el beso? - preguntó, mientras seguía notando su aliento en mi nuca. El sudor resbalaba por todo el vello de su torso y caía en mi espalda, notaba ese penetrante olor a macho, no sabía si iba a aguantar mucho así.

  • Claro que me ha gustado, pero es que tío, eres mi mejor amigo, y hasta donde yo pensaba te gustaban las tías únicamente, entonces me he asustado de que se arruine nuestra amistad.

  • Pues tío, me lo dices y yasta, pero no tienes que esconderte de mí jajaja - dijo mientras comenzaba a frotar su polla descaradamente en mi culo - Respecto a las tías, pues sí, me encantan. Pero llevo un tiempo fantaseando con probar con un tío, y la verdad es que tú estás bastante bueno, y creo que tenemos la suficiente confianza como para hacer cosas sin que se dañe nuestra amistad. Me he tirado a tías que siguen siendo mis amigas, con mi mejor amigo no debería haber problema.

  • Ya, pero entiende que me rayase antes. Entonces, ¿de verdad quieres probar, Alex? - pregunté, aún no me lo creía, pero desde luego estaba ya muy cachondo.

  • Por supuesto, si no te quedó claro con el beso de antes... - y empezó a mordisquearme el cuello y la oreja, y me encendí del todo - Javi y Guille llegarán más tarde y la casa está sola, ¿nos vamos?

Se quitó de encima mía y recogimos todo para irnos. Antes de abandonar la playa me cogió la cara y me plantó un beso muy pasional que me encendió a tope. Se apartó y me dijo: "tengo muchas ganas de probar esto contigo" y acto seguido me giró y me restregó toda la polla por el culo. Joder, que caliente estaba. Ni siquiera nos pusimos las camisetas, queríamos llegar cuanto antes a la casa, menos mal que estaba cerca. Nada más cruzar la puerta del jardín tiramos todo allí mismo y empezamos a besarnos, con mucha pasión. Mis manos no paraban de acariciar cada centímetro de su espalda, mientras que las suyas ya estaban por el interior de mi ropa acariciándome el culo. Él me apretaba contra  su propio cuerpo, en el que sentía todo su vello y el sudor por mi cuerpo, y eso me encendía más aún. Ese penetrante olor a sudor y macho que tanto me excitaba y el morbo de la situación me tenían más caliente que nunca. Empezamos a besar nuestros cuellos, y pronto estábamos los dos sin ropa alguna. Nuestras pollas al aire chocaban la una con la otra en una competición de ver cual estaba más dura. Desde luego cuando Alex presumía de polla tenía motivos para hacerlo. Menudo pollón se gastaba mi amigo, e iba a ser toda para mí. Separando nuestros cuerpos brevemente nos dirigimos a la casa, buscando el cuarto grande con la cama de matrimonio que solían usar sus padres. Entramos y de inmediato Alex me empujó sobre la cama. Se lanzó sobre mí y empezó a chupar y morder mis pezones. Yo estaba en el paraíso, esto era superior a mí. No necesitábamos hablar, nos entendíamos perfectamente, y solo entre gemidos y suspiros sabíamos perfectamente como proceder el uno con el otro.

Yo quería chupar ese monstruo que tenía mi amigo entre sus piernas, que debía rozar los diecinueve o incluso veinte centímetros, pero él tenía otros planes. Mientras volvía a besarme noté su polla acomodada entre mis nalgas, llenándome del incesante precum que soltaba sin parar sobre mi culo. Entonces se incorporó y tomó mis piernas, llevándola a sus hombros. Colocó su polla en mi agujero y empezó a presionar. Le pregunté por el condón, pero me dijo que él nunca lo usaba. Sé que no es correcto, pero estaba tan excitado que ni me importó. Y así, sin dilatar ni nada empezó a metérmela, se notaba su nula experiencia con hombres, menos mal que no me suele faltar el sexo y mi culo suele estar preparado para cualquier polla. Aunque aún así, por el tamaño, dolió un poco. Pero el placer era aún mayor, notar como el pollón de tu mejor amigo con el que tantas fantasías había tenido entraba en tu culo y lo abría no tenía comparación. Cuando la tuve entera dentro, suspiró de placer y yo gemí profundamente. Era la polla más grande que me habían metido y lo estaba disfrutando como nunca.

  • Pffff, que gustito, pensé que tu agujero no me iba a gustar tanto como un coño, pero creo que me gusta hasta más - alcanzó a decir entre suspiros mi amigo - Y ahora vas a ver porqué las tías quieren repetir siempre.

  • Eso, eso, demuéstramelo - respondí.

Sacó la polla de mi culo y volvió a clavármela de sopetón. Yo grité, entre dolor y placer. Volvió a sacármela, y de nuevo hasta el fondo. Mis gritos no cesaban. Y así hasta que alcanzó un ritmo bestial, y el dolor desapareció y sólo quedaba el placer. Comencé a gemir sin control, al igual que él. Se lanzó sobre mi boca y empezó a besarme, callando así nuestros gritos de placer. La verdad es que sabía lo que hacía. Estaba más cachondo que nunca, y aún así consiguió elevar mi placer cuando con su mano comenzó a pajearme. No iba a aguantar mucho más, y por su rápido aumento de ritmo, diría que él tampoco. Y efectivamente, al poco sentí ese momento que todo hombre conoce y es que ya era inevitable el orgasmo. Comencé a correrme como hacía tiempo que no me corría, llenando nuestros pechos de abundante semen. Nuestras bocas no se separaban, pero aún así un grito de extremo placer salió de mi garganta, callado por su boca. Y noté como se tensaba por completo y empezó a gritar de puro placer y vaciaba sus grandes huevos en mi culo, sintiendo toda su leche caliente en mi interior, produciéndome un placer infinito que jamás pensé que se pudiese sentir, pues nunca antes había dejado que nadie se corriese en mi culo.

Y así, sin sacar su polla aún dura de mí, se desplomó sobre mi cuerpo, juntándonos los dos llenos de semen y de sudor, olía a hombre y sobre todo a sexo por toda la habitación. Me besó y me dijo: "gracias, porque ha sido mejor de lo que nunca habría creído".