Fin de semana en la playa
Mis deseos eran disfrutar de un fin de semana en la playa y que mejor que con Anita, mi cariñosa y deseable prima, ardiente nena, y en cuya visita las cosas se tornaron aún más excitantes a nuestro gusto llegando a conocer a Eduardo y su hija Sandra
Fin de semana en la playa
Febrero en Perú, significa un gran verano, y en las ciudades del norte la temperatura llega hasta los 36° centígrados. El calor era fuerte y decidí ir a visitar a mi prima Anita, que vive en Chiclayo, para pasar un fin de semana maravilloso en la playa. Anita es una nena de rostro angelical, de 19 añitos de contextura media, así como a los chicos de acá les gustan las chicas, de estatura pequeña, casi 160 centímetros, de piel blanca, cabello largo y Algo rubio, hasta debajo de sus hombros, de pechos redondos y culo empinado, pequeño y delicioso, con un rosadito coño bien depiladito; llevaba meses sin verla y la ocasión era propicia para verla otra vez.
Llegué un día jueves para planificar un fin de semana excitante. Allí estaba ella radiante, con sonrisa de niña buena e inocente. Mi prima Carla, su hermana mayor había salido y su padre, mi tío se encontraba en el trabajo, así que estaban mi tía y ella en casa. Casi, llevándome a la fuerza, nos dirigimos a su habitación para estar a solas. Allí a solas nos entregamos a las caricias y besos cargados de placer; quitamos nuestras ropas de nuestros cuerpos y ella se sentó en la cama. Me subí despacio a la cama y me acerqué a ella besándola apasionadamente y poniendo mis manos sobre sus redondos y pequeños pechos, sus manos se posesionaron sobre los míos, acariciando todo mi pechos y después los apretó para levantar mis pezones entre sus dedos y chuparlos hasta encender mi placer, mis manos acariciaban sus cabellos, bajando por todo su cuerpo. Luego se echó en la cama, abrió sus piernas para mí, pegué mi cara cerca de su coño, con mis manos a los costados de su coño para abrírselo más y mi boca abierta con mi lengua que entraba y salía rápidamente lamiendo su clítoris y la entrada de su coño, mis dedos juntos y rectos frotaban su coño de arriba hacia abajo y mi lengua nuevamente jugueteaba entrando y saliendo de mi boca rápidamente, mis labios se cerraban en su clítoris tratando de jalarlo hacia mí, provocándole grititos de placer, retorciendo su cuerpo de extasiante gusto. En estos excitantes momentos hicimos un 69 de aquellos, nuestros labios mordían y jalaban nuestros coños con nuestras manos asidas a nuestros muslos, bajándolas luego a nuestras nalgas para apretarlas con sumo placer intentando pegar nuestras bocas a nuestros coños cada vez más tratando que no se escape nada, de nuestras bocas golosas.
Estamos disfrutando tanto del sexo y Anita tomó un juguetito, un instrumento largo, debían ser unos 40 centímetros como si fueran dos vergas unidas. Nos sentamos en la cama frente a frente con las piernas abiertas y cada una a su tiempo nos introducimos esta hermosa pieza sostenida por el medio con mi mano y en cada movimiento de atrás hacia adelante nos introducíamos esa imitación de verga y nos la sacábamos para volverla a introducir cuando acercábamos nuestros cuerpos una y otra vez hasta que el orgasmos hizo lo suyo y quedamos ahí echadas en la cama unidas por ese juguetito que nos dio mucho placer.
Este encuentro entre primas nos dio motivo para intimar más y contarnos nuestras experiencias sexuales de vida. Anita, me contaba que llevaba tiempo saliendo con un tipo, algo mayor que ella, de al menos 38 años, con quien disfrutaba de los mejores momentos de sexo y con quien recreaba fantasías para aumentar el deseo en el momento; hacía que ella lo llamara papi o papá, “papi hazme tuya”, “soy tu hija pero también quiero ser tu mujer”, “métemela papi”. Estas fantasías encendieron mi libido, lo que me dijo después fue lo mejor, que el mencionado tipo tenía una hermosa hija de 17 añitos a quien deseaba con locura y aún no podía tenerla y fantaseaba con mi prima.
Le propuse a mi prima para irnos de fin de semana a una casa de playa, los cuatro, Eduardo, el tipo de 38, su hija Sandra, mi prima Anita y yo; obvio que los gastos los afrontaba él, y tal vez le demos una ayudita con la nena. La idea le agradó y partimos un viernes por la tarde en su auto rumbo a una playa no muy concurrida a una casa que había alquilado para todo el fin de semana.
Llegamos como a las siete de la noche. La casa de la playa era una pequeña casa con dos dormitorios, una sala, una cocina pequeña y un baño pequeño también. De inmediato y con el calor encima de nosotras, decidimos explorar la playa con nuestros respectivos trajes, mi prima y yo con pequeños bikinis, Eduardo en una trucita que le marcaba bien su verga y Sandrita con un bikini que cubría más que el nuestro, pero su papi pudo apreciar con detalle el hermoso cuerpo de la nena, sin duda que era bella, de contextura media, piel canela, cabellos largos, casi de la talla de Anita, de pechos pequeños y con un gran trasero que mostraba deseable. El momento de playa se tornó natural con un aire de sexo que no tardó en contagiarnos. De regreso a casa, Sandrita entró al baño primero, lo cual esperábamos para llevar a cabo nuestra trampa de sexo. Cuando la nena salió cambiadita, entré al baño yo, después Anita y Eduardo gentilmente le ofreció su cuarto para que se pueda cambiar de ropa, mientras él hacía uso del baño. Sandra estaba en la salita mirando algo de televisión, fui hasta donde estaba Anita, estaban los dos, ella y Eduardo, él le estaba comiendo el coño, su lengua entraba y salía de ese rosadito coño, luego ella se inclinó y empezó a chuparle la verga hasta que se le puso más grande y dura, ella se echó en la cama al filo de ella, puso sus piernas sobre los hombros de él, Eduardo tomó su verga con una de sus manso y apuntó al coño de Anita, empezando a moverse lentamente de tras hacia adelante, mirándome a los ojos decidimos que era la hora, ellos se miraban uno al otro con la puerta entreabierta, sin mirar quien los estaba observando.
Al llegar a la sala fingí que salía de la cocina porque después de la salita estaba la cocina, llevando algo de fruta en las manos, preguntando a Sandra si ya se había cambiado Anita. Al decirme que no, sugerí que fuera a verla a ver qué estaba pasando con mi prima. Sandrita entró al dormitorio con la puerta entreabierta, a los pocos segundos llegó muy acalorada y con la mirada perdida, y al preguntarle por Anita me dijo que estaba ocupada ahí dentro del dormitorio. Enseguida me dijo para salir de la casa e ir a pasear un rato por la playa, le dije para esperar a Anita y me dijo que no, que vayamos las dos solas y así lo hicimos.
De paseo por la playa, la interrogué de porqué salíamos así, sin decirle nada a los demás. Ella miraba la playa sin decir nada, luego de un gran silencio y tímidamente empezó a contarme lo que había observado de forma casual. Había visto a su padre y a su mejor amiga desnudos teniendo sexo en la habitación y parecían dos animales en celo. Para consolar a la nena sólo me atreví a decir que cuando el deseo es fuerte entre las personas, está bien que sepan expresarlo y lograr una satisfacción, porque el sexo es el complemento que te hace sentirte vivo, y cuando los dos consienten todo lo demás es lo de menos. Y además la virilidad de tu padre es la de buen mozo capaz de satisfacer hasta una nena de 17, perdón de 19 porque esa es la edad de mi primita.
Entre tantas idas y venidas llegamos nuevamente a la casa de playa, donde nos esperaba Eduardo sentado tranquilo en el mueble de la sala y Anita de sonrisa pícara que en cuanto nos vio nos encaró: “dónde fueron, los estábamos esperando para salir los cuatro y pasarla rico por ahí”. Sandrita la miró a los ojos y bajó la mirada confesándose culpable y se encaminó hacia la habitación del dormitorio que compartíamos nosotras. Anita y yo intercambiamos miradas y palabras entre susurros para decirle que la nena los había observado en lo mejor del sexo. Ella fue hasta donde estaba Sandrita, encontrándola en el dormitorio de espaldas y, con una de sus manos tomó la nalga izquierda de la nena que dio un sobresalto y gritito de sorpresa, expresándole: “qué tienes amiga, estás con una cara de preocupación, recuerda que en mi puedes confiar”. Mientras le hablaba sus manos acariciaban suavemente sus brazos y su coño estaba pegado a sus nalgas y su boca le daba suaves besitos a su cuello desnudo. Sandrita dio media vuelta frotando sin querer sus nalgas en uno de los muslos de mi prima empujándola hacia una de las camas de la habitación, expresándole:”quita de aquí, puta”.
Supuestamente Eduardo se hallaba dormido ajeno a lo que allí sucedía y entré en la habitación. Sandrita estaba que echaba fuego por los ojos y Anita con supuesta inocencia de lo que pasaba. Con un gesto hice salir a mi prima y me quedé con la nena, ella y yo nos echamos en la cama; con su cabeza descansando sobre mis pechos y mis brazos acariciando su espalda y acercándola más a mi cuerpo, produciéndome excitación. Estuvimos así más de una hora hasta que la nena quedó dormida con sus mejillas sobre mis pechos y su cuerpo muy pegado al mío. Después de un rato, muy tarde ya, entrada la madrugada, Sandrita despertó y los gemidos de placer desde la otra habitación se escuchaban claramente en la nuestra, pues la habitación estaba separada por una delgada pared y el movimiento de sus cuerpos se sentía por los ruidos de la cama. Me atreví a decirle entre susurros con mi boca pegada a su oreja: “tu papá es todo un semental y Anita lo está disfrutando mucho”. Ella me miró y me dio la espalda en la misma cama quedando sus nalgas pegadas a mi coño. Puse una de mis manos en su mejilla que estaba pegada a la cama y giré su rostro hacia mí y con una leve sonrisa dije: “no te preocupes mi amor, si los hombres de tu vida te fallan, me tienes a mí como tu fiel amiga y compañera. En ese estado de debilidad la sorprendí con un gran beso en sus labios que encendían mi deseo, mis manos trataban tímidamente de acariciar sus muslos para después seguir hacia sus grandes nalgas y meter mis manos dentro de su calzón chiquito. Sandrita estaba tan pendiente de lo que sucedía en la otra habitación que le bajé el calzoncito casi sin darse cuenta; tenía ya la falda subida hasta por encima de su cintura y su calzoncito por debajo de sus rodillas. Puse mis dedos índice y medio rectos aprisionando su clítoris entre ellos frotando de arriba hacia abajo con una rapidez impensable. De cuando en cuando mis dedos se metían entre su coño, su rostro empezaba a expresar deseo y excitación, abrió su boca y me la ofreció a mí, a la que respondí con un caliente beso. Mis dedos empezaban a humedecerse en ese coño que palpitaba deseo, me hice más hacia abajo para abrir más ese coño con mis dedos e introducir mi lengua hasta lo más profundo de su coño y dentro de él golpeando las paredes del mismo y jugueteando haciendo circulitos dentro de él. Sandrita se retorcía del gusto y abría la boca para expresar esa satisfacción traducida en orgasmos, como sabía que se venía me apliqué más en mi tarea, jalando con mis labios su coño y soltándolos en los llamados besos chupones solo por darle más placer y uno de mis dedos empezaba a penetrar su culo, hasta sentir que sus piernas se estiraban y su cuerpo se ponía tenso, rígido y, para acelerar sus flujos metí dos dedos a su coño y la penetré una y otra vez sin detenerme hasta que ella cerró sus piernas, se puso de costado quedando sus nalgas casi en mi cara y una de mis manos aprisionada entre sus piernas. Mis deseos fueron calmados por sus manos en mi coño, entre el silencio de la casa, mis débiles gemidos y sus labios mordiéndome el clítoris.