Fin de semana en Entre Ríos
Una relación que se inició al leer mis relatos me permitió vivir una hermosa aventura con una lectora de la página.
VACACIONES EN ENTRE RIOS.
Fueron unas vacaciones diferentes. Una relación entablada a través de la página de "Todorelatos" me dio la oportunidad. Me contacté con una hermosa mujer madura de mi misma edad, y supe a través del correo lo que le despertaban mis relatos eróticos por sus encendidas felicitaciones y el morbo que le despertaba leer mis escritos.
Luego de algunos meses de intercambiar misivas de contenido erótico le propuse un encuentro a escondidas de su marido y mi esposa. Sus argumentos y evasivas por el temor a ser descubierta se fueron diluyendo y finalmente aceptó. Ella es una mujer respetada en su círculo social. Recatada, discreta, madre, y profesora, pero insatisfecha sexualmente, por lo que me manifestó en su correspondencia. Esa doble personalidad la hicieron para mi, misteriosa y deseable. Al ver sus fotos que mutuamente nos enviamos por Internet, me ilusioné con un encuentro con Maruja para hacer realidad nuestras fantasías. Su mirada inteligente, su figura y su elegancia al mostrar sus atributos en distintas circunstancias, me incentivaron para convencerla y lograr el encuentro.
Encontramos por fin la fecha. Nos preparamos para no despertar sospechas y cuando eso sucedió programamos el encuentro. Sería en las termas de Villa Elisa, un hermoso lugar de la Provincia de Entre Ríos, relativamente cerca de donde ella reside. Ella buscó una excusa para con su familia y yo aproveché un congreso de mi especialidad para hacerme la escapada proyectada.
Parecía un adolescente dispuesto a una travesura y ella me confesó lo mismo. Nunca se había atrevido a una trasgresión semejante, a pesar de alguna aventura vivida hacía muchos años que alguna vez me insinuó en sus cartas con algún alumno y una amiga en su ciudad. El resto de su vida transcurría, según ella, en una monotonía pueblerina que la agobiaba.
Era una mujer mundana sin dificultades económicas y solía viajar seguido recorriendo en los últimos tiempos Europa y el norte de África, pero me decía que para ella el sexo ocupaba un lugar preponderante y no lo podía canalizar con su esposo. Me confesó que la lectura de mis relatos la transportaban a un mundo de fantasía que soñaba realizar algún día, y ese día llegó.
Planificamos el encuentro y contraté el hotel desde Buenos Aires. Ese viernes al llegar me identifiqué y pedí la habitación doble reservada y esperé la llegada de Maruja. Estaba nervioso, no sabía como sería el encuentro. Llegó cerca del mediodía como me había anticipado. Alta con garbo al caminar, distinguida con su porte de mujer segura de si misma, me impactó. Era más hermosa y atractiva de lo que había imaginado. Me miró, nos miramos y con una sonrisa se dirigió resuelta hacia donde yo estaba. Me paré para recibirla y nos besamos con discreción.
"Maruja".
"Hugo", "Cuanto tiempo esperando este momento", fueron mis primeras palabras.
"Yo también lo deseaba", me contestó.
"Ya deposité mi equipaje en la habitación 23", "permíteme el tuyo, que lo llevo".
Al cerrar la puerta de la habitación no quise forzar los tiempos y luego de dejar su valija y de asearnos nos dispusimos a bajar al restaurante para almorzar.
Era la primera vez que estábamos frente a frente y cuando nos sentamos a la mesa, nos aflojamos. Desbordaba simpatía y en el transcurso de la comida nos fuimos sincerando y contando anécdotas y situaciones de nuestras vidas, hasta que la conversación entre trago y trago derivó en el tema sexual que nos había traído. Reíamos con picardía hasta que luego del último brindis, le propuse ir a descansar.
"A descansar", me dijo y rió.
Nos levantamos y nos dirigimos a la habitación. Luego de cerrar la puerta, la atraje hacia mí, la abracé y la besé en la boca. Ahora si me respondió como una amante en celo, y se entregó. Nos desnudamos torpemente, y entre besos y suspiro me pidió pasar al baño. Al retornar pude ver la magnífica hembra madura en toda su hermosura. Senos firmes, con pezones oscuros lánguidos, vientre plano con algunas estrías y unos glúteos estupendos. A medida que se acercaba mi miembro se endureció y comenzó a palpitar, las venas se ingurgitaron y el prepucio dejo paso al glande enrojecido.
Maruja, me beso y me dijo, "Soy desde ahora una de las heroínas de tus novelas". Se agachó buscando golosa el miembro. Comenzó a besarlo, chuparlo y lamerlo como nadie me lo había hecho. Sentí que me iba a correr y en un susurro se lo anuncié, "Me voy Maruja, me voy", levantó la vista y me dijo, "No te detengas mi cielo, me tragaré toda la leche", y siguió mamando hasta que me corrí en su boca entre jadeos y gemidos de placer. Tragó lo que pudo y se puso de pié buscando mi boca. Nuestras lenguas se trenzaron y sentí el gusto de mi semen que aún quedaba en sus fauces.
La alcé en brazos y la deposité en la cama. Nos recostamos, la abracé cruzando mis piernas sobre las suyas. Nos besamos gozando de ese momento de ternura y deseo. Sentí en ese momento el aroma que despedía ese cuerpo maduro. La acaricié y mirándola a los ojos le expresé mi admiración por su físico y su sensualidad.
"Tal cual te imaginaba", le dije, "Sensual, fina, discreta, pero cálida y fogosa a la hora de gozar del sexo".
"Hugo quiero ser la prostituta de tus relatos", "siempre las mujeres fantaseamos con serlo alguna vez en la vida", "Quiero que me trates como tal".
"Sí Maruja serás mi puta sumisa y gozaras del sexo como nunca antes".
"Lo que tu digas, soy tu esclava".
La habitación estaba en penumbras, solo iluminada por una tenue luz del velador, hasta que encendí el televisor para ver la película pornográfica que había traído. Nos reclinamos sobre el respaldo de la cama para verla. Le pasé mi brazo por sus hombros y mi mano se posó en sus senos. Maruja se acurrucó sobre mi pecho y aproveché para besar sus labios. Cuando comenzó la película se produjo un silencio cómplice. Una mujer era penetrada por un hombre negro que la sometía y la violaba reiteradamente, hasta que la rubia se entregó acompañando los movimientos del hombre mientras gemía y se acomodaba para facilitarle la cópula.
Maruja, excitada, tomó mi miembro con su mano y empezó a masturbarme. Nos olvidamos de la película y ella volvió a chupar la verga con sabiduría. Enseguida mi miembro endureció y comencé a gemir de placer.
"Apaga la película que no la necesitamos", murmuró.
Me levanté, apagué el televisor, y al volver, me situé entre sus piernas y me apoderé de su clítoris. Mi boca y mi lengua se encargaron de practicarle un cunnilingus fenomenal. Maruja se retorcía y mecía mis cabellos con sus manos hasta que suspirando incrustó mi cara en la concha y con voz trémula me instó, "Cómela mi vida". "Aaaahhhhh, mmeeee vvvvvvvooyyyyyy".
Mi boca se llenó de jugos que fluían de sus entrañas. El sabor agridulce tan característico de cada mujer me excitó aún más. Entonces me incorporé y situándome entre sus piernas abiertas jugué con el glande en la entrada de la vagina. Rozaba el clítoris y bajaba por la raja hasta el orificio anal. Maruja arqueándose me instaba a la penetración. "Papi, métela por favor", "Cógeme ya Hugo, no me hagas desear".
No pude más y la penetré con mi verga dura, surcada por venas ingurgitadas de sangre, hasta la raíz del pene. Mis testículos chocaron con las nalgas de Maruja que exhalando un suspiro, me abrazó y buscó mi boca. Nos besamos y la cópula se hizo más íntima cuando cruzó sus piernas por mi cintura y se movió como una posesa. Fueron 10 minutos intensos de vaivén hasta que sentí que iba a eyacular.
"Me voy Maruja".
"Yo también mi cielo", "Dame toda la leche", "la quiero adentro mío".
"Me vooooyyyyyyyyyyy, aaaaaahhhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiii".
"Siiii papi, siento la leche en mi concha, aahhhhhhh, me voyyyy, que rico".
Estuvimos bombeando por más de media hora y Maruja cada tanto gemía y tenía un orgasmo ruidoso. Yo me desconocía, mi miembro no perdía rigidez y el movimiento y las contracciones de la vagina impedían que perdiese la tensión.
Finalmente exhaustos nos dormimos abrazados.
Despertamos dos horas más tarde, cuando nos llamaron de conserjería para anunciarnos la disponibilidad del masaje que habíamos pactado de antemano.
Nos bañamos y Maruja entre chanzas me dijo que quería lavarse bien pues todavía fluían los jugos de su cueva, y no quería que se diesen cuenta de nuestra cogida.
Mientras Maruja fue a la masajista yo aproveché para tomar un baño termal que me relajó y gocé de la tibieza de esas aguas cálidas que me vinieron muy bien.
Maruja al finalizar el masaje se acercó a la piscina donde yo estaba y con una sonrisa cómplice se sentó a mi lado. ¿Cómo te fue? Le pregunté al verla tan contenta.
"Regio", "Es excelente y te espera en media hora" me contestó. "No sabes lo que disfruté".
Intrigado le pedí una explicación.
"Ella, te lo va a explicar mejor, hazle caso". "Anda que yo te espero en la habitación después del masaje".
Me dirigí al consultorio de Silvana y al verla intuí lo que había sucedido entre ella y Maruja. Era alta con un físico de músculos marcados seguramente trabajados en un gimnasio y de actitudes algo masculinas. Me entregue a sus masajes que fueron maravillosos. Sus manos y sus dedos fueron relajando y acariciando todos los músculos hasta que boca arriba descubrió mis genitales al retirar la toalla que los cubría, y se apoderó de mis testículos. Mi miembro se paró inmediatamente y luego de untarlo con el aceite de los masajes me masturbó con sabiduría.
"Veo que ya se llenaron otra vez luego de semejante cogida con Maruja", me dijo.
Quedé atónito, y continuó, "Ya me contó su aventura con lujo de detalles y yo la preparé para gozar de una orgía total". Sonriendo me comentó que desea ser la protagonista de tu próximo relato conmigo incluida.
"Magnífico, ¿como haremos?", le preguntarle desconcertado.
"Después de cenar voy a tu pieza y haremos realidad la fantasía de Maruja", "A las once en punto estoy ahí, en la habitación 23 del segundo piso", fueron sus palabras al despedirme con un beso en la boca.
De regreso a la habitación la encontré a Maruja viendo televisión y con una risa irónica me preguntó, "¿Como te fue? Nos reímos juntos, y nos preparamos para ir a cenar. "No nos demoremos mucho y comamos frugalmente pues debemos volver antes de las once", ahora fui yo la que la hizo reír a carcajadas.
Cenamos pescado acompañado de ensalada Waldorf con apio y nueces, lo que nos movió a comentarios jocosos por la cena afrodisíaca que degustamos. El champagne que escanciamos durante la cena nos puso alegres y más locuaces que de costumbre. Emprendimos el regreso al hotel tomados de la mano, riendo como dos adolescentes a punto de cometer una travesura.
Eran las once en punto cuando Silvana golpeo la puerta. Estaba hermosa con un vestido entallado por encima de la rodilla. Maruja tenía un deshabillé transparente que dejaba ver su ropa interior. Sus piernas enfundadas en medias caladas, zapatos de tacos altos completaban su indumentaria y parecía una prostituta esperando a sus clientes.
Maruja se adelantó y la besó en la boca dándole la bienvenida. Yo la imité. Nos sentamos alrededor de una mesa ratona donde habíamos preparado un refrigerio y hablamos de cosas baladíes. Tomamos unos tragos y la música que se oía a través de los parlantes de la habitación me inspiró. Luego de tomar unos tragos y romper el hielo me levanté y me puse a bailar con Maruja que se apretó a mi cuerpo y se dejo llevar mientras nos besábamos. Silvana nos observaba hasta que se levantó, nos separó y atrajo hacia sí a Maruja que respondió a las caricias. Se besaban y refregaban sus cuerpos. Yo sentado en la cama disfrutaba al ver a dos mujeres maduras gozando del sexo. Se desnudaron totalmente y me invitaron a participar. El clima nos había excitado. Los tres nos echamos en la cama y allí Silvana tomo la iniciativa. Me empezó a chupar la pija que se desplegó totalmente. Palpitaba en cada lamida y Silvana invitó a Maruja a compartirla. Era una sensación sublime, las dos me pusieron a mil. Las caricias de los testículos con sus uñas y la succión de Silvana eran imitadas por Maruja hasta que eyaculé. El semen se esparció por el pecho de la masajista y Maruja lo limpió tragándolo como una experta.
Mientras me recuperaba fue fantástico ver como gozaban entre ellas. Se besaban, se acariciaban y se masturbaban. Observé como Maruja, de espaldas, abierta de piernas, recibía las caricias en su vulva. Silvana le introdujo primero los dedos en la concha y con delicadeza abriendo los labios le introdujo toda la mano. Maruja gemía y se retorcía de placer. La profesora recatada y discreta recibía el primer fisting de su vida, estaba cumpliendo con creces la fantasía de ser la prostituta de mis novelas. Ya recuperado, Silvana nos invitó a explorar nuevas sensaciones. Me masturbó y mi verga recuperó su rigidez. Hizo colocar a Maruja de espaldas apoyada en sus manos y sus rodillas y abrí sus glúteos con mis manos. Observé el orificio. Era pequeño pero mi lengua se encargó de dilatarlo. Para facilitar la penetración Silvana le colocó vaselina y le introdujo lentamente un consolador enorme. Luego fue mi turno. Silvana tomó mi miembro en sus manos y lo dirigió al orificio lubricado y complaciente. Lentamente comencé a presionar y al atravesar el esfínter, Maruja gimió y exhaló un grito de dolor contenido pero me ayudó abriendo con sus manos las nalgas. Entré con toda mi verga en el recto hasta la raíz. Solo quedaron afuera los testículos. El movimiento de vaivén se hizo cadencioso entrando y saliendo. Maruja gemía y le chupaba la concha a Silvana, que se había puesto por delante abierta de piernas y también gozaba. Yo disfrutaba viendo la escena por el espejo. La cara de Maruja estaba desencajada por el momento que estaba viviendo. Arrebolada, entrecerrando los ojos y moviéndose mientras chupaba la concha de Silvana y degustaba el consolador que le introducía cuando no chupaba. Finalmente eyaculé llenando de semen las entrañas de Maruja.
Terminamos revolcados gozando de las delicias del sexo, cogiendo y cogiendo hasta las 3 de la mañana en que nos dormimos exhaustos y felices.
Me levanté cerca del mediodía. Silvana ya se había ido. Con Maruja nos bañamos y tomamos un baño termal que nos relajó y nos dejó como nuevos. Almorzamos y nos despedimos a la media tarde no sin antes tener una última relación sexual, durante la que practicamos todas las posturas sin privarnos de nada y luego de compartir una merienda sustanciosa. Nos prometimos repetir la experiencia. Cuando la vi alejarse no pude más que admirar la figura de esa mujer madura que irradiaba distinción y elegancia al caminar. La profesora con la que había compartido el mejor fin de semana de mi vida era una señora seria e insospechada de su doble personalidad que en la cama había resultado ser era una hembra inigualable, que cogía como una diosa.