Fin de Semana en el Campo

Cómo un viejo tío me manoseo como quiso.

FIN DE SEMANA EN EL CAMPO

Estaba de visita por el fin de semana en la casa de campo de un tío, bueno, en realidad no era nada mío, es sólo que estuvo casado con la viuda del primo de mi padre. Cuando ella murió, él no se volvió a casar, sólo se le conocieron algunas amiguitas, pero nada más. Tenía fama de que le gustaban las jovencitas, o sea, era un viejo verde. Eso me excitó mucho al momento de planificar mi fin de semana. No lo veía hacía casi 5 años, él no había cambiado mucho, era un hombre setentón, guapo, alto y delgado. Yo en cambio, si había cambiado, tenía 22 años y una figura que ya no era de niña. El tío Armando me recibió con cariño, halagándome lo linda que me había puesto. El viejo, era bastante franco para hablar, simplemente decía lo que pensaba y lo primero que me dijo fue que tenía un trasero fenomenal. En casa estaba también una señora que era la que iba algunos días a la semana a hacer la limpieza. Era una mujer mayor, bastante guapa voluptuosa. Sabíamos por algunos chismes que le hacía favores sexuales al tío y que le escondía las aventuras que tenía con veinteañeras.

Ya en la tarde después del almuerzo, decidí tomar sol en la piscina. Cuando ya estaba en bikini en una reposera, Doña Hermelinda la sirvienta, me trajo una limonada y me comentó que me veía muy bien y que seguramente al tío lo iba a dejar loco, que él era muy bueno satisfaciendo a las muchachitas de mi edad, que lo sabía bien pues ella misma había sido testigo de cómo las manoseaba. En vez de sorprenderme, me excitó mucho lo que dijo está señora. Al rato me puse una faldita y una camiseta sobre el traje de baño y fui a la cocina a servirme más limonada. El tío estaba en su "bergiere" sentado leyendo el diario. Me miró como si quisiera comerme y me pidió que lo acompañara un rato. Tomé una silla y la acerqué al sillón en el que estaba él.

Estaba a punto de salir a verte en bikini, me dijo, es que estás muy rica.

-Ay tío, las cosas que dice

-Sobrinita, me imagino que debes tener a todos los muchachos de la universidad locos, tienes novio?

-No, no tengo, le contesté

-Ah, pero me imagino que abras tenido y seguramente ya no serás virgen o no?

Yo no sabía si salir corriendo o quedarme, me encantaba cuando me hablaba así.

-Si, ya no soy virgen, pero no me gustan tanto los mocosos de la universidad, a mi me gustan los maduritos.

-a ver, a ver, sobrinita, no me digas que lo que te han fornicado han sido sólo viejos.

-bueno, sólo un par de veces tío.

El viejo me miraba las piernas cada vez que me hablaba, yo sólo tenía ganas de que me tocara. Como él se caracterizaba por ser muy directo para decir las cosas, me dijo de un porrazo:

-Por qué no abres las piernas un poco para ver el color de tu traje de baño?

-Pero tío, que me quieres ver?

-Tu sabes bien Marcelita lo que quiero verte, te calienta que te diga que quiero que abras las piernas?

-Si tío, pero más me calienta ver que me mires.

Entonces, sentada en esa silla, abrí las piernas y el viejo me miraba con cara de pervertido.

-Qué bien se ve, ahora, sácate la camiseta para ver el sostén de tu bikini

Bueno, le dije mientras me la sacaba.

-Qué buenas tetas tienes Marcelita, te gusta que te las manoseen o que te las chupen?

-Tío, vas a hacer que me sonroje! Le dije haciéndome la inocente, cuando lo que quería en realidad era que me las tocara porque ya estaba muy caliente.

  • Bueno, pero qué te gusta más, dime sobrinita

  • Me gustan las dos cosas, quieres verme las tetas tío?

  • No hijita, todavía no, me gustaría pellizcarte los pezoncitos que se ven muy ricos.

Entonces acerqué mi silla y él comenzó a tocármelos, pellizcarlos. Yo los tenía duros y casi comenzaba a gemir, pero me aguanté.

  • Voy a sacarte una teta, me dijo e hizo a un lado mi sostén y comenzó a manoseármela.

  • Qué rica estás sobrina

Me hizo a un lado la otra copa del sostén y comenzó a masajearme como nadie lo había hecho antes.

  • Qué ricas tus tetas, me encanta manosear a las jovencitas como tu, a ver, párate que quiero que te subas la falda.

Yo sin reclamar, hice lo que me dijo, me levanté la falda y él con el dedo comenzó a rozarme por encima del bikini, al rato, me manoseaba la entrepierna. Yo en ese momento me sentía en la gloria. Tenía un viejo que me daba placer para mi sola.

-Que rica tu chucha, me dijo mientras hacía el bikini a un lado para seguir manoseándola. En ese momento, pasó Doña Hermelinda con un canasto de ropa. Yo me asusté un poco, pero él me dijo que me quedara tranquila nomás. La señora pasó al lado de nosotros y sonriéndole al tío de manera bastante cómplice mientras, subió las escaleras al segundo piso.

  • Metió su dedo en mi vagina mientras me decía que la tenía húmeda y rica. Acercó su cara y me pasó la lengua por el clítoris, me chupó y me succionó como quiso. Yo a estas alturas ya gemía de placer. Se levantó y comenzó a chuparme las tetas.

-Qué rico me las chupas tío. Me encanta tener un viejo que me haga estas cosas, sigue tío, sigue.

El tío siguió un buen rato hasta que me dijo que me diera vuelta y me agachara como si estuviera recogiendo algo. Yo le hice caso. El me observó un rato así, agarrándome las nalgas y apretándolas.

-Qué buen trasero Marcelita, qué bien te ves así me dijo con su voz ronca y comenzó a tocarme y a meterme el dedo. Me incorporé y al tenerlo por la espalda, él me manoseaba las tetas. Sentía su paquete detrás mio. Tenía el pene duro.

-Tío, tienes el pene duro, lo puedo sentir. No te gustaría metérmelo?

-No mi´hijita. Todavía no. Déjame manosearte por todas partes, me estás volviendo loco mocosa. Ven siéntate en la mesa del comedor, sácate el calzón y abre las piernas. Apoya los talones en la mesa que quiero jugar con tu chuchita Marcelita.

Yo estaba mojadísima, obedecí y el se sentó en una silla a jugar con mi entrepierna, me metía el dedo, me lo sacaba, miraba mi clítoris y jugaba con él y con mis labios vaginales. Me chupaba y me lamía.

-Te gusta lo que te hace tu tío en la chuchita?

-Si tío me gusta, chúpamela otra vez.

El seguía chupándomela y lamiéndome. Por un momento, no podía creer en qué estaba, pero siempre he sido caliente, me encanta el sexo y en realidad, siempre quise vivirlo con este viejo. Yo estaba a punto de tener mi primer orgasmo cuando de pronto bajó Doña Hermelinda.

-Ven Hermelinda, le dijo el viejo de mi tío. Yo cerré las piernas y quise arreglarme el sostén del bikini, pero el tío me dijo que no me asustara, que ella era de confianza. Entonces, le dijo a la señora:

-Sácame la pichula Hermelinda, quiero que Marcelita vea lo que sabes hacer.

La señora le bajó el cierre y saco su pene, mientras lo miraba con una sonrisa muy lujuriosa. El pene del tío era grande y estaba parado, muy duro. Me pidió que me quedara mirando. Hermelinda lo masturbó con la mano un rato y se lo empezó a mamar. La situación me tenía a mil, nunca había visto algo así en la vida real. El viejo gemía de placer. Con las manos me agarraba las tetas.

Marcelita, te gusta ver cómo me la chupan?

Yo me quedé callada, asombrada, no pude decir nada, estaba sorprendida, pero muy caliente.

-Basta Hermelinda, le dijo, espera que voy a metérsela a Marcelita.

-Quieres que te la meta o no? me preguntó. Yo sólo asentí con la cabeza. La mujer se fue a la cocina no sin antes darle un beso en la mejilla a mi tío. El me abró las piernas y me penetró. Tenía el pene grande, duro, exquisito. Me sobaba con los dedos el clítoris mientras me lo metía, tuve un orgasmo largo y placentero. Me sentía en la gloria. El viejo después me dio vuelta y apoyada en la mesa, me lo metió por atrás.

  • Qué rico me lo metes tío, dame más, así, me gusta, que rico, más rápido, más.

El viejo eyaculó en mi espalda, me dio vuelta nuevamente y yo manchada de semen me apoye en la mesa. Comenzó nuevamente a chuparme y manosearme las tetas como loco.

-Quiero comerte la chuchita otra vez sobrina.

-Bueno tío cómetela, chúpamela cuanto quieras.

Pasó su lengua por mi clítoris largo rato hasta que tuve otro orgasmo y quedé rendida.

-Qué rico, tío gracias, ha sido sexo del bueno. No me arrepiento de haber venido a vistarte. Me gustaría repetirlo otra vez, si tu quieres puede ser mañana antes de irme. Quisiera mamártela, bueno, si tu quieres. Doña Hermelinda apareció con una toalla y limpió el semen de la mesa y de mi cuerpo.

-Qué bueno que te haya gustado, ahora, anda a dormir una siesta Marcelita, descansa un rato. Yo también voy a descansar. Te prometo que en la noche, si no estoy muy cansado, me puedes chupar la verga como lo hizo Hermelinda. Y la próxima vez que vengas, como te gusta que los viejos te miren y te toquen, podría llamar a un par de amigos míos. Me calentaría mucho ver como te manosean. Qué te parece?

-No sé tío, con desconocidos no sé, bueno, pero sólo si eres tú el que me la mete ok?

-Claro mi niña, lo haría encantado porque me fascina tu cuerpo, eres muy dulce y estás demasiado rica. Nos vemos a la hora de la cena Marcelita.

-Ya tío, me voy a duchar a dormir la siesta como me propusiste. Hasta más tarde.