Fin de semana en Cuernavaca (7)
Capítulo final de este relato, lleno de fantasías...
Agotados, dormimos hasta bien tarde el domingo. Cuando desperté ya te habías duchado y cacheteando mis nalgas, me llamabas pidiéndome que me levantara, que no remoloneara más en la cama
- !!Vamos, no seas perezosa!!Hace un día increíble, no deberíamos desperdiciarlo quedándonos en casa, me dijiste.
Tardé poco en tomar una ducha y arreglarme. Olaf ya estaba listo cuando bajé, situado a los pies de la escalera, con su correa en la boca y moviendo desesperadamente su rabo. Salimos a caminar en dirección a la plaza. Me agarraste de la mano, entrelazando tus dedos con los míos, rozando nuestros brazos.
Una vez que llegamos a la plaza, compramos la prensa y nos fuimos al parque para que Olaf pudiera corretear a sus anchas, llevaba demasiado tiempo encerrado en casa y necesitaba explayarse. Nos sentamos en una mesa de una de las tabernitas del parque, y enseguida vino el tabernero que nos saludó amablemente...
mucho tiempo sin verla señorita, es un placer volver a hacerlo, me dijo con un gesto simpático.
igualmente Don Luciano, si, hace semanas que no venía, pero con este tiempo, ¿quién puede resistirse ya a no venir por Cuernavaca?, le contesté devolviéndole el saludo.
usted dirá licenciado, ¿que van a tomar? y tomó su libreta entre las manos dispuesto a tomar nota de todo cuanto solicitáramos.
dos cervezas bien frías y unos platillos de la casa. De momento eso, si quisiéramos algo más le avisaremos, gracias.
está bien licenciado, enseguida mando al chico con todo, y encantado de nuevo de saludarla señorita.
creo que le gustas a Don Luciano, me dijiste lanzándome una sonrisa y un guiño, nunca le veo tan entusiasmado por atenderme cuando vengo solo.
jajajajajaja, no seas bobo!!!
pero no me extraña, hoy estás preciosa, bueno, siempre lo estás, pero hoy... hoy tienes una mirada divina y resplandeces, iluminas el día con tu presencia, es para mí también un gran placer que hayas venido, y me besaste la mano acercándola a tus labios.
Estuvimos allí un par de horas, leyendo la prensa y tomando nuestro aperitivo. Olaf jugaba con su pelota, la traía y me incitaba a tirársela para volver a recogerla y traerla entre sus dientes como un perro obediente. Creo que ya había olvidado su rabieta por haberle dejado en casa el día anterior.
si no te importa, mientras estés fuera, vendré un par de días entre semana, para ver a Olaf y mantener un poco la casa, quiero que a tu vuelta todo esté como siempre, que parezca que ni siquiera has estado fuera tanto tiempo.
claro que no me importa mi amor, me respondiste. Olaf estará encantado de que vengas a verle y yo estaré tranquilo sabiendo que vas a ocuparte de todo.
De regreso a casa decidiste que comeríamos en el pueblo y nos dispusimos a hacerlo en un restaurante próximo al mercado. Los domingos, mucha gente suele hacerlo y las calles y la plaza están llenas de familias que acuden juntas a celebrar. Después de comer, tomamos café allí mismo pero te pedí que regresáramos a casa, ya casi era la hora de marcharme y quería pasar a solas contigo las últimas horas del día.
El sol apretaba en el jardín, así que preparaste el salón, poniéndolo medio en penumbra, encendiste el aparato de aire acondicionado, pusiste algo de música y preparaste dos copas de un licor digestivo con mucho hielo. Nos sentamos en el sofá y mientras hablábamos, acariciabas mis manos.
tengo que preparar mi equipaje, te dije.
no te vayas..., quédate y sales mañana temprano, yo mismo te llevo hasta México si quieres, pero no te vayas....
En ese momento agarré tus manos, besé la comisura de tus labios y lentamente, como si me moviera a cámara lenta y sabiéndome observada por ti, no perdiéndote ni un solo detalle de mis movimientos, sin decir nada, sólo mirándonos, te invité a subir a la recámara.
Quisiste decirme algo, pero no te dejé depositando mi dedo índice en tus labios, pidiéndote silencio, que no hablaras, que dejaras sonar la música y te dejaras llevar por lo que en ese momento alcanzaba tu vista. Tus ojos abiertos, llenos de la incertidumbre de no saber que iba a ocurrir, llenos de deseo al ver, después de haberte indicado con mis manos que te recostaras en la cama, como al ritmo de la música, empecé a desnudar mi cuerpo para ti...
Lo hice sintiéndome sensual, danzando para ti, de frente mientras desabrochaba uno a uno los botones de mi blusa sin llegar a quitármela del todo, pero si dejándote ver mi ropa interior, delicadamente escogida; de espaldas, moviendo mi cintura y mis nalgas lentamente, mientras dejaba caer mi falda recorriendo mis caderas, dejando al desnudo mis piernas, mis corvas, mis tobillos.
En ese preciso momento suspiraste, y te dejaste recaer más en la cama. Recuerdo que tomaste uno de los cubitos de hielo de tu copa entre tus dientes y lo mordías, desesperadamente. Sudabas, te enrojecías y pude observar una tremenda excitación de tu sexo que marcaba la bragueta de tus pantalones. No decías nada, solo me observabas con deseo, relamiéndote los labios y bebiendo tu copa sorbo a sorbo, dejándola reposar caprichosamente sobre tu sexo .
Seguí bailando para ti, contoneándome sibarítica mientras que, de espaldas nuevamente, dejé caer mi blusa deslizándose por mis brazos, desabrochando mi sujetador y volteándome justo en el momento preciso en que mis pechos surgieron de él voluptuosos, blanquecinos, con mis pezones tremendamente excitados.
En ese momento, y con la malicia propia del juego, viéndote sin pestañear, con los ojos casi desencajados ante semejante visión, cogí la prenda y a un golpe de batería de la música que sonaba, la arrojé hacia ti, cayendo justo a la altura de tu sexo y, presuroso la tomaste entre tus manos y la llevaste a tu cara, aspirando todo el aroma mío que pudiera guardar. Lo hiciste con los ojos cerrados y reprochando mi maldad de no dejarte acercar a mí las veces que lo habías intentado , pero es que era tan excitante verte así, verte tan lleno de deseo por mí, con tantas ganas de mí
Sin apartar tus ojos dejaste tu copa, te levantaste de la cama, te sacaste la camisa casi arrancando sus botones y esa vez si te dejé acercarte y lo hiciste apretándome entre tus brazos, dejándome sentir la erección de la que hacías gala. Bailaste conmigo apretándome contra ti, palpando mis nalgas con tus manos, besando mi cuello, mordisqueando mis senos.
Acariciaste mi pubis por encima de mis bragas con tu mano bien extendida, recorriendo cada milímetro desde mi monte de Venus hasta mi culo. Metiste tu mano por ellas y desde atrás, entreabriendo una de mis piernas que encajaste en tu cintura, palpaste la humedad de mi sexo desnudo hasta atrapar entre tus dedos mi clítoris que rebosaba excitado y palpitante. Metiste tus dedos en mi vagina, hurgando en mis entrañas y así me llevaste a un orgasmo infinito, interminable, sublime
Desabroché tu cinto, el botón y la bragueta de tus pantalones y con mis manos atrapé tu sexo entre ellas. La rigidez de tu verga me quemaba los dedos, tu aliento me abrasaba el cuello, tus manos calcinaban mis senos y en ese momento, no pude resistir la tentación de acercar mis labios a tu daga ardiente y besarla.
Cómo suspirabas, resoplabas y gemías al recorrerla con mi lengua, al sentirla dentro de mi boca, succionándola, llevándola a mi paladar, rozando mis dientes con ella, dibujando mis labios... Te sentía respirar como el que se está ahogando, intentando en cada bocanada aspirar el mayor aire posible. Aún permanecías de pie, con los músculos de tu vientre tensos, casi o más que los de tus piernas y manteniendo una erección suprema que te venció al derramarte en mí .
Caíste arrodillado junto a mí y con tus ojos llenos de lágrimas me abrazaste, con tu cuerpo y con tu corazón
- No te vayas, quédate . No me dejes solo esta noche.
Que me necesitaras de esa manera me enorgulleció hasta estremecerme y no pude negarme. En el fondo, yo tenía tantas ganas como tú de quedarme, de estar una noche más contigo, entre tus brazos. Una noche más siendo tuya y tú mío, los dos en uno
No hubo más sexo entre nosotros en lo que restó del domingo. Las pocas horas que quedaban para dar por terminado nuestro fin de semana, las dedicamos a recoger el jardín, a leer, incluso estuviste ordenando algunos de tus discos y aprovechaste para grabarme en un CD algunas de nuestras canciones favoritas, para que pudiera escucharlas en el tiempo que estuvieras fuera y no me olvidara de ti, según me dijiste . Dios mío, ¿cómo iba a olvidarte?
Terminé de preparar mi equipaje mientras tú te duchabas antes de acostarnos. Te dejé leyendo uno de mis libros de poemas cuando me metí en el baño para asearme y al salir ya estabas dormido.
Bajé a la cocina y mientras charlaba con Olaf me preparé una infusión de menta-poleo con hielo que me tomé en el jardín, tranquila, contemplando la maravillosa luna de Cuernavaca, dejándome abrazar por la leve brisa que se había levantado. Olaf me miraba, hasta tuve la impresión de que iba a contestarme me encanta su pelo, como brilla, lo suave que está y me consta que a él le agrada que le acaricie, hasta reposó su cabeza en mis rodillas para que lo hiciera, buscando él también una caricia mía, un gesto cariñoso hemos de buscarle una compañera, ha de sentirse tan solo algunas veces
Permanecí un buen rato en el jardín con su compañía. Pensé en lo inmensamente feliz que me habías hecho ese fin de semana. En lo que haría los días que ibas a estar separado de mí y sin contacto alguno para que no me diera tiempo a pensar que no estabas, para mantenerme lo más ocupada posible y no echarte de menos.
Fui apagando todas las luces hasta subir a nuestra recámara donde yacías profundamente dormido y te observé desde la puerta. !!Qué feliz te veías, que orgulloso, que lleno de vida!! Y en ese momento, no pude evitar emocionarme y lloré. Lo hice de felicidad por saberme tan amada, tan deseada, tan llena de ti. Y me metí en la cama y busqué acurrucarme entre tus brazos y como cada noche, coloqué mis nalgas junto a tu sexo, me abrazaste rodeándome por la cintura, tomando uno de mis senos en el hueco de una de tus manos y muy, muy juntos, cuerpo con cuerpo, alma con alma, me quedé dormida en tu regazo.
FIN
La redacción de este relato no hubiera sido posible sin la ayuda de una persona que ha significado mucho para mí, que me ha apoyado en la distancia, en momentos muy difíciles, y con la que me une una gran y sincera amistad. Entre los dos y basándonos en una fantasía, redactamos cada capítulo del mismo. Después, él encontró una mujer que, como en la fantasía que se narra, le llena, le satisface, y a la que me consta que adora por encima de todo y de la que está profundamente enamorado. Una mujer que llenará su vida para siempre y compartirá todos sus momentos hasta el final de sus días.