Fin de semana en Calpe. Capítulo II

Prosigue la noche en Calpe. Carmen y Javier se preparan para pasar una noche excitante con otra pareja. ¿Podrá Carmen sobreponerse a sus celos? ¿Consentirá Javier que su mujer esté con otro hombre?

Hola de nuevo. Os voy a contar lo que pasó esa misma noche en Calpe. Quiero mandar un beso a German y Eva. Espero que me perdonen si omito algo o si mi relato difiere en parte de como recuerdan ellos esa noche. Tened en cuenta que es lo que yo recuerdo y seguramente se me escapen muchos detalles.  En todo caso muchos besos.

Javier y yo caminábamos hacia el chalet de German y Eva. Confieso que iba bastante nerviosa. El hecho de no llevar ropa interior me hacía sentir muy sexi, la verdad. Javier caminaba pegado a mí, su brazo me rodeaba por mi cintura y de vez en cuando su mano bajaba para acariciar mi culo. Mi mente imaginaba miradas por todas partes que se clavaban en mi cuerpo sin ropa interior. Eso me daba morbo, mucho morbo. Sabía que ha Javier le encantaba que fuese sin ropa interior. Disfrutaba quitándome las bragas y follándome vestida, en plan “aquí te pillo, aquí te mato”. Pero normalmente no me gustaba estar sin ropa interior porque me sentía vulnerable. Por suerte, esa noche no era así. Llegamos a nuestro destino y llamamos a la puerta. Fue Eva la que nos abrió la puerta. Llevaba un ligero vestido de verano que apenas podía contener sus tetas. “Joder, que buena está la cabrona”. Una oleada de celos me embargó. Quería salir de allí, irme con mi marido y follarle hasta dejarle sin fuerzas para que no pudiese pensar en otra, solo en mí. Eva sonrió al vernos y le digo un beso a mi marido en los labios. “Puta zorra”. Algo debió ver en mi mirada, pero reaccionó rápidamente y se acercó para besarme a mí también. Fue solo un pico en los labios, pero consiguió dejarme desconcertada y la rabia que sentía dentro se mitigó. Nos invitó a pasar y entramos por la puerta. Su casa era como la nuestra, así que estábamos en la planta de arriba, en la parte de las habitaciones.

-          Hola Eva. Eh... Nos dejas un momento a Javier y a mí. Necesitamos un momento a solas. -dije nerviosa sin dejar de mirar como su vestido se ajustaba a su cuerpo acentuando sus sensuales curvas.

-          Claro, sin problema. – dijo extrañada. Luego bajó por las escaleras para dejarnos un poco de intimidad.

-          Si quieres que nos vayamos no hay problema. – dijo rápidamente Javier intuyendo mi inseguridad.

-          No estoy segura cariño. – acerté a decir – No quiero irme, pero…

-          Pero... ¿Qué? – me miraba fijamente.

-          Sé que es muy egoísta decir esto, pero no creo que esté preparada para que folles con otra. – tenía que decirlo o iba a ponerme a gritar.

Javier me miraba muy serio. Me cogió por los brazos y, mirándome fijamente a los ojos dijo.

-          Como desees.

Solo eso, como desees. Me desarmó. Cualquier otra cosa me hubiese sonado a mentira, pero “Como desees”. Quizá era lo único que podía mitigar mi angustia. Supongo que muchos de vosotros no lo entenderéis. Es una referencia, uno de esos detalles frikis que Javier y yo compartíamos. Aquellos que lo hayáis entendido seguro que estáis sonriendo ahora y me comprendéis, comprendéis la clase de relación que teníamos Javier y yo. Si es así, os invito a escribirme, me encantaría conoceros porque a veces creo que quedamos pocos de “esos”. En todo caso, baste saber que eso ayudó a relajarme.

-          No haré nada por acercarme a Eva si tu no quieres. – dijo muy serio – Pero que eso no haga que no te acerques a German. Supongo que no lo entiendes, pero una parte de mi desea verte con él.

German, al decir su nombre se borraron mis inseguridades. Estaba ahí, esperándome. Y Javier me estaba dando carta blanca. Y se habría comprometido a respetar mis celos. ¿Qué más podía pedir? Besé a Javier y bajé alegre con las escaleras. Allí estaba German hablando con Eva. Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta ajustada que marcaba su cuerpo atlético. Sonrió al verme y se acercó para saludarme. Sin darle oportunidad a reaccionar le plante un beso en la boca. Sentir sus labios me hizo ser consciente de que no llevaba ropa interior. German saludo a Javier.

-          Me alegra que hayáis venido. – dijo German a modo de cortesía.

-          Creo que Carmen no se lo hubiese perdido por nada del mucho. – dijo Javier sonriente.

Y sin darme tiempo a reaccionar se acercó por detrás y levantó mi falda para mostrar a German y Eva mi coño desnudo. La mirada de deseo de German me puso a cien. Javier soltó mi falda y me quedé allí plantada sin saber muy bien cómo actuar. Supongo que Eva no quiso quedarse atrás. Lentamente metió sus manos por debajo del vestido y bajó sus bragas. Después de quitárselas guiñó un ojo a Javier y se las lanzó. Javier las cogió al vuelo y se quedó con ellas en la mano sin saber muy bien cómo actuar. “Te voy a arrancar los ojos, puta zorra”. Tuve que respirar para calmarme. Por suerte Javier hizo como si nada y dejo las bragas de Eva en la escalera. Para romper la tensión nos dispusimos a preparar la mesa para la cena. Estar cerca de German me tranquilizaba, entrabamos y salíamos de la terraza llevando platos, cubiertos, vasos, etc. Y cada vez que nos cruzábamos había una caricia, un roce, una mirada. Eva nos abrió unas cervezas y, mientras ella y Javier brindaban, note a German en mi espalda. Me giré lentamente y comencé a besarle. Su lengua en mi boca jugaba con mi lengua. Su mano me apretaba el culo y podía sentir la dureza de su polla contra mi sexo. Lo necesitaba, necesitaba que me follase. No me importaba nada, ni Eva ni Javier. Solo quería sentir esa polla dentro de mí. Un movimiento cerca me sobresalto, era Javier que salí apresurado a la terraza. “¿Se habrá molestado por que haya besado a German?” “No puede ser, hace solo un rato me estaba animando a hacerlo”. Miré a Eva y supuse lo que había pasado. Había intentado besar a Javier y este se había alejado para evitar la tentación. Eva me miraba sin entender que pasada.

-          Eva, cariño. Ven un momento por favor. – le dije - Quiero decir una cosa.

German nos dejó solas. Suponía que era algo privado e intentaba dejarnos intimidad.

-          Es culpa mía. – acerté a decir.

-          ¿Qué quieres decir? – estaba tensa, se le notaba en la voz.

-          Lo de Javier, es culpa mía. No es que no le gustes, es que yo no estoy preparada para que esté con otra mujer. ¿Lo entiendes? – pensé que la sinceridad era lo mejor – Si quieres que nos vayamos lo entenderé.

Eva se quedó callada, para mí fue una eternidad. La balanza entre mi deseo por German y mis celos por Javier estaba equilibrada. Pero todavía estábamos a tiempo de parar. Parar antes de que las cosas se complicasen más.

-          Lo entiendo. – dijo finalmente – Intentaré respetar tu deseo. He visto cómo te mira German y no quiero privarle de algo que desea tanto. No soy como tú, no soy tan egoísta.

Me dejó ahí plantada. Me sentía culpable, me sentía estúpida. Me sentía la persona más egoísta del mundo. Cuando me atreví a salir a la terraza estaban los tres sentado. Me habían reservado la silla entre Javier y German. Me acerqué a Eva y le di un beso. Un pico en los labios, como el que me había dado ella al llegar. Me miró un poco confundida, pero luego me dedicó una sonrisa. Se le había pasado el enfado y yo me sentí un poco más relajada. La cena transcurrió entre charlas. Sé que los detalles mejoran un relato, pero os aseguro que soy incapaz de recordar lo que cenamos. Sé que fue algo ligero porque habíamos comido mucho a mediodía. Pero la comida es apenas un borrón en mi cabeza. ¿Por qué? Porque apenas me senté la mano de German comenzó a acariciar mis mulos. Fue solo una caricia, pero me hizo volver a ser consciente de lo que estaba pasando. Eva y German nos contaron que vivían en Madrid. Habían venido a pasar el finde semana como nosotros. Nunca había hecho un intercambio antes, pero llevaban tiempo fantaseando con esa idea. Al vernos con Mario supusieron que éramos una pareja liberal que estaba de “escapada” con mi amante. Eso idea me hizo reír. Mario y yo amantes, jamás se me hubiese ocurrido. No es que no fuese guapo, o que no tuviese un buen cuerpo… Rápidamente intenté apartar ese hilo de pensamiento de mi cabeza. Pero una fugaz imagen de Mario follándome apareció en mi mente. La mano de German me despertó. Esta vez la dejó ahí, sobre mi muslo. Mi mano bajo hasta su pierna y, poco a poco, comenzó a subir hasta llegar a su polla. La note dura bajo su pantalón. Tenía que estar molestándole y sentí el deseo de bajarle los pantalones para liberar ese delicioso rabo. Otra mano, esta vez la de Javier comenzó a tocarme. Sentir esas dos manos me recordó a la experiencia con “mis chicos”. Sentí una palpitación en mi coño. Eva seguía hablando de fantasías sexuales y estuve a punto de abrir la boca para contar mi experiencia con “mis chicos”. En el último momento recordé que Javier no sabía nada y me callé. Una nueva oleada de culpabilidad me recorrió. Quité mi mano de la entrepierna de German y miré a Javier. Estaba atento mirando a Eva. La deseaba, estaba segura. Como no desearla cuando estaba hablando de fantasías sobre intercambios llevando ese vestido que apena tapaba sus tetas. Otra oleada de celos. “Joder Carmen, estás en una puta montaña rusa emocional. A ver si te aclaras”. De golpe me levanté y comencé a recoger la mesa. Todos me miraron extrañados, pero con total naturalidad se levantaron y juntos empezamos a meter cosas en la cocina. Intentaba aclarar mis pensamientos cuando volví a sentir a German detrás de mí. Podía notar la dureza de su polla contra mi culo. Me di la vuelta y poniendo las manos en su culo lo apreté contra mí. Quería sentir esa polla contra mi coño. De nuevo fui consciente de no llevar bragas y notaba como mis fluidos comenzaban a resbalar por mis muslos. Comencé a besarle con lujuria. Lo deseaba, lo necesitaba. Una de sus manos apretaba con fuerza mi culo mientras otra cogía uno de mis pechos. Me hizo gemir de placer. Le aparté lo justo para sacar mi blusa y ofrecerle mis tetas.

-          Necesito que me folles German. – dije entre jadeos – Quiero tenerte dentro.

Le ayudé a quitarse la camiseta. Mis manos acariciaban su pecho y poco a poco bajaban a su ombligo. Después de desabrochar su pantalón introduje mi mano buscando su polla por dentro de los calzoncillos. Estaba totalmente dura esperando por mí. Le bajé los pantalones y los calzoncillos como puede y él levantó las piernas para terminar de quitárselos. Se mostró totalmente desnudo para mí. No podía dejar de mirar ese cuerpo desnudo, esa polla erguida, esa mirada de deseo. Le empuje hacia atrás hasta hacer que se sentase en el sofá. Me quedé de pie frente a él. Quería exhibirme, quería que me comiese con la mirada. Desabroché mi falda y deja que callera al suelo. Me quedé completamente desnuda frente a él. Apoyé una de mis piernas en el sofá y acerqué mi coño a su cara. Comencé a masturbarme frente a él. Quería que viera lo cachonda que me tenía, lo mucho que necesitaba que me follase. German se acercó a mi coño comenzó a lamerlo con lujuria. Su lengua me provocaba espasmos de placer y apreté su cabeza con fuerza contra mi sexo. Un orgasmo llegó sin previo aviso, rápido e intenso. Besé con lujuria su boca manchada con mis fluidos. Lamí sus labios porque eso me hacía sentirme sucia y cachonda.

-          Ahora te toca a ti. – le dije insinuante al oído.

Me puse de rodillas frente a él. Cogí su polla con las manos y comencé a masturbarlo. No era la primera vez que me comía esa polla. Pero en el jacuzzi no pude hacerlo a gusto. Lo hice con prisas para conseguir que se corriese. Esta vez pensaba estirarlo al máximo. Mi lengua recorría su polla, jugaba con sus huevos, succionaba su maravilloso capullo. Poco a poco mi mamada se fue haciendo más intensa. Poco a poco dejaba que su polla entrara en mi boca y mi lengua acariciaba su glande. Su mano empujó con fuerza mi cabeza apretándola contra su polla para que no pudiese escapar de su corrida. Pero como iba yo a escapar de eso que tanto deseaba. Su leche llenaba mi boca y yo me la iba tragando como si de un néctar se tratase. Después de correrse seguí lamiéndosela.  La dejé totalmente limpia de semen.

-          ¿Te ha gustado? – le dije con el tono más lascivo que pude.

-          Ufff, desde luego era la campeona de las mamadas. – dijo sonriendo.

Seguí masturbándole. No quería que se baraja su erección. En ese momento volví a ser consciente que no estábamos solos. Miré detrás de mí. Javier estaba desnudo, sentado en un sillón. Tenía una enorme erección y se masturbaba muy despacio. Eva estaba en otro sillón, alejaba de Javier. Parecía que mi charlo con ella había servido de algo. Tenía aún el vestido puesto, pero uno de sus pechos asomaba por fuera del vestido. Estaba abierta de piernas y podía ver como sus dedos recorrían su rajita. La situación me encantaba, no os voy a engañar. Miré de nuevo hacia mi marido.

-          Vamos a necesitar un condón, cariño. – le dije con voz melosa.

Javier miró interrogante a Eva.

-          Mira en el baño, están en mi bolsa de aseo. – consiguió decir entre jadeos.

Javier volvió con el condón y lo ofreció ya abierto. “Mi cornudito está en todo”, pensé.

-          Quédate aquí conmigo. Quiero tenerte cerca. – le dije lasciva.

Javier se sentó junto a German mientras yo le ponía el condón. Me alcé para luego sentarme a horcajadas sobre German. Me dejé caer sobre su polla clavándomela de golpe hasta el fondo. Ese era mi grado de excitación. Comencé a saltar sobre German, mientras sus manos agarraban mi culo y me lo estrujaban. Javier, al lado nuestro, no se perdía detalla. Su polla estaba tan dura que parecía que iba a estallar. La cogí con mi mano y comencé a masturbarlo. Se acercó y me besó en la boca con lujuria. Luego besé a German sin dejar de masturbar a Javier. Mi marido se pudo de pie sobre el sofá ofreciéndome su polla. Me la comí con ganas mientras German seguía taladrando mi coño. Javier no tardó en correrse, supongo que ver a su mujer follada por otro hombre era tan morboso que no pudo aguantar. De nuevo mi boca se llenó de esperma y, como hacía solo un momento, me tragué todo lo que la polla de marido me dio. Un grito me sacó del trance en el que me encontraba. Al mirar atrás vi a Eva correrse como una loca, una mano apretaba la teta que tenía al aire, mientras usaba la otra para introducir varios dedos en su coño. “Otra que está disfrutando del espectáculo. Joder, que a gusto se está corriendo la zorra esta”. La imagen de Eva corriéndose así hizo que me pusiese aún más caliente.  Miré a mi marido que tenía aún su polla dura.

-          Fóllame el culo. – le dije relamiéndome – Venga, clávame la polla por detrás.

Javier me miraba con los ojos como platos. A continuación, mostró una cara de morbo y se bajó de sofá para ponerse detrás de mí. Con sus manos agarró mi culo y lo empujó con fuerza contra la polla de German. Lo mantuvo ahí apretado mientras con su lengua lamia mi ano. Joder, que gusto me estaba dando el cabrón. Notaba la polla de German palpitar dentro de mi mientras mi marido me comía el culo con su lengua. Un poco después se preparó para metérmela. Acercó su polla al agujero de mi culo y poco a poco me la fue metiendo mientras yo gritaba extasiada.

-          ¡¡¡Siiii, joder. Siii. Métemela hasta el fondo. Rómpele el culo a la zorra de tu mujer. Dame fuerte, joder!!!

No podía contenerme, estaba fuera de mí. German me comía las tetas mientras Javier tiraba de mi pelo y follaba salvajemente por el culo. A cada embestida de Javier la polla de German entraba hasta el fondo de mí. Uhmmmm, como creo que ya he dicho, no hay nada mejor que una doble penetración. Es brutal, es morboso, es con diferencia la mejor sensación a nivel sexual que se puede tener. Un orgasmo detrás de otro hizo que mi cuerpo se quedara sin fuerzas. Solo el estar empalada entre German y Javier hacía que no me desmadejase sobre el sofá. La corrida de German seguida de la de Javier me devolvieron a la realidad. Durante un momento se quedaron los dos dentro de mí. Yo tenía los ojos cerrados y disfrutaba del momento. Por fin Javier se separó y pude levantarme del regazo de German para dejarme caer en el sofá. Javier puso su mano en mi cara para girarla y besarme dulcemente en los labios. Me giré para besar también a German.

-          Joder tía, menuda follada. – era Eva que nos miraba desde el sillón.

Seguía en la misma postura. Ahora las dos tetas estaban fuera de su vestido y su mano seguí frotando su coño. Estaba claro que el anterior orgasmo no había conseguido saciarla y nuestro numerito la había puesto aún más cachonda.

-          Ufff, Carmen. Voy a reventar, joder. Una de dos, o me folla tu marido o me comes el coño. Tu elijes. – dijo entre jadeos.

Me quedé de piedra. No sabía si había dicho eso solo para picarme o realmente le daba igual. Supongo que podía haberle pedido a German que se la follase, pero entendía que su cuerpo necesitase otra cosa. Algo diferente, la polla de Javier. Alguno pensará que fueron los celos los que hicieron que me pusiese de pie. Es posible, no lo niego. Aunque sinceramente creo que fue el morbo de la situación. Nunca había deseado con a una mujer antes, lo juro. Pero ver a Eva así, abierta de piernas, cachonda perdida suplicando para que alguien la follara… Me acerqué a ella y la besé. No un pico, como las veces anteriores. Un beso largo y húmedo. Y ella respondió a mi beso con deseo. Nuestras lenguas jugaban dentro de nuestras bocas. Mi mano acariciaba sus pechos, me sorprendió la suavidad y calided de su tacto. Nunca había tocado los pechos de otra mujer. Me excitó, a pesar de haberme corrido hacía solo unos minutos os juro que tocar a Eva me estaba poniendo caliente. Me puse de rodillas frente a ella y acerqué su culo al borde del sillón. Miré extasiada ese coño como si nunca hubiese visto uno antes. Mi lengua comenzó a recorrer sus labios vaginales, besé su clítoris y comencé a lamer su coño con auténtico deseo. Joder, en ese momento comprendí a marido cuando me aseguraba que disfrutaba enormemente comiéndome el coño. Eras fantástico, era delicioso, era excitante. A cada lengüetazo Eva reaccionaba con un espasmo de placer. Comencé a follarla con mis dedos mientras mi lengua estimulaba su clítoris. Confieso que me sentí algo decepcionada cuando se corrió. Quería seguir ahí, bebiendo sus jugos, disfrutando de la calided de su sexo. Su mano apretó mi cabeza contra ella y yo introduje mi lengua dentro de su coño todo lo que pude. La hacía girar dentro de ella mientras sus gemidos llegaban amortiguados a mis oídos por tener sus piernas rodeando mi cabeza. Cuando terminó de correrse levante mi cara sonriente. Eva de devolvió la mirada agradecida. Javier se puedo a mi lado, me miró excitado y me besó. Cogí su polla que estaba totalmente dura de nuevo. Javier me besaba con auténtica lujuria, quería probar el sabor de Eva en mi boca. Se le notaba muy excitado. En ese momento, Carmen la celosa murió. No podía ser de otra forma. Estaba disfrutando de una de las mejoras noches de sexo de mi vida y mi marido, mi maravilloso marido, había hecho todo lo posible para complacerme. Era el momento de devolvérsela.

-          ¿Te ha puesto cachondo ver como se lo comía? – le pregunté lasciva al oído.

-          ¿No se nota? – me dijo mientras yo seguía apretando su dura polla entre mis manos.

-          ¿Te has quedado con ganas de más? – esta vez mis palabras iba para Eva

-          Ufff, sí. Todavía sigo caliente. – me dijo excitada.

-          ¡Fóllatela! – era una orden. Iba dirigía a Javier. Quería que la disfrutara, que la poseyera como German me había tenido a mí. No sentía celos, solo el morbo de saber que estaba cumpliendo una fantasía de mi marido.

Eva no se hizo de rogar. Se levantó y se quitó el vestido mostrándose totalmente desnuda a Javier. Javier se acercó a ella y la besó. Sus manos recorrían su cuerpo. Apretaba su culo con una mano mientras acariciaba sus pechos con la otra. Eva se puso de rodillas y comenzó a chupar la polla de Javier. Puede que yo la chupase mejor, pero estaba claro que el hecho de que la mamada se la estuviese haciendo otra mujer hacía que fuese todo mejor. Esta vez fui yo la que se marchó al baño para buscar un condón. Volví y me acerqué a Javier para besarle mientras Eva seguía chupándole la polla.  Javier separó la cabeza de Eva y volvió a besarla. Yo me senté en el sofá y pedí a Javier que se sentase a mi lado. Le ayudé a ponerse el condón. Definitivamente, los celos me habían abandonado. El hecho de ponerle el condón a mi marido para que se follase a otra me produjo mucho morbo. Me quedé ahí sentada mientras Eva se acomodaba sobre mi marido y poco a poco iba introduciendo su polla dentro de ella. Comenzó a cabalgarlo lentamente, se notaba que quería disfrutar del momento. Javier le comía las tetas mientras ella subía y bajaba encima de él. Las manos apretaban su culo y la ayudaban en el movimiento de subir y bajar. Era excitante verlos, ver como disfrutaban del sexo. Javier me miró agradecido y yo le plante otro húmedo beso en la boca. De repente me acordé de German. Mi giré y lo vi sentado en el sillón, en el sitio donde antes estuviese Javier. “El trono del cornudo”, pensé divertida. Su polla comenzaba a estar morcillona. La acariciaba mientras admiraba como su mujer cabalgaba sobre otro hombre. Ver para creer. A mí me resultaba extraño imaginar que un hombre pudiese excitarse viendo a su mujer con otro. Pero en un solo día había conocido dos especímenes de ese “selecto club”. Digo selecto porque me parece que es una ventaja para cualquier otro hombre. El poder disfrutar tanto con su propio placer como con el placer de otra persona. Porque no es el hecho de que se follen a tu mujer, como me explicó Javier, es el ver a tu mujer disfrutar de otro hombre. Es el verla gozar con el sexo, sin más. Me acerqué a German y me senté en su regazo. Le besé y comencé a masturbarlo mientras los dos disfrutábamos del espectáculo. Ver a mi marido follando mientras yo pajeaba una polla que cada vez se iba poniendo más grande y dura me puso de nuevo cachonda. En ese momento se me ocurrió una maldad.

-          ¿Te la has follado alguna vez por el culo? – pregunté a German divertida.

-          No – respondió mientras apretaba su polla con fuerza.

-          ¿Te gustaría? – le dije al oído de forma lasciva - ¿Quieres metérsela por el culo ahora?

No pudo articular palabra. Solo consiguió asentir. Estaba claro que la idea le daba morbo. Seguramente no era la primera vez que fantaseaba con romperle el culo a su mujer. Me preguntaba, viendo a Eva jadear de placer mientras se follaba a mi marido, por qué nunca lo había probado. No creo que fuese por pudor, ya que se la veía bastante desinhibida. Supuse era el miedo a que le doliese. No podía haber otra explicación. Me levanté de las rodillas de German, con gran pesar por tener que soltar esa polla que tan gustosa estaba acariciando y me acerqué a Eva.

-          Relájate, esto te va a gustar – le susurré al oído.

Eva me miró extrañada. Yo me puse detrás de ella. Primero comencé a acariciarle los pellos y pellizcarle ligeramente los pezones. Enseguida reaccionó a mis caricias y dejó de saltar sobre la polla de Javier. Javier, con sus manos en su culo la empujaba contra él, consiguiendo pasar de una rápida follada a un suave movimiento de su polla en el coño de Eva. Mis manos bajaron por la espalda de Eva para acariciar su culo. Lo tenía muy suave y duro. Me puse de rodillas y empujé a Eva para se echase sobre el pecho de Javier. Mi marido, supongo que adivinando mis intenciones cogió sus dos nalgas separándolas. Ahí estaba, el tesoro escondido de Eva. Ese culito virgen que, sin saberlo ella, estaba a punto de ser desvirgado. Mi lengua comenzó a lamer su ano. Un grito de sorpresa salí de la boca de Eva, seguido de un gemido de placer. Mi lengua no paraba de lamer su culito. Dejaba que mi saliva escurriese de mi boca para mojar bien ese delicioso agujerito. Se le veía tan estrecho que me costaba creer que una polla pudiese caber por ahí. En fin, solo podía averiguarlo de una forma. Invité a German a acercarse y comencé a chupar su pola. Intentaba llenarla todo lo que pudiese de saliva para que resbalase dentro del culito de Eva. Me hice a un lado y, sin dejar de sujetar la polla de German, la dirigí hacia el culo de Eva. German apretó al notar que su polla ya estaba en posición. Eva se giró sorprendida. German no se lo pensó y metió todo su capullo dentro del culo de Eva. Un grito de Eva se escapó de su boca. Inmediatamente me puse detrás de German y sujeté su polla.

-          Despacio, tienes que ir despacio. – dije con mi tono de profesora – Tienes que dejar que su culo se vaya dilatando y se abra para ti.

Sujetaba a la polla de German mientras Javier seguía separando el culo de Eva. Había dejado de follarla y solo la mantenía en esa posición para German. Veía como le besaba el cuello suavemente para relajarla. Puse mis manos en la cadera de German y le empujé suavemente hacia delante para en seguida hacerle retroceder. Mis manos guiaban los movimientos de German. Penetrábamos un poco su culo, esperábamos un poco dejando que se acostumbrase y salíamos suavemente. Me di cuenta que mis caderas estaban pegadas al culo de German. Ya no hacía fuerza con las manos para guiarlo dentro de Eva, eran mis caderas las que empujaban. Y German reaccionaba a mi movimiento cuando me separaba sacando poco a poco su polla. “Joder, es como si me la estuviese follando yo”. Ese pensamiento me dio mucho morbo y empuje con más fuerza a Germán. Esta vez, en lugar de un grito de dolo Eva soltó un gemido de placer. German seguía con el movimiento de entrada y salida. Cada nueva embestida su polla entraba más profundamente en el culo de Eva. Poco a poco sus embestidas eran más fuertes y los gemidos de Eva aumentaban de tono. Javier también había vuelto a meter y sacar su polla del coño de Eva. Me senté junto a ella para disfrutar del espectáculo. German cogió del pelo a Eva y sus embestidas hacían que toda su polla entrase en el culo de Eva. Eva gemía de gusto, estaba disfrutando de una follada salvaje por sus dos agujeritos. “Bienvenida al club de la doble penetración. Tenemos una convencida más”. En serio chicas, probadlo. Javier fue el primero en correrse. Luego Eva comenzó a chillar como una loca cuando, quiero pensar, el mejor orgasmo de su vida le sobrevino sin previo aviso. Luego German descargo sus huevos dentro del culo de Eva. Los tres se separaron agotados. Había sido otra follada brutal y no tenían fuerzas para seguir la fiesta.

Un poco desilusionada me vestí. Javier hizo lo propio mientras que German y Eva prefirieron quedarse desnudos. Nos despedimos e intercambiamos teléfonos. Había sido una experiencia maravillosa y después de lo que habíamos compartido no queríamos perder el contacto. Al empezar a subir las escaleras me encontré las bragas de Eva que Javier había dejado allí. Las cogí divertida y le pedí permiso a Eva para llevármelas. Me dijo que si entre risas. Javier me miro extrañado y al salir a la calle me preguntó por qué las quería. Me llevé las bragas a la cara para disfrutar su aroma. Olían a Eva.

-          Es un recuerdo. Ya sabes, del primer coño que he probado. – le dije como si tal cosa

Javier se rio de mi ocurrencia y, tras disfrutar también él del perfume de esas braguitas, nos pusimos en camino a nuestro alojamiento. Yo seguía cachonda después de ver como se follaban a Eva. Y el hecho de no llevar bragas solo servía para que me sintiese más excitada. Recordé al chico ruso musculado que nos había ayudado a llevar las maletas. Me preguntaba si estaría por ahí. Me lo imaginaba moviendo cajas con sus fuertes brazos y me entraron unas ganas locas de buscarlo para pedirle que me follase en plan salvaje. Iba a decírselo a Javier cuando un pensamiento cruzo por mi cabeza. “Mierda, este no sabe que nos es la primera vez que le pongo los cuernos”. Eso hizo que mi lívido se quedase en nada. Lo miré con cara culpable y me resigné a volver a nuestro alojamiento y olvidarme del ruso.

Cuando llegamos nos besamos nada más entrar.

-          Ha sido una pasada. He disfrutado como un loco. – me dijo Javier agradecido.

Se extrañó que no dijese nada.

-          ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? – me miró preocupado - ¿Estas molesta por que he follado con otra?

-          Nooo, de verdad que no. – era cierto – Supongo que ha sido un día muy largo y estoy cansada.

Javier aceptó mi excusa y nos dispusimos para ir a la cama. Cuando nos tumbamos me acerqué a él y me rodeo con sus brazos mientras yo apoyaba mi cabeza en su hombro.

-          Javier, tengo que contarte algo. – era ahora o nunca. Había tomado la decisión de contárselo y no podía volverme atrás.

-          ¿Qué pasa? -  me miró extrañado – Después de lo de esta noche no creo que tengas que tener miedo de contarme nada. Vamos, salvo que me digas que te has enamorado perdidamente de German y quieres dejarme.

-          No es eso, tonto. – le dije

-          Vale, mejor. Si es que te has enamorado de Eva puede venirse a vivir con nosotros sin problema. – se apresuró a decir divertido.

-          Ya te gustaría a ti – dije entre risas.

Javier siempre tiene la capacidad de hacerme reír, incluso en los peores momentos.

-          Javier, yo. Tengo que contarte una cosa y no sé cómo. Verás, es que... yo… te he puesto los cuernos. – ala, por fin lo he soltado.

-          Ya lo sé mujer, yo estaba ahí. ¿te acuerdas? – volvió a decir en plan broma.

-          Que no, joder. Que no es de ahora. Fue en la fiesta de graduación del insti. – le solté a bocajarro.

Javier se quedó callado. Estaba sorprendido. Supongo que eso no se lo esperaba. Pensaba que iba a empujarme para sacarme de la cama o gritarme. Pero se quedó quieto y callado.

-          ¿Con quién fue? -  preguntó.

-          Con dos de mis alumnos – tragué saliva antes de soltarlo

-          Joder Carmen, ¿con dos? ¿a la vez? – me preguntó

-          Si, yo. No pude contenerme. Es que, no sé cómo explicarlo, pero no pude. – estaba a punto de ponerme a llorar.

Le expliqué el momento de la foto, de cómo me tocaron y como me sentí después. Traté de explicar que no fue intencionado y que intenté irme. Paré de hablar cuando llegué al momento que los dos se subían conmigo al coche y nos íbamos al chalet.

-          Por favor, sigue. – me dijo con la voz entrecortada.

No sabía bien lo que pasaba, por un momento pensaba que iba a ponerse a llorar. Yo seguía en la misma posición, mi cabeza en su hombro y una mano sobre sobre su pecho. De repente su mano cogió la mía. Lentamente la fue bajando hasta ponerla sobre su polla. La tenía muy dura. La noté palpitante de excitación. “Joder, le está dando morbo. Está claro que le está dando morbo”.

-          Me gustaría que me lo contases. No te saltes ningún detalle, por favor. – su voz sonaba suplicante.

Sujeté con fuerza su polla y comencé a masturbarlo. Mientras lo hacía le conté todo lo que paso, como chupé esas dulces pollas, como me follaron y lo mucho que disfruté de que lo hiciesen. Conforme avanzaba la historia mi marido estaba cada vez más excitado. No omití detalle y me aseguré de usar el lenguaje más obsceno que pude. Cuando le dije que antes de dormir le había besado con el sabor de esas dos pollas aún en mi boca se corrió. Así, tal cual. Se corrió de puro morbo. Me sentí exultante. Ya no tenía que sentirme culpable por lo que había pasado. Había confesado el crimen y había quedado absuelta. No solo eso, mi marido había disfrutado al saber lo que había sucedido. Volví a sentirme cachonda. Sabía que era demasiado pronto para que Javier pudiese recuperarse y follarme. Así que simplemente le pedí que me comiese el coño. Así de simple y así de fácil. Por supuesto que no me puso pegas. Me besó y se bajó a regalarme una de sus deliciosas comidas de coño. Mientras mi marido me daba placer estiré los brazos y noté algo sobre la mesita de noche. Eran las bragas de Eva. Sin pensarlo me las llevé a la cara. Me corrí con el perfume de Eva apretando las bragas contra mi cara. Javier me besó y nos dispusimos a dormir. Recuerdo que mi último pensamiento antes de caer en los brazos de Morfeo fue “¿Qué estará haciendo el ruso ahora?”