Fin de semana en Calpe. Capítulo I

Carmen y su marido se preparan para una escapada de fin de semana. Todo cambia cuando otra pareja se cruza en su camino y les hace descubrir que incluso las parejas mejor avenidas tienen secretos.

Hola de nuevo. Para lo que no me conocéis os diré que llamo Carmen. Tengo 42 años y estoy felizmente casado con un hombre maravilloso. Aún más maravilloso de lo que yo me imaginaba, como podréis comprobar en la historia que vengo a contaros. Había pasado un año desde mi experiencia con “mis chicos” en su fiesta de graduación. A los que aún no habéis leído esa historia os recomiendo que lo hagáis. A los que ya la habéis leído quiero daros las gracias sobre todo por vuestros correos 😉. No le había contado nada a mi marido de lo que pasó aquella noche y, por suerte, puede evitar caer en la tentación de repetir algo así. Había días que me sentía culpable por los cuernos que le había puesto a mi marido y días que tenía que correr al baño a masturbarme al recordar aquella noche.

Había terminado el curso y nuestro hijo estaba en el pueblo con las abuelas. Momento que aprovechamos mi marido y yo para darnos unos días de “vacaciones” de la dura tarea de criar a un hijo. Habíamos mirado varios sitios para hacer una escapada de fin de semana y yo había reservado en Calpe un alojamiento que, al menos de entrada, tenía muy buena pinta. Estaba lejos de la playa, cosa que a mi marido no le importaba porque él es más de piscina. Pero teníamos un jacuzzi para nosotros solos que compensaba con creces el tema de la playa.

Como mi marido termina los viernes a mediodía yo estuve preparando todo durante esa mañana para salir para Calpe esa misma tarde. Había comprado comida, bebida (eso que no falte) y todo lo que podíamos necesitar para pasar un fin de semana de “novios”, incluida una caja de condones. En cuento mi marido Javier llegó a casa comimos algo rápido y nos pusimos en camino. Os presentaré a mi marido. Se llama Javier y tiene un año más que yo. Lleva la cabeza rapada porque desde joven comenzó a perder el pelo, cosa a la que yo nunca he dado importancia. Mide 1,78 y, aunque no es un atleta, le gusta cuidarse y salir a correr y entrenar para que esa “barriga” que les sale a los hombres no sea demasiado pronunciada.  Es fuerte y siempre está de buen humor y, sobre todo, siempre está dispuesto para pegar un buen polvo. Me basta con rozarme un poco e insinuarme para que su polla se despierte dispuesta a complacerme. Y ya lo creo que lo hace, con sus 20 centímetros de rabo me pega unas folladas deliciosas. Y ese era parte de nuestro plan. Dedicar el fin de semana a comer, beber y follar.

Llegamos a Calpe ya avanzada la tarde y pasamos a recoger las llaves de nuestro alojamiento. El sitio era muy curioso. Unos pequeños chalets adosados de tres plantas en la zona alta de Calpe. Había muchos de ellos repartidos por la urbanización. Un edificio pequeño hacía las veces de recepción donde tomaron nuestros nombres y nos indicaron como llegar a nuestro alojamiento. Aparcamos el coche para descargar y un chico muy amable que trabajaba allí se ofreció para echarnos una mano. No pude evitar fijarme en él. Tenía unos brazos como mis piernas, con tun torso fuerte y musculado. Hablaba español con un fuerte acento ruso, igual que todo el personal que trabajaba por allí. Lo que nos hizo suponer que los dueños serían rusos y que muchos de sus compatriotas pasaban allí las vacaciones. Tras descargar el coche y recrearme la vista un par de veces más con nuestro musculoso ayudante le dimos la gracias y nos dispusimos para revisar el alojamiento y colocarlo todo. El sitio era un pasada. Se componía de tres plantas. Cuando entrabas por puerta llegabas a un pequeño recibidor que daba a dos habitaciones y un baño. Luego unas escaleras bajaban al comedor con cocina office, todo muy moderno y funcional. Otro baño y una terraza impresionante con vista al mar. ¿Y el jacuzzi? Pues estaba en el piso de arriba. Había que salir por la puerta para subir por unas escaleras exteriores por donde subías a otra terraza pequeña con un jacuzzi y dos hamacas. Vamos, el paraíso para una pareja que venía solo con la idea de desconectar de todo. Una vez colocado todo preparamos una cena ligera con tomamos en la retaza acompañada de cerveza. Como Javier había madrugado no le apetecía acostarse tarde, así que no fuimos a la cama, aunque no con la idea de dormir. Nos besamos y acariciamos para ponernos a tono. En seguida noté como su polla estaba dura y lista para penetrarme, pero se tomó su tiempo. Poco a poco bajó con su boca para besar mis muslos y acercarse lentamente a mi coño, que para ese momento estaba palpitando deseando sentir su lengua. Javier comenzó a comerme el coño con esa experiencia que dan los años de práctica y yo me dediqué a relajarme dejando que el placer inundase mi cuerpo hasta llegar al orgasmo. Cuanto más rápidas eran sus lamidas más cachonda me estaba poniendo. Y de repente me vino a la mente la imagen del ruso musculoso. Pensar en esos brazos y ese torso me puso aún más caliente. Me dejé llevar y me lo imaginé follándome de forma salvaje. Yo a cuatro patas y él clavándome su polla hasta el fondo. Con esa imagen me corrí en la boca de mi marido. Fue un buen orgasmo que me dejó con ganas de más. Javier se tumbó en la cama y cogiendo su polla con las manos comencé a masturbarlo muy suavemente. Me encantaba ver que mis dos manos que no alcanzaban a cubrir su polla. Luego comencé a chuparse muy despacio mientras él jugaba con sus dedos en mi coño. Uff, me encantaba que me hiciese eso. Recordaba el placer de tener dos pollas dentro de mí y me ponía a mil.

-          Ufff, para o voy a correrme. – dijo Javier.

Le miré lasciva y sin decir nada me acomodé sobre él dispuesta a cabalgar sobre su polla. El orgasmo anterior me había dejado el coño muy sensible y notaba como su polla palpitaba dentro de mi. Yo aceleré el ritmo y Javier me pillazcaba un pezón mientras con su dedo pulgar estimulaba mi clítoris.

-          Me voy, mi amor. Me voy a correeer. – conseguí decir entre jadeos.

Javier incrementó la fuerza de sus envestidas llevándome al éxtasis. Seguía penetrándome cuando tuve que dejarme caer sobre él por la fuerza del orgasmo. Javier aprovechó para besarme.

-          Date la vuelta. – me dijo al oído.

Uhmm, obedecí sin pensarlo. Me puse a cuatro patas al borde la cama. Él se puso detrás de mi y me la clavo en el coño con fuerza. Sus embestidas eran salvajes, cogiéndome del pelo mientras me follaba. De nuevo la imagen de ese ruso me vino a la cabeza e imaginé que era su polla la que me estaba taladrando el coño. Me dio tanto morbo que comencé a correrme de nuevo, casi al mismo tiempo que Javier se vaciaba dentro de mí. Nos tumbamos los dos agotados por el ritmo frenético y nos sonreímos antes de besarnos. “Este fin de semana promete”, pensé.

Nos preparamos para dormir y recuperar energías para un fin de semana de relax. Aunque en ese momento no sabía que de relax íbamos a tener poco y que el día siguiente cambiaría nuestras vidas para siempre.

Nos despertamos ya tarde y desayunamos en la terraza. Javier se rozaba conmigo y me metía mano buscando pegar un polvo antes de comer. Pero estabas esperando visita. Nuestro amigo Mario venía a comer con nosotros. Mario es uno de mis mejores amigos. En realidad era mi mejor amigo. Venía a comer con nosotros ya que su pareja tenía que trabajar y no le apetecía quedarse solo en Valencia. Llegó cerca de las 11 y, después de enseñarle el sitio, nos preparamos para bajar a comer al puerto. Estuvimos viendo como hacerlo. A ninguno le apetecía conducir después para no tener que cortarse con la bebida. Que os puedo decir, vicios todos. En ese momento recordé que me parecía haber leído algo de desplazamientos desde los chalets a la playa en la recepción. Bajamos a informarnos y, efectivamente, tenían un servicio para llevar a los huéspedes al puerto y luego recogerlos. Otra pareja estaba allí pidiendo información para lo mismo. Como era una furgoneta grande de 8 plazas podíamos ir los cinco a la vez sin problemas. Acordamos con el conductor que nos recogería a las 5 de la tarde en el mismo sitio y nos dispusimos para ir a tomar una cerveza despidiéndonos de la otra pareja. Un par de cervezas y un aperitivo después ya estábamos listo para ir a comer. Quien no haya estado en el puerto de Calpe o explicaré que es un sitio bastante curioso. Hay varios restaurantes en fila, uno a continuación de otros. Tienen varios mostradores en la calle con el marisco y el pescado expuesto. Y uno va pasando de un sitio a otro negociando el precio y el producto. Nuestro amigo Mario es un hacha negociando, y ya estaba mareando al camarero del restaurante al que habíamos echado el ojo. En ese momento vi a la pareja que había bajado con nosotros. Hasta ahora no me había fijado en ellos. Tendrían alrededor de los 30. La chica era algo mas bajita que yo, con el pelo largo y negro. Unas tetas bastante grandes y un culo que seguro que le hacía darse la vuelta a más de uno. El que no estaba nada mal era el chico. Era más alto que mi marido. Pelo rubio y una sonrisa amplia. Era más delgado que mi marido, pero tenía unos brazos fuertes y morenos. Se quedaron mirando desconcertados a los camareros que les atosigaban para meterlos en sus restaurantes. Me vi en la obligación de echarles una mano. Me acerqué a ellos y se alegraron sinceramente de verme. Así debían de estar de aturdidos los pobres.

-          Que nos os mareen. Chicos. -les dije de broma- ¿Es la primera vez que venís?

-          Si, la verdad – dijo la chica que se presentó como Eva – No habíamos venido antes y no sabemos como funciona esto.

-          Es muy fácil. – les expliqué – Antes de entrar negociáis que es lo que queréis comer y el precio. Al principio se hace raro. Pero es muy divertido.

Nos acercamos a nuestro amigo Mario que ya había añadido el postre y una segunda botella de vino a la oferta inicial que nos había hecho. Al ver a la pareja conmigo se vino arriba y le dijo al camarero que íbamos a ser dos más y que tenía que añadir una fritura de pescado y otra botella de vino. Eva y su chico, Germán, miraban entre sorprendidos y divertidos a Mario. Al final cerró el trato y les miró para pedirles su aprobación. Naturalmente aceptaron unirse a nosotros y comer los cinco juntos. Nos presentamos todos y poco a poco, con ayuda de los copas de vinos nos fuimos conociendo. Eva y Germán eran de Madrid y había venido a pasar el finde de semana a la playa. El chalet que habían alquilado estaba cerca del nuestro. Durante esa comido cogimos confianza y parecía que nos conocíamos de toda la vida. Baste decir que cayeron las tres botellas de vino y dos rondas de chupitos que, a base de pelear, Mario había colado en el trato. Así que, algo más que achispado nos encaminamos a que nos recogiera la furgoneta para llevarlos a la urbanización. Al bajar nos quedamos mirando los cinco.

-          ¿Os apetece tomar una copa con nosotros? – les dijo Javier.

No se lo pensaron. Así que nos fuimos todos a nuestro chalet. Subimos hielo y bebidas a la terraza de arriba y seguimos la fiesta. Como hacía calor propusimos meternos en el jacuzzi, que era bastante amplio para cuatro pero no para cinco. Eva fue a por los bañadores y al poco rato venía con un bikini muy mono que dejaban ver bastante de sus pechos y unas braguitas que se ajustaban muy bien a su cuerpo. Germán llevaba un bañador largo pero muy ajustado que me permitió imaginar el buen tamaño de su polla. Yo me había puesto un bikini y un tanga blanco que me quedaban un poco ajustados, pero hacía su función. Javier llevaba un bañador gris algo gastado que confieso que le había pedido que cambiara hace tiempo. En ese momento Mario nos dijo que tenía que irse.

-          O me voy ahora o ya no voy a poder conducir. – dijo con decisión levantándose de la tumbona donde se había acomodado-

Todos insistimos para que se quedara. Pero la había prometido a su pareja volver y no pudimos hacerle cambiar de idea. En fin, “Mejor, así cabemos todos en el jacuzzi”.

Nos metimos los cuatro en el agua con sendas copas y seguimos hablando de forma desinhibida.  Eva y yo estábamos sentadas frente a German y Javier.

-          Esto de los jacuzzi es una pasada. – dije alegremente.

-          Ya lo creo, tengo muy buenos recuerdo de uno. – dijo Javier guiñándome un ojo.

-          Calle hombre – dije entre risas – Que esas cosas no se cuentan.

-          Pues ahora quiero saberlo – dijo Eva intrigada.

-          No es nada – añadió Javier – Es que Carmen y yo solíamos ir a un hotel en la sierra con jacuzzi en la terraza y nos pasábamos el día en pelotas tomando el sol, bañándonos para refrescarnos y… bueno. Os podéis imaginar el resto.

Todos nos reímos con la broma de Javier. Lo que no me esperaba era lo que dijo Eva a continuación.

-          Es que un jacuzzi es para disfrutarlo desnudos, creo yo. – dijo con una sonrisa.

-          La verdad es que se está mucho mejor. -añadió Germán.

-          Pues por mi nos os cortéis. -dijo Javier entre risas.

-          ¿Te animas Carmen? – dijo Eva mirando a los ojos.

En ese comento no sabía como reaccionar. Tengo que confesar que soy una mujer tremendamente celosa. Sí, no es justo que le haya puesto los cuernos a mi marido y vaya de celosa por la vida. Pero que queréis que os diga. Imaginar a mi marido con otra mujer hacía que se me hiciese un nudo en el estómago. Pero, por otro lado, la tentación de que Germán se quitase el bañador y poder pegarle una mirada a su polla me daba mucho morbo.

-          Buenos, podemos quitarnos la parte de arriba. Total, yo suelo hacer topless en la playa. – dije sin querer darle importancia.

-          Pues tienes razón. – dijo Eva desabrochándose el bikini a la vez.

Desde luego la cabrona tenía unas tetas bonitas. Con unos pezones sonrosados y unas aureolas algo más grandes que las mías. Por no parecer cortada me quité el bikini también y mostré orgullosa mis tetas a Javier y Germán. Una oleada de excitación me subió por la espalda al ver que Germán se quedaba mirando mis tetas, aunque intentase disimular.

-          Ahora mucho mejor .- dijo Eva. – Y estos dos no se pueden quejar de la vistas. -añadió guiñándome un ojo.

-          Seguro que no. -dije yo- Y conociendo a mi marido seguro que ya empieza a molestarle el bañado.

“Mierda, ¿para que habré dicho eso?”. Bueno, en realidad si que lo sabía. Estaba intentando que German se quitase el bañador. Y lo único que se me ocurría es que Javier se lo quitase primero. Aunque la celosa que llevo dentro estaba pensando que aquello era una mala idea. Mi marido me miró sorprendido.

-          Seguro que a Germán también. – dijo Eva entre risas - ¿No estaríais más cómodos sin los bañadores?

No sabía si lo decía en serio o era solo una broma para picar a los chicos. El caso es que Javier y German, como si su hubiesen puesto de acuerdo se quitaron los bañadores debajo del agua y los dejaron al borde del jacuzzi.

-          Mucho mejor. – dijo Javier – Donde va a parar.

Yo estaba flipando. Ahí estábamos mi marido y yo. Él sin el bañador y yo con las tetas al aire compartiendo jacuzzi con otra pareja, que también estaba medio desnuda. En ese momento Eva sacaba las braguitas de su bañador de debajo del agua y las dejaba en el borde del jacuzzi. “Ala, ahora no es medio desnuda. Ya están en pelotas los dos”. Yo alternaba la miraba entre Javier, que intentaba disimular para no quedarse mirando las tetas de Eva, y la entrepierna de Germán intentado ver su polla debajo del agua.

-          Venga Carmen. – dijo Javier – No te cortes que solo faltas tu.

“Eso. Y encima mi marido me anima a que me quede también en pelotas. Pues no voy a quedar como una mojigata precisamente yo”. Y levantando ligeramente el culo saqué mis bragas y las dejé caer al suelo.

-          Pues a mi esto me está dando bastante morbo. – dijo Eva que era la que llevaba la voz cantante – Y seguro que a mi Germán también. Me juego lo que quieras a que está empalmado.

-          No lo dudes ni por un momento. – dijo Germán soltando una carcajada y metiendo la mano debajo del agua. Supongo que para acariciar su polla.

-          Pues Javier no se quedará corto. – dije para no quedarme atrás – A este basta que le soples la oreja para que se le ponga dura como una piedra.

Javier me miro con los ojos como platos. “Hostia, cállate Carmen. Que se está liando la cosa”. La cosa, ese era el problema, que no podía quitarme de la cabeza la cosa de Germán y las ganas que tenía de ver si de verdad la tenía dura.

-          A ver si esto se va a convertir en un “a ver quien la tiene más grande” – soltó Eva riéndose y guiñándome un ojo.

-          Pues seguro que gana el mío. – dije.

“Ya está, Carmen hija. Ya la has vuelto a liar. Podías haber dejado pasar el comentaría y ya está. Pero no, tu a lo tuyo”. Mi cabeza intentaba que eso no se fuera de las manos. Pero yo solo quería admirar esa polla que tenía que estar para comérsela.

-          Yo no puedo quejarme la verdad. – dijo Germán con naturalidad – Vamos, que si hay que enseñarla no me corte.

-          Pues vamos. – dijo Javier poniéndose de pie en ese instante.

Pufff, ahí estaba. Tenía delante de mi la polla de Germán. Que os puedo decir, cuando una está casada y ver la polla de otro hombre es como volver a ver una polla por primera vez. Era bastante grande, quizá no tan larga como la de Javier. Pero desde luego era más gruesa. Y lo que más me gustó eran sus huevos. Eran mucho más gordos que los de Javier. Estaban rasurados y se notaban firmes y llenos de leche esperando a salir. Me estaba poniendo muy cachonda y necesitaba disimular como fuera. “Joder, es que estará pensando Javier para dejar que esto llegue hasta este punto”. Cuando miré a Javier esperaba verlo clavando sus ojos en las tetas de Eva. Pero me miraba a mi, sonriendo y con cara de excitación. “Joder, le da tanto morbo como a mi la situación. Esto si que no me lo esperaba”.

-          Chica, no podrás quejarte. Menudo rabo se gasta tu marido. – dijo Eva clavando la mirada en la polla de mi marido.

En otro momento le hubiese sacado los ojos por atreverse a mirar a mi hombre. Pero estaba demasiado hipnotizada con la polla de Germán para reaccionar.

-          Pues si que estamos bien los dos. – dijo Germán riéndose -  La verdad es que estos me ha puesto bastante caliente.

-          A mi también. – añadió Javier – Me parece que los dos necesitamos que nos echen una mano con esto.

-          Pues no me vendría nada mal una mamada. -dijo Germán guiñándole el ojo a Eva. – Que a Eva se la da bastante bien.

-          Seguro que no mejor que a Carmen. – dijo Javier – Mi mujer hace unas mamadas de escándalo.

-          Vaya par de dos. – se reía Eva – Ahora a ver cuál de las dos la chupa mejor. Estos tíos siempre tienen que estar compitiendo.

-          Mira. Me parece buena idea. – dijo Javier de repente. – Una competición a ver cuál de las dos la chupa mejor.

Me quedé de piedra. “Pues no que este está intentado que Eva se la chupe. Por encima de mi cadáver. A estos dos los largo ahora mismo y que luego se ocupe él de bajarme el calentón”. Pero antes de poder decir nada lo que oí me dejó paralizada.

-          Os propongo una cosa. Un concurso de mamadas. – soltó Javier – Se la vais chupando por turnos a German y la que consiga que se corra gana.

“¿He oído bien? Mi marido está proponiendo que se la chupe a German. Tengo que estar soñando”

-          ¿Que nos jugamos? – dijo Eva entrando a saco en el juego.

-          La chica que pierda tiene que preparar la cena para los cuatro. – soltó Javier – Yo controlo el tiempo. Tenéis cada una un minuto antes de cambiar. Vale usar cualquier truco menos molestar a la otra. ¿Qué os parece?

Dijo eso mirándome directamente a mí. Estaba anonadada. No solo tenía la oportunidad de comerme esa preciosa polla, si no que mi marido me la estaba sirviendo en bandeja.

-          A mi me parece bien. – dijo Eva decidida.

-          Va.. vale. Me apunto. – conseguí decir mientras miraba a mi marido y este me guiñaba el ojo.

Javier se hizo a un lado y cogió el móvil para controlar el tiempo. Germán se acercó a Eva y a mí para que no tuviésemos que movernos.

-          Os aviso para empezar. – dijo Javier – Empieza Eva y cada vez que diga tiempo os vais cambiando. ¿entendido?

No tuvimos que responder. Eva agarró la polla de su marido y asintió para que Javier empezase a cronometrar. Ese primer minuto fue para mi el más largo. La polla de Germán desaparecía en la boca de Eva, que se notaba que disfrutaba con el juego. Germán me miraba excitado, anticipando el morbo de que una mujer diferente a la suya le chupase la polla.

-          ¡¡Tiempo¡¡

Mi turno. Ahí estaba lo que llevaba toda la tarde ansiando. Cogí esa polla con mis manos y comencé a chupar el capullo con la lengua para poco a poco ir metiéndome cada vez más en la boca. Mi mano derecha acariciaba esos enormes huevos que me anticipaban una rica descarga de leche. Los gemidos de Germán me estaban poniendo aún más cachonda.

-          ¡¡Tiempo!

Tuve que hacer un verdadero esfuerzo por separarme de esa polla. La quería toda para mí y no quería que Eva me quitara el premio que tanto ansiaba. Pero el juego es el juego y tuve que conformarme con ver como Eva disfrutaba de la polla de su marido y hacía que gimiese de placer. No pensaba que pudiese darme tanto morbo ver a otra mujer chupar una polla en directo. Nunca he sido aficionada al porno y era nuevo para mí ver a una pareja en acción así de cerca. Al pasar el turno de Eva decidí cambiar de estrategia, comencé a masturbar a Germán con mi mano mientras lamía sus enormes huevos. Ufff, me ponía a mil meterme en la boca y succionar esos huevos cargados de leche. A Germán tenía que estar gustándole lo que le hacía porque sus jadeos eran cada vez mayores.

-          ¡¡Tiempo!!

Joder, casi lo tenía. Estaba segura que un poco más y esa descarga hubiese sido mía. Eva volvía a la carga y masturbaba a su marido con fuerza suponiendo que ya lo tenía a punto de caramelo. Una conoce a su marido y es capaz de anticiparse a sus corridas por los jadeos, las expresiones o los gesto. Parecía que lo iba a conseguir cuando..

-          ¡¡Tiempo!!

Me tiré como una loca a por ese rabo que estaba ya palpitante a punto de descargar. Me lo metía todo lo que puede, llegando hasta el fondo de mi garganta. Hasta tocar los huevos con mis labios. Apreté los huevos con mis manos para estrujarlos y que sacasen todo ese esperma para mi. Un chorro inundó mi garganta haciéndome dar una leve arcada. Me separé un poco y comencé a succionar ese capullo maravillosa que estaba llenando de leche mi boca. Parecía que nunca iba a dejar de salir leche de esa polla. Me resbalaba por la comisura de los labios. Por fin Germán se relajo y saqué su polla de mi boca. Me incliné para escupir por encima del borde del jacuzzi. Me la hubiese tragado con gusto, pero era algo que nunca había hecho con mi marido y, aunque os parezca una tontería, me pareció inadecuado. Que tonta. Eva me miraba sonriendo, se notaba que le había molestado para nada perder. Acercó un dedo a mi boca y recogió con él un resto de semen que se había quedado en mi barbilla. Llevándoselo a la boca lo lamió con gusto. Me dio envidia y a punto estuve de protestar. Cosa que no tenía ningún sentido.

-          En esta me has ganado. ¿No me vas a dar la revancha? – dijo mirando la polla de mi marido. Que parecía que iba a reventar de como la tenía de dura.

Un escalofrío subió por mi espalda. No quería que lo hiciese, pero no sabía como negarme. Por suerte, mi Javier. Mi maravilloso marido, que sabía lo celosa que podía ser, salió en mi auxilio.

-          No te enfades Eva, estoy tan cachondo que a la segunda lamida seguro que me corro. No sería justo. Me quedo con una mamada de mi campeona para ayudarme a aliviar esto. – lo dijo con tanto tacto que Eva no pudo ni molestarse.

Me apresuré a coger la polla de Javier. No había mentido. No tardó en reaccionar a mis caricias y apenas me la metí en la poca soltó un chorro de esperma. Pensar que la leche de mi marido que estaba mezclando con la de Germán me dio mucho morbo y, mirándome fijamente a Javier, tragué toda su leche y relamí su polla dejándola reluciente. No había podido aguantar mucho antes de correrse, pero también es verdad que su rabo no perdió ni una pizca de su vigor. Se sentó a mi lado y después de besarme me dijo al oído.

-          Creo que necesitas que te folle. ¿Me equivoco?

-          Pufff, estoy caliente como una perra. – le dije sin pensar. Nunca había usado ese lenguaje con mi marido – Necesito que me la claves.

Me senté encima de Javier y me metí su polla hasta el fondo. Me quedé ahí quieta, disfrutando el placer el sentir como mi coño abrazada esa polla tan dura. Poco a poco comencé a moverme sobre él. Besaba a mi marido con lujuria, metiendo mi lengua muy dentro de su boca. El pensar que estaba jugando con mi lengua en su boca después de esta hubiese estado lamiendo los huevos de Germán me puso aún más caliente. Un jadeo me sacó de mi trance. Giré la cabeza y vi que Germán y Eva también estaba follando. Eva estaba encima de Germán, pero estaba de espaldas a él. Estaba disfrutando del espectáculo de ver como Javier y yo follábamos. Y el tener otra pareja follando tan cerca de nosotros hizo que mi excitación llegase a un nivel inimaginable. Siempre me había dado morbo follar en algún sitio público, algún aseo de un museo, en un tres, cosas así. Siempre con el morbo de que nos pudiesen pillar. Pero eso era diferente. Me sentía sucia y cachonda. Y cuando Javier empezó a jugar con un dedito en mi culo tuve un orgasmo bestial. Saltaba como una loca mientras Javier intentaba que su polla y su dedo no se saliesen de mis agujeros.

-          ¡¡ Joder, joder, joder!! – no paraba de repetir.

Javier me cogió de pelo y me dijo al oído.

-          Date la vuelta.

Puff, que morbo. Me puse de pie y me quedé un momento mirando a Eva saltar sobre la polla de Germán mientras este le agarraba por las tetas. Germán me miraba por encima del hombro de Eva, admirando mi cuerpo desnudo. Creo que hasta ese momento no había podido disfrutar viendo mi coño rasurado. Me incline hacia delante apoyándome al lado de ellos dos y Javier me clavó de nuevo su polla y empezó a follarme a un ritmo brutal. Eva estaba a punto de correrse y el espectáculo que estábamos ofreciéndole precipitó su orgasmo.

-          ¡¡SIII. Joder, fóllatela bien, Javier. Siiii. Dale duro a tu mujer. Rómpele el coño!! – gritaba Eva fuera de si.

Una mano de Germán salió de debajo del agua y comenzó a acariciar mi clítoris mientras Javier me follaba como si le fuese la vida en ello. Entre los gritos de Eva, la mano de Germán y la polla de Javier tuve de nuevo un orgasmo.

-¡¡ Fóllame más, fóllame más. Fóllame más!!!

No podía parar de gritar mientras me corría de forma salvaje. Creo que Eva también se había corrido porque no ha escuchaba gritar. Al mirar al lado vi como Germán y ella se fundían en un apasionado beso. Mientras, Javier seguía follándome de forma salvaje hasta alcanzar el clímax y descargar su leche dentro de mi coño.

Los tres nos sentamos tranquilamente en el jacuzzi. Javier a mi lado y, en frente, Eva y German. Nos miramos todos sonrientes. Cómplices de lo que había pasado hacía solo unos minutos.

-          Se está haciendo un poco tarde. ¿no? – Eva rompió el encanto del momento – No quiero ser una aguafiestas. Pero me temo que si tengo que preparan algo para cenar será mejor que nos vayamos ya.

No me había dado cuenta del tiempo que había pasado. Era verdad que empezaba a oscurecer. Nos pusimos de acuerdo en la hora para la cena y disfruté viendo como Germán se ponía de pie para salir del agua. Creía que nunca podría cansarme de mirar esa hermosa polla. Y coño palpitó a pesar de haberme corrido hacía nada. Javier y yo nos despedimos y empezamos a recoger. Yo empecé a sentirme nerviosa por lo que había pasado. No sabía que pensaría Javier de mí. Nunca antes había visto este lado salvaje de su mujer. En realidad, solo “mis chicos” habían sacado a la puta que estaba dentro de mí. Le miré preocupada, pero él me devolvió la mirada con una sonrisa.

-          Javier, yo. – empecé a decir – Lo siento.

-          ¿Por qué dices eso? – dijo mirándome preocupado – No tienes que disculparte.

-          Joder, que se la he mamado a un tío delante de ti. – solté sin poder contenerme – Y luego he perdido los papeles. Debes estar pensando de mí que soy una pervertida.

-          A ver, si se la has chupado ha sido porque te he animado a eso. – dijo Javier – En todo caso debería ser yo el que tendría que disculparse. Quizá te he llevado a una situación que no tenía que haber pasado.

-          ¿De verdad que no estás enfadado? – pregunté.

-          Al contrario, lo cierto es que lo he disfrutado mucho.

-          ¿Lo dices en serio? – Estaba alucinada con lo que me estaba diciendo.

-          La verdad es que hace años que tengo fantasías en las que tu estás con otros hombres. No puedo explicarlo, pero me da mucho morbo imaginarte follando con otros. Si alguien es un pervertido aquí, ese soy yo. -dijo con cierto tono de abatimiento.

No podía creerlo. A pesar de lo que había pasado me costaba asimilar que ha mi marido le excitase que le pusiese los cuernos. Hasta ahora me había sentido culpable por haber deseado a otros hombres. Si llego a saber que eso le ponía cachondo yo.. Me acerqué a Javier y le di un apasionado beso.

-          Entonces te ha puesto cachondo que se la chupase a Germán. – le susurré al oído.

-          Uff, me ha puesto como una moto, cariño. Me ha encantado ver como le lamias los huevos y te tragas su polla hasta el fondo.

Nos abrazamos los dos, él contento por haberse quitado un peso de encima al revelar su más profundo secreto y yo emocionada de saber que nuestra relación había pasado a un nivel de confianza que pocas parejas tenían.

-          También tengo que darte las gracias por no querer que Eva te la chupase. – le dije.

-          Bueno, no querer no es del todo cierto. La verdad es que me hubiese gustado. Pero sabía que no te hacía ninguna gracia y no quería estropear el momento. – me confesó.

Veis por que digo que tengo el marido más maravilloso del mundo. Volví a besarle y nos bajamos para arreglarnos. Teníamos una cita y teníamos que asearnos. Después de una ducha rápida me puse la ropa interior más sexy que traía en la maleta y una blusa roja con un buen escote y una falda negra que creo que me hace un culito muy atractivo. Javier me abrazó por detrás y me besó el cuello. Sus manos bajaron por mis caderas hasta llegar a mis rodillas. Luego subieron por mis piernas levantando ligeramente la falda. Poco a poco bajo mis braguitas y me pidió que levantase uno a uno los pies para terminar de quitármelas. Le miré extrañada. Después de dejarlas colgadas del pomo de la puerta del baño me susurró al oído.

-          Creo que esta noche no te va a hacer falta.

Mientras me besaba pensé “Si, este está siendo un buen fin de semana”.

Continuará