Fin de semana desenfrenado (III)
Como me volví loca durante un fin de semana de lujuria y pasión
Después de la experiencia de ser meada y mear sobre dos hombres, me sentía algo sucia y avergonzada, pero a la vez había algo en mi interior que deseaba algo más. La verdad es que no tenía muy claro qué quería, ni tampoco me atrevía a decírselo a Juan y Gustavo. Todavía tenía cierto recato a exteriorizar mis deseos.
Me metí en la ducha. El agua caía sobre mi cuerpo desnudo y empecé a frotarme la cara y el cabello. Al poco tiempo, Juan y Gustavo entraron en la ducha sin pedir permiso. Dejaron que el agua también recorriera sus cuerpos y empezaron a enjabonarse.
Estábamos los tres en silencio, concentrados en nuestro aseo personal. Era inevitable echar una mirada a nuestros cuerpos desnudos, al igual que algún que otro roce.
Cuando me estaba enjabonando, Gustavo me empezó a acariciar la espalda con su mano suave por el gel. Era agradable; una mezcla entre masaje y caricia que me reconfortaba. Juan empezó a hacer lo mismo por mis caderas.
Pocos minutos después, Gustavo fue bajando la mano hasta mi culo. Frotaba mis nalgas con suavidad y de vez en cuando pasaba un dedo por la entrada de mi ano. Juan hacía lo mismo por mi vientre, mis caderas y mis ingles, acariciando con suavidad y de forma descuidada, mi coño.
Eso provocó que mis pezones se pusieran duros y se me notara nuevamente la excitación. Yo no sé los orgasmos que llevaba encadenados en el fin de semana, pero pensaba que me iba a dar algo…
Ambos hombres seguían acariciando mi cuerpo. Gustavo empezó a tomar la entrada de mi ano con más descaro, introduciendo levemente su dedo en él. Por otro lado, las caricias de Juan se iban centrando cada vez más en la zona de mi coño.
Notaba que Gustavo metía cada vez más su dedo en mi culo y lo giraba para dilatarme el ano. De vez en cuando lo sacaba e intentaba introducir dos. Si le costaba un poco, en vez de esperar a que me quejara de dolor, paraba y volvía a introducir uno solo, cosa que le agradecí. Tal era su delicadeza que cada vez me iba relajando más y su dedo entraba cada vez con más suavidad y facilidad. Poco a poco, fue metiendo dos, tres… La verdad es que no sabía los dedos que tenía en mi culo. El caso es que, entre las caricias de Juan en mi coño, que cada vez era más evidentes y sentir los dedos de Gustavo en mi culo, me iba poniendo más cachonda.
Juan se puso de rodillas y aproveché para poner una pierna sobre su hombro. Se hacía que yo estuviera más abierta y facilitara los movimientos de ambos. Gustavo aprovechó para sacar sus dedos y meter su polla. Me gustaba sentir una polla en mi culo, caliente y dura, entrando y saliendo cada vez con más facilidad. En esta ocasión no me dolí absolutamente nada, sino que el placer empezó al instante.
Juan iba metiendo dedos en mi coño y me lo iba follando con ellos. En una de las ocasiones que miré hacia abajo, observé que Juan tenía toda su mano en mi coño y me follaba con ella. Esa imagen, por si sola, me produjo un orgasmo que casi me tira al suelo. Me tuve que agarrar a Juan y a las paredes para no caer redonda sobre el piso de la bañera.
Yo debía estar con la cara descompuesta de gusto y Juan se quedó observándome. Me comentó:
- ¿Has visto todo lo que te estamos haciendo? ¿Te gusta?
- Mucho -respondí tartamudeando.
Gustavo seguía follándome el culo y aprovechó a meter sus manos bajo mis brazos y acariciarme las tetas. Me pellizcaba los pezones y tiraba de ellos. De vez en cuando me dolía, pero cuando soltaba sentía un enorme placer.
De pronto Gustavo sacó su polla de mi culo y empezó a pajearse. Me di cuenta de que se iba a correr y no quería desaprovechar la oportunidad, con lo que saqué la mano de Juan de mi coño y me arrodillé esperando el semen de Gustavo sobre mi boca y mi cara, lo que no tardó en suceder.
Estaba muy cachonda. Presa de esa excitación, me puse de pie y empecé a besar y morrear a Gustavo, con todo su semen en mi cara y mi boca. Él se quedó un poco parado, pero no tardo en sumarse al morreo y lamer mi cara de su propio esperma.
Entre tanto Juan ocupó el lugar de Gustavo y metió su polla en mi culo. Notaba también lo dura que estaba y eso me volvía a poner cachonda. Gustavo alternaba sus lametones con caricias en mi coño y mi clítoris, lo que hizo que me corriera una vez más.
Cuando Juan estaba a punto, sacó su polla de mi culo. Me arrodillé y le comí la polla hasta que se corrió en mi boca. Al igual que con Gustavo, le besé y morreé con su propio semen en mi boca, compartiéndolo con él.
También se les notaba muy excitados.
Pasados unos minutos que permanecimos en la ducha morreándonos, salimos y nos secamos.
Ellos se fueron hacia su habitación y yo me quedé en la mía. Estaba agotada. Las piernas me temblaban y notaba cómo mi coño y mi culo luchaban por volver a su forma original. Me puse una camiseta, aunque no ropa interior, y me tumbé en la cama con la intención de descansar unos minutos, pero me quedé profundamente dormida.
Me desperté a la hora de comer. Juan y Gustavo habían preparado la comida y tenían la mesa puesta. Me comentaron que justo en ese momento iban a ir a avisarme para comer.
Durante la comida hablamos de todo un poco, sin mencionar el sexo para nada. Era una conversación normal entre tres amigos que comparten mesa.
Después de comer nos sentamos en el sofá para ver una película de las que tenían en la casa en DVD. No pasaron ni cinco minutos cuando Juan y Gustavo, sentados una a cada lado mío, se durmieron.
Terminé de ver la película y después empecé a pensar que tendría que ser yo ahora la que les preparase alguna sorpresa. Estuve un rato pensando, pero no se me ocurría nada. Decidí ir al cuarto para maquillarme y vestirme sexy mientras pensaba en algo excitante.
Me tomé mi tiempo para maquillarme. Me encontraba sexy y con un aspecto de algo puta. Tengo que reconocer que es lo que estaba buscando, aunque me seguí costando mucho reconocerlo.
Me fui a la habitación y saqué algunos conjuntos que había traído. Me puse un conjunto de tanga y sujetador negro de encaje, unas medias con liguero, zapatos de tacón y un mini camisón de gasa también negro. El camisón no llegaba a cubrir mi tanga y con sus transparencias, dejaba claramente al descubierto lo que llevaba debajo.
Cogí los consoladores que había en el salón y los limpié cuidadosamente. Los chicos seguían durmiendo, aunque ya empezaban a moverse algo más, por lo que supuse que no tardarían en despertarse.
Coloqué una silla frente a ellos y me senté. Abrí mis piernas y empecé a acariciarme. Poco a poco mis caricias fueron surtiendo efecto y empecé nuevamente a excitarme. Mis pezones se pusieron duros y trataban de escapar del sujetador, mientras que mi coño empezaba nuevamente a humedecerse.
Cogí un consolador con cada mano y empecé a chuparlos de forma alterna. Me di cuenta que Juan estaba mirando con los ojos semicerrados. Era evidente que algo estaba viendo, porque empezaba a notársele una erección. Eso me excitó más y seguí jugando con los dos consoladores, chupándolos, pasándolos por mis tetas, entre mis piernas…
Gustavo se despertó y abrió claramente los ojos. Se quedó mirando la escena. Yo dejé uno de los consoladores sobre la mesa y con el otro lo metía y sacaba de mi boca, lamiendo lo en toda su longitud. Con la otra mano, sacaba mis tetas del sujetador y las acariciaba.
Juan terminó abriendo completamente los ojos. Miró a Gustavo, que también tenía una impresionante erección.
- Desnudaros, chicos – les dije.
Ellos no tardaron en quedarse completamente desnudos con sus pollas erectas. Trataron de acercarse, pero con un gesto les indiqué que volvieran al sofá. Con una mano, les hice un gesto para que se pajearan, lo que empezaron a hacer de forma inmediata.
Seguí jugando con el consolador en mi boca, mientras les miraba cómo se masturbaban. Me excitaba la escena. Cogí el otro consolador y empecé a lamerlo de forma alterna, mirándoles a cada uno de ellos según cambiaba de consolador.
De pronto me subió un escalofrío, como consecuencia de una idea.
- ¿Os gusta como chupo una polla? – les dije mientras me metía uno de los consoladores en mi boca - ¿Queréis saber qué se siente?
Ellos se quedaron parados y algo blancos.
- Luego puede haber algún premio – Les dije mientras apartaba mi tanga y les enseñaba mi coño completamente mojado.
Empezaron a sonreír tímidamente.
- Juan, chúpale la polla a Gustavo – les dije. Sólo con hacerlo, creo que tuve otro orgasmo.
Juan me miró muy serio, mientras que Gustavo esperaba su reacción.
- ¡Vamos! ¿me vais a dejar con las ganas de verlo?
Juan miró a Gustavo esperando algún gesto suyo, pero lo que hizo fue ofrecerle su polla. Juan se acercó a ella y la lamió un poco con la lengua. Se apartó y siguió pajeándose.
-
¡No, no, no! ¡eso no es una mamada! Tú sabes cómo hacerlo.
Juan volvió nuevamente y se metió la polla de Gustavo en la boca. Al principio ponía algo de cara de asco, pero poco a poco fue chupándosela en condiciones.
Gustavo estaba algo perplejo, pero disfrutaba viéndome cómo me iba poniendo cada vez más cachonda con la escena y chupando y follándome con los consoladores.
Cuando Gustavo parecía más cómodo, le dije a Juan que parase y que fuese Gustavo el que le chupase a él. Era tal su nivel de excitación que no se pensó dos veces el meterse en la boca la polla de Juan.
Entre la escena y los consoladores, me había corrido unas cuantas veces, pero seguía queriendo más. Cuando vi que Juan estaba a punto de correrse, les dije que se pajearan mutuamente.
Empezaron a hacerlo y no tardaron en correrse. Lo hicieron casi al unísono.
Cuando lo hicieron, me levanté y fui hacia sus pollas. Terminé de limpiarlas con mi boca y lengua.
Gustavo me dijo:
- No me puedo creer lo que nos acabas de obligar a hacer.
- Eres una zorra – dijo Juan.
- Sí, pero vuestra zorra – añadí yo.
Nuevamente terminamos en el sofá lamiéndonos y besándonos …