Fin de semana desenfrenado
Después de mi primer trío, decidimos seguir experimentando
(Viene de mi anterior relato ‘Mi primer trío’)
A la mañana siguiente me desperté y estaba sola en la cama. Seguía desnuda y mi ropa estaba esparcida por la habitación. Hacía más de media hora que había comenzado el congreso. Me levanté y comprobé que estaba sola en la habitación.
Me vestí como pude y me fui a la mía. Me sentía mal. Por un lado, tenía resaca y por otro me sentía culpable de lo que había pasado la noche anterior. Me metí en la ducha, me vestí y me fui al congreso. Deseaba no encontrarme con los dos hombres (Juan y Gustavo), aunque, por otro lado, me excitaba la idea de hacerlo. Claramente estaba hecha un lío.
Me metí en la sala de conferencias intentando no llamar la atención y me senté en las últimas filas. Tenía el estómago algo revuelto y no había podido desayunar nada.
Al poco tiempo, vi que desde unas filas más adelante, me miraban. Me di cuenta que era Juan. Cuando vio que yo también miraba, me saludó con la mano y sonrió. A su lado estaba sentado Gustavo, aunque prestaba mucha atención a la conferencia y no se giró.
Tuve que hacer grandes esfuerzos por no quedarme dormida, pero finalmente terminaron las ponencias y se clausuró el congreso.
Me apresuré a salir de la sala para dirigirme a la recepción, hacer el check-out del hotel y marcharme al aeropuerto. Mientras esperaba en el mostrador, aparecieron los dos hombres, que me saludaron y me dieron dos besos cada uno. Me preguntaron que qué tal y que si tenía prisa en salir.
Les comenté que tenía que ir al aeropuerto para regresar a casa y que no podía perder mucho tiempo. Casualmente ellos vivían en la misma ciudad y tenían los mismos vuelos que yo, así que me propusieron ir juntos en el taxi hasta el aeropuerto. Accedí por educación.
De camino me preguntaron que qué tal y les comenté que tenía bastante resaca y que la noche me pareció una locura. Ellos me comentaron que estaban igual que yo, pero que tenían que reconocer que lo pasaron bien.
Me dijeron que por la mañana se despertaron y para no molestarme se fueron a otra habitación a ducharse y vestirse para el congreso. La verdad es que les di las gracias por eso, aunque hubiera preferido no llegar tarde.
Dado que el taxista iba pendiente de nuestra conversación, no se profundizó mucho en detalles. Llegamos al aeropuerto y fuimos al mostrador de facturación.
Ellos estaban preocupados por mi estado de ánimo y me trataban con mucho cariño y respeto. Una vez que facturamos fuimos a la cafetería del aeropuerto a tomar algo. Nos sentamos los tres en una mesa y tras unos minutos de conversación sobre el congreso, Juan me preguntó que qué me pareció lo de anoche. Le comenté que prefería no hablar del tema, que me resultaba un tanto violento y que prefería dejar la conversación.
Ellos respetaron mi opinión y no volvieron a sacar el tema.
Ya en el avión y antes de que aterrizase, comentaron la posibilidad de contactar alguna vez por teléfono para seguir un contacto profesional. Nos intercambiamos los números y una vez que llegamos a nuestro destino, nos despedimos.
Mi marido había ido al aeropuerto a recogerme y traté de ingeniármelas para que no me viera con ellos y tener que hacer alguna que otra presentación.
Unos días después, ya sin los efectos de la resaca, me venía a la cabeza la noche en la que estaba con las dos pollas en mi mano y me follaron. Eso me provocaba excitación y me masturbé más de una vez con el recuerdo.
Los pensamientos cada vez eran más frecuentes. El sexo con mi marido siempre ha sido muy normalito y cada vez que lo hacía con él me acordaba del trío y me excitaba muchísimo. Mi marido me preguntó varias veces que si estaba bien, ya que últimamente mis orgasmos eran mucho más fuertes que lo habitual. Había veces que me metía un dedo por mi ano, imaginándome que era otra persona la que lo hacía. Mi marido nunca me ha hecho sexo anal y eso también le extrañaba.
Unas semanas más tarde, recibí un mensaje de Juan. Me preguntaba que qué tal, que desde el congreso no habíamos vuelto a hablar. Le contesté con que estaba muy ocupada con el trabajo y que todo estaba bien. Pocos días después fue Gustavo el que me contactó, diciéndome que había hablado con Juan y que iban a quedar a tomar algo, por si me quería apuntar.
Estuve dudando unos minutos y no estaba segura de dar ese paso. Al final les contesté afirmativamente. Me enviaron la dirección de un restaurante y quedamos a comer.
La verdad es que me gustó volver a estar con ellos, aunque tenía claro que no se podía repetir lo del congreso. Pedimos la comida y tomamos algo de vino. La comida transcurrió tranquila, con temas de conversación del trabajo fundamentalmente. Después de la comida, nos invitaron a un licor. Yo procuraba no beber mucho, aunque había ido en un taxi y luego no tendría que conducir. Gustavo dijo que le apetecía tomar una copa y que conocía un sitio cerca que se estaba agradable y se podía charlar. Dado que estaba a gusto con ellos y parecía que la cosa no se iba a desviar, accedí a ir con ellos a tomar esa copa.
El sitio era muy agradable, nos sentamos y pedimos de beber. Los temas de conversación ya no se centraban en el trabajo, sino también en otros aspectos de la vida personal. Gustavo se levantó a la barra y Juan aprovechó para preguntarme si no me gustó lo que pasó en el congreso. Le contesté que sí, pero que no me parecía oportuno sacar el tema. Me puso una mano en la rodilla y me dijo que lo entendía, pero que lo mejor era hablar claramente las cosas, para evitar malos entendidos.
Cuando volvió Gustavo, le comentó que estábamos hablando de lo ocurrido en el congreso. Él sonrió y dijo que por fin salía el tema y que tenía ganas de hablarlo abiertamente. No lo había hecho con nadie salvo con Juan y que estaban deseando hablarlo conmigo.
A mi me dio mucha vergüenza, pero también consideraba bueno para todos hablarlo abiertamente. Empezaron a comentar que les había dado mucho morbo hacerlo entre los tres y que se excitaban recordando las distintas escenas. Yo les dije que también me había excitado y masturbado con eso. Al ver que yo no ponía muchos reparos en hacer ese tipo de comentarios, la conversación fue subiendo de tono. Empezaron a contar algunos detalles que la verdad es que me excitaban, como cuando me desnudaron, me lamieron entera o les comía la polla de forma alterna.
Aunque el sitio era muy tranquilo, había gente que se había dado cuenta del tipo de conversación que teníamos. Cada vez procurábamos hablar más bajo, pero aun así, se nos escapaba algún comentario o alguna risa.
Me relajé muchísimo y volví a sentirme muy a gusto con ellos. Creo que fue Juan el que comentó la posibilidad de repetirlo. Los dos se quedaron en silencio esperando mi reacción y yo me limité a decir algo así como ‘bueno, ya iremos viendo. No hay que descartar nada’. Nos empezamos a reír y brindamos por eso.
A partir de ese momento empezamos a pensar cómo lo íbamos a organizar. Los tres estábamos casados y no podíamos desaparecer así como así un día o una noche, sin levantar sospechas. Además, mi marido tenía alguna relación personal con gente de mi trabajo y no podía decir que iba a un congreso, ya que podría enterarse de que no era verdad. De pronto se me encendió la bombilla; una amiga mía nos comentó a mi marido y a mi, que se había ido a una terapia anti-stress un fin de semana. Cuando lo comentó mi marido me dijo que algo así necesitaba yo, por lo que comenté la idea con Juan y Gustavo y ellos vieron la excusa perfecta. Podríamos pasar un fin de semana y, además, con la excusa de la terapia, no tener que estar pendientes del móvil ni nada por el estilo.
Total, que dos fines de semana más tarde, teníamos una casa rural reservada en un paraje bastante apartado para nosotros tres. Tratamos de hacer todo lo más anónimo posible. La casa era muy acogedora, con dos habitaciones, una de ellas con cama de matrimonio, bastante grande, un salón, concina y dos cuartos de baño. También tenía un pequeño porche con un jacuzzi.
Deshicimos las maletas. Ellos me cedieron la habitación con la cama de matrimonio, que además tenía un cuarto de baño dentro. Me había llevado algunos conjuntos sugerentes, aunque sabía que no iba a necesitarlos mucho.
Habíamos llevado algo de comida que compramos antes de llegar a la casa. Preparamos algo para cenar y ambientamos la escena con algo de música suave y luz tenue.
Durante la cena no faltaron caricias y otros gestos cariñosos. Ya en la sobremesa, Juan se acercó a mi y me empezó a besar. Gustavo acariciaba mis muslos y me daba algunos besos en el cuello y hombro. La mano de Gustavo comenzó a subir hasta mi entrepierna. Juan acariciaba mis tetas sobre el vestido, metiendo algún dedo por dentro de mi sujetador, hasta alcanzar mis pezones.
Nuevamente volví a excitarme muchísimo. Me entregué completamente a ellos. Estaba como hipnotizada y me dejaba hacer a su antojo. Gustavo se levantó y me cogió de la mano. Me hizo un gesto para que le acompañara y detrás vino Juan, que no quitaba sus manos de mis tetas.
Me sentaron en el sofá del salón. Gustavo se puso de rodillas, abrió mis piernas y empezó a lamer mis muslos por la parte interior. Eso me excitó muchísimo. Juan me besaba y lamía mis tetas. Para ese momento ya las había sacado del sujetador. Dirigí mi mano hacia la polla de Juan, que era la que estaba a mi alcance, pero me hizo un gesto de apartármela. Se acercó a mi oído y me susurró que era mi momento de disfrutar, que no hiciera nada.
Yo obedecí. Me excitaba la idea de ser su juguete sexual y dejarme hacer a su antojo. Gustavo comenzaba a lamer mis ingles, muy cerca de mi coño, que estaba húmedo como nunca. Metió las dos manos por dentro de mi vestido y empezó a bajarme las braguitas. Yo le facilité la maniobra levantando un poco mi culo, con el fin de que no se entretuviera demasiado y siguiera lamiéndome.
Una vez que mi coño quedó al descubierto, Gustavo se dedicó a lamerme y con la legua, a jugar con mi clítoris. Creo que me corrí varias veces. No sólo era lo bien que me chupaban entre los dos, sino el morbo de las situación.
Mientras seguían afanados en caricias, besos y lengüetazos, se iban desnudando. Una vez que ya los estuvieron, Juan apartó un poco a Gustavo y dirigió su polla hacia mi coño. Con mucha delicadeza empezó a penetrarme. No le costaba mucho entrar, ya que, aparte de mi flujo, que para ese momento salía a chorros, Gustavo lo había dejado bien ensalivado. Mientras Juan me follaba, Gustavo chupaba mis pezones con gran maestría. Los pellizcaba entre sus labios, los succionaba y lamía.
Volví a tener varios orgasmos. En un momento dado, intercambiaron sus posiciones y el que me follaba era Gustavo. Juan se dedicaba a besarme, acariciarme las tetas y lamerme el cuello. Yo seguía estando a su merced y disfrutando de lo que me hacían.
Juan se sentó en el sofá y me dijo que me pusiera encima suya. Como si supiera lo que iba a pasar, lo hice metiendo su polla en mi coño, mientras que Gustavo empezó a dilatarme el culo con los dedos. Lo hacía delicadamente y me daba placer y morbo. Finalmente metió la punta de su polla en mi culo y sentí gran dolor, acompañado de un gran placer.
Estaba siendo follada por dos hombres al mismo tiempo y eso me excitaba muchísimo. La idea de ser utilizada de forma sexual aumentaba mi excitación. Ponía mis tetas en la boca de Juan para que las chupara, mientras que con la otra mano, agarraba a Gustavo para que siguiera clavándome su polla en el culo.
Gustavo sacó su polla y se subió al sofá. Me la puso cerca de mi cara. Yo fui a chupársela, cuando me vino toda una corrida de su polla que me puso perdida. Al mismo tiempo, Juan me apartó para hacer lo mismo. Terminé con su semen por toda mi cara y mi cuerpo y eso mantenía mi excitación.
Ellos se sentaron agotados. Yo me puse de rodillas y empecé a lamer sus pollas, limpiando su corrida y disfrutando de ellas. Gustavo no tardó en alcanzar otra erección, lo cual me excitó y seguí chupándole la polla. Mientras masturbaba a Juan, esperando obtener el mismo resultado. La polla de Gustavo casi llega a mi garganta y de pronto sentí su corrida en ella. Me tragué todo su esperma, cosa que nunca había hecho, pero no me desagradó.
Con la escena Juan se había vuelto a excitar y tenía su polla bien dura. La acerqué a mis tetas y empecé a masturbarle y lamerle la punta de la polla. Al poco también se corrió en mi boca.
Me tiré al lado de ellos en el sofá, con mi cara y mis tetas llenas de semen. También estaba agotada.
Decidimos descansar un rato, pero el fin de semana no terminaría así…