Fin de semana de película (3)
El rodaje fue muy deprisa y mis compañeros me hicieron de todo, por delante y por detrás,y yo disfruté con ellos y de ellos a cada instante...
Los días sucesivos pasaron con cierta prisa por las ganas que tenía Alfredo, el director, de cumplir con el programa previsto. Fue una semana de auténtica locura, el tiempo nos acompañó y pudimos grabar todas las escenas casi sin incidentes reseñables.
Pero quiero destacar de entre todos aquellos días, el penúltimo antes de marcharnos.
La escena ocurría en un amplio salón, adornado por suntuosos sillones, alfombras argelinas, y camas de seda fina de color salmón. Aparecíamos en un primer momento mis dos compañeros mulatos, Ricky y Tomas, Félix y yo, sentados en aquellos sillones alrededor de una mesa en plan negociativo y desnudos, y lo único que podíamos presentar para apostar sobre la mesa era la garantía de nuestros hermosos y colgantes cojones.
El primero en ponerse de pie fue Tomas, su pene de 20 cm. caía perfecto sobre su cuerpo y a cada paso que se aproximaba hacia a mi me ponía mas cachondo al ver tan esbelto y musculoso cuerpo que me comía con los ojos. Sin darme tiempo a decir o hacer nada, me cogió del brazo y me llevó a un apartado. Mientras Ricky y Félix empezaban su particular sesenta y nueve encima de la mesa.
Tendido boca arriba con mi polla empalmándose por momentos no supe que hacer cuando Tomas la agarró y comenzó a chuparla con su estilo tan peculiar. El meneo que producía, la forma con la que su lengua lamía todo el tronco de mi pene, saboreando el glande y mordisqueando mis cojones me hacían sentir en el séptimo cielo, un lugar al que nunca pensé al que pudiera llegar pero al que Tomas me trasladó como un experto.
Mientras él iba a lo suyo, yo aprovechaba para sentir todo su cuerpo lo más próximo al mío, sus brazos bien musculados en el gimnasio, sus tabletas de chocolate que eran dignas del más bello Hércules me seducían con mucha fuerza y contemplarlo tan cerca de mí me excitaba aun más. Era un hombre perfecto y pronto cambiamos de posición. Pasó él a tenderse y yo me puse deseoso a hacer lo que mas me gusta en la vida que era comerme ese enorme pollón. Me lo metí en la boca, quería saborear ese inmenso miembro y como crecía poco a poco. Quería lamerlo, hacerlo mío, y proporcionarle el más bello de los placeres. Al momento Tomas tampoco se quedaba quieto, me tocaba posesivo, pellizcaba mis pezones y su lengua los recorría con deseo. Me recorría todo el cuerpo con sus manos hasta agarrar mi trasero, y masajearlo como solo él sabía.
Ricky y Félix se arrimaron a nuestra vera y quedaron en que esa noche yo era su esclavo para todo.
Uno a uno me fueron lamiendo mi ano caliente, abierto y deseoso de ser penetrado, lamiendo o chupando mis tetas, mi polla y todo mi cuerpo. Todos querían follarme, y una vez estaba a punto Ricky se apuntó a ser el primero.
Su polla empezó a entrar lentamente, con suaves movimientos por lo que me sentía desfallecer de placer a cada envestida. Las arremetidas se hacia mas fuertes por momentos, el mulato lo hacia genial, en una postura semi atornillada la movía en mi interior y la sacaba con un gusto que me volvía loco. Aquel tio sabía como hacer disfrutar a un hombre. Mis otros dos compañeros no me dejaron solo, Félix metió su nabo en mi boca y lo entraba y lo sacaba a un ritmo acompasado, y Tomas me permitía que con una de mis manos masturbara aquel miembro tan viril y tan erecto de una dureza casi irreal.
Me encontraba pasivo en dos frentes y activo en un tercero y no quería que terminase.
Aquello hombres prominentes de sexos tan vigorosos eran autentico titanes del sexo, fieras humanas insaciables que solo querían follar y follar. Cuando Ricky terminó conmigo no me dio ni un segundo, enseguida Félix al que ya había calentado hacia un rato con mi boca me la metió directo y sin reparos haciéndome gemir de dolor y de placer al mismo tiempo. Aguanté los primeros momentos delicados como pude y volví a disfrutar de aquel instante tan glorioso. Fui follado y requetefollado por mis tres compañeros durante aquella noche interminable. Comí sus pollas y me tragué su leche, disfruté de sus atléticos cuerpos, de su dureza intratable y de sus corteses envestidas
En la vuelta para Madrid, me sentía pleno en todos los sentidos, había sido el putón, el marica y el amante perfecto para un rodaje que había sido un éxito, sabíamos que seguramente tardaríamos en vernos pero nuevos proyectos harían que nos encontráramos mas adelante para seguir yo por mi parte recibiendo gustoso a tan hermosos mástiles para un barco que ya zarpaba sin rumbo en busca de nuevas y gloriosas aventuras de camaradas internacionales.