Fin de semana de María y Sofía

Mi novia María y su amiga se van juntas unos días. Mi novia me lo cuenta a la vuelta.

Lo que voy a contar sucedió después de lo que conté en otros relatos míos que tengo colgados (os dejo los enlaces, por orden). Dejo un enlace por si no habéis leído el anterior, y si no, ahora hago un resumen.

1: “Borrachera con mi novia y nuestra amiga”:

https://www.todorelatos.com/relato/170497/

2: “Sábado de sexo furtivo”

https://www.todorelatos.com/relato/170941/

El resumen de todo lo anterior:

Mi novia María, su amiga Sofía y yo bebimos bastante, y acabamos haciendo un trío y luego estuve por separado con cada una de las dos. Luego uno de los siguientes fines de semana siguió habiendo roce entre los tres.

Teníamos poco más de veinte años por aquel entonces. Era verano, y Sofía y María tenían vacaciones todo agosto, mientras que yo tenía que estudiar bastante para los exámenes en septiembre. Con la idea de dejarme algo más tranquilo estudiar (porque estaba bastante distraído quedando mi novia María y nuestra amiga Sofía) las dos decidieron irse a pasar el fin de semana al chalet de verano de la familia de Sofía, aprovechando que no habría nadie más allí. El chalet estaba en una zona bastante rural y aislada, y en aquel momento ni siquiera había allí cobertura de móvil, así que iban a estar algo incomunicadas.

A pesar del trío que habíamos hecho y a pesar del roce del otro fin de semana, María y Sofía no habían hecho nada más por su cuenta después. Ni María ni yo nos planteábamos que pudiera ocurrir algo entre las dos en el viaje, ya que no era la primera vez que se iban juntas, y nunca había pasado nada antes. Así que lo único excepcional que pensé que podía pasar era algo malo (como bandas de ladrones, algo no escaso en aquellos chalets aislados…).

-          Ya te contaré a la vuelta qué tal todo, no te preocupes – me insistía mi novia María.

-          Si eso lo sé, pero… - protesté yo – me da “cosa” que os vayáis allí tan solas en mitad de la nada, que si os pasa algo, no hay forma de pedir ayuda.

-          No te preocupes, que estará bien – se rió María – allí entramos en el chalet, cerramos la puerta, encendemos el aire acondicionado y no salimos en tres días. Si las dos nos llevamos los portátiles pero no tendremos internet. El plan es hacer una especie de retiro literario, a escribir las dos como locas… Ni sabrán que estamos allí.

-          Bueno… - concedí yo.

-          De todos modos, a la próxima te vienes tú – me guiñó un ojo, con una sonrisa pícara.

-          Odio los exámenes en septiembre… - bajé la cabeza, abatido – como me lo propongas otra vez, lo dejo todo y voy con vosotras.

María se quedó pensando por un momento, para luego soltar una carcajada.

-          No, no, seamos responsables, ya habrá tiempo de otras cosas después de tus exámenes… - dijo, tocándome la entrepierna a través de la ropa, sin rodeos.

Al día siguiente María y Sofía se fueron. Pasé un fin de semana de estudio responsable, muy a mi pesar. Por suerte, el domingo por la tarde recibí un mensaje al móvil de María:

María: ¡Ya estamos de vuelta a la civilización! ¡Tengo cobertura! En un rato llego a casa. ¿Tú cómo vas? ¿Te ha cundido el estudio?

Yo:  Me alegro de que ya estés de vueltaJ

Yo: No sé si ha sido una suerte o una desgracia, pero sí, he podido repasar bastante…

María: ¿Entonces te viene bien si voy a verte? Y así te cuento en persona…

Yo: ¡Me encantaría! ven, te esperoJ

Un rato después, María entraba en mi casa. Nos sentamos los dos en el sofá, quedándose ella muy junta y zalamera.

-          Bueno, cuenta – le dije mientras me abrazaba.

-          Pues… - empezó a decir María, tomándose su tiempo, mirando hacia abajo – lo hemos hecho. Mucho. Sofía y yo.

Me quedé por un momento parado sin entender. Ya sé qué puede parecer extraño después de haber leído los relatos anteriores, pero de verdad Sofía y María llevaban años siendo amigas y nunca había habido roce antes (sin estar yo por la zona).

-          Ha sido una puta barbaridad… - confesó María – como locas.

-          Pero… ¿Y eso? Cuenta – dije yo.

Empezó a acariciarme la entrepierna a través del pijama y siguió hablando ella:

-          Para que te hagas una idea, a mí ahora no me vas a poder hacer nada… - fue diciendo María, sacándome el pene del pijama – pero yo a ti sí…

-          ¿Y eso? – pregunté.

-          Por fuera lo tengo todo irritado, el clítoris demolido, kaput, fin – rió María.

Después de sus palabras bajó hacia mi pene, metiéndoselo en la boca y cubriéndolo de saliva, para luego volver a sentarse a mi lado.

-          Así mejor… - sonrió María, pajeándome muy lubricado.

Siguió tocándome, hablando luego:

-          ¿Te ha sabido mal que lo hiciera con Sofía?

-          ¿Eh? No, no… - contesté yo.

Yo estaba de verdad muy impactado por la confesión y por la paja repentina. Supongo que por eso se preocupó.

-          De todos modos… - volvió a hablar María, bajando a mi pene, dando lametones con una sonrisa mientras hablaba – tú te follaste a Sofía sin avisarme mientras yo dormía… Pensé que era justo que yo no avisase.

-          Si no tengo ningún problema, prometido – contesté.

Entre vosotros y yo: ¿De verdad hay alguien que, viendo a una chica masturbarlo y lamerle el pene con una sonrisa, le vaya a poner pegas? En esos momentos a esos ojitos, a esa sonrisa, a esa boca, a esa lengua… Se le dice que sí. A todo. Sin opción.

De todos modos, en realidad no me molestaba nada lo de María y Sofía, solo me había sorprendido.

-          Bueno, ya que estamos aquí, cuéntame – la animé yo.

Ella se metió mi polla en la boca un momento antes de contestar.

-          ¿Sabes? – empezó a hablar, haciendo pausas para chupármela – si te lo cuento… hablaré mucho yo… y no podré estar… con la boca ocupada…

-          Ufff… - suspiré yo, con una risita nerviosa.

-          Bueno… - rió ella, volviéndosela a meter – si te pones así… supongo que… podemos llegar a un… término medio.

María se tumbó en el sofá, apoyando la cabeza en mis muslos, quedándose con la boca justo delante de mi pene.

-          Así puedo contarlo cómoda – dijo, acercándose mi miembro a la boca para darle un lametón.

-          No tengo queja, desde luego – reí yo.

-          Bueno, pues te cuento… - habló ella – el viernes llegamos al chalet, todo normal… Pero al final de la tarde se fue poniendo todo el cielo negro… Y después de cenar cayó una tormenta, una de las grandes.

-          Oh – dije yo, por un momento preocupándome como un tonto.

-          Sí, pasé algo de miedo… – confesó María, luego pasando sus labios por el lateral de mi pene – había mucho viento muy frío, rayos, truenos… Y se fue la luz.

Yo sabía que mi novia tenía mucho miedo a la oscuridad, así que entendí que de verdad debió pasar miedo.

-          Ahora ya estoy bien – sonrió María.

Se metió el pene en la boca y fue bajando por él poco a poco hasta llegar al final, manteniéndose ahí ella sola, dejándome sentir su garganta. Aguantó hasta que le faltó el aire, saliendo entonces.

-          Lo echaba de menos… - dijo ella, con un leve carraspeo – bueno, sigo contando… - habló, pajeándome mientras – la cuestión es que estaba oscuro, no podíamos hacer nada, tenía miedo… Así que Sofía me propuso acostarnos ya y pasar la tormenta durmiendo. Yo acepté, claro.

A pesar de que lo que me contaba no estaba siendo nada erótico, entre su mano y su boca, tenía yo el pene duro a más no poder.

-          Aunque era verano – siguió hablando María – y por el día había hecho un calor de morirse, con la tormenta había refrescado muchísimo, y no teníamos ni mantas ni pijama abrigado, solo las sábanas finas. Entonces, en vez de dormir cada una en una cama, nos acostamos juntas, abrazadas… Y ya sabes cómo duerme Sofía.

Yo asentí con una risita. Sofía siempre dormía solo con las bragas, sin importar la temperatura o el lugar o la situación.

-          Pero bueno, yo en aquel momento estaba muerta de miedo por la tormenta – dijo María, dándome unos lametones mientras hablaba – la tormenta fue parando, nos dormimos… Y yo tuve un sueño guarro, uno con Sofía y contigo, que hacíamos de todo… Cuando me desperté, estaba súper excitada, no podía volverme a dormir, y estaba cara a cara con Sofía, con ella pasándome un brazo por encima.

La escuchaba atento, aunque cada “pausa para mamada” que hacía me tenía trastornado.

-          Sin pensarlo mucho, con cuidado… - siguió hablando María – me metí la mano en los pantalones y me empecé a masturbar. Después de soñar todo aquello, tenía delante de mí a Sofía casi desnuda – dijo, dando un lametón diferente, se notaba que se excitaba más – estaba tan cerca de Sofía que podía sentir su respiración en mis labios… Quería besarla, pero claro… Nunca habíamos hecho nada ella y yo, excepto aquellos dos días estando tú… No quería besarla a traición y que se enfadase.

-          Se entiende – asentí yo, en la gloria con sus atenciones.

María asintió y sonrió, dándole un beso a mi miembro antes de seguir hablando:

-          Me seguí tocando… Me acercaba al orgasmo, dudé por un momento si seguir, pero continué, y tuve un orgasmo allí mismo, entre sus brazos, mientras estaba dormida, solo comiéndomela con la mirada…

-          Eres una morbosa – la provoqué yo.

-          Mira quién habla – bufó María, antes de volver a mamármela - ¿Qué? ¿Te sigo contando?

-          Sí, sí, por favor – reí yo.

-          Vale, pues… - volvió a hablar María – la cosa es que fue uno de esos orgasmos que dan ganas de otro seguido… Y seguí tocándome, pero me estaba poniendo muy cachonda… Así que empecé a acariciarle las tetas mientras me seguía tocando yo. Me estaba poniendo súper burra de notar que se le ponía la piel de gallina con las caricias y esos pezones me apuntaban para recibirme…

-          Es que las tetazas de Sofía… Son una barbaridad – apunté yo.

-          Qué me vas a contar – rió María.

-          Pero las tuyas tampoco se quedan atrás – dije yo.

María levantó la mirada hacia mí:

-          ¿Me comerías las tetas? – me dijo.

-          Eso ni se pregunta – reí yo.

María se levantó, empezando a quitarse la ropa.

-          Ve tocándote, que te vea – me dijo.

Yo empecé a tocarme, deslizándose mi mano con facilidad en aquel miembro tan ensalivado, mientras María iba desnudándose entera. Cuando terminó, se acercó a mí, sentándose encima:

-          Espera, quieto – me dijo enseguida.

Guió con la mano mi pene, dirigiéndolo hasta su húmeda y abierta entrada, haciendo que la penetrase con facilidad.

-          ¿Así vas sin que te toque ni nada? – reí yo.

-          Sí, así voy – asintió ella, besándome – pero una cosa, no te muevas, que estoy irritada por fuera y me rozará…

-          Vale, sin problemas – asentí yo.

María se elevó un poco más, colocándome los pechos a la altura de la boca, empezando yo a cubrirlos atenciones con mis labios y lengua. Aunque no nos moviéramos, mi polla palpitaba dentro de ella.

-          Vale, así además tengo la boca libre para hablar… - suspiró María, cogiéndome la cabeza para dirigirme más fuerte hacia un pezón – vale, así… Bien, así puedo seguir… Creo – suspiró ella.

Seguimos así durante un minuto, con ella a veces moviéndose arriba y abajo ligeramente, haciendo que mi pene se deslizase por su interior.

-          ¿Me sigues contando o estás demasiado ocupada? – pregunté yo en tono jocoso.

-          Ay, sí, sigo… - rió María, tomándose unos segundos – yo seguí tocándome mientras acariciaba las tetas de Sofía, poniéndome más y más caliente, teniendo otro orgasmo… Y ahí ya perdí la poca cordura que tenía. Me levanté poco a poco la camiseta, dejando al descubierto mi pecho. Cogí la mano de Sofía, la que tenía encima de mí abrazándome, y la llevé allí, justo en mi teta… Tenía miedo de despertarla pero dormía profundo, así que me envalentoné… Y seguí tocándome, empecé a tener orgasmos seguidos uno detrás de otro, me hice daño en los labios de mordérmelos para no gemir en voz alta… Y luego… - María soltó una carcajada, besándome luego, moviendo las caderas un poco más – para que veas en qué nivel de locura estaba, pensé “pues para no gemir, tengo que tener la boca ocupada”…

Me reí también, disfrutándola, cogiéndola por las nalgas mientras hablaba ella:

-          Me moví despacio, escurriéndome hacia abajo, hasta tener la boca frente a sus tetas, con su brazo pasándome por encima – siguió contándome María – seguí tocándome mientras me acercaba. Apoyé los labios en el pezón de Sofía - Mientras lo decía, yo le iba haciendo las mismas cosas con la boca en su pezón - y al no notar que se moviese ni despertase, me fui animando más, y se lo comencé a mamar… Se me fue la cabeza, empecé a lamérselo y a succionárselo, mientras volvía a tener otro orgasmo, gimiendo con su pezón en mi boca…

María se detuvo, mirándome muy sonrojada:

-          Y entonces me morí – dijo, apartando la mirada.

-          ¿Y eso? ¿Del orgasmo? – pregunté yo, soltando su pezón, pero sin alejarme aún.

-          No, de vergüenza – admitió María.

-          Pero dime – la apremié yo, besando su pecho.

-          Pues… - fue diciendo María, tomándose su tiempo – de pronto me dice Sofía “¿Qué te parece qué tal me hago la dormida? ¿A que soy buena actriz? Y tú qué guarrilla eres”… Y entonces me morí.

Solté una carcajada y la abracé. Estaba completamente roja.

-          Se veía venir – me reí yo - ¿cómo pensaste en que podías hacer todo eso y que estuviera dormida?

-          ¡No lo sé! Estaba muy excitada, no pensaba – se rió también.

-          Cómo eres… - me seguí riendo yo.

-          Cállate y fóllame – protestó María, sonrojada.

La levanté y la dejé en el sofá, colocándola en el borde y arrodillándome yo junto a ella, quedando justo a la altura para penetrarla.

-          ¿Así bien? – le pregunté yo – así no te roza… ¿no?

-          Así bien, sí… - gimió María, cogiéndome por las nalgas.

Nos pusimos a follar así con ganas, aprovechando para movernos más ahora que podíamos.

-          No me has dicho como acaba – le recordé yo luego.

Mi novia volvió a ponerse colorada.

-          Después de decirme eso… - habló María – ahí se desató la locura… Nos besamos, nos chupamos… me dijo que le llevaba varios orgasmos de ventaja y que tenía que compensarla, así que estuve comiéndoselo hasta que dijo basta después de varios orgasmos… ufff… Me encanta comerle el coño… - gimió María – y luego al día siguiente nos atamos a la cama por turnos, follamos en la ducha, en la cocina, en la mesa del comedor, en la alfombra del salón… Acabamos el sábado por la noche follando fuera, en el porche, chillando las dos… Ufff - suspiró María entre gemidos – pero ahora te toca follarme a ti, dame fuerte…

Ahí dejé de contenerme, moviéndome rápido y ampliamente, embistiéndola con ganas. Ella se acercó para besarme, abrazándose y apretándose contra mí, moviéndose también… Entonces llegué al orgasmo, bombeando dentro de ella, abrazándola fuerte y besándole el cuello mientras.

Me hizo levantarme entonces, llevándose mi pene a la boca, metiéndoselo entero, repasándolo con fervor.

-          Buff… ¿Y todo eso? – dije yo, sorprendido.

-          Me imaginaba que tenías el sabor del coño de Sofía, quería comértela… - suspiró María, volviendo a mamármela – me encanta comerle el coño, me encanta tu polla… Solo puedo pensar en que te la folles y podértela comer luego, y después comerle el coño a Sofía…

-          Buff… Vuelves fuerte – suspiré yo con una risita, aun con los efectos del orgasmo.

-          Tengo muchas ganas… - admitió María, volviendo a chupármela.

-          Pues… Convence a Sofía, yo por mi parte encantado – me encogí de hombros yo.

-          Qué cabrón… - sonrió María, metiéndose el pene en la boca – qué cabrón, encantado dice…