Fin de semana de locura swinger. capítulo i
Como después de nuestra primera experiencia swinger nos hicimos adictos con 50 y 40 años y descubrimos una nueva sexualidad
Después de nuestra primera experiencia en un club swinger, nuestra vida sexual dio un giro draconiano. No es que antes no tuviéramos sexo, es que ahora es mucho más diverso y frecuente…estamos constantemente imaginando nuestra siguiente aventura y eso nos mantiene en vilo, vivitos y coleando, nunca mejor dicho.
Todos estos pensamientos se dispararon el día que Mau me dijo que le gustaría ver como me follaba a otra delante de ella. Que tenía interés en verme follar a alguien a la que no quería, que quería ver que le hacía a esa mujer. También me dijo que ella creía que yo no estaba preparado para lo contrario, y ya veis lo que pasó en nuestra primera experiencia swinger. Pero si había algún sueño que yo tenía, era el de verla a ella siendo follada por una enorme polla negra. Esto llegó a convertirse en una obsesión….me iba a las páginas de anuncios y contactaba con diversos chicos de color que aseguraban tener miembros de grandes dimensiones, incluso enseñaban fotos, muchas de las cuales eran obviamente falsas, unos cobraban por los servicios, pero la mayoría lo hacían gratis, al fin y al cabo somos hombres. Lo que ocurría es que esta era mi obsesión y a pesar del cambio que había experimentado nuestra relación en cuanto al sexo, no me atrevía aun a confesarle a ella mi sueño.
Pero la vida tiene estas cosas, que te sorprende cuando menos te lo espera, y así ocurrió. Uno de los fines de semana que nos íbamos a la costa buscando emociones distintas en los clubs de swingers, nos propusimos cumplir el sueño de ella: que me viera follar con otra. Nos fuimos el viernes en vez del sábado para planearlo todo perfectamente y cogimos el hotel que anunciaba la cama más grande de la zona. Llegamos al hotel como dos niños chicos en busca de aventuras y nos acomodamos…si que era grande la cama, vaya si lo era….y nada más llegar la pusimos a prueba…..
Esa noche la íbamos a dedicar a la búsqueda de la mujer que iba a cumplir con el sueño de M. Nos vestimos con nuestras mejores galas…sobre todo ella que iba enfundada en un vestido negro super ajustado, y que en su parte superior era como un sujetador de estos que dejan la mitad del pecho al aire…y ella que tiene una 95 copa E….vamos, que va sobrada. Para rematar se había puesto unas botas de plataforma con unos tacones altísimos que hacían que casi me alcanzase (y yo mido 1,80) las botas eran de colores y llegaban justo por encima de la rodilla, lo suficiente para que las medias negras que llevaba enseñaran el encaje que las remataba a mitad del muslo…vamos, de infarto.
Primero fuimos a cenar y os podéis imaginar las caras de las personas que estaban sentados en las mesas cuando Mau se quitó el abrigo que llevaba, ellos no podían dejar de mirarla, ellas se sentían incómodas y yo me partía de la risa viendo como las mujeres intentaban hacer que sus maridos les devolvieran la atención. Tras una cena bien regada con un excelente vino, varias servilletas tiradas al suelo para que Mau se agachase dejando ver todos su esplendor y un par de paseos al servicio para atravesar todo el restaurante contoneándose con malicia, nos dirigimos a una conocida zona de copas para entonarnos un poco más. Allí nos sentamos en una terraza a pesar del fresco que hacía, pero estas son las cosas de los fumadores. La camarera, una morena menuda pero guapísima, no tardó nada en abandonar la barra para atendernos. Con suma amabilidad nos sirvió las copas y volvió a la barra. Yo me percaté de que, a pesar de que ya nos había atendido, no paraba de mirarnos. Se lo dije a Mau, que rápidamente comprobó lo que yo le había dicho. Entre cigarros y buches, acabamos con la primera copa y con un simple gesto avisé a la camarera y esta se acercó enseguida. Le pedimos de nuevo pero esta vez aprovechamos para preguntarle por otro club swinger del que habíamos oído hablar.
La sorpresa llegó cuando nos contestó:
¿Es que el otro no os gustó?
Mau y yo nos quedamos de piedra con la respuesta, no sabíamos que decir, y ella con una amplia sonrisa nos indicó que nos tranquilizásemos, que ella estaba allí el día que nosotros fuimos, que estuvo mirando el baile de Mau y Sara en torno a la barra de pool dance, que vió como Namet, Mau y yo nos metíamos mano frente al espectáculo de las holandesas y que después vio como desaparecíamos tras una puerta……después de este deshielo, comenzamos los tres a reir. Pasada la intriga inicial, ella nos hizo un detallado informe sobre el resto de los clubs swinger de la zona. Y de esta forma fue como nos decidimos por el Ors, el local más grande de la zona, y según Patricia la camarera, el más ambientado. Nos despedimos como si nos conociéramos de toda la vida y tras pedir un taxi, nos dirigimos al club, que por cierto, estaba bastante alejado de nuestro hotel.
Al llegar nos sorprendió todo lo que vimos: las luces de la fachada que lo anunciaban a bombo y platillo, nada de intimismo en la fachada como en los otros clubs que conocíamos. Un gran número de coches aparcados y un trasiego constante de gente entrando y saliendo….aquello nos incomodó un poco, se parecía más a una discoteca al uso que a un club de swingers, pero una vez entramos, lo comprendimos todo: aquello era un complejo en torno a un gran patio ajardinado donde a la izquierda estaba la discoteca propiamente dicha y a la derecha el edificio de la discoteca swinger…..nunca habíamos visto esto antes. De todas formas preferimos entrar primero en la discoteca, a pesar de que la media de edad de la gente era mucho más baja, apenas llegaría alguno a los 45, pero esa entrada al patio por la misma puerta, hizo que nos decidiéramos por la opción de la discoteca en un principio. Haciendo cola en la puerta de la discoteca estábamos cuando una voz que ya era familiar nos preguntó:
¿Pero vosotros que queréis, bailar o follar?
nos dimos la vuelta y allí estaba ella, Patricia, la camarera del bar. Ahora no nos parecía la misma, vestía una minifalda vaquera cortísima, un top blanco cortado justo por debajo de los pechos y unas sandalias romanas de tacón….maquillada y peinada parecía otra…se agarraba de la mano de un hombre fortachón aunque más bajo que ella, de esos típicos de gimnasio. Se volvió a reir y nos invitó a que la siguiéramos, nosotros dos, ya con alguna copa de más, los seguimos sin rechistar. Salió del patio y rodeó el muro hacia la calle trasera, y allí estaba la entrada real del club, se paró frente a ella y nos indicó por donde se entraba.
¿Vosotros no entráis?
Les preguntamos, y ella moviendo la cabeza a un lado y al otro dijo que no, que a su novio no le gustaba ese rollo. Nos despedimos allí mismo y entramos, Mau notó mi cara de decepción al ver que la guapa camarera no iba a entrar, y ya cuando estábamos en la barra apostados me espetó:
¿te hubiera gustado follártela eh?
le quité importancia a la respuesta y sorbí un trago de mi Gin Tonic.
Ya entonces comenzamos el safari: esta es muy alta, esta no tiene tetas, esta es demasiado baja, estos son antipáticos, estos son prepotentes, aquellos de allí solo quieren mostrarse, aquel gordo baboso no para de mirarme, esos de más allá parecen muy estirados. En definitiva, que parecía que lo que nos ocurrió el primer día, no se iba a repetir. Es lo que ocurre algunas veces con estos sitios, te creas unas expectativas y luego puede ser que no se cumplan. A pesar de todo, el club estaba muy bien montado y ambientado, era muy amplio y moderno, y había bastante gente y lo peor, que parecía que todos se conocían de toda la vida, con lo que Mau y yo nos sentíamos un poco apartados. Terminamos la primera copa y ya bastante animados los dos, decidimos actuar por nuestra cuenta, nos dirigimos a una sala equipada con todo lo posible para imitar a Christian Grey y comenzamos a jugar con lo que allí había, tomé a Mau por las muñecas y la até a una gran cruz de San Andrés en terciopelo rojo. Comencé a besarle por el cuello bajando hacia sus pechos, la respiración de Mau se hizo más profunda, ella mismo separó sus piernas haciendo que el vestido se le subiera hasta dejar ver el inicio de sus labios. Para ese momento, ella ya se había dado cuenta que en la puerta había dos hombres mirando y tocándose, yo al estar de espaldas no me percaté,
¿cierro la puerta?
Le pregunté…y ella acalorada me soltó
tu sigue, no pares!!
y eso hice, le metí dos dedos en la boca y ella los chupó con avaricia, de su boca los pasé a su clítoris y de allí al oscuro y húmedo agujero del placer…ella se arqueó al notar como apretaba mis dedos contra su rugoso punto g….se lo masajeé con velocidad y ella emitió un sonido hondo y se corrió….levantó la mirada y dirigiéndose a los dos hombres de la puerta les preguntó con descaro
¿Qué, os gusta lo que véis?
cosa que hizo que ellos desaparecieran rápidamente del umbral de la puerta. Mau me pidió que cerrara, no le gustaba la actitud de esos hombres, más proclives a mirar que a participar,,, y además con unas pollas que según ella eran de juguete. Ya con la puerta cerrada me pidió que la follara en esa postura, sin quitarle las ataduras….yo no supe resistirme..jajajaja y así de pie, con sus piernas ligeramente abiertas, le introduje toda la polla, empujé todo lo que pude hasta que los efectos del alcohol me dijeron…hasta aquí has llegado, y me derramé entero dentro de su vagina. En ese momento la puerta sonó, alguien llamaba desde fuera, me dirigí a abrir y allí estaba ella, Patricia la camarera, sin el acompañante
¿puedo entrar o estáis muy ocupados?
sin salir de mi sorpresa me aparté a un lado y ella entró
se ha cabreado conmigo y se ha ido
nos indicó sobre su compañero mientras se acercaba lentamente a la cruz donde Mau atada chorreaba mi semen desde su vagina.
¿Qué desperdicio, no?
Dijo Patricia mirando a las piernas de Mau, y agachándose comenzó a lamer el semen de sus piernas. Una vez que terminó se levantó, se relamió los labios y sin mediar más conversación nos invitó a tomar una copa.
Allí estábamos de nuevo, en la barra de un club hablando de lo divino y de lo humano, Patricia era mexicana y vivía en España ya que su familia había estado amenazada y tuvo que marcharse. Entre chupitos y charlas, yo no veía el momento de abordar el tema que esa noche nos había traído hasta ese sitio y lo que es peor, yo no se si estaba en condiciones debido al alcohol que llevábamos encima…. Fue Mau la que de repente le preguntó:
¿te ha gustado el sabor de su semen?
yo no sabía hacia donde mirar y Patricia asintió diciendo:
pero más me hubiera gustado tenerlo caliente dentro de mi
las dos me miraban fijamente…los vapores me subían por la garganta y de repente me entraron unas enormes ganas de vomitar…me caí redondo.