Fin de semana con dos estudiantes y mi hermano
Había invitado a dos estudiantes a mi departamento, para conocerlos más de cerca en compañía de mi amante-hermano, mi novio para los demás y pasamos una mañana y una tarde deliciosa.
Fin de Semana con dos estudiantes y mi amante-hermano.
Las clases universitarias dieron su término y las prácticas pre profesionales también, ahora a buscar trabajo. Después de tanto recorrer y trabajos aprendidos en el devenir de esta vida, encontré un trabajo digno de mí, en un gran centro pre universitario como asistente administrativo, donde se impartía enseñanza a estudiantes entre 16 y 19 años con la finalidad que puedan acceder a una carrera universitaria con los conocimientos básicos.
El horario adecuado: lunes a viernes por las mañanas, viviendo en un departamento, donde recibía ocasionalmente las visitas de mi amante-hermano, el amante fiel de toda esta corta vida.
El trato, siempre cordial, a nivel de docentes y de estudiantes, quienes gentilmente me acompañaban a casa con propósitos ya consabidos y a quienes coqueteaba discretamente; muchos de ellos ya conocían a mi novio-hermano, porque así nos comportábamos lejos de casa como dos amantes enamorados disfrutando de muchos placeres.
En un día común, viernes como todas las semanas llegaba mi hermano Carlos de visita al departamento. En la noche de ese día decidimos explorar nuestros cuerpos y disfrutar plenamente del sexo, y, conversando sobre mis pequeños amigos del lugar donde trabajaba, haciendo planes.
El día siguiente, sábado, llegaron temprano dos amigos, estudiantes del centro pre universitario, haciéndome una visita social. Los recibí, lo más cordial posible como tenía que ser. Vestía una falda cortita negra y una blusa de tirantes, color blanco, como mi brasier, holgada al cuerpo.
Conversamos de temas triviales, amigos en común, gustos de comida, de baile, hobbies, en fin todo intrascendente. Mientras continuaba la conversación me había sentado cruzada de piernas, una sobre la otra, de modo que la pequeña faldita se subía pudiendo verse parte de mi ropa interior y la mayor parte de mis piernas, ante los ojos lascivos de los estudiantes. En mis provocaciones, me levantaba de rato en rato, como servir refrescos y al inclinarme podía verse mis pechos y todo el brasier que llevaba, levantándose la faldita por detrás. Disimuladamente podía notar las miradas que se intercambiaban entre ellos y las leves sonrisas que se daban.
Luego de casi una hora de estar conversando los estudiantes y yo, sale mi hermano Carlos del cuarto y se dirige hacia donde estoy, casualmente de pie junto a la mesa, mientras los chicos estaban sentados cerca de mí. Se acerca, me abraza por detrás, rodea sus manos sobre mi cuerpo a la altura de mi ombligo, me sujeta fuertemente y besa mi cuello, como si quisiera hacerme el amor ahí mismo en el pequeño ambiente donde conversaba con los estudiantes. Me habló que deseaba conversar conmigo a solas durante unos minutos, porque tenía prisa por salir.
Carlos y yo, nos dirigimos a la habitación, y pues como es un departamento pequeño todo estaba relativamente cerca, así que la distancia de la habitación al ambiente donde estaban los estudiantes no era más de tres metros.
Los estudiantes mientras esperaban, leían su información académica y la de sus amigos del centro, sólo para tener algo que leer en dichos minutos. En la habitación y a puerta cerrada, estábamos mi hermano y yo; no tardamos mucho en desnudarnos el uno frente al otro.
Me senté al filo de la cama, abrí mis piernas, mis nalgas al filo de la cama, a la altura de la mitad de la cama, dejando caer mi cuerpo hacia la cama y mis piernas fuera de la cama; Carlos se puso de rodillas junto a mí, con su cara frente a mi coño, mientras acariciaba mis piernas y acercaba su mano a los labios de mi coño frotándolos suavemente, arrancando gemidos de placer en mí. Puso su boca en mi coño abriéndola y cerrándola sin apartar su boca de mi coño como si deseara comérselo, sintiendo luego como su lengua iba penetrándome y sus manos me levantaban el culo con una mano en cada nalga, este momento arrancaba grandes gemidos de mi boca. Con sus manos acomodó mi culo a su gusto y sus manos fueron luego a mis pechos que los apretaba delicadamente. Estaba muy húmeda por aquel momento, luego se salió de mí, se puso de pie, se echó sobre mí besándonos, donde nuestras lenguas jugueteaban mientras nuestras bocas se entreabrían, sus manos asidas a mis pechos, frotándolos ya con deseo, ahogando nuestros gemidos. Me eché luego al medio de la cama y él sobre mí pero en posición contraria con su cara cerca de mi coño y su berga cerca de mi cara; hacernos un delicioso 69. Con una mano tomé esa berga, grande y dura, con mi lengua lamía el contorno de su cabeza y él con sus manos me abría las piernas para introducirme su lengua hasta lo más profundo de mi coño, la punta de su lengua buscaba mi clítoris para masajearlo, se introducía y salía de mi coño luego en un segundo, hurgaba las paredes de mi coño, yo ahogaba mis gemidos porque tenía media berga en mi boca que entraba y salía violándome la boca. Ahora él masajeaba mi clítoris con su lengua, su mano izquierda aún sujetaba mi pierna y dos dedos de su mano derecha me penetraban a ritmo suave varias veces en un segundo. Al sentir su lengua dentro de mi coño y uno de sus dedos penetrándome el culo, mi excitación aumentaba, mi lengua ahora, lamía sus bolas mientras mi mano sujetaba su berga para metérmela a mi boca hasta donde me entrara. Estos juegos previos nos encendían más, nos ponían a mil.
Luego de unos minutos nos apartamos pero yo seguía echada sobre la cama, se dio vuelta y nos miramos a los ojos, con su mano sujetando su berga, húmeda por mis lamidas y dura por la excitación, la llevó hasta la entrada de mi coño, abrí mis piernas para que la penetración fuese más rápido y en un segundo toda su berga estaba dentro de mí. Carlos, puso sus piernas una al lado de las mías, me fue cerrando las piernas con las suyas, quedando mis piernas cerradas y sujetas por las suyas, metió sus manos por mi espalda y salieron por encima de mis hombros, sujetándome de allí mismo. Y en esa posición sujeta de mis piernas y de mis hombros se empezó a mover frenéticamente, su berga me entraba y salía a una velocidad, quizás 8 a 10 en un segundo, los gemidos fueron gritos de placer, bramidos de placer de él; mientras la vieja cama de madera crujía y producía ruidos que aumentaban la excitación de ese momento por nuestros visitantes en aquel recibidor, a menos de tres metros de nosotros.
Al intentar cambiar de pose, me puse en cuatro y él detrás de mí con su berga todavía dura, buscando nuevamente la entrada de mi coño. Cuando sentí toda su berga dentro de mí, fui acercando mi cara hacia la cama quedando mi culo levantado y mi coño pegado a su berga, sujetando con sus manos mi cintura y empezar a moverse primero lentamente y luego rápidamente, haciendo todo el esfuerzo para darme el placer total. Luego de este momento, cambiamos y él ahora se echó en la cama y yo sobre él para cabalgarlo, con mi mano cogí su berga y me la fui metiendo lentamente, mis piernas estaban a un lado de las suyas, sus manos me sujetaban del culo y ahora empezaba a moverme rápido y sin detenerme, nuestros cuerpos sudaban, mezclándose entre ellos, mis manos se apoyaban en su pecho. A medida que se acercaba mi orgasmo mis movimientos eran cada vez más rápidos. Los ruidos de la cama y de nuestros jadeos llegaban hasta fuera del cuarto, y moviéndome más rápido, de atrás hacia adelante, cabalgando sin detenerme, como si estuviera en una competencia queriendo llegar primero a la meta, más rápido, más duro, más ruidos, él apretándome las nalgas, hasta llegar mi orgasmo y detenerme bruscamente mientras ese líquido recorría su berga y una intensa calentura rodeaba su berga.
Me salí lentamente de él, me eché en la cama, estaba muy cansada por la agitación del momento, me abrió las piernas, me penetró muy despacio con su berga aún dura, hizo descansar mis piernas en cada uno de sus hombros y así se fue acercando hacia mí, quedando mi cuerpo doblado en dos y la mitad de su cuerpo sobre mis piernas. Con sus piernas apoyadas en la cama, se daba impulso con sus rodillas y esta vez fue más rápido que la vez anterior se movió tan rápido como su humanidad se lo permitía, hasta llegar a lo más de su placer y el mío, sacando se berga dentro de mí y bañándome el pecho y mi barriguita con su leche caliente. Descansamos solo tres minutos y luego nos limpiamos, sin bañarnos, vistiéndonos nuevamente.
Después de casi una hora de intenso sexo, mi hermano abrió la puerta y como si nada hubiera sucedido, se despidió de los chicos que tímidamente respondieron su despedida. Al oír la puerta que da a la calle cerrarse, esperé cinco minutos mientras me reponía del momento y salí hacia donde estaban los chicos.
Estando con ellos le preguntaba sobre la información académica que supuestamente estaban leyendo a lo que ellos nerviosamente respondían afirmativamente. En el ambiente se percibía otro tema de conversación. Para entrar en el tema solo atiné a decir: “me demoré mucho conversando con mi novio, pero ya se fue”, y las sonrisas brotaron de los rostros de los chicos.
Dirigiendo la mirada hacia ambos chicos (Alex y Manuel), expresé, sonriendo: “presumo que escucharon todo lo que pasó en el cuarto, no”.
Alex: “sí, se escuchó todo, se nota que te mueves bien”
Angie: “ya entiendo y por lo que veo ustedes se excitaron un poco (señalando con mi mano sus bergas)”
Angie: “y ustedes tienen enamorada”
Alex y Manuel: “no”
Angie: “y cuando la han tenido, me imagino que habrán hecho de todo, muchas cositas ricas”
Alex: “no mucho, sólo besos, caricias, nada más”
Manuel: “sí”.
Angie: (sonriendo). “Yo sí he tenido sexo desde que tenía 14 años”. (Mientras hablaba con dos dedos de mi mano, en el medio de mi blusa en la parte superior, la agitaba hacia adelante echándome aire por el calor que sentía, mostrando casi por completo mi brasier).
Manuel: “con el chico que se ha ido o con alguien más”
Angie: “sí, con él desde esa edad”. Al mismo tiempo que hablaba me sentaba y me cruzaba de piernas con descaro mostrando mi ropa íntima, mientras acariciaba mis piernas.
Angie: (me dirigí hacia unos metros lejos de la mesa cerca de una pequeña mesa junto a un mueble sin sentarme, diciendo): “Alex, alcánzame la información que te di, para guardarla de una buena vez”.
Mientras se dirigía hacia mí, pude notar que tenía su berga dura, aún estaba excitado y toda su mente pensaba en sólo sexo.
Angie: “por lo que veo, aún estás excitado”
Y le apreté su berga por encima del pantalón. Alex sólo se limitó a sonreír, mientras con mis manos le abría el pantalón desabrochándolo, metí mi mano derecha dentro de su calzoncillo y se la saqué, la tenía dura y húmeda, el calzoncillo casi pegado al cuerpo por ese líquido que había salido de su berga y lo empecé a masturbar suavemente. Llamé a Manuel que estaba sólo a dos metros de distancia y también se la saqué, masturbándolos a los dos a mi placer y el de ellos. No faltó alguien que preguntó: “y tu novio, no vendrá rápido”. Dije que no y que además él no es celoso.
Tenía las dos bergas, una en cada mano, masturbándolas. Me incliné luego para darles unas chupaditas, mientras mamaba una masturbaba la otra, alternando esta tarea con los dos. Estos chicos estaban tan excitados, que se vinieron sobre mí, ensuciando mi cabello, mi cara y mi blusa.
Me levanté, me quité la blusa y limpié parte de mi cara que había sido manchada por su semen, ante la atenta mirada de los chicos. Ellos metieron su berga dentro de sus calzoncillos y abrocharon sus pantalones. Después de este momento, nos fuimos a mi cuarto, donde terminé por quitarme la faldita y quedarme en ropa interior, sentándome en el filo de la cama. Al tenerlos cerca, les desabroché sus pantalones, se los bajé y también sus calzoncillos, acariciando sus bergas que aún estaban fláccidas. No tardaron más que unos minutos y sus bergas cobraron vida y estaban duras como el momento cuando los masturbaba. Nos desnudamos completamente y estábamos ahora los tres en la cama. Yo en medio de los dos, acariciando sus bergas y ellos acariciando mis piernas, mis pechos y sobándome el coño, chocando sus manos entre ellos, viendo quien me lo tocaba primero.
De rato en rato, le daba la espalda a uno de ellos para besar al otro, mientras me acariciaba el culo a quien le daba la espalda. Me puse de pie luego, al centro de la cama y ellos estaban de rodillas ahí junto a mí, pidiéndoles que me hicieran un sexo oral. Mientras uno me penetraba el coño con su lengua, el otro hacía lo mismo en mi culo, dos lenguas al mismo tiempo, era el mayor placer tenido.
Alex, el más grande y el más inquieto se echó en la cama según le dije, me senté sobre sus piernas y me fui acercando tomando su berga entre mis manos y me la fui metiendo suavemente en mi coño. Cuando tenía toda la berga de Alex dentro de mí, me incliné hacia adelante tratando de pegar mis pechos a su boca levantando un poco mis nalgas. Detrás de mí estaba Manuel con su berga lista para penetrarme el culo y lo hizo delicadamente. En unos minutos estaba disfrutando de dos bergas, me movía hacia adelante y la berga de Alex me entraba más, me movía hacia atrás y la berga de Manuel iba más dentro de mi culo. Como ya se habían dado su buena masturbada pues duraron más. Unos minutos antes de venirse la sacaron dentro de mí, y con mis manos se vaciaron sobre mis pechos, una berga en cada pecho.
Nos fuimos luego al baño, a refrescarnos después de este delicioso momento, los tres juntos, ya habían pasado como dos horas desde la primera vez que cogí sus bergas, así que nos tocamos un poco y terminamos nuestros baños respectivos. Luego de secarnos el cuerpo, nos echamos así desnudos en la cama. Yo estaba al medio de la cama, boca arriba y ellos a un costado con una de mis piernas entre las suyas con sus bergas ya sin fuerzas para más, por unos momentos acariciaba sus espaldas y sus nalgas y ellos besaban mi boca y mis pechos. Creo que descansamos alrededor de 40 minutos o algo así.
Mi hermano Carlos tenía copia de las llaves del departamento, así que no le fue difícil entrar, además la puerta de mi cuarto estaba abierta. Así nos encontró, a mí, abrazando a estos dos chicos que me habían dado tan buen sexo, quisieron salirse de la cama, quizás por el miedo a que amante-hermano estaba ahí en el mismo cuarto pero los sujeté y no los dejé apartarse de mí.
Mi hermano comentó, sonriendo para calmar los nervios de los chicos, que tal escena lo había excitado mucho, así se quitó toda su ropa y pude ver que su berga esta grande, bien parada y lista para coger. Se puso al final de la cama, me jaló de las piernas hacia donde estaba él, hasta quedar mis nalgas al filo de la cama y mis pies descansado sobre el piso con las piernas abiertas. Ahí de pie tomó su berga, se inclinó hacia mí y me penetró de un golpe, sus dos manos se apoyaron sobre la cama y siguió dándome así por varios minutos, ante la atenta mirada de los chicos que estaban aún en la cama. Después se la sacó golpeó mi pierna con su berga, se masturbó unos segundos y toda su leche fue hasta por encima de mi ombligo, él se sonrió con los chicos y se fue al baño.
Los chicos estaban algo desconcertados pero no decía nada, cuando subí nuevamente a la cama pude notar que sus bergas estaban de nuevo firmes y duras como la primera vez. Les dije que nada pasaría, que normal, así que Manuel se echó en la cama boca arriba y yo sobre él y detrás de mí, Alex y tuvimos el mismo sexo anterior pero esta vez roles cambiados. Cuando Carlos regresó del baño, después de 10 minutos o más, me encontró a mí con dos bergas moviéndose dentro de mí. Se acercó a mí, me acarició el rostro, con una mano levantó mi barbilla y me dio un beso donde nuestras lenguas se sujetaron mientras mi cuerpo se movía al ritmo que me daban los chicos, adelante y hacia atrás, sin detenernos. Luego se alejó de mí, un metro de distancia, y se sentó fuera de la cama admirando lo buena puta que es su hermana mientras los chicos y yo disfrutábamos juntos, de rato en rato nos intercambiábamos para evitar el cansancio, y esta vez sí que demoramos haciéndolo, era ya su tercera vez en el día, así que más de una hora nos vino bien y mi hermano que nos seguía con la mirada y de cuando en cuando se la chupaba y ya éramos los cuatro disfrutando al mismo tiempo.