Fin de semana, cap. 3

Siguen las sesiones de tortura

Parte III

A la mañana siguiente dormí hasta más tarde de lo que lo habría hecho normalmente, hasta el punto de que tuve que darme prisa para estar listo para mi encuentro con Maggie.

Había hecho mucho hincapié en que condujera hasta su casa completamente desnudo, pero simplemente no veía cómo podría hacerlo. Mi pequeño coche deportivo era tan bajo respecto al suelo, que casi cualquiera que mirara podría saber que no llevaba ropa puesta. Las posibles complicaciones de que alguien informara a la policía, o incluso de que un oficial de policía mismo fuera el que descubriera mi desnudez, me proporcionaron la certeza de que no podía arriesgarme a este atrevimiento temerario. Decidí que tendría que ser sincero con Maggie, pero simplemente no podría ni intentarlo. En consecuencia me vestí con mi atuendo acostumbrado para estos encuentros, pantalones de correr y zapatillas de tenis, y me puse en camino al encuentro de Maggie y lo que tuviera planeado para mí.

Cuando salí de la carretera principal al acceso a la hacienda de los Whistler me di cuenta de que podía al menos llegar desnudo a la casa. Detuve el coche en la última curva antes del edificio principal y rápidamente me quité los pantalones y el calzado, tirándolos al asiento trasero, arranqué de nuevo el coche y me dirigí hacia la casa. Una vez allí, hice lo que se me exigió y aparqué el coche, bajé, y me quedé en pie, desnudo, de espaldas a la puerta principal, esperando el placer de mi señora.

Estuve allí unos diez minutos antes de escuchar su suave risa tras de mí.

"Bien, aquí estás, puntual, y desnudo como se te ordenó," dijo.

"Maggie, tengo que confesarlo. No podía arriesgarme a conducir todo el camino sin ninguna ropa puesta. La policía, o cualquiera que se ocupara de llamar para informarla, podría haberme visto. No podría ir a la cárcel por esto, así que he venido hasta aquí con los pantalones y el calzado y luego me los he quitado justo a la vuelta de tu casa. Siento no haber seguido tus instrucciones, pero espero que puedas entenderlo."

"Bien, para ser sincera," contestó pensativamente, "realmente no esperaba que hicieras el viaje desnudo. Pensé que probablemente harías justo lo que has hecho, desnudarte justo fuera de la vista de la casa. De hecho estaba allí en el bosque, observando que hacías justamente eso. El hecho de que hayas sido sincero conmigo te salvará de algún castigo. Todavía tendré que castigarte, por supuesto, pero no será tan severo como si hubieras intentado engañarme. Tenía planeado azotarte 300 veces con esto," levantó un palo de dar vueltas a la pintura, de unas doce pulgadas de largo (unos 30 cm) por dos de ancho (unos 5 cm), "pero ahora supongo que te lo dejaré en 200. ¿Qué te parece?"

El agitador de pintura no parecía suficientemente pesado como para hacer ningún daño real, sin que importara cuantas veces me pegara, así que acepté rápidamente su propuesta. ¡Tengo que dejar de aceptar cosas sin pensar!

Me llevó a la casa, que ya había visitado antes, y directamente cruzamos al patio cubierto desde el comedor.

"No perdamos tiempo en prepararte para tu pequeña azotaina," dijo. Tenía un trozo de cuerda gruesa en un mueble de terraza, la tomó y me ató las muñecas juntas y con seguridad por delante. Luego, usando un taburete de dos escalones situado a mano, se subió y pasó la cuerda por un robusto gancho unido a una viga, cerca del extremo del patio. Bajando del taburete ató la cuerda alrededor de un pilar de soporte del tejado, dejándome cómodamente en pie, con los brazos estirados por encima de mí hacia la viga, que estaba al menos a diez pies de altura (unos 3 m). No contenta con eso, por supuesto, tomó dos trozos más de la gruesa cuerda, ató cada uno bien ceñido a cada tobillo y los separó, atando las cuerdas a los pilares de soporte, también. ¡Ahora estaba totalmente indefenso! Los brazos estirados por encima de la cabeza y los pies separados de manera que a duras penas era capaz de mantener el contacto con el suelo del patio con los dedos de los pies.

"Ahora, a continuación, tenemos que preparar la zona afectada," dijo Maggie. Tras decir esto entró a la casa y volvió con un cuenco de agua, y lo que parecían unas tijeras, una maquinilla de afeitar y un bote de crema de afeitar. Colocó el taburete delante de mí y se sentó en él dándome la cara, levantó las tijeras y ¡empezó a arreglarme el vello púbico!

"¡Maggie, por favor!" supliqué. "No necesitas hacer eso, ¿verdad?"

"Por supuesto que sí, Bill," replicó. Es muy importante que el área a ser castigada esté sin pelo y brillante. No querríamos que en el camino de mi paletita hubiera ningún asqueroso antiguo pelo púbico, ¿verdad?"

Estaba confuso y lo reconocí. "Bien, dijiste que me ibas a azotar. ¿Qué tiene que ver el vello púbico en eso?"

"Oh, querido, deberías haber pedido alguna aclaración al respecto. No, no te voy a azotar el culo, te voy a azotar los huevos." Había terminado de recortar con las tijeras y ahora cubría mis genitales con una espesa capa de crema de afeitar.

"Pero ¿cómo les explicaré esto a los tíos del gimnasio?"

"No te preocupes. Te dejaré un poco de pelo encima de la polla, de manera que no estés completamente rapado por ahí. Si alguien pregunta limítate a decirle que tiene que ver con el sexo y que a tu novia le gusta. No será mentira, sabes. ¡A mí me gusta! Ya verás."

Había terminado de enjabonarme la zona de la entrepierna y ahora iba a empezar el afeitado. "Ahora estate quieto," se rió. "No querríamos resbalones aquí, ¿verdad?"

¡Definitivamente no! Me quedé todo lo quieto que pude mientras me afeitaba, retirando cuidadosamente cualquier rastro de vello y dejándome, como había prometido, un pequeño triángulo de vello púbico muy corto justo encima de mi pene.

"Ya está," dijo Maggie. "¡Parece que ya estás listo para la acción! Creo que esto hace que tu polla y tus huevos parezcan más grandes. ¿Qué opinas tú?"

Aunque mi visión era limitada en mi situación de atado, tenía que admitir que no parecía tan mal como me había temido.

"Bien, esta vez yo he hecho el trabajo, pero vas a tener la tarea de mantenerlo así afeitado. No quiero volver a verte nunca más con los genitales sin afeitar. ¿Estamos de acuerdo?"

"Si tú lo dices," dije sin rencor. Era obvio que le gustaba, así que seguro que podría acostumbrarme.

Devolvió los útiles de afeitar a la casa y cuando volvió estaba también desnuda. "Bien, tenemos que dejarte completamente preparado para nuestra pequeña azotaina," dijo, haciéndole a mi polla recién afeitada un par de caricias y con aspecto de agradarle la respuesta obtenida.

"Parece que alguna parte tuya está decididamente preparada para algo de acción," sonrió malévolamente. "¿Y qué hay del resto de ti? ¿Estás preparado para empezar?"

"No creo que la posición en la que me has atado me deje mucho espacio para discutir," repliqué.

"Se te ve muy bien, así todo estirado." Estaba justo delante de mí, estrujándome los huevos con una mano, mientras con la otra me acariciaba la polla. "No deja de sorprenderme nunca que me permitas atarte así, incluso aunque sabes que voy a hacerte algunas cosas muy crueles. Supongo que debe de tener algo que ver con el placer que consigues, junto con el dolor. Tus orgasmos deben ser bastante poderosos, porque tienen en ti un efecto como de droga."

"Solo sé que soportaré cualquier cosa que me hagas solo por tenerte jugando con mi cuerpo," me oí decir.

"Bien, hoy va a ser algo fuerte para ti," dijo. Me agarró con firmeza los huevos con la mano izquierda y tiró de ellos hacia fuera todo lo que pudo. "Sí, la naturaleza ha suministrado el sitio perfecto para torturar a un hombre con un chisme tan pequeño como un agitador de pintura. Sería interesante ver si puedes aguantar 200 palmetazos en los huevos y todavía apañarte para conseguir un orgasmo. Sé que te excita una cierta cantidad de dolor, pero esto puede ser demasiado, incluso para ti. ¿Qué opinas, eh?" Me soltó los huevos y esperó mi respuesta con una sonrisa expectante.

Cuando resultó obvio que no tenía nada que decir volvió a sonreír. "Bien, supongo que será mejor poner en marcha el espectáculo. La primera cosa que necesitamos es asegurarnos de que este chico grande no se meta en el camino." Me estaba acariciando levemente la polla mientras decía esto.

Caminó detrás de mí, hasta una mesa pequeña, luego volvió a colocarse delante, llevando un par de brillantes pinzas de cocodrilo, conectadas por una fina cadena de acero de unas doce pulgadas de largo (unos 30 cm). Empezó con el pezón izquierdo, puteándolo y pellizcándolo con sus afiladas uñas hasta que se puso erecto. "Tienes unos pezoncitos tan ricos," dijo. "Parecen gomas de borrar y son muy sensibles, ¿verdad?" Mientras decía esto abrió una de las pinzas y la colocó en el centro de la punta de mi pezón izquierdo. Cuando estuvo satisfecha con la colocación liberó la mandíbula y dejó que los afilados dientes de la pinza se cerraran sobre mí.

El aliento se me escapó bruscamente, silbando entre los dientes, seguido por un murmurado "¡Ouuu!" Resultaba inmediatamente evidente que estas pinzas eran mucho más severas que las que había usado previamente conmigo.

"Estas pinzas SON bastante intensas," dijo con una mueca de seriedad. "Pero tienen que agarrarse muy bien, porque van a soportar un montón de peso." Esto lo dijo con una sonrisa y un rápido tirón de mi polla. Repitió la misma rutina con el pezón derecho, obteniendo otro gemido mío cuando los afilados dientes mordieron en su sitio. Con los pezones pinzados dio a la cadena que los unía un par de tirones bruscos, pareciendo satisfecha con mi dolorida reacción. "En esto consiste el truco. Ahora vamos a engancharte la polla."

Volvió a andar por detrás de mí y regresó con un trozo de tres pies (unos 90 cm) de cuero crudo. Me parecía como una especie de cordón de bota. Me aplicó unas cuantas caricias suaves en la polla, lo que hizo que mi erección pareciera más dura de lo que hubiera considerado posible, particularmente dadas las circunstancias. Cuando estuve totalmente erecto dobló el cordón de cuero por la mitad e hizo un lazo en el extremo pasando las puntas a su través. El lazo fue a parar a la polla, donde lo tensó mucho, como a unas dos pulgadas (unos 5 cm) por detrás de la corona, rápidamente púrpura. Luego tomó los extremos libres y los pasó por detrás de la cadena que unía mis pezones. Tiró de ellos por encima de la cadena hasta que pareció satisfecha con el estiramiento, hasta donde era posible, de mi polla, y de que estuviera ejerciendo la cantidad máxima de tensión sobre mis pezones, que ahora se estiraban dolorosamente debido a las horrorosas pincitas. Ató los extremos libres rodeando la cadena y pareció bastante satisfecha del resultado de sus esfuerzos. Tanteó la sensible cabeza de mi polla con una uña afilada. Esto hizo que me agitara en mis ligaduras, y provocó un horrible tirón en las pinzas de los pezones.

"Ahora todo lo que tenemos que hacer es preparar adecuadamente tus huevos para la azotaina." Sonreía pero su tono era casi oficial. Ahora comprendía plenamente que ésta iba a ser una sesión muy difícil de soportar para mí. Temía imaginar que iba a hacer para 'preparar' mis huevos para la inminente tortura.

Me dejó allí mientras iba al garaje y traía una robusta escalera de aluminio, colocándola justo delante de mí, con la parte de los escalones dándome la cara, colocada toda ella a unos dos pies (unos 60 cm) de mí.

Satisfecha con la posición de la escalera volvió a andar a mis espaldas y regresó con otro trozo de cuero crudo, esta vez más largo, y un cubo de plástico. Dobló el cordón, hizo un lazo en el extremo cerrado, y, tirando de mis huevos hacia abajo todo lo que pudo, les colocó el lazo y tiró con fuerza. Mis huevos quedaron atrapados en la parte baja del escroto, haciendo que estuvieran muy tirantes y muy brillantes. Me hizo una demostración de su sensibilidad tirando del cordón con una mano mientras los arañaba con las afiladas uñas de la otra. "Bastante ingenioso, ¿eh?" me embromó. "Todavía hay una pequeña línea de separación entre ellos. Eso hace que parezcan un pequeño par de nalgas, ¿eh? Muy apropiado para una azotaina, ¿no crees?" No esperaba respuesta y yo no se la di.

Tomó el extremo del cordón, lo pasó por uno de los redondeados escalones de la escalera, que estaba a unos tres pies del suelo (unos 90 cm), luego lo ató al asa del cubo de plástico, que dejó colgar libre en el extremo del cordón de cuero. El cubo estaba ahora suspendido, bajo la escalera, a unos dos pies y medio (unos 75 cm) de la superficie del patio, tirando de mis huevos hacia fuera delante de mí. Mis peores temores se confirmaron cuando recogió una manguera de jardín enrollada en una esquina del pato, abrió el agua y empezó a llenar el cubo. No dijo nada, prefiriendo aparentemente concentrarse en el cubo que se llenaba rápidamente, haciéndose más pesado a cada segundo. El tirón sobre mis huevos se iba haciendo muy desagradable. El cubo parecía capaz para unos dos galones de agua (unos 7,5 litros) y parecía pretender llenarlo. No estaba seguro de poder soportar tanto peso (unas doce libras, unos 5,5 kg) sin sufrir algún daño. Piadosamente se detuvo cuando el cubo estaba por las dos terceras partes, y devolvió la manguera a su sitio. Las ocho libras (unos 3,6 kg) de peso tirando de mis huevos se hacían muy pesadas. ¡Decididamente esto iba a ser duro!

"Bien, parece que todo está en su sitio," dijo animadamente, tomando el agitador de pintura de la mesa tras de mí. "Déjame que me asegure de que todo está bien." Usando el agitador, que era de madera noble, de unas doce pulgadas de largo (unos 30 cm) por dos de ancho (unos 5 cm), y como de un octavo de pulgada de grueso (unos 3 mm), levantó y luego soltó el cordón que iba desde mis huevos a la escalera, que estaba muy tenso debido al cubo de agua. Lo levantó unas 3 pulgadas (unos 7,5 cm) y, cuando lo soltó, permitiendo al cubo caer de repente, gruñí sonoramente. Satisfecha metió el agitador bajo la cadena entre los pezones y la separó ligeramente de mi pecho, observando mi reacción. Luego deslizó el agitador por detrás de la polla y la forzó a separarse del vientre. Mis ojos debieron decirle que aquello dolía, y esa era claramente la respuesta que buscaba.

"Parece que no vas a ir a ningún sitio en un rato," dijo, "y tus huevos no se van a poder mover mucho, tampoco. Esto es importante, porque no querría perderlos, ¿verdad?" No creo que se requiriese una respuesta, y no quería malgastar nada de la energía que estaba seguro que iba a necesitar para el suplicio que me esperaba.

"Está bien. Entiendes por qué vas a ser castigado. ¿Es correcto?"

"Sí. Lo entiendo"

"¿Y entiendes que vas a recibir doscientos golpes en los huevos con este pequeño bastón?" No podía colocarse directamente delante de mí debido a la escalera. Se puso muy cerca, a mi derecha, y me miró a los ojos, muy de cerca.

"Ese 'pequeño bastón' parece bastante intimidatorio para cualquiera en mi presente situación," respondí un tanto truculento.

"Ignoraré ese comentario de listillo," dijo. "Ahora voy a empezar. Debo decir que tus huevos parece como si estuvieran pidiendo que se les pegara, tan estirados delante de ti de esa manera. ¿Te molesta el peso del cubo?"

"Sí. ¡Muchísimo!"

"De eso nada. Tu polla todavía parece como si se pudieran cortar diamantes con ella, así que no puede ser demasiado horrible. Tal vez los azotes te ayuden a olvidarte del peso. Veamos."

Puesto que era zurda, se dio la vuelta para colocarse en mi lado izquierdo. Apoyó el bastón plano levemente encima de mis testículos atados durante un momento, luego lo levantó como un pie (unos 30 cm) por encima de ellos y golpeó hacia abajo, con rudeza.

¡¡¡PLAS!!!

"¡Ahhh!" exclamé.

"Apostaría que realmente duele. Ese impacto sonó fuerte." Como siempre me estaba mirando a los ojos. Aplicó un segundo palmetazo sin avisar, provocando otro sonoro alarido mío.

"Puedes hacer todo el ruido que quieras. Estamos a millas del vecino más cercano," advirtió, animadamente.

Yo ya estaba empezando a respirar con cierta rapidez. Sabía que esto iba a ser duro.

Me dio otros ocho palmetazos más, en rápida sucesión, y pareció satisfecha de que fuera capaz de limitar mi respuesta a unas cuantas expulsiones bruscas de aire. "Ya está. Ya llevas diez. ¿Cómo lo llevan tus huevecillos?"

"Esto es mucho peor de lo que había imaginado. No estoy seguro de que pueda aguantarlo. ¡Tengo los huevos como si estuvieran ardiendo! ¿Estás segura de que no hay sangre?"

Mi comentario fue acogido con diez implacables palmetazos más, aplicados con un par de segundos entre cada dos. Había empezado a sudar de repente, con riillos de sudor corriendo hacia abajo por el pecho y los costados. Mis ataduras no me permitían el menor movimiento, en absoluto, de modo que tenía que seguir allí colgado mientras me torturaba los huevos. Me había echado hacia atrás, involuntariamente, en respuesta a un par de golpes, pero el dolor resultante para mis testículos, ya estirados al límite, había hecho que resistiera con cuidado a las respuestas de tipo reflejo. Quería estar todo lo inmóvil que pudiera, y quería que este suplicio pasase lo más rápidamente posible.

Me aplicó treinta sonoros palmetazos más, desde el lado izquierdo, luego pasó por detrás de mí hasta mi lado derecho para cambiar 'el ángulo de ataque'. Utilizando todavía la mano izquierda me administró otros cincuenta desde ese lado. Ahora a cada golpe dejaba escapar un suspiro bajo, de modo que se detuvo tras completar los primeros cien palmetazos para evaluar mi condición.

"Parece como si se estuviesen empezando a hinchar un poco," meditó, acariciando mi saco fuertemente estirado. "Decididamente se están poniendo más oscuros, pero estoy casi segura que es por la falta de circulación, provocada por lo prieto que está el cordón que los está estirando." A juzgar por mi reacción dolorosa al leve toque de sus dedos, era obvio que mis huevos se habían vuelto extremadamente sensibles.

"¿Estás bien?" me preguntó. "No quiero hacerte ningún daño permanente." Parecía auténticamente preocupada.

"No lo sé," respondí. "Cada vez que me los golpeas siento como si me hubieran clavado un cuchillo caliente a su través. Incluso el leve contacto de tus dedos me parece fuego. Lo divertido es que no he empezado a tener ni el más leve rastro de esa sensación dolorosa de embotamiento, que asocio con que te estén golpeando los huevos. Me imagino que sería lo más difícil de soportar. En estos momentos pienso que podría tener que preocuparme de las náuseas... pero eso todavía no ha ocurrido."

"Eso es porque te he atado tan prieto el saco. Si los hubiera dejado colgar sueltos y hubiera empezado a pegarles no habrían dolido gran cosa pero probablemente te hubieras puesto malo hace rato. El dolor es mucho mejor que el golpe, en cualquier caso. No obstante... estoy empezando a preocuparme. ¿Qué tal si negociamos un compromiso? Te daré veinte palmetazos más... realmente fuertes... luego te desataré los huevos y veré de darte ese orgasmo prometido. ¿Qué te parece?"

"¿Qué hay de mi parte en el compromiso?" pregunté. Sabía, por dolorosa experiencia, que Maggie no permitía gratis un alivio.

"Bien..." sonrió. "Tendrás que dejarme ponerte algo que hará más difícil correrse, y muy doloroso para ti, si eres capaz de excitarte."

"¿De qué clase de 'algo' estamos hablando? ¿No serán de nuevo esas malditas pinzas de la ropa?" Me refería al sábado anterior cuando, antes de hacer por fin que me corriera, delante de las otras tres chicas, me había colocado diez pinzas de plástico en el sensible borde que rodea la cabeza de la polla. Tenían el agarre con dientes de sierra, de forma que no se descolocaran accidentalmente. No había apreciado lo horroroso de sus intenciones hasta que sus habilidosas manos me habían llevado al borde de correrme. La pinzas habían sido bastante dolorosas, haciendo sonidos discordantes cuando me acariciaba la polla pero cuando sentí la primera oleada de eyaculación las pinzas me produjeron un dolor inimaginable. La polla, de forma natural, intentaba expandirse a su tamaño pleno con cada oleada orgásmica. Las pinzas, manteniendo firmemente sus pequeños bocados de piel ultra sensible, no permitían el ensanche, causando por ello un intenso dolor de quemazón a partir de sus mordiscos. Cada vez que se producía una oleada, cosa que ocurrió muchas veces, porque me ordeñó hábilmente hasta dejarme completamente seco de corrida, sentía una mezcla absolutamente incomparable de placer abrumador mezclado con un dolor insoportable. Decididamente no deseaba experimentar aquella sensación, al menos tan pronto, y se lo dije.

"Lo prometo," dijo. "No habrá pinzas por medio. Es otra cosa que deseo probar contigo. Sabes que no te daré todos los detalles hasta que des tu conformidad. Después de todo tiene que haber un elemento de sorpresa. Ahora, ¡decide! ¿O veinte palmetazos más a estos tiernos niñitos," acarició levemente mis huevos, obteniendo de mí una mueca de dolor, "seguidos de una paja, o 100 palmetazos más, y quien sabe cómo te sentirás en ese punto? Hazte tu composición. No quiero emplear todo el día en esto."

"Me dejas poca elección," dije resignado. "Me temo que 100 golpes más de ese horroroso bastoncillo podrían hacerme algún daño permanente. Probaré suerte con los veinte palmetazos y la masturbación."

"Sí, es una elección difícil, pero creo que has elegido lo correcto. De acuerdo, voy a darte veinte más, diez desde cada lado. ¡Allá vamos!"

Cada uno de los veinte fue más duro que cualquiera de los que había recibido antes. Se estaba asegurando de invertir bien su saldo en estos últimos golpes. Dejaba unos quince segundos entre cada impacto, dándome tiempo para apreciar el dolor de cada uno según era administrado, luego tiempo para anticipar el dolor del siguiente. ¡Era una sádica redomada!"

Cuando por fin se acabaron vació rápidamente el cubo de agua, tirándola a la cubierta del patio y aliviando la tensión sobre mis castigados testículos. Después, desatando el cuero del asa del cubo, manipuló suavemente el lazo que rodeaba mi saco para aflojarlo... no sin dificultad porque la hinchazón de mis huevos había hecho que el cordón se enterrara severamente... luego lo quitó y lo apartó. Me dio un ligero masaje en los huevos, dejándoles que encontraran su localización habitual en el saco, antes de liberarlos y empezar con la polla y los pezones. Primero me liberó la polla. Desató el cordón que la hacía soportarse en la cadena de las pinzas de los pezones, luego aflojó el lazo de detrás de su corona, más oscura y más brillante, y la liberó de su atadura, dejándola caer a su posición normal entre mis piernas bien abiertas. Las pinzas de los pezones fueron lo último, y habían estado puestas tanto tiempo, y con tanta tensión, que se me cortó la respiración de la impresión cuando me las quitó y la sangre empezó a circular por donde habían estado las pinzas.

Tenía los brazos muy cansados de estar estirados por encima de mí durante tanto tiempo, pero sabía, por experiencia, que me mantendría atado como estaba hasta haber hecho que me corriera.

"Tengo que recoger un par de cosas de dentro," dijo, "y necesito este cubo." Entró a la casa dejándome con la duda acerca de sus intenciones para conmigo. No tenía ni idea de cómo conseguiría hacer mi orgasmo a la vez difícil y doloroso, pero estaba seguro de que habría puesto su imaginación en la tarea.

Llevaba solo unos pocos minutos cuando volvió con el cubo lleno de hielo y agua, un tubo de gel KY, y alguna otra cosa en la mano que no podía ver. Colocó el cubo delante de mí, dejó el KY junto a él, luego me mostró lo que llevaba en la mano. Los reconocí perfectamente, y pensé que parecían muy inocuos. Había cuatro de ellos. Eran pequeños anillos de plástico blanco... del tipo que queda en el cuello de una botella de dos litros de soda cuando desenroscas la tapa. Había conseguido quitarlos de alguna de las botellas del contenedor de reciclado, suponía, pero todavía no veía lo que tenía pensado. Una mirada más detallada revelaba que cada uno de ellos tenía una línea de pequeñas puntas de plástico, flexibles, pero bastante afiladas, y empecé a desarrollar una seria preocupación por mi inmediato bienestar.

Validando mis peores temores empezó a explicarse. "Estos son de viejas botellas de soda de dos litros, pero probablemente ya te lo figurabas. Los pequeños dientes de dentro no son lo bastante afilados para romper la piel, pero son lo bastante para causar mucho dolor a una piel sensible, y la cabeza de tu polla está cubierta de piel MUY sensible. No podría colocarlos adecuadamente a menos que la polla esté mucho menos erecta de lo que lo está ahora. Es para eso para lo que es el agua helada. Veamos si podemos hacer que esa 'hinchazón' se venga abajo." Estaba disfrutando tremendamente de su chistecillo mientras levantaba el cubo, lo colocaba entre mis piernas bien abiertas y me sumergía completamente los genitales en el agua helada. Grité de la impresión del frío, pero estaba indefenso para apartar la polla y los huevos de la temperatura heladora que estaba sintiendo ahora. Mantuvo allí el cubo durante mucho más tiempo del que yo hubiera considerado necesario pero, cuando finalmente lo retiró, mi erección acababa de irse.

"Eso debería bastar," dijo. "Ahora vamos a ponerte estos mientras las cosas son un poco más pequeñas y más manejables." Tomó cada uno de los anillos, uno cada vez, y me los colocó en la corona de la polla, una propuesta que era, en sí misma, bastante dolorosa. Los colocó en la punta, los manipuló hacia abajo hasta que descansaron sobre mi frenillo, luego deslizó el otro lado por la parte superior de la corona hacia abajo hasta que no podían ir más lejos. Cuando hubo terminado tenía cuatro anillos alineados, uno junto al otro, formando un anillo como de vitola de puro, muy doloroso, de una anchura un poco superior a media pulgada (1,3 cm), rodeando uno de los lugares más sensibles de mi cuerpo. Las pequeñas picas se enterraban horrorosamente, provocándome una incomodidad considerable.

"Ahora solo queda esperar a que la polla se te vuelva a poner dura," sonrió. "¡Estos anillitos te van a volver loco de dolor!"

Ya me tenían loco de dolor, pensé, y se haría insoportable si la polla se me ponía dura. Ni siquiera podía imaginarme corriéndome con ellos puestos. El dolor podía volverme loco realmente, de una forma similar al dolor causado por las pinzas de las que me había preocupado. Sin embargo era evidente que las pequeñas púas no me rasgarían la piel. Había salido con algo que haría, en verdad, muy difícil para mí tener un orgasmo. Por el momento, al menos, no tenía ni el más leve interés en correrme.

Ella, por supuesto, estaba decidida a hacer que me corriera de forma espectacular. Estaba bastante orgullosa de su pequeña ocurrencia y ansiaba ver si tenía el efecto que pensaba que tendría. Se extendió una gran cantidad de KY en la palma de la mano, se colocó frente a mí y empezó a frotarse las palmas alegremente.

"¿Estás listo para cabalgar?" me interrogó. "¡Esto va a ser MUY divertido!" Empezó con un lento y habilidoso acariciar de mi polla con la mano izquierda, ordeñando suavemente mis sensibles huevos con la derecha. Para horror mío sentí que la polla empezaba a endurecérseme, casi inmediatamente. El agudo dolor que sentía en la cabeza de la polla me indicaba lo realmente malo que iba a ser esto. Era una experta masturbadora y, si quería hacer que me corriera, nada estorbaría en su camino.

Me trabajó un poco más a fondo, deslizando la mano arriba y abajo por mi dardo con el brillante lubrificante. Mirándome a los ojos sabía que podría ver que estaba empezando a trepar a la resbaladiza ladera por la que me forzaría a deslizarme, cuando estuviera lista. Tras unos minutos me liberó y observó el balanceo de mi polla, ahora totalmente erecta, dando vueltas por el espacio como si tuviera mente propia. Volvió a acariciarme, llevándome cada vez más cerca del borde. Sabía que estaba indefenso para resistir lo que fuera a ocurrirme. Estaba a punto de reventar y sabía que sería probablemente la eyaculación más exquisitamente dolorosa que hubiera experimentado nunca. ¡El dolor que sentía a causa de las pequeñas púas era ya mucho peor que el que me habían provocado las pinzas cuando había eyaculado! Cuando me corriera la polla no tendría sitio para expandirse y ¡las púas se me clavarían salvajemente! No tenía más elección que resignarme a ello y esperar a que me hiciera superar la cima.

Cuando exploté, ¡grité con todas mis fuerzas! ¡Sentía como si la polla estuviera siendo machacada por una corona de agujas! Podía sentir a mi cuerpo intentando no responder a la irresistible urgencia de eyacular, pero sin poder hacerlo. Maggie me ordeñaba expertamente, con lentitud y seguridad, hasta que no pude correrme más, mientras suspiraba y gemía en una mezcla de placer y agonía. Cuando finalmente las oleadas se detuvieron, recogió algo de mi semen en sus dedos, y luego me los metió en la boca.

"Aquí está. Pruébate a ti mismo," dijo con humor. "Ha sido bastante salvaje, ¿eh? Ahora me temo que tengo algunas malas noticias para ti. No podré quitarte estos anillos hasta que estés flácido de nuevo. Si intentara quitártelos ahora no te gustaría el resultado. ¿Qué te parece si te desato, te vuelvo a atar las manos tras la espalda, y te llevo dentro? ¿Crees que podrías hacer que me corriera sin usar las manos?" Sonreía ampliamente. "Si lo haces conseguiré unas tijeritas y te cortaré esos anillos. En otro caso tendrás que llevarlos hasta que la 'hinchazón' remita. Eso podría llevar un buen rato, dado el nivel de excitación sexual que estas sesiones parecen producirte. ¿Quién sabe? Podrías incluso excitarte sexualmente de nuevo mientras intentas que me corra." La sonrisa se hizo más grande. "Entonces me suplicarías que te cortara los anillos, ¿eh?"

Me desató las cuerdas separándome los tobillos, luego subió al escabel para liberarme las muñecas que le permití volver a atarme tras la espalda. Agarrándome de la polla me llevó al interior de la casa como un pelele desnudo, en espera del orgasmo de ella.

Según Maggie, mi rendimiento dentro fue no menos que espectacular. Llegué a estar muy erecto, mientras la hacía correrse, y mantuvo su promesa de cortarme los pequeños anillos. ¡Menudo alivio fue! Mientras regresábamos de la experiencia Maggie habló. "Sé que dije que cocinaría para ti, y lo haré. Antes tengo una cosita más que me gustaría probar contigo. Creo que podemos seguir adelante y ponernos con ella, luego podemos tener el resto del día y de la noche para disfrutar. ¿Qué opinas?"

"Bien," dije, "tengo los huevos todavía un poco doloridos, pero aparte de eso supongo que estoy preparado para todo. No puedo decirte lo mucho que deseo estar contigo en una cama de verdad, esta noche."

"Y lo estarás," replicó Maggie, con una brillante sonrisa. "Pero antes, volvamos al patio. Estoy realmente ansiosa por probar en ti esta otra idea."

"¿No me darás una pista de que es?"

"Sabes que es mejor que no," dijo. "No hasta que no te tenga imposibilitado para resistirte."

Tras eso me devolvió al patio y me mandó que colocara la tumbona en una posición central. Una vez que lo hice me hizo tumbarme en ella, sobre la espalda y procedió a atarme en 'X' a la tumbona. En poco tiempo me tuvo atado con firmeza, desnudo todavía, y, por supuesto, un tanto curioso respecto a lo que tendría planeado. Estaba contento de ver que mi pene estaba todavía semierecto, incluso después de toda la atención que ella le había estado dedicando. Maggie le dio una rápida palmada a mi polla con la mano izquierda, lo justo para asegurarse de que le estaba dedicando mi atención, luego me estrujó con fuerza los doloridos testículos, utilizando las dos manos para hacer presión sobre los indefensos globos. Reaccioné precisamente como ella debía esperar, boquiabierto ante el inesperado placer de la palmada, gritando luego indefenso, cuando me produjo el insoportable dolor en los huevos.

"Habrá bastante más dolor para ti en unos minutos," dijo satisfecha. "Solo déjame que recoja unas cuantas cosas de la casa." Se fue durante unos minutos, luego volvió para ponerse sobre mí, manteniendo algunos artilugios muy interesantes en sus manos. "Esta es una unidad TENS (N. del T.: Transcutaneous Electro-Nerve Stimulator, Estimulador nervioso transcutáneo eléctrico)," explicó. "Con esto y unos pocos accesorios que he podido obtener, puedo hacer que una gran corriente eléctrica pase a través de distintas partes de tu cuerpo. Me propongo restringir esas partes de tu cuerpo a las que están por debajo de la cintura, por supuesto. No querría provocar ningún daño permanente inesperado, solo quiero que sea lo más doloroso posible, sin hacer ningún perjuicio real. Estas cosas," mantuvo la unidad TENS delante de mí, "se diseñaron originalmente para propósitos médicos. Se usaban para hacer pasar corriente eléctrica a través de algunos grupos de músculos grandes para aminorar el dolor de la apoplejía. Las instrucciones dicen que el dolor puede ser realmente intenso, y no están hablando de enganchar la cosa a nada tan tierno y sensible como tu polla y tus huevos. Supongo que tendremos que verlo, ¿verdad?"

Sacó un trozo de cuerda fina y empezó a atarla alrededor de la base de mis genitales, luego separó cuidadosamente los testículos mediante la cuerda y la enrolló alrededor de la base de cada uno, varias veces. Cuando terminó tenía una erección enorme pero la polla estaba separada de los huevos por la cuerda, y luego ellos estaban separados el uno del otro por más de lo mismo. Le gustaba la forma en que aparecían y lo dijo. Yo estaba tranquilo, como era mi costumbre en estos tiempos. Me daba un poco de miedo la electricidad, habiendo experimentado algunas descargas de electricidad estática bastante severas en invierno cuando vivía en diferentes climas. Nunca había experimentado la corriente continua de una unidad TENS, sin embargo, y tenía algo de curiosidad respecto a que efecto tendría en mí. Por supuesto que había oído hablar de las TENS pero nunca había visto una.

"Ahora, antes de que empiece por debajo de tu cintura, creo que necesitamos un poco de algo aquí arriba, para equilibrar las cosas." Me pellizcó los pezones mientras decía esto, luego sacó un par de pinzas quirúrgicas de plástico, tipo fórceps. Aplicó cuidadosamente las pinzas a los pezones, asegurándose de tener agarrada solo la carne de la punta del pezón con la boca de la pinza antes de tensarla en el primer ajuste. Suspiré cuando se detuvo aquí, por un tiempo al menos. Las pinzas dolían de muy mala manera a este nivel, pero cada una tenía cuatro niveles de ajuste más y cada uno de los niveles llevaba aparejado un nuevo significado para las palabras 'dolor de pezón'. Estaba casi seguro de que Maggie no se quedaría sin explorar estos niveles, pero me alivió el que hubiera parado en el nivel más razonable por el momento.

"Ahora, entonces, vamos a engancharte. ¿Verdad?" Su rostro, dulcemente sonriente, ocultaba el nivel intenso de emoción que yo sabía que tenía que estar sintiendo. Le encantaba el hecho de que estuviera dispuesto a entregarme a ella, y disfrutaba realmente empujándome a nuevos límites de doloroso sufrimiento.

Hurgó por los alrededores, fuera de mi vista, durante un momento, luego regresó a mí con varias cosas en las manos. Colocando todas ellas menos una en la tumbona, junto a mí, empezó a situar una banda ajustable en torno a mi testículo izquierdo.

"Estas son para tus huevos," explicó mientras las apretaba, con firmeza. "Permitirán a la corriente pasar directamente entre ellos, pero ya comprobarás como trabajan, ¿verdad?" Colocó una idéntica rodeando el testículo derecho y luego tensó las dos para que no hubiera posibilidad de que pudiera sacudírmelas. "Ahora, necesitamos algo para la polla, además. Tengo aquí justamente lo adecuado." Tras eso colocó una banda sólida alrededor de la base de mi pene y la tensó en su sitio. Luego tomó otra, más pequeña y más flexible y la enrolló alrededor de la cabeza de la polla, luego atrás a través de su propia base, formando un lazo seguro que se enrollaba de forma tensa alrededor de la cabeza de mi polla. "Creo que si conectamos todo este material a la unidad TENS, podremos encenderte realmente, ahora," dijo con una sonrisa.

Dicho esto recogió algunos conectores de la tumbona y empezó a acoplarlos en receptáculos que colgaban de cada dispositivo. Una vez asegurados tomó los otros extremos de los cables, que terminaban en brillantes clavijas metálicas, y las enchufó en la unidad TENS. "La unidad está configurada para permitirme utilizar dos corrientes a la vez," sonrió. "¿Estás preparado para esto?"

"Realmente no estoy seguro," repliqué un tanto dubitativo. "¿Estás segura de que esto no causará un daño permanente?"

"Voy a hacer que te arrepientas incluso de pensar eso, mucho más de decirlo en alto," fue su réplica. "Si no crees que yo resulte segura respecto a estas cosas, ¿por qué me dejas que te tenga en estas condiciones?"

"Lo siento, de verdad, lo siento," dije. "Nunca he tenido ninguna experiencia con nada de esto y la cosa me asusta bastante."

"Definitivamente tienes derecho a estar asustado," ahora me sonreía dulcemente. "Te va a doler un montón... ¡un verdadero montón!"

Diciendo esto conectó la alimentación, que, lo supe más tarde, la suministraba una pila de nueve voltios contenida dentro de la unidad. "Por ahora voy a llevarte solo hasta el nivel cuatro," dijo amablemente. "Se puede subir hasta el nivel diez, solo para que lo sepas." Lentamente llevó cada lado de la unidad TENS hasta el cuarto nivel, observando con cuidado mi reacción.

Al principio no sentía nada, aunque ciertamente no iba a decir cuánto, luego empezó a hacerse sentir a sí mismo. Sentía una sensación palpitante en los huevos y la polla, que era distinta de cualquier cosa que hubiera sentido antes. Era soportable, ¡pero a duras penas! Luego el carácter de la corriente pareció estar cambiando, haciéndose cada vez más notable, y me di cuenta de que estaba ajustando algunos otros controles de la unidad. Finalmente sentí como si cada uno de los huevos, y también la polla, estuvieran siendo golpeados por un puño invisible, rítmicamente y con un trasfondo de quemazón por la electricidad. Ella me observaba, cuidadosamente, y parecía bastante satisfecha con el efecto que estaba teniendo la corriente.

"Ya está, ahora," de nuevo sonreía. "¿Cómo sienta eso?"

"Es bastante doloroso, realmente. Espero que reconsiderarás lo de ir más allá con el dial."

"¡Bobadas!" dijo, con calma. "Ni siquiera hemos llegado a la mitad del máximo. No deberías estar sintiendo más que un cosquilleo." Me hizo verla girar cada uno de los botoncitos hasta el quinto nivel, y me sonrió, una vez más.

"¡Ouuu!" Grité. "¡Para por favor! ¡Eso duele de verdad!"

"Entonces esto debería notarse realmente bien," dijo girando los botones hasta el sexto nivel y observando con interés mi reacción al dolor. La polla estaba dura como una roca, probablemente más dura de lo que nunca antes la había tenido, y estaba goteando un chorro continuo de líquido preseminal mientras la corriente golpeaba sin piedad mis genitales.

"Te vas a correr con esto," dijo sin variar la voz. "Es solo una cuestión de lo alto que tenga que subirlo y durante cuánto tiempo. Probemos con el séptimo nivel." Giró cada botoncito un nivel más y se echó atrás, observando minuciosamente. Finalmente, como si de repente se diera cuenta de lo que estaba fallando, echó mano a las pinzas de mis pezones y las llevó de un solo golpe hasta la quinta posición, consiguiendo bramidos de dolor por mi parte y, efectivamente, que una corriente regular empezara a verterse por la polla. Viendo eso, giró los diales del dispositivo TENS hasta el sexto nivel y me dio un momento de respiro.

"Creo que puedes conseguir eso otra vez. ¿Qué opinas?"

"De ninguna manera," balbuceé. "Eso no se siente como si me corriera, en absoluto."

"¡Exactamente!" exclamó. "Te corres, ¡pero no lo disfrutas! Creo que es una forma terrible de castigarte. Vamos a quitarte las pinzas de los pezones durante algunos minutos, luego haremos otra prueba cuando hayas descansado un rato." Me quitó con cuidado las pinzas, colocándolas en la tumbona, junto a mí, a su alcance.

Descansé, simplemente, como había sugerido. Realmente no deseaba otra pelea con las pinzas y la electricidad, pero no veía la forma de evitarlo. Se divertiría conmigo hasta que se cansara y eso era todo. Eso era todo de lo que yo estaba seguro y, mientras tanto, la oleada de corriente en el nivel sexto no me estaba dando mucho descanso. Estaba ya tan duro como siempre, a pesar de la copiosa cantidad de esperma que había producido.

Finalmente, tras unos diez minutos del llamado 'descanso', indicó que estaba lista para empezar una vez más, volviendo a colocarme las pinzas en los pezones. Esta vez las puso en el segundo paso. Luego llevó la corriente de la unidad TENS al siete y empezó a observarme, de nuevo. Era obvio que el siete no iba a conseguirlo, así que me llevó al ocho en la TENS antes de apretar las pinzas al máximo y forzar una cantidad más pequeña, pero todavía copiosa, de esperma de mi cuerpo ruinoso. Dejó que todo el esperma dejara de fluir antes de volver la máquina al seis y quitarme una vez más las pinzas de los pezones.

"Deberías valer para un par de asaltos más, por lo menos," dijo. "Luego te prometo ocuparme de la cocina. Decididamente esto me está poniendo hambrienta y cachonda."

Fiel a su palabra, me llevó hasta el tope máximo de la TENS en dos ruinosos episodios más. Cada vez me quitaba y tensaba al máximo las pinzas de los pezones en conjunción con mi corrida. Para cuando terminé con la expulsión final estaba bastante débil. Me había corrido cuatro veces, vaciando casi totalmente de semen mi cuerpo, no había experimentado ningún placer, en absoluto. Desconectó la unidad TENS y me quitó los chismes de la polla y los huevos, luego para sorpresa mía, trabajó en mi pene hasta conseguir otra erección.

"Ahora tendremos algo realmente divertido," dijo, mientras me montaba. "He conseguido un hombre empalmado y sin posibilidad real de tener un orgasmo. ¡Menuda idea!"

Suspiré y reconocí que había encontrado una terrible manera de asegurarse que ella tendría su placer, mientras yo empezaba a bombear en su cuerpo. La sonrisa de su rostro era mi mejor recompensa.

Maggie mantuvo su palabra, preparando para nosotros una comida exquisita, de la que disfrutamos todavía desnudos. Finalmente nos levantamos hacia su dormitorio donde, para mi asombro, encontré la manera de empalmarme otra vez, y pude hacerle el amor, sin cuerdas ni artilugios, por primera vez. Fue tan maravilloso como había estado seguro de que sería.

Ahora hace un par de meses que nos hemos casado. Soy socio pleno en la firma de su padre y de vez en cuando vemos a una o más de las chicas que habían ayudado a Maggie el primer fin de semana, hace tanto tiempo. Sonríen y asienten, pero están contentas de guardarse el conocimiento de nuestro pasado para ellas mismas.

Somos una pareja cómodamente casada, pero todavía disfrutamos de vez en cuando de una tarde en los bosques de la finca de su padre. Yo siempre desnudo e indefenso, y Maggie puede todavía encontrar alguna cosa sorprendente para hacer que me dé cuenta de lo afortunado que soy por haberla encontrado. Es una esposa hermosa, segura, pero cuando estamos solos es una dominante diabólica a la que no puedo resistirme.