Fin de semana

Una mujer trata de superar una ruptura marchándose de fin de semana con una amiga.

FIN DE SEMANA

Hacía ya más de seis meses que lo había dejado y aún hoy, Laura, tenía momentos de bajón. Después de casi tres años de relación, la convivencia había deteriorado un poco la pasión, algo normal según todos sus amigos. Pero aquella drástica solución, tomada unilateralmente por David era excesiva. Y aún más el 2 de diciembre y sin previo aviso:

-El cabrón no tuvo mucho tacto. –Pensaba Laura en uno de esos momentos de duelo.

Por más vueltas que le daba, la mujer, no encontraba respuesta. Al menos David vivía solo y en una especie de retiro espiritual, no salía de fiesta. Laura, a sus treinta y cinco años, quedaba desconsolada. Se había hecho a la idea de que aquel hombre era con quién afrontaría la madurez. Juntos, tranquilamente, sin las necesidades fisiológicas de la veintena. Una vida pausada y asentada en una dulce rutina.

Desde el desenlace, Laura, había caído en un pozo del que le costó ver la luz al menos dos meses. Lloraba a todas horas. No salía de casa. Volvía a revivir las palabras de David una y otra vez. En su cabeza:

-Laura no aguanto más esta vida… Lo tenemos que dejar. –Retumbaba como si estuviera dentro de una campana.

Una vez se tranquilizó, comenzó a salir y trató de aplicar aquello de las manchas de moras. De manera que echó un par de polvos en los asientos traseros de un coche como una veinteañera. No fue una buena idea y esa situación le hizo sentirse ridícula y desesperada. Así que decidió no precipitar nada. El tiempo tenía que pasar.

Durante los últimos cuatro meses no había tenido ninguna relación, ningún rollo. No había follado en todo ese tiempo. Pero lo había afrontado sin preocupación. Se había excitado, por supuesto, y se había masturbado. Ahora, era una mujer serena que no necesitaba salir a buscar un polvo. Si surgía bien y si no, tampoco le afectaba demasiado. Su autoestima comenzó a crecer. Se sentía fuerte y atractiva.

Desayunando en una cafetería donde el camarero no se cortaba en mirarla pícaramente, Laura, recibió un whatsapp de su amiga Sara:

-Hemos cogido un piso en Zahara, la primera quincena de julio. Vente a pasar el fin de semana.

Sara era íntima amiga suya. Tenían la misma edad y llevaba años viviendo con un hombre ocho años mayor que ella, divorciado y padre de un niño de dieciséis años.


Pablo se lamentaba junto a su amigo Miguel que iba a pasar la primera quincena de vacaciones con su padre y su novia. En plena adolescencia no le apetecía lo más mínimo tenerse que mover por ahí con su padre y su pareja. Prefería quedarse en Madrid y seguir entrándole a Sonia hasta que esta le hiciese caso. Alguna vez tendría que ser:

-Joder, tío, vaya papelón -Le desanimaba Miguel.

-Ya ves tío. Como para encontrar a una tía. Les llevo de mochila.

Se despidieron antes de volver a casa. A la mañana siguiente su padre pasaría a recogerle temprano para hacer el viaje. Esa noche se masturbó pensando cómo serían las tetas de Sonia.

Con cara de sueño y tirando de su trolley, Pablo, avanzó de mala gana hacia el Passat de su padre. Abrió el maletero y sin prestar mucha atención tiró su equipaje dentro. Luego se metió en los asientos traseros. Se sobresaltó cuando vio a una mujer:

-Hola, Pablo. –Le saludó. –¿Te acuerdas de mi?

El chico quedó perplejo. Le sonaba la cara pero no tenía ni idea de su nombre.

-Es mi amiga Laura. –Aclaró Sara. –Va a pasar con nosotros el fin de semana.

-Cómo has crecido. Claro, no te veo desde hace seis años. –Le dijo Laura tras saludarse con dos besos.

-¿Cuántos dormitorios tiene el apartamento? –Preguntó el adolescente al que no le salían las cuentas.

-Dos. –Fue la escueta respuesta de su padre.

Pablo se colocó unas gafas de sol Rayban mientras se sentía vigilado por todos.

-¿Entonces? –Se decidió a preguntar ante la falta de aclaración. -¿Cómo dormiremos?

-Laura compartirá habitación contigo. Hay dos camas. Solo será el fin de semana.

-No te preocupes. No ronco. –Quiso, Laura, bromear con su compañero de habitación.

Con un suspiro de desaprobación, Pablo, se colocó los cascos de un estridente color fucsia y se aisló de todos oyendo música pachanguera a todo volumen.

“Joder. Éramos poco y…ahora otra abuela.” –Modificó el refrán en su cabeza antes de enviar un whatsapp a Miguel contándole que la cosa iba a peor. –“Además tengo que compartir habitación con una amiga pureta de Sara.”

Después de un pesado viaje de seis horas, incluyendo una rápida parada para almorzar. Los cuatro llegaron al apartamento. Era una urbanización privada con zonas ajardinadas y piscina. Desde la terraza había unas magníficas vistas a la playa. Mientras los adultos quedaron colocando las cosas en las habitaciones, Pablo, se marchó a la piscina.


Rafa anunció que se tumbaría a dormir una pequeña siesta mientras las dos amigas quedaron solas en el salón:

-Oye, vaya como se está poniendo el niño. –A Laura no le había pasado desapercibido los cambios hormonales en el hijastro de su amiga Sara.

Pablo había crecido. Aún por definir, apuntaba a tener un buen cuerpo. En su cara se dejaba ver el efecto de la testosterona en forma de acné juvenil.

-Ya pero está de un insoportable… -Sara no llevaba nada bien la adolescencia de Pablo. –Siempre se está quejando. No le gusta nada. No quiere hacer nada.

-Bueno, pero eso es normal en esa edad. –Justificaba la situación Laura.

-A ver cuando se echa una novia y lo espabila de una puta vez. –Las dos amigas rienron.

-Bueno y tú ¿qué?. –Preguntó Sara por la situación de su amiga.

-Bien. Poco a poco voy saliendo hacia arriba. Ya voy saliendo con normalidad.

-Y de aquí ¿qué? –Sara escenificó un gesto obsceno con su puño contra su boca a modo de sexo oral.

-NADA. –Contestó Laura. –Hay un compañero de trabajo que no está mal pero no me hace mucho caso. Hay algunos tíos pero me da pereza. A esta edad no voy a mendigar un polvo ni quiero malos entendidos con capullos. Si surge la oportunidad vale, si no, célibe.

-Hala, que exagerada eres. No te digo que lo mendigues pero podrías buscarte un gigoló. De vez en cuando un buen repaso es necesario.

-¿Pagar por sexo? Aún estoy potable. –Y Laura se agarró las tetas mostrándolas orgullosas.

Sin duda y sin ser grandes eran maravillosas. Redonditas y muy bien puestas.


Pablo había pasado toda la tarde en la piscina. Cuando no estaba en el agua había estado whatseando con Miguel. Había un par de tías que estaban buenísimas tomando el sol. Se tendría que enterar de donde eran y proponerles salir a tomar algo.

De vuelta a casa se metió en el baño. La noche no pintaba muy bien. Su padre le había dicho que irían los cuatro a cenar. Él pensaba quedarse en casa. Salir a cenar con tres puretas era frustrante. Parecería un crío al cuidado de sus padres. Seguro que las tías de la piscina saldrían solas.

La última en estar lista para salir fue Laura. Cuando salió de la habitación, Pablo quedó boquiabierto. La amiga de su madrastra llevaba un vestido corto negro y ajustado que permitía ver una figura de escándalo. Su melena castaña lucía ondulada y suelta enmarcando unos risueños ojos avellana, una nariz respingona y un hoyuelo en el mentón del que el adolescente no tuvo constancia hasta ese momento.

El escote enseñaba un canalillo delicioso donde se juntaban unas maravillosas tetas redondas y desafiantes a la gravedad y a la edad. Su culo, sin ser grande, se adivinaba prieto y antecedía a unas piernas torneadas:

-Estás espectacular. –Sentenció Rafa.

-Te lo vas a comer todo. –Comentó Sara antes de mirar a Pablo que permanecía a su lado alelado.

Su madrastra le cerró la boca y simuló recogerle la baba antes de que los adultos estallaran en una carcajada y el adolescente se ruborizara.

En un restaurante cercano a la playa compartieron mesa. Pablo lo hizo junto a Laura, a la que empezaba a mirar de otra manera. Ésta no tenía nada que ver con la que había hecho el viaje en el coche. Esta Laura, arreglada para lucir sus encantos era un pibonazo. No pasaba por una veinteañera pero no era la típica pureta. Tenía algo diferente, un halo mucho más juvenil que las mujeres de su edad o eso al menos es lo que percibía Pablo.

Su padre le permitió beber una copa de vino cosa que el chico agradeció.

Después de una larga y copiosa cena todos estaban más desinhibidos y Sara y Rafa anunciaron su marcha. Pablo quedó un poco desubicado pero Laura se ofreció a acompañarle a tomar una copa en alguna terraza.

En un principio, el chico no supo como reaccionar pero la mujer tiró de él cogiéndole de la mano en dirección hacia un bar que le habían indicado.


Hacía demasiado tiempo que Laura no salía de fiesta y mucho menos en compañía de alguien tan joven. Aunque le daba algo de vergüenza, la cara con que Pablo la miró en el salón había henchido su ego femenino. Siempre gustaba resultar atractiva pero hacerlo todavía a sus treinta y cinco años a un chico diecinueve años menor era algo que nunca había sentido. Y ahora, en este bar de copas, donde la edad no superaba los veinticinco, ella se sentía observada por tíos con pinta de tronistas televisivos y cuerpos de vigoréxicos de gimnasios. A su lado, Pablo la seguía mirando con deseo aunque incapaz de competir con el ganado.

Pidieron un par de copas y comenzaron a hablar mientras la machacona música de Juan Magán hacía mover los cuerpos:

-Mis padres se han largado a follar -. Fue la contundente frase con que Pablo rompió el hielo.

-Seguro que sí -, Laura rió ante tanta sinceridad -. Ellos que pueden. ¿Y tú puedes o no? –Hizo referncia la mujer a las posibilidades del chico durante aquellas vacaciones.

Pablo giró la cabezza de lado a lado antes de constestar:

-Viendo lo que hay, en nada la que podrás serás tú…

-Pero si le saco diez años a todos estos tíos.

-Sí pues aquel te mira como un guepardo a su presa.

Disimuladamente Laura giró para ver quién era. Al final del local un tipo moreno y rasgos marcados lucía cuerpazo en actitud prepotente. Laura se giró hacia Pablo y le dijo que no soportaba a los chulitos. Fue una mentira piadosa para animar al chaval. A decir verdad el tipo estaba buenísimo pero no se planteaba dejar tirado a Pablo por un polvo, así que agarró a su acompañante y le sacó a bailar.


Él era un poco pato a la hora de bailar pero le dio igual y trató de seguir el ritmo de la mujer. Laura parecía poseída cuando comenzó a baliar de manera sensual frente al tipo que no la perdía de vista. Pablo no se atrevía a tocarla y era ella quién le tomaba las manos y se las colocaba en las caderas. La que se restregaba contra su cuerpo. Incluso la que pegó su culo contra su paquete. Tuvo que notar su excitación. Era indisimulable y él pudo deducir que Laura iba sin ropa interior o al menos con tanga de hilo dental.

Después de un par de horas de copas, bailes y excitación (al menos en el caso de Pablo), la pareja decidió volver. Por el camino, ambos reían recordando momentos de la noche, sobre todo las caras del maromo de la discoteca:

-Vaya calentón que debe llevar… -, reía Laura afectada por el alcohol. –Esta noche haga lo que haga lo hará pensando en nosotros.

Pablo también reía aunque en su caso estaba más excitado que borracho. No veía la hora de llegar a casa y meterse en la cama para aliviarse.


Tras levantarse tarde, Laura aprovechó la mañana para hacer cosas con Sara y contarle la aventura de la noche anterior en el bar de copas. Después de comer, las dos mujeres y Pablo decidieron ir a la playa mientras Rafa prefirió quedarse en la casa.

La playa es una amplia explanada de arena fina que permitía mucho espacio entre los bañistas. Una vez instalados y con toda la naturalidad, Laura se despoja de la parte superior de su bikini, liberando sus dos maravillosas tetas. Sara hizo lo mismo, ofreciéndole a Pablo un magnífico espectáculo.

El chico lanzaba miradas furtivas a la invitada. Laura no perdía detalle del comportamiento del chaval. Comienzó a untarse crema de manera lenta y sensual- Desde abajo masajea sus pechos con placer y terminaba tirando de sus pezones, todo esto mientras hablaba con su amiga y sin prestar, aparentemente, atención al espionaje de Pablo.

Laura se sabía observada y deseada por el hijastro de su mejor amiga. El adolescente trataba de disimular su erección permaneciendo bocabajo hasta que después de un largo rato decidió correr hasta el agua para aplacar su temperatura.

A su vuelta, fueron las mujeres las que decidieron bañarse. Cuando volvieron, Pablo estaba sentado en su toalla y podía ver como los pezones de Laura se habían endurecido dándole al pecho una preciosa forma puntiaguda. Su reacción fue inmediata lo que le obligó a tumbarse de nuevo para disimular.

Laura se colocó estratégicamente para tomar el sol de pie y secarse. Permitiendo a Pablo tener una visión perfecta de su cuerpo semidesnudo. No puedp evitar provocarle, el hecho de sentirse deseada por un adolescente le excitaba.


Tras permanecer en la playa hasta la puesta del sol, dando tiempo a Rafa a incorporarse a ellos, los cuatro vuelven al apartamento bastante cansados. Deciden que esa noche podrían cenar en la terraza y relajarse. A Pablo el nivel de testosterona le ha subido por las nubes, desde la noche anterior mira a Laura con morbo y la visión de sus maravillosas tetas en la playa era lo último que le faltaba para que ese morbo se transforme en un deseo excitante.

Durante toda la tarde no ha perdido detalle del cuerpo de la amiga de su madrastra. Como se untaba la crema, como se le endurecían los pezones al salir del agua. Ha intentado averiguar si va rasurada echando miradas a la entrepierna de su invitada, Laura ha descuidado bastante su manera de sentarse y por momentos Pablo ha logrado ver un poco más de lo que las braguitas tapaban. Al final de la tarde, la mujer intentando sacudirse la arena ha separado la braguita del bikini más de la cuenta y el chico ha acertado a ver una tirita de vello púbico, aunque tan solo ha sido un segundo.

Esa última visión, unida a la del top less y la situación del baile de la noche anterior le han servido para masturbarse en la ducha.

De manera casi incontrolable, ha pedido ser el primero en ducharse. Bajo el chorro de agua caliente, su cuerpo ha reaccionado a los estímulos de su imaginación. La erección ha sido inmediata. Apoyando su mano izquierda en la pared y dejando que el agua de la alcachofa golpease su cuerpo, se ha masturbado con la mano derecha recordando los roces del culo de Laura bailando, las tetas desnudas en la playa y el perfecto rasurado de ingles brasileñas de su vagina. Ahí y ahogando un grito de placer, es cuando le ha llegado el orgasmo.


La cena en la terraza se desarrolla en un ambiente distendido, nada que ver con la frialdad del viaje. Pablo se muestra más hablador, alejado por completo de ese carácter hermético y malhumorado propio de la adolescencia.

Con una copa de Lambrusco en la mano, Laura estaba sentada en un sofá de mimbre, con los pies en el asiento. Está vestida tan solo con una camiseta con la imagen de Daysi Donald. larga. Sin sujetador, sus tetas permanecen a una buena altura, resistiendo a los treinta y cinco años.

Pablo la sigue mirando con deseo. La camiseta tapa poco menos de medio muslo y el chico intenta adivinar que tipo de braguitas lleva. La mujer, con su melena suelta, se sienta levantando una pierna sobre el asiento dejando la otra sobre el suelo. Estratégicamente coloca la camiseta para mostrar la desnudez de su extremidad hasta un límite bastante más allá de lo púdico. Apoya la copa de Lambrusco en la rodilla y mira a Pablo con media sonrisa sabiendo lo que su imagen provoca en el sistema hormonal del adolescente.

La sobremesa se alarga hasta las dos de la madrugada cuando entre bostezos todos anuncian su marcha a la cama.

Cuando la casa queda a oscuras, Pablo vuelve a hacer un repaso mental de la imagen de Laura. La fotografía final que queda en su mente es la de la mujer sentada en el sofá mostrándole la pierna. El chico comienza a excitarse, Bajo las bermudas con las que duerme, su miembro adolescente comienza a reaccionar. Mete su mano derecha y comienza a acariciarse. Oye la respiración pausada y relajada de su compañera de habitación. Se incorpora para comprobar que duerme. Laura permanece girada hacia el otro lado, se le ha subido un poco la camiseta, lo que permite a Pablo ver su preciso culo cubierto con unas braguitas negras.

El adolescente se tumba, libera su miembro erecto de las bermudas y comienza a masturbarse.


Laura oye el ruido en la cama de al lado. El movimiento rítmico, la respiración forzada. Lo identifica y sonríe. El chico ha picado, se ha tragado lo del sueño. La mujer nota como su sexo comienza a mojarse oyendo la paja de Pablo. Pensar que es por ella la excita sobremanera. Necesita tocarse. Con mucho cuidado comienza a girar. Pablo ni se entera. Ahora vuelta hacia él, abre los ojos. En la penumbra de la habitación puede ver al chico masturbarse con fuerza al tiempo que permanece con los ojos cerrados. Seguro, pensando en ella.

Con sumo cuidado y casi sin pensarlo, Laura baja de su cama y se acerca hacia la del adolescente. Cuando está junto a él coloca su mano sobre el miembro duro del chico. Éste se sobresalta y la mira asustado. Ella le tranquiliza:

-Ssshhh, no pasa nada -, le dice mientras le mira a los ojos.

Pablo intenta explicarse pero en su situación, desnudo hasta las rodillas y con una tremenda erección le resulta imposible:

-Tranquilo que te voy a ayudar -.Dice Laura mientras se arrodilla junto a su cama.

Con su mano derecha agarra la polla de Pablo. La nota tremendamente dura y caliente. Su piel es tersa y no tiene apenas vello. Comienza un movimiento lento y constante. Su sexo está ardiendo por la excitación morbosa. Nunca hubiera imaginado estar masturbando al adolescente hijastro de su mejor amiga Sara.

El chico permanece en tensión. Era la primera vez que alguien le cogía la polla. La mano de Laura es cálida, los movimientos pausados le proporcionan un delicioso placer. La mira a los ojos. No se cree que aquella mujer diecinueve años mayor, íntima amiga de su madrastra, le esté haciendo una paja.

Laura acelera el ritmo de su mano al tiempo que crece su excitación y decide ir un paso más allá. Se inclina sobre la entrepierna de Pablo y pasa su lengua por el glande a punto de estallar. El sabor le excita aún más. El penetrante olor a sexo del miembro del chico la embriaga. El nivel hormonal de la edad hace que el adolescente esté empalmado a todas horas, de ahí el intenso olor.

Laura coloca sus carnosos labios sobre la cabeza de la polla de Pablo y, lentamente, comienza a engullirla. No es una polla enorme, ni es gorda. Solo es la polla de un adolescente que la desea y eso le resulta excitante. Sin apenas esfuerzo, se la traga entera antes de comenzar un movimiento de arriba abajo.

Pablo siente un placer indescriptible cuando la amiga de su madrastra se introduce todo su miembro erecto en la boca. Nota una agradable sensación de humedad cálida. Siente como si su sexo se derritiera a medida que entra en la boca de aquella mujer treintañera. El movimiento de la cabeza de Laura se acelera y se ayuda de la mano. El chaval comienza a notar como le viene, su respiración se entrecorta, su cuerpo se tensa y entre sonidos guturales comienza a convulsionar con la eyaculación.

Sin previo aviso, Laura recibe un chorro de semen en su boca, Casi sin tiempo a retirarse recibe un segundo chorro en la comisura de los labios. Ahora sigue con la mano masturbando a Pablo saboreando la corrida del chico.

Hacía muchos meses que no se comía una polla y por el resultado parece que no ha perdido facultades. El hijastro de Sara queda tendido en la cama totalmente relajado. Laura se levanta y se mete en el baño. Más excitada que antes se mira en el espejo. Tiene aún restos de la corrida en su cara y en la mano. Se desnuda y ante el espejo se masturba violentamente hasta que sus flujos vaginales inundan su sexo y los vellos más próximos a su raja.

Cuando vuelve a la cama, Pablo duerme mirando a la pared. Ella se mete en la cama, relajada aunque un poco confusa por lo que acaba de ocurrir.


Como cada mañana, Pablo se despertó tarde y empalmado. Pero hoy la sensación era muy diferente. Muchos recuerdos bailaban desordenadamente en su cabeza y una sonrisa bobalicona era imborrable en su cara.

Aún no se podía explicar todo lo sucedido la noche anterior y le daba vergüenza cruzarse con Laura. Se mantuvo en la cama hasta que oyó que la amiga de Sara salió de casa.

Al fin salió de la cama, comió algo rápido y se marchó a la piscina. Allí tumbado volvió a ver a las chicas del día anterior. Ahora era diferente. Ya no tenía una frustrante sensación al ver que no se fijaban en él. Su autoestima había crecido, pasó de ellas y se tumbó lo más alejado que pudo. Incluso dejó de pensar en Sonia, aquella chica que le gustaba y por la que se hubiera quedado en Madrid. Hoy las cosas eran muy diferentes.

Tras un chapuzón pasó altivo y prepotente junto a las chicas que le miraron diferente, le veían más seguro.

Durante la comida, Pablo permaneció callado. Desde que había llegado había evitado cruzar la mirada con Laura, pese a que esta actuaba como si no hubiera sucedido nada. El adolescente no podía borrar aquella imagen de su cabeza. En la penumbra de su habitación, la amiga de su madrastra arrodillada practicandole una maravillosa mamada.

Tras el postre, los adultos decidieron ir a la playa. El chico, en cambio, prefirió quedarse en casa durmiendo:

-¿Y eso? –Le preguntó Laura, con un doble sentido que él solo pudo captar.

-Estoy cansado -. Respondió él sin mirarla a la cara.

Cuando todos marcharon, Pablo quedó solo en la casa. Se metió en su dormitorio y se desnudó antes de tumbarse en la cama. Su intención era masturbarse recordando la comida de Laura pero por alguna extraña razón, y pese a estar excitado, no lograba alcanzar el clímax.


Después de media hora larga y aprovechando que Rafa y Sara dormitaban al sol, Laura decidió dar un paseo. Se colocó la camiseta de Daysi sin sujetador y abandonó a la pareja.

Se alejó de ellos por la orilla y cuando les perdió de vista comenzó a andar tierra adentro en dirección a la urbanización. No tenía muy claro que aquello fuera una buena idea, pero su excitación era superior a la razón. Se autoconvenció diciendo que siempre acabamos arrepentidos de lo que no hicimos.

Entró en el apartamento con cuidado, todo estaba en silencio. Se dirigió al dormitorio y se encontró lo que suponía.

Cuando la puerta se abrió, Pablo estaba con su miembro erecto intentando masturbarse y totalmente desnudo. Ante él, Laura se quitó la camiseta mostrando sus tetas, luego soltó su melena, que llevaba recogida, y por último se deshizo de sus bragas dejando a la vista del adolescente una franja de vello púbico que cubría su sexo desde su monte de venus hasta sus labios mayores.

El chico abrió los ojos como platos y soltó su polla cuando la vio avanzar hacia él mordiéndose el labio.

Totalmente desatada, la mujer actuaba de manera casi irracional, movida por una extraña mezcla de morbo, peligro y excitación. La noche anterior había cruzado una línea roja y ahora no había vuelta atrás. Tenía que acabar lo que había empezado.

Gateando por la cama sobre Pablo, subió por sus piernas. Besó el miembro erecto del chico antes de seguir por su barriga y su pecho. Notaba el sexo como un volcán. Le ardía, le quemaba. Se acomodó en el regazo del adolescente y con su mano dirigió la polla hacia la hendidura ardiente de su vagina. Sentía como el miembro del hijastro de su amiga Sara avanzaba centímetro a centímetro en el interior de su coño. Un gemido delató su placer al sentirse penetrada.

Pablo no había sentido nunca algo igual. Su polla aprisionada por la musculatura vaginal de Laura al tiempo que ella subía y bajaba sobre él. El calor y la humedad hacían que todo su placer se concentrara en su glande a punto de estallar. Apenas un minuto consiguió aguantar antes de correrse de manera abundante en el interior de aquella mujer.

La mujer cayó sobre él. Se había quedado a medias pero le satisfacía el saber que había desvirgado al adolescente:

-Los siento -se disculpó tímidamente Pablo.

-No te preocupes, tenemos mucha tarde. -Avisó Laura excitada.

A la vuelta del baño, la mujer se encuentra a un chico ansioso que la abraza torpemente y le besa las tetas. Ella se deja hacer tumbada en la cama. Le va guiando lentamente la cabeza hacia abajo. Pablo entiende lo que Laura quiere y se dirige directamente a su entrepierna.

Ella abre las piernas y le ofrece su sexo que el chico no duda en devorar torpemente. Aún así, Laura siente mucho placer pese a que la ardiente lengua del adolescente no siempre acierta con el objetivo. Al final, la amiga de su madrastra le delimita su henchido clítoris con los dedos para que Pablo se centre únicamente en él hasta llevarla a un sonoro y maravilloso orgasmo.

A sus dieciséis, la capacidad de recuperación del adolescente desborda a la mujer. Aún sin reponerse del orgasmo, Pablo se le coloca encima. Con las piernas rodeando su cuerpo, Laura recibe una incansable penetración vertiginosa que le arranca gemidos de satisfacción.

Ahora sí. Ahora, Pablo se la está follando en condiciones. La penetra sin tregua mientras ella le clava sus uñas en la espalda y en el culo.

Antes de que se corra, ella le propone un cambio de postura. La mujer se coloca a cuatro patas, ofreciéndole una maravillosa visión de su culo y su coño.

El adolescente no duda en agarrarla por las caderas y sin previo aviso, da un certero golpe de cadera incrustándole la polla en lo más profundo del coño. Laura se agarra a las sábanas y hunde su cabeza en la almohada sabiendo la tremenda follada que le espera, ahogando los gemidos de placer.

Pablo, en estado de éxtasis no atiende a las súplicas de la mujer y durante casi diez minutos la penetra violentamente antes de correrse de nuevo en sus entrañas.

Ambos caen abatidos en la cama. La mujer se viste y se marcha de nuevo a la playa en busca de Sara y Rafa. Pablo queda dormido en el apartamento.

A última hora de la tarde, la invitada se despide de sus anfitriones y toma un taxi hasta la estación donde partirá hacia Valladolid, su ciudad. No hay despedida con Pablo que conoce su marcha varias horas después cuando despierta.