Fin de fiesta
¿Quién no ha pensado alguna vez en trajinarse al padre de su amiga? Lástima que las fantasías no siempre sean como uno las imagina.
Entramos en el cuarto de baño y Samuel se abalanza sobre mi. Antes de darme cuenta tengo el vestido morado y ceñido subido a la cintura, el culotte a medio bajar y su polla me bombea al ritmo de la música house de la discoteca. Encajo el ataque inclinada hacia delante, con los brazos estirados para apoyarme en la pared y la cisterna para mejorar el precario equilibrio sobre mis tacones negros. Él me manosea los pechos, gime fuerte y sigue follándome con vehemencia, cegado. Me mareo un poco, supongo que por el pedo que llevo y cierro los ojos. Siento el sexo húmedo, sus pelotas impactando contra mi. Se toma un breve descanso y sus labios se cierran contra mi cuello para succionarlo. Abro los ojos y me doy cuenta de que el suelo del baño está asqueroso, escucho risitas de chicas fuera y suspiro. Me descubro pensando que ojalá termine pronto, porque no siento nada y es entonces cuando le doy una coz. Lo aparto de mi, recoloco mi ropa interior y mi vestido. Está enfadado pero me da igual, salgo del baño y busco a mi amiga Claudia.
Conseguimos una copa besándonos para dos chicos. Ella me sobetea el culo, yo le toco los pechos. Lo hemos hecho muchas veces, pero esta consigue calentarme. En cambio, me resigno a irme con el calentón a cama después de lo de Samuel. Terminamos de beber y volvemos casa de Claudia. Tratamos de entrar sin hacer ruido, pero tropezamos y casi nos caemos. Acabamos enganchadas la una a la otra y cuando escuchamos un carraspeo, levantamos la vista y vemos a su padre desayunando en el salón.
El padre de Claudia siempre ha tenido ese aspecto de madurito potentorro. Después de las típicas preguntas de padre, Claudia y yo nos dirigimos hacia la habitación, pero entonces él pregunta si queremos desayunar y aunque mi amiga rehusa, yo acepto porque sé que o me echo algo al estómago o me marearé en la oscuridad. Claudia se despide y yo me siento en el sofá para servirme un café negro de la jarra que hay cerca de la mesa.
Permanecemos en silencio, y yo intento no mirar al padre de mi amiga. Robo sin preguntar una magdalena a medio comer y mastico, haciéndola bajar con un trago de amargo café, ni siquiera le he echado azúcar. Entonces, el contacto de los dedos del padre en mi cuello, apartándome el pelo, me hace dar un respingo. Hace una mofa sobre el chupetón y permanezco callada, incómoda, rodeando la taza tibia con mis manos.
Seguro que nunca te han dado un revolcón como es debido- dice. Mi sexo es presa de un pulso intenso y siento mis pezones endurecerse. “Joder, tranquilízate” pienso. Pero me humedezco los labios con la lengua, lentamente.
¿Crees que tú sabrías hacerlo?- me burlo en voz baja, aunque es casi un reto. Siento que comienzo a ruborizarme al asimilar lo que acabo de decir, pero esa embarazosa sensación desaparece bajo su intensa mirada. Dejo la taza sobre la mesa y dudo un momento antes de levantarme para sentarme de lado sobre sus piernas. Echo un brazo tras su cuello y respiro entre los labios, cerca de su oído-. Hazlo- susurro.
Mi piel se eriza al sentir su mano sobre una de mis piernas. Me muevo despacio, respirando contenidamente por la boca. Uno de mis dedos traza la línea de su mentón, sintiendo su barba incipiente. Me acomodo sobre su regazo y atrapo su labio inferior entre los míos.
- Házmelo- susurro, y su otro brazo pasa tras mi cintura. Lo beso con dulzura, acariciando su barbilla. Lamo sus labios antes de que los abra e introducir mi lengua en su boca, avivando así el movimiento de la mano que tiene en mi pierna, que asciende hasta tirar de mi ropa interior. Suspiro al notar cómo el encaje desciende hasta mis rodillas. Emito una pequeña queja al sentir que su mano abandona mis muslos, pero entonces lame sus dedos ante mi y después me los ensarta de forma fluída. Clavo las uñas en su nuca y gimo profundo, dulce y suave, pero también caliente, algo que se acrecienta a medida que empieza a estimularme. Pronto me humedezco, sintiendo un placer aún templado pero prometedor.
Muevo mi cadera para compensar sus movimientos y rozar así la erección que siento contra mi pierna. Me muerdo el labio cuando mordisquea mi cuello, descendiendo hacia mi escote. Respiro con mayor rapidez a medida que siento bajar la tela de mi vestido. Él lame mi canalillo haciéndolo lucir tan húmedo como mi feminidad que se hincha bajo sus atenciones. Desabrocho su pantalón y aprieto su erección sobre sus boxers, gimiendo entonces fuerte. Él me tapa la boca con brusquedad y me mira iracundo.
- Shhh...- suena a amenaza y tengo que cerrar los ojos cuando el movimiento de su mano adquiere tal ferocidad que hace que me tiemblen las piernas-. No querrás despertar a Claudia. Eso me enfadaría- asiento sumisa y entonces me quita el vestido por la cabeza. Un hábil movimiento después, mi sujetador sin tirantes cae a la alfombra, Palpa uno de mis pechos y pellizca mi pezón haciéndome jadear y presionar su piel, excitada. Mis dedos buscan el contacto directo con su erección para comenzar a pajearle-. Has puesto a papi muy cachondo- me besa entonces, egoísta.
Después me empuja contra el sofá, se coloca sobre este de rodillas y tomándome de las caderas hace que alce el culo. Clavo los codos contra los cojines sintiendo mis muslos mojados, mi sexo enrojecido y palpitante.
- Hazmelo...- susurro, quiero sentir esa polla férrea perpetrándome. Acaricia mi culo con un movimiento circular antes de azotarme, haciendo que mi espalda se arquee y yo eche la cabeza atrás-. Fóllame...- musito al sentir la punta de su polla toqueteando mi cálido humedal mientras se pajea un poco para endurecerla, lo que produce un sonido sórdido y carnal-. Quiero sentirte dentro d...
Me la clava, me llena y gimo fuerte, obligándome a callar mordiendo mi labio. Mis manos apresan los cojines. Me bombea fuerte, sus manos cogen mis nalgas separándolas y pronto siento su saliva sobre el ano. Gimoteo sintiendo cómo el sudor empieza a perlar mi piel y mi cuerpo cede a él cuando dilata mi culo con un dedo. Entonces, la magia se rompe. Ya no es “el padre de”, solo una polla tiesa deseando correrse. Bufo y giro la cara para mirarle, con su cara de macho narcisista y putero. Me pone, pero la que le va a enseñar cómo se folla soy yo.
Me aparto y me coloco en el otro extremo del sofá, de rodillas. Cuando él se acerca nos besamos y le quito la camiseta a tirones. Luego coloco la mano en su pecho y lo obligo a echarse atrás sentándome a horcajadas sobre él. Una de mis piernas permanece doblada sobre el sofá, la otra halla apoyo en el suelo aún sobre el vertiginoso tacón.
- Quiero montarte- le susurro con voz grave. Con toda su polla engullida en mi interior aprieto mis paredes vaginales y lanzo mi cadera hacia delante. Clavo las uñas en su piel, moviéndome en círculos, en ochos, aún pegada a él, mientras él me toca los pechos. Después me inclino un poco hacia delante, apoyando parte de mi peso sobre sus abdominales y comienzo a elevarme antes de dejarme caer de nuevo, con un gemido satisfecho. Mi espalda se arquea, mis pechos se muestran orgullosos ante él. Sigo, cada vez más fuerte, más rápido, más alto. Gimo cada vez que me ensarto en él, con tanto brío que el sofá se mueve y cruje. El gime a lo loco, y sonrío victoriosa pero pronto lo olvido. Él es ya solo un medio para conseguir un fin, incluso cuando mete un dedo en mi culo haciéndome gritar aunque pronto empiezo a sentir placer en ello-. Eres... un puto... cerdo que... se está follando... a la amiga de... su princesita mimada...- me burlo sintiendo contracciones en mi coño en cuanto él comienza a levantar la cadera con fuerza cada vez que me dejo caer, abriéndome hasta el límite. Siento que me voy a correr, y lo hago después de ver a Claudia observándonos desde el pasillo.
Su padre se corre justo después, mientras boto unas últimas veces de consolación y entonces entra la madre de Claudia, quien se suponía que tenía que estar volando hacia Berlín en un vuelo que ha perdido.