Fin de fiesta de locura con una transexual
La vida me regaló la oportunidad de cumplir una de mis más deseadas fantasías eróticas, gracias a Vanesa
Hola amiguis y cómplices.
Esta ocasión les compartiré la linda experiencia que viví con una transexual, a escondidas de tío Carlos. La oportunidad se presentó y no quise dejarla pasar, porque esa era una de mis más deseadas fantasías eróticas.
Debo advertir que fuera de lo puta y zorra que soy en la intimidad con mi amante, en la escuela trato de comportarme como un joven normal, sociable y sin amaneramientos.
Un fin de semana mis compañeros de clases organizaron una fiesta para celebrar el cumpleaños de Esteban, sin duda el chico más popular del grupo, en parte por la fortuna de su familia pero mayormente por su carácter alegre.
En casa dije que debía hacer un proyecto escolar en equipo y trabajaríamos hasta muy noche, así que me quedaría a dormir con unos amigos.
La reunión se llevó a cabo en un departamento de soltero de la colonia Providencia, zona de clase media alta de Guadalajara.
Llegué alrededor de las 10 de la noche. El ambiente, a media luz, estaba muy animado, lo que era comprensible entre una docena de jóvenes estudiantes, hombres y mujeres, que deseaban divertirse, olvidarse de la rutina, y por ello iban sin parejas.
Como casi todos nos conocíamos era muy fácil integrarse a cualquier grupo.
En grupos pequeños charlábamos ruidosamente entre risas, carcajadas, alcohol y casi seguro otras substancias fuertes.
Atrajo mi atención una preciosa chica morena clara, unos diez centímetros más alta que yo, esbelta, con cabello negro, rizado estilo afro. Tenía labios carnosos, sensuales, y ojazos verdes que aumentaban su exótica belleza. Su figura resaltaba enmarcada por un vestido corto casual, color azul marino. La hacían más atractiva sus movimientos felinos y lascivos pero muy naturales.
Para mi fortuna noté que no le fui indiferente. Conectamos cuanto chocaron nuestras miradas. Animado por el impacto que me causó a primera vista, y más aún por el alcohol ingerido, me acerqué a ella con la ilusión de iniciar una amistad aunque fuera ocasional.
-¡Hola! -le dije para romper el hielo-. No quiero ser inoportuno, pero me gustaría charlar un poco contigo.
-¡Hola! -respondió con voz melosa, acariciante, propia de las mujeres que con sólo una palabra te prometen un mundo de lujuria y depravación.
-Mi nombre es Colin. ¿Y el tuyo?
-¿Colin? -quiso asegurarse al tiempo que sonrió un tanto intrigada, mostrando su blanquísima dentadura, enmarcada por sus libidinosos labios rojos-. Parece nombre de mujer... pero te va muy bien.
Por un momento pensé que había descubierto mi lado secreto, y aunque no me disgustó, para disipar cualquier sospecha aclaré:
-Es masculino, originario de Irlanda y me agrada mucho... Tú sabes... Capricho de mi madre porque me concibió durante su luna de miel en ese país...
-¡Jajaja! No te aflijas. fue sólo un broma. Además, ya he dicho que te sienta muy bien... Yo me llamo Vanesa.
Entrados en confianza me contó que era muy amiga de Esteban y éste frecuentemente la invitaba a sus fiestas, «en las que hay de todo».
Además de hermosa Vanesa era muy simpática y abierta. Tenía una charla interesante y gestos sumamente graciosos. Fluía de ella un no-sé-qué así como un perfume cautivador, y no exagero al afirmar que me tenía en extremo subyugado.
La mezcla de alcohol y otras substancias provocaron que la reunión subiera de calor. Los grupos se fueron desintegrando y con la complicidad de la media luz se formaron parejas, algunas de hombres y de mujeres.
Como la música era suave e incitante, algunos aprovecharon la penumbra para bailar muy pegadito y acariciarse sin importarles nada más. Al cabo de un rato buscaron espacios más íntimos para dar rienda suelta a su deseo carnal.
Vanesa y yo lo vimos como algo natural. Seguimos bebiendo y charlando de temas livianos, pero sin duda excitados ante esa panorámica.
Al fin ella tomó la iniciativa. Se levantó y me tendió la mano.
-Tratemos de imitarlos -comentó, invitándome a bailar-. Esteban en sus fiestas quiere cómplices, no testigos.
Acepté desde luego. Era la oportunidad que esperaba para tener más cerca ese monumento de mujer y sería muy estúpido desaprovecharla.
El voluptuoso cuerpo de Vanesa y el erotismo de la canción «Yo quiero ser una chica Almodóvar», en la voz de Joaquín Sabina, como fondo musical, me provocaron una erección que ella sintió de inmediato aunque no se inmutó, tal vez porque percibió que el calibre de mi «arma» era tan pequeño que no representaba peligro.
Para mi sorpresa, la proximidad de nuestros cuerpos también causaron en ella una reacción cachonda. Animado por la generosa cantidad de alcohol empecé a acariciarla y le di un beso en la boca. A ella pareció agradarle y fue el indicio de que podía llevar mi osadía más adelante.
Primero bajé lentamente mis manos por su espalda hasta llegar a las nalgas, que froté por unos instantes. Vanesame tomaba por la cabeza y me besaba los labios, el cuello y las orejas. Mi calentura se elevó al máximo. Por instinto busqué su concha, y... ¡Sorpresaaaa!
Imaginé que encontraría un coñito cálido, húmedo por el ambiente libidinoso y el apetito sexual, pero mi mano tropezó con un bulto duro, de buen tamaño. Confieso que el inesperado hallazgo me desconcertó y eso pareció divertir a Vanesa.
-Sí, cariño, soy travesti -dijo al notar mi turbación-. Si te incomoda podemos sentarnos y continuar platicando...
-No -la atajé-. En realidad disto mucho de ser un mojigato; soy de muy amplio criterio, sólo que jamás imaginé que además de lo hermosa que eres tuvieras algo extra... un caramelo...
-¡Y qué caramelo, Colín, qué caramelo! Si deseas puedes tocarlo, sentirlo. Con toda confianza. Dejaré que lo hagas sólo porque me has caído muy bien, pero no me culpes de lo que suceda después.
A pesar de las bebidas y de mi cachondez, mis prejuicios me hicieron dudar en aceptar la provocación.
-No sé... -titubeé-. Me apenaría mucho que alguien nos viera y lo divulgara... sobre todo en la escuela...
-Pierde cuidado, cariño. Como ves, todos aquí están entregados a lo suyo sin importarles los demás. Además, ya te he dicho que Esteban quiere cómplices, no testigos. Así hay total certeza de que lo que aquí pasa, aquí se queda.
Para convencerme de que no había nada que temer me agarró el pene sobre el pantalón.
-¡Mmmmm! ¡Parece que nuestro amiguito está irritado y quiere salir a retozar! No es justo que permanezca encerrado, démosle un poco de libertad.
Se agachó frente a mí, bajó la cremallera de la bragueta, sacó mi verga, la besó y comenzó a chuparla como una auténtica puta.
Con su diestra lengua recorría el glande causándome un inmenso placer. Luego la metía y sacaba en su boca. Como si fuera necesario, la tomé de los cabellos para que lo engullera completo, y ella colaboraba jalándome por el trasero. En ese momento deseé que mi polla fuera más grande.
Después de varios minutos suspendió el chupeteo, al sospechar que estaba yo a punto de vaciarme.
-¿Te gusta, cielo? -me preguntó.
-Desde luego que sí -respondí-. Faltó muy poco para que me hicieras eyacular. Eres una maestra del sexo oral.
-Vayamos a un sitio más cómodo -dijo, y me llevó a una habitación en la parte trasera del apartamento. Supuse que era su recámara porque abrió con una llave que guardaba en la bolsa de mano.
Llamó mi atención la cama king size. Imaginé la gran cantidad de cosas que podrían hacer en ella dos o más personas y disfrutar el sexo a plenitud.
Me impresionaron dos espejos gigantes, casi de pared a pared, y uno parecido en el techo, así como cuatro pantallas gigantes con sus respectivas videocámaras en sitios estratégicos, para que los actores puedan mirarse mientras follan .
Pensé lo fabuloso y excitante que debía ser participar en un encuentro sexual en pareja o en grupo, y al mismo tiempo verme dar y recibir placer al tope «en vivo y a todo color».
Me gustaba que Vanesa llevara la iniciativa y también que se dejara querer. Mientras acariciaba mi pene, bien erecto como consecuencia de la soberbia chupada, nos abrazamos, nos besamos y nuestras lenguas se enlazaron con voracidad
Ávido por constatar las características del caramelo que llevaba entre las piernas, levanté un poco su falda y llevé la mano hacia el paquete.
Con sumo cuidado palpé la verga, que era de tamaño más que regular y tenía la firmeza de un palo.
-¡Tócala, bebé! Es toda tuya esta noche -me dijo con voz tan melosa como sensual-. Sácala y mírala. Estoy segura de que te gustará y querrás tenerla en la boca y en el culito.
-Vanesa, creo que estás en un error... -balbuceé un poco apenado, de nuevo por el temor de que hubiera descubierto mi «lado obscuro».
-Vamos, cariño, de lejos se ve que te encanta la verga y estás deseosa de dar salida a la zorrita que llevas dentro No hay nada de malo en ello. Piensa que la existencia es muy breve y por ello debemos hacer lo que nos plazca, sin perjudicar a nadie.
Sus palabras y el creciente efecto perturbador del alcohol agotaron la poca resistencia que me quedaba.
Además, ya era tiempo de dejar de hacerme la difícil. Pensándolo bien, la vida se portaba tan bien conmigo que me ofrecía la oportunidad de tener una experiencia que podría ser inolvidable.
Coger con una travesti figuraba entre mis más recurrentes fantasías sexuales. Travestis y transexuales activas son mi fascinación, pues tienen la fortuna de dar y recibir placer. Varias veces pensé decir a tío Carlos que hiciéramos trío con una de ellas.
Al fin dejé de lado los escrúpulos y decidí dejarme llevar por mi pareja. Alcancé el pene y sobre la tanga lo acaricié por unos instantes.
-¡Mmmmm! ¡Qué rico sabes hacerlo! -murmuró Vanesa- ¡Qué suave y cálida es tu mano! ¿Te gusta? ¿Verdad que te encanta la verga?
-Sí, me fascinan las vergas largas y gruesas -respondí todavía un poco receloso-. Y creo que la tuya es bastante grande...
-No seas tímido, cariño. ¿Por qué no sales de dudas? Mírala y dime cómo te parece
Me arrodillé, metí la cabeza bajo la falda, y con mis labios recorrí la dilatada longitud del miembro aún protegido por la braga.
Vanesa asió mi cabeza y delicadamente la movía para todos lados mientras ondulaba su cuerpo enervado por el calor de mi boca. Yo también disfrutaba muchísimo al constatar el efecto que le provocaba. Aparté la tanga y eché afuera el pene. Ella se levantó el vestido y pude verlo en toda su hermosa rigidez.
-¡Wow! ¡Sí que es enorme! -dije sorprendido y abrí mi mano para calcular cuánto medía. Pasaba de veinte centímetros, y el grosor era más que regular. De color claro, tenía el glande descubierto, brillante, adornado por gotas de líquido seminal que invitaban a lamerlo.
-¡Te gusta, bebé? -dijo- Quieres besarla, ¿no es así? ¡Adelante!, tienes mi permiso... Activaré la videocámara para que veas cómo lo haces.
Con ambas manos agarré la monumental verga desde la base y la agité con deleite, extasiado ante su apetecible poderío.
-¡Es preciosa! ¡Me encantaría morderla, comérmela a besos! ¡Te daría mi alma a cambio de que me dejaras tenerla por el resto de mi vida!
Comencé por recorrer el glande con los labios entreabiertos. Luego lo lamí cual si se tratara de un caramelo, y seguí con el tronco hasta los testículos.
Vanesa estaba en éxtasis. Podía verla en el monitor por las cámaras programadas con cambios de ángulo automatizados. Lentamente se quitó el vestido y un sexy conjunto de lencería azul, de dos piezas.
Puso sobre la cama la pierna derecha un poco separada de la izquierda, para facilitarme la tarea. Comprendi que quería que yo le chupara el culo y no me hice del rogar. En esa posición su hoyito quedó un poco abierto, así que me fue fácil introducir la punta de la lengua.
Sentí al momento que se estremeció de goce. Se agachó un poco y el agujerito abrió más aún. Después empezó a mover las caderas rítmicamente mientras se masajeaba y besaba las tetas.
Chupar el culo de Vanesa me transportaba a la gloria. Mi lengua recorría las orillas y yo cerraba los ojos para saborearlo.
Se apartó, giró el cuerpo y quedamos frente a frente, pero siguió de pie y yo de rodillas. Me plantó un largo beso en la boca, luego me hizo abrirla y dejó caer un hilo de saliva.
Lejos de molestarme su atrevimiento elevó mi morbosidad. Me encantó sentirme dominado, sometido por un ser tan hermoso en una cátedra de arte sexual que recordaré por siempre.
Para mi mayor felicidad Vanesa se despatarró en el borde de la cama y dejó el pene al aire. Hinchado a más no poder, retador se balanceaba con la cabeza brillante por el líquido seminal.
Volví a tomarlo por la base y lo sacudí aún más, extasiado por esa hermosura que incrementaba mi cachondez. Lamí el glande para saborearlo. Como el objeto sagrado que era lo besé con devoción y enseguida lo recorrí hasta los testículos con la lengua.
Colocó las piernas sobre mis hombros y me atrajo hacia ella, me sujetó la cabeza y de un golpe introdujo el falo hasta el fondo.
La acometida casí me ahogó y me provocó gran cantidad de saliva. Con los ojos llorosos la tomé con una mano, bañé el soberbio trozo de carne para volver a chuparlo, mientras me veía en el televisor como un cachorro pegado a la teta de su madre.
-¡Chupa, chupa! ¡Qué rico lo haces! -exclamó-. ¡Y bésame el culo, bésamelo!
Atendiendo al deseo de mi ama, dirigí mi lengua hacia su agujero y recogí la abundante saliva que escurría por los testículos sin duda llenos de leche.
Después nos pusimos de pie. Nos fundimos en un abrazo apasionado, nos besamos casi con furia y le compartí el fluido colectado de su ano.
Agarró mi pene y suavemente lo estrujó con el suyo. Era divino sentir el contacto piel a piel, aunque su verga superaba por mucho el tamaño de la mía.
Acto seguido me recostó en la cama, me proporcionó una mamada monumental con beso negro incluido. En el máximo de la calentura lo que más deseaba yo era tener adentro el delicioso caramelo y le rogué que me cogiera.
-Por favor, cariño, ya cógeme. Me has puesto muy cachonda. Quiero sentir tu verga entrar en mi rajita y vaciarme mientras me coges mirándonos en los espejos y en las pantallas.
Vanesa me puso en posición para ser captado por una cámara de video. Me levantó las piernas y golpeó mis nalgas con el caramelo.
Jugueteó el glande en la entrada, le untó saliva y lo introdujo, provocándome un dolor leve pero muy agradable. Además me fascinó ver en las pantallas cómo la metía.
-Bien, putita, veo que estás lista. Voy a cogerte sin condón, quiero sentir cómo me aprietas la verga y haces que me corra porque te daré la mejor follada de tu vida.
Me puso en cuatro patas sobre la cama, se embadurnó la impresionante verga con abundante saliva y apuntó hacia el culo.
Ya que entró la cabeza miramos al espejo más cercano. Fue fascinante ver cómo el caramelo de Vanesa me horadaba lenta, muy lentamente, hasta que la tuve toda adentro.
Comenzó a cogerme riquísimo. Unos momentos lo hacía despacito y otros con furia, siempre sacando todo el pene y metiéndolo hasta el fondo.
Mirarme dominada por una bella mujer me causó un placer fuera de lo normal. Como además estaba muy bien dotada, con una herramienta que sabía usar de maravilla, mi lascivia se elevó al mil por ciento. Estaba yo gozando de la cogida como una auténtica zorra y la estimulé más aún.
-¡Así, así, fóllame como a una puta! ¡Destrózame el culo! ¡Cógeme duro, duro!
Nuestras mentes trabajaban a todo vapor. Estábamos tan íntimamente unidos por el sexo que cuando yo hacía un movimiento para profundizar la penetración, Vanesa lo entendía y me seguía la idea. Las palabras salían sobrando.
A gatas y con el pene clavado hasta el tope me moví hacia el centro de la cama. Alcé la grupa invitándola a que me montara como a una yegua.
¡Fue lo máximo! Con las manos distendió mi rajita y la expuso a la cámara. Mi culito estaba muy abierto por el mete y saca pero se contraía y se dilataba exigiendo más y más de esa preciosa verga.
Mi amante lo besó y enseguida comenzó a cabalgarme como una condenada. El vigoroso masaje en el ano me provocó un orgasmo fenomenal, que no había yo logrado con tío Carlos.
La corrida hizo que mi cuerpo se convulsionara, mi esfínter anal se contrajo como queriendo aprisionar al precioso invasor.
Vanesa dio gritos ahogados que me anunciaron que estaba a punto de correrse. No me equivoqué. Metió la verga hasta adentro y quedamos abotonados. Al instante sentí varias descargas de leche mientras ella gozaba en los estertores que acompañan al orgasmo, y cayó desfallecida sobre mi espalda. Tuve la dicha de admirarla en todo su esplendor tanto en los espejos como en los televisores.
Permanecimos unidos varios minutos. Yo estaba llena de contento por la cogida, y muy satisfecha por haberla hecho vaciarse en esa forma.
Luego le chupé el pene hasta sorber la última gota de leche. Sabía riquísima y sin duda tuvo una abundante descarga, como lo mostraban los hilos que corrían por mis nalgas.
Vanesa los recogió con la lengua y me los compartió en un apasionado beso, con la promesa de vernos más seguido y superar lo que vivimos en este nuestro primer encuentro.
Espero que mi relato les haya gustado, y agradeceré que me dejen saber sus comentarios en el portal de Todo Relatos, o en el e-mail powellcolin66@gmail.com