Fin de curso
Una alumna va a celebrar el final del instituto, pero la fiesta no es como se esperaba...
Anochecía, a medida que el sol se ocultaba la ciudad despertaba, se animaba y las céntricas calles comenzaban a llenarse de jóvenes dispuestos a pasarlo bien. María era una de ellas, aunque no lo estaba pasando precisamente bien en ese momento.
"Joder" pensó mientras miraba el reloj "yo, la única que ha sacado matrícula de honor llegando tarde a la fiesta de graduación". Se apresuró en dirección al restaurante en el que toda su clase celebraba el fin de su último año de instituto con una cena y luego irían a una discoteca. María había perdido bastante tiempo arreglándose pero lo cierto es que había merecido la pena: El ceñido vestido negro y corto que se había enfundado realzaba sus pechos y dejaba al descubierto sus bien torneadas piernas, sus dos mejores bazas con los hombres ya que su rostro era mas bien alargado y vulgar, aunque desde luego el resto del cuerpo lo compensaba con creces. Su pelo, rizado y negro, le caía ordenadamente sobre los hombros.
Tras unos minutos de veloz caminata giró la esquina y llegó a la apartada calle sin salida en cuyo fondo estaba el restaurante, un italiano. Aliviada, María se dirigió a el con rapidez y entró. El vestíbulo estaba vacío y silencioso salvo por un lejano murmullo, como el de una persona que hablase en voz baja.
María cerró la puerta y se dirigió al espacio reservado para su clase, el bar tenía tres, grandes habitaciones alargadas con una única puerta y separadas entre si por muros con cristaleras, de tal forma que los que estaban en una habitación podían ver a los de la otra. La recién llegada entró en la de la derecha con una sonrisa, sonrisa que se tornó en desconcierto al verla vacía. A través de las ventanas vio a todos sus compañeros en la habitación de al lado.
"Claro, que tonta" pensó, le había parecido que el sonido venía de aquella habitación porque alguno de los ventanales estaban rotos, seguramente debían de ser cristales insonorizados. Se dispuso a salir y entrar en la otra sala antes de que alguien se diese cuenta pero entonces oyó algo que la detuvo.
Todas las voces de sus compañeros, todos a una, como si una sola voluntad los manejase, hablaron..
-¡Si, amo!- dijeron con una voz monocorde, sin ningún rastro de emoción en ellas.
María giró bruscamente la cabeza, frunciendo el ceño, no se les ocurría ninguna situación en las que sus amigos y amigas pudiesen decir es... ¿qué demonios...? A través de los cristales se fijó en sus compañeros, todos y cada uno de ellos, incluso los profesores, estaban de pie, totalmente erguidos con sus cuerpos en una rígida e incomoda posición, como si tuviesen todos los músculos de su cuerpo en tensión ¿Qué estaban haciendo?
Se fijó en que Ana, una de sus amigas, miraba directamente en su dirección, también estaba en aquella extraña postura. María le hizo un gesto interrogativo para llamar su atención pero Ana no movió ni un musculo, María entrecerró los ojos y un escalofrío la recorrió cuando vio los ojos vidriosos, la mirada perdida y los labios semiabiertos en una expresión estúpida, ausente. "¿Qué les pasaba a todos?" Se preguntó María mientras el nerviosismo la invadía. Fue entonces cuando, todos a una, volvieron a hablar.
-¡Si, amo!- La voz de los treinta chicos y chicas retumbó por el vacío bar. María se llevó un susto de muerte e instintivamente se agachó, escondiéndose tras la parte baja de la pared, que era de ladrillo y no de cristal. Recorrió con sus ojos toda la habitación, viendo a todos sus amigos y amigas totalmente inmóviles en aquella antinatural postura y con aquella inquietante mirada vidriosa. El único movimiento que vio provenía del escenario, donde había alguien subido.
María abrió los ojos desmesuradamente al ver de quien se trataba, era Juan, el chico mas introvertido y callado de la clase, cuyos extraños gustos y forma de actuar lo hacían el blanco de las burlas de toda la clase. ¿Como es que el era el único que estaba normal?¿sería el el responsable del estado en el que se encontraban todos?¿los habría drogado?¿el era el tal "Amo"? Las preguntas se agolparon en la mente de María "Cálmate" pensó "Calmate y a ver si puedes averiguar que demonios esta pasando".
El chico se movió por el escenario, activando seis cámaras con trípode que grababan todo el tablado, tras ellas había cuatro chicos, también con los ojos vidriosos y "firmes" pero se diferenciaban de sus compañeros en que tenían cámaras de video y foto.
-Bien- dijo Juan cuando hubo acabado -Que comience el espectáculo-
A un gesto suyo dos de los "cámaras" se adentraron en la inerme y rígida multitud hasta acercarse a dos chicas, a las que comenzaron a grabar y fotografiar.
-Y que mejor comienzo...- continuó Juan con una perversa sonrisa -que con las dos chicas mas deseadas del instituto, Paula, Leticia, desnudaos-
Apenas hubo acabado de decir su autoritaria orden cuando, con precisos, mecánicos e inquietántemente simultáneos movimientos, ambas chicas dejaron caer sus vestidos y se despojaron de su ropa interior, quedando solo con los tacones. María abrió los ojos como platos, incrédula ante lo que estaba viendo, Paula y Leticia eran las dos chicas mas populares del instituto y siempre se comportaban de manera arrogante y superior, y ahora estaban obedeciendo las ordenes del último mono en la jerarquía de la clase. Mas preguntas se agolparon en su mente pero pronto pasaron a un segundo plano cuando Juan volvió a hablar.
-Anda, venid aquí gateando como las perras que sois-
Ambas chicas cayeron al suelo a cuatro patas y comenzaron a moverse entre sus compañeros, gateado, mientras los cámaras se aseguraban de que cada segundo de esa humillación quedase para la posteridad. Los cuerpos de ambas chicas contrastaban, el de Paula era de una voluptuosidad fuera de toda medida, sus enormes pechos se bamboleaban con cada gateo, al igual que sus anchas caderas que desembocaban en un impresionante culo que se ofrecía, tentador, en aquella postura. El cabello corto y rubio tintado le caía sobre el rostro de pómulos marcados que lucía aun aquellos ojos vidriosos y expresión ausente.
A su lado, Leticia, que era mucho mas morena de piel y tenía el cabello castaño y rizado, parecía menos atractiva pero si bien es cierto que su cuerpo no era tan explosivo también lo era que en belleza superaba a su inseparable amiga.. Gateando al unísono con una precisión que mas quisiera cualquier militar, ambas chicas subieron al escenario, quedando a cuatro patas frente a Juan.
-Muy bien, perras- dijo este mientras acariciaba los cabellos de ambas chicas, las cuales mantenían la mirada al frente, como si el no estuviese frente a ellas -Ahora decidme- continuó -¿Qué sois?-
-Solo somos tres agujeros para tu verga, depósitos para tu lefa, ordena y obedeceremos- dijeron con una sola voz.
-¡Muy bien!- rió el chico -Aquí esta vuestro premio-
Con un fluido movimiento se desabrochó el pantalón dejando al descubierto su erecto miembro -Chupármela- ordenó.
Al oír el mandato, Paula y Leticia se pusieron de rodillas y acercaron sus rostros a aquella torre de carne, cada una por un lado como si fuesen a besarse. El chico suspiró de placer al sentir aquel delicioso contraste, los labios gruesos de Paula y los finos de Leticia, los lengüetazos de una y los mordisquitos de otra... ambas chicas recorrieron aquella verga en toda su extensión hasta llegar al glande, donde sus labios se unieron.
El sonido del lésbico beso resonó por toda la habitación junto con el suave gemido de Juan, las chicas repitieron el recorrido en dirección inversa, hasta que sus mejillas chocaron con el vientre de su amo. Al rato Paula engulló aquella verga formando una O con sus gruesos labios, movió frenéticamente la cabeza hasta que su nariz tocó el vientre de Juan, entretanto si compañera se agachó un poco y engulló los testículos de su amo, jugueteando con ellos en el interior de su boca, apretándolos con sus labios y acariciándolos con su lengua. Pronto cambiaron los papeles y fue Leticia quien engulló aquella polla que las subyugaba, y Paula quien lamía los testículos o la parte del tronco que su amiga no podía tragar. Juan suspiró de placer mientras apoyaba sus manos en las cabezas de las chicas, ante aquellas atenciones no tardó en correrse. Se separó algo de las esclavas, soltando abundantes chorros de semen que cayeron sobre los rostros de las dos chicas, su pelo y su pechos. Acabada su labor ambas volvieron a mirar al frente como si Juan fuese invisible
El rió al verlas llenas de su leche, cuan distintas eran ahora las cosas -Limpiaos- ordenó. Sus dos esclavas se giraron y se besaron, entrelazando sus lenguas y deslizándolos por sus rostros. Provocando sensuales ruiditos en una pugna por ver quien devoraba mas de aquella deliciosa semilla. No tardaron en estar bien limpitas y con las caras brillantes por la saliva..
-Buenas perras, buenas perras- repitió, aún estremecido por el orgasmo, sin embargo el lascivo espectáculo de ambas chicas lamiendo la lefa del rostro de la otra hizo que pronto su miembro volviera a erguirse.
Poseído por una ardiente calentura y una embriagadora sensación de poder. Juan les ordenó que se colocasen en el suelo la una junto a la otra, exponiéndole sus indefensos y tentadores orificios. Aferró con fuerza las anchas caderas de Paula, resbaladizas por el sudor, y la penetró violentamente arrancándole un gemido de sorpresa, el interior de su sexo era cálido y húmedo, Juan imponía el ritmo de la follada moviendo las caderas frenéticamente, hundiendo su verga hasta el fondo y haciendo rebotar sus huevos contra las carnes de la chica, quien chillaba de placer mientras se frotaba el chorreante sexo con fuerza. Cuando Paula estaba al borde del orgasmo, Juan se separó de ella y se acopló a Leticia, encorvándose sobre ella y aferrándole los pechos mientras se introducía en ella.
Fue alternando así entre el coñito de Paula, totalmente depilado, y el de Leticia, cubierto por una fina capa de vello, entre las anchas caderas y grandes pechos de una y las formas sutiles y morenas de la otra, llenándolas con su pene mientras ellas rompían el hipnótico silencio que inundaba la sala con sus incoherentes gemidos y gritos de placer.
Se corrieron una y otra vez cada vez que Juan lo ordenaba, retorciendo sus cuerpos por el placer mientras sus fluidos chorreaban por sus muslos, pronto perdieron la cuenta del número de orgasmos, convertidas en maquinas de placer, sin cerebro no voluntad, eran, como ellas mismas habían dicho, tres simples agujeros.
Acabaron cayendo al suelo rendidas, la visión de aquellas arrogantes y presuntuosas tiradas en el suelo, con sus cuerpos temblorosos por la follada, con la piel perlada por el sudor y los fluidos, con el cabello apelmazado y desordenado. Se habían cambiado las tornas, ahora era el quien se reía.
Pero aquello no había acabado. Sintiendo cerca el orgasmo Juan salió de ellas y con un sordo gruñido eyaculó sobre el suelo del escenario.
-Paula, Leticia, quiero que limpies mi lefa del suelo...con vuestra lengua- dijo con una aviesa sonrisa.
La humillante venganza se consumó cuando ambas chicas se pelearon como perras hambrientas por las manchas de lefa que cubrían el sucio suelo, deslizando sus lenguas por el lo mas rápidamente posible para pasar a la siguiente mancha antes que la otra mientras las cámaras lo grababan todo.
María lo había contemplado todo desde su escondite, con cierta satisfacción todo sea dicho, siempre había odiado a aquellas dos creídas pero aquello estaba yendo demasiado lejos. Instintivamente sacó el móvil y comenzó a marcar el número de la policía pero no tardó en darse cuenta de la tontería que suponía aquello, si de verdad tenía controlada a toda la clase le bastaría con ordenarles volver a la normalidad antes de que llegase la policía, además, ¿que iba a decirles, que un alumno tenía controladas las mentes de toda su clase?, ella tampoco se lo creería de no ser porque lo estaba viendo. Necesitaba pruebas, se quedaría allí y aguardaría alguna oportunidad para apoderarse de las cintas o descubrir como controlaba a sus compañeros.
La voz de Juan la sacó bruscamente de sus pensamientos, dos chicas mas se habían desnudado y se dirigían a cuatro patas hacia el escenario. Paula y Leticia estaban inmóviles tras Juan, de pie con las piernas separadas y agarrándose los pechos, como ofreciéndose, era una postura humillante.
María palideció al ver a las dos nuevas víctimas, eran Yasmina y Marta, dos buenas amigas suyas, la impotencia y la rabia la invadió al ver sus desnudos cuerpos. Marta no era especialmente guapa, de hecho su cara era mas vulgar que otra cosa, y su cuerpo tampoco era nada del otro mundo, tenía poco pecho, sin embargo su culo era... perfecto, dos redondeadas medias lunas de carne suave, prieta, tentadora... Yasmina en cambio era probablemente la mas deseada después de Paula, tenía el cabello largo y castaño claro, casi rubio, su rostro de rasgos redondeados era verdaderamente precioso y de cuerpo no estaba nada mal, sus tetas hasta podían competir con las de Paula.
Cuando subieron al escenario Juan se ahorró la humillante pregunta, estaba demasiado caliente para eso. Aferró de los pelos a Yasmina y hundió su rostro entre las nalgas de su amiga Marta.
-Lamele el culo a tu amiguita, perra- ordenó.
De inmediato Yasmina se aferró a las nalgas de Marta, separándolas y rozando su pequeño asterisco con la punta de su lengua, dando lametones, chupones, besos y mordiscos que le arrancaron gemidos de placer a su compañera. Juan no aguantó mucho como mero expectador, apartó a Yasmina de un empellón y agarró a Marta por las hombros apoyando la punta de su glande en el pequeño y humedecido orificio. Se sonrió antes de, con una brusca embestida introducir su pene al completo, venciendo toda resistencia y sintiendo como aquella cálida cavidad se contraía, atrapando su miembro como si quisiera estrujarlo. Marta gritó y se retorció de dolor anta la súbita intrusión, el pene de Juan no tardó en verse impregnado de sangre aunque esto no pareció inquietarle, mas bien al contrario, sus penetraciones cobraron ritmo y fuerza y continuó masacrándole el culo mientras ella lloraba y gritaba, logrando tan solo excitar mas a su amo. Pasó un buen rato hasta que Juan llenó con su semen aquel destrozado agujero.
En cuanto se separó, Yasmina, aun con su orden en mente comenzó a limpiar la lefa que cubría el trasero de su lloriqueante amiga. Juan rió satisfecho al ver aquello.
-Para- le ordenó antes de cogerla de las caderas y colocarla también a cuatro patas sobre Marta de forma que podía acceder fácilmente a los cuatro agujeros de sus perras. Demostrando una resistencia inaudita comenzó a penetrar el culo de Yasmina como lo había hecho con el de Marta. Ambas chicas unieron sus chillidos, lloros y quejas al sentir como sus estrechos agujeros eran follados sin piedad. Juan fue de culo en culo, disfrutando como nunca hasta que no pudo mas y eyaculó, llenando esta vez el culo de Yasmina.
Resollando por el esfuerzo el chico se apartó de ellas y les ordenó limpiar su flaccido pene. Ambas chicas lo hicieron, moviendo frenéticamente sus lenguas, lamiendo su propia mierda, sangre y fluidos mientras eran grabadas, le dejaron la verga limpita, enrojecida y brillante por la saliva. Al acabar se levantaron por orden de Juan y se colocaron junto a Paula y Leticia, en la misma postura humillante, con las piernas separadas y ofreciendo sus tetas.
María apenas podía dominar su rabia al ver lo que ese hijo de puta estaba haciendo a sus amigas, se sentía impotente ¡tenía que detenerlo! Pero no sabía como, solo podía esperar a que ocurriese algo, a que hubiese una distracción y quizá entonces...
Como si hubiese estado escuchando sus pensamientos, la voz de Juan se alzó de nuevo interrumpiendo sus divagaciones.
-Bueno...- suspiró -y ahora la siguiente pareja, ¡Estefanía y María!-
Esta ultima sintió como un escalofrío la recorría de arriba a abajo, ¡Eran ella y su mejor amiga, se daría cuenta de que no estaba en la habitación! Tenía que salir de allí pero los nervios la tenían inmovilizada.
Entretanto Estefanía, que se encontraba cerca del escenario, comenzó a desnudarse, pero Juan se dio cuenta de la total falta de movimiento en el resto de la sala María no estaba.
-¡Buscad a María!- gritó pálido.
La aludida se agachó, ocultándose por completo tras el muro. Fue entonces cuando oyó la voz de Ana, la chica con la que había intentado comunicarse al principio.
-Esta allí, Amo- dijo con voz fría, señalando al escondite de María.
Aterrorizada, María se deshizo de los tacones y echó a correr. Logró alcanzar la puerta principal y salir a la calle mientras Juan corría, obstaculizado por sus propios esclavos. La chica se movía como alma que lleva el diablo, llegó al final de la calle cuando su perseguidor apenas había llegado a la mitad. Tuvo que pensar con rapidez, detuvo un taxi casi saltando frente a el y se metió dentro.
-¡A calle Olías, rápido!- tenía que llegar a su casa, alertar a la policía, a alguien, tenía que...
Cuando Juan llegó a la carretera el taxi ya estaba lejos, se le había escapado, sin embargo tenía una cansada sonrisa en su rostro en lugar de preocupación. Lentamente, como disfrutando del momento, sacó su teléfono móvil...