Fin de curso con los amigos - Parte 3

Tercer día de viaje, segundo polvazo con Nacho y confesiones increíbles.

El tercer día de viaje, por suerte para mi cuerpo y mi corazón, comenzó bastante tranquilo. Cada vez que Nacho y yo cruzábamos la mirada, a los dos se nos escapaba una sonrisa que intentábamos disimular. La verdad es que mi mayor temor era que después de nuestro encuentro Nacho se arrepintiera y me castigara a base de ignorarme, pero la verdad es que su actitud no me pudo haber sorprendido más.

Aquel día decidimos quedarnos en casa por la mañana, los que habían ido de fiesta tenían una resaca de muerte, y la verdad es que los demás estábamos un poco vagos. Pero yo no quería desaprovechar mi viaje de final de curso encerrado en casa, así que propuse a los que estábamos serenos de bajar a la playa. Mi llamada solo fue respondida por algunas de las chicas, así que bajé con ellas a pegarnos un buen baño y a tomar el sol. Como ya os dije estábamos en una zona residencial de la isla, y además aún no había llegado todo el turismo extranjero, así que la playa estaba bastante tranquila. Más tarde subimos a casa para ir a comer, y allí me encontré a Nacho bañándose en la piscina. Dejé que las chicas entraran en casa y yo bajé por el jardín para hablar con él.

-       Buenas, ¿cómo estás? – dije con una sonrisa estúpida, como si estuviese enamorado.

-       Confuso – dijo antes de sumergirse en el agua de nuevo.

Me quedé a cuadros. Nacho volvió a salir a la superficie y enseguida le pregunté:

-       ¿Por qué te sientes confuso?

-        No lo sé, eso es lo peor. Ayer me lo pasé muy bien, me gustó mucho, pero no sé si es lo que quiero. – su expresión transmitía preocupación y sinceridad.

Me metí con él en el agua, para estar a su altura. Mi cabeza iba a mil por hora, no sabía que decirle.

-       Oye, Nacho, tú lo has dicho. Lo pasamos bien. Entiendo que quizás te ha chocado el hecho de estar con un chico, pero tampoco creo que lo tenga que saber nadie de momento.

Dudó. Estuvo un minuto sin decir nada, con la mirada perdida. Luego dijo algo que no olvidaré nunca.

-       Alex, ese no es el problema. O sea, sí, pero no es lo que me atormenta. Lo que más me preocupa es que me gustó mucho, que quiero repetir…

Me sentía confuso. Por un momento pensé que Nacho no recordaba que ayer me dijo “esto hay que repetirlo”, pero entonces siguió:

-       …quiero repetir y quedarme dormido a tu lado. Y sentir tu piel cerca de la mía. Y por la mañana ver como amanece el día y como amaneces tú.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo desde la coronilla hasta los pies. Nacho, mi amigo, el protagonista de tantas pajas que me había hecho pensando en él, el guapo del grupo, el ligón, el heterazo, se me acababa de declarar. Mi respuesta fue muy atrevida, llegué a sorprenderme a mí mismo al pensar lo que había dicho.

-       ¿Y por qué no te gusta eso? Puede ser realidad si quieres.

-       No me gusta porqué detesto las relaciones, no me gusta enamorarme y menos de esta manera tan imprevista. Y lo que más me sorprende de mí mismo es que haya sido con un chico.

Reflexioné. Pensé en lo que había dicho y até cabos.

-       Mira Nacho, ¿quieres saber qué pienso?

-       Claro – dijo con la mirada esperanzada

-       Pienso que tienes unas dotes de ligón increíbles, tienes un cuerpo genial y me pareces muy guapo. Creo que eso es lo que atrae tanto a las chicas, y a ti te gusta el sexo por el sexo. Pero esta vez has sido tu quien ha dado el primer paso, lo cual es genial, pero seguramente es una señal de que había algo dentro de ti que te lo estaba pidiendo. Ahora te pregunto: ¿crees que realmente estás enamorado?

-       No lo sé – musitó – pero he sentido cosas que no había sentido nunca, y no le encuentro más explicación.

-       Yo creo que no es enamoramiento, Nacho. Lo que opino es que has descubierto algo que no aceptabas, y es que también te gustan los chicos. Y tu descubrimiento ha sido tan repentino que quieres que vuelva a suceder, porqué te gusto, pero también te asusta. No estás enamorado, estas cachondo y tienes ganas de repetir.

Le cambió la cara. De repente es como si le hubiese dado un banquete de comida a una persona hambrienta. Me miró con cara de felicidad y me plantó un beso de película. Ahora era yo el que se estaba enamorando.

De repente María se asomó por el balcón y nos gritó:

-       Nacho, Alex! A comer!

Los dos salimos del agua y subimos al comedor. Aparentamos total normalidad, aunque tardé mucho rato en acabarme la comida que tenía en el plato. Tenía tal mezcla de sensaciones dentro de mí que me estaban mareando. Llegó la hora de la siesta y la mayoría se repartieron entre las habitaciones y los sofás de casa2. Yo estaba en el balcón, comiendo un helado y fumándome un cigarro, cuando de repente me cayó

una bola de papel. Me giré para ver de dónde había venido pero no vi a nadie a mí alrededor. La desdoblé y leí: “Nos vemos en 10 minutos en casa1. N.” De nuevo, esa sensación escalofriante. Me calcé las chanclas y me puse la camiseta. Cogí el móvil y el tabaco y me fui para allá. Al entrar por la puerta me encontré unos calzoncillos rojos de Calvin Klein en el suelo. Mi polla pegó un salto que un poco más y atraviesa el pantalón. Cerré la puerta con llave y bajé las escaleras. Miré habitación por habitación hasta llegar a la de Guille y Carla, la única con cama de matrimonio. Allí me encontré a Nacho, desnudo encima de la cama y mirándome con picardía. Me quité toda la ropa en diez segundos y me lancé a sus labios. La verdad es que me dejé llevar, y si la primera vez que lo hice con Nacho fue increíble, ésta ya ni os lo imagináis.

Le besé todas y cada una de las partes de su cuerpo y él me susurró al oído “me pones a cien, cómeme la polla”. Ahí fue cuando decidí atacar su pollón. Yo tragaba ese rabo de 21cm de la mejor manera que podía, me encantaba. Nacho tenía una cara de placer indescriptible. Me pegó un tirón para que subiera hasta sus labios, me besó, y mirándome a los ojos me dijo, tajante:

-       Eres increíble. Nadie me había dado nunca tanto placer.

Le morreé los labios y me levanté a por un condón. Se lo puse con una maestría que hasta él se quedó flipando. Cuando me iba a sentar encima de su pollón para comenzar a cabalgar, me paró y me dijo que me pusiera a cuatro patas. Yo obedecí, solo quería sentir aquel trozo de Nacho dentro de mí. Cuando creí que iba a penetrarme hasta el fondo, mi amante me sorprendió mucho: me comenzó a hacer un beso negro como el que nunca me habían hecho. Al principio comenzó solo con la lengua, pero luego añadió un dedo para estimular bien mi ojete. Yo gemía como nunca, además no nos oía nadie y no nos teníamos que cortar con los gemidos. Me estaba dando tanto placer que no pude más. Me giré, le comí los morros y le pedí:

-       Fóllame mucho!

No dudó ni un instante. Pajeó un poco su polla que ya llevaba el condón puesto y acercó la punta a mi ojete. La primera entrada fue un poco dolorosa, pero él ya lo hizo con cuidado, consciente que ese pedazo de rabo me podía haber partido en dos. Me encantaba como me estaba follando: me cogía por las caderas para acompañar sus embestidas, que no eran demasiado duras y llevaban un ritmo ideal. Cambiamos de posición; le quería ver. Se tumbó en la cama boca arriba y yo me senté encima. Me encantaba ver su preciosa cara retorciéndose de placer. Él comenzó a follarme despacio, mientras yo dejé caer mi cuerpo encima del suyo y me puse a besarle. Progresivamente fue aumentando el ritmo hasta que me dijo:

-       Estoy a punto de correrme, ¿cómo vas tú?

-       A la que me toque un poco lo suelto todo.

Bastó con esas palabras para que me sacara la polla del culo y se quitara el condón. Interpreté eso como una señal y comencé a pajearle con ganas. Vi como su cara estremecía de placer y me metí su gran verga en la boca. Una riada de lefa inundó toda mi garganta. Me puso tan cachondo ese sabor que me corrí al instante, encima de su barriga.

Ambos quedamos extasiados, tumbados el uno al lado del otro. Nacho no hacía más que decir “buah!”. Iba a preguntarle que le había parecido, pero no tuve tiempo. Nacho se giró hacía mí y me besó con una ternura que me hizo derretir. Los dos nos quedamos ahí tumbados. Nos dormimos y estuvimos haciendo la siesta durante un rato. El timbre de la casa nos despertó, pero lejos de asustarnos y vestirnos rápidamente, los dos nos miramos y Nacho dijo:

-       Echémosle un par de huevos y asumamos esta situación. A mí me ha gustado y no tengo que esconderme de nada. ¿Tú?

-       Yo tampoco, y me encanta que no tengamos que esconderlo.

Nos pusimos los calzoncillos (unos mínimos, por si era alguna de las chicas) y subimos a abrir. Cuando abrimos la puerta, María estaba detrás. Entró flechada sin ni siquiera percatarse de nuestra indumentaria. Cerramos la puerta y volvimos a la cama. María se fue a los dos minutos gritando un “adiós chicos!” desde la puerta, así que volvimos a quedarnos tranquilos. Yo tenía ganas de hacerle un poco de interrogatorio a Nacho.

-       A ver, vamos a hablar – dije – ¿tú nunca antes te habías fijado en ningún chico?

-       A ver, la verdad es que siempre me he fijado en el físico de los demás tíos, pero no le daba importancia, me auto-convencía de que era normal y solo miraba para comparar.

-       Ya… pero yo recuerdo verte con la polla morcillona en los vestuarios. ¿Eso también era para comparar?

-       Claro – dijo riendo – no, la verdad es que la situación que se vivía en los vestuarios me ponía bastante cachondo, pero yo intentaba que no se notara. Cuando faltaban diez minutos para acabar la clase de gimnasia mi polla comenzaba a despertar casi automática.

-       Y entonces como es que has estado con tantas chicas?

-       Porque también me gustan, me ponen. Y me gusta mucho el sexo. Piensa que a la que estoy una semana sin hacerlo ya me tengo que pajear.

Mi respuesta instantánea fue reír. Nacho puso cara de no entender nada. Yo le aclaré:

-       Me rio porque yo, folle o no, me pajeo casi cada día.

-       Vaya, otro como Oscar! – se mofó Nacho.

-       Mira, ahora que mencionas a Oscar, vamos a hacer un ranquin de nuestros amigos.

La verdad es que le podría haber preguntado por las chicas también, pero era un tema que siempre salía cuando estábamos los chicos solos, así que ya lo tenía muy oído.

-       Que cabrón! Jajajajaja… A ver, de mejor a peor: Oscar, Juan, Javi, Guille y Carlos.

-       Eh, y yo?

-       Tú el primero, lo dudabas? Jajajajaja! Y cuál es tu ranquin?

-       Pues Guille, Javi, Oscar, Juan y Carlos. Y tú el primero también, sin duda – a lo que le di un beso.

-       Hombre, Guille, Javi y Oscar son los que están mejor, y tienen buen rabo.

Me sorprendió el comentario. La verdad es que eso demostraba que Nacho se había desatado desde que follamos por primera vez. Y también demostraba que su atracción por los chicos venía de tiempo atrás, porque ese comentario no es propio de alguien que acaba de descubrirlo.

-       Y tú nunca habías hecho nada con ningún tío? – pregunté con intriga

-       A ver, con Oscar nos hemos hecho pajas muchas veces, pero cada uno con lo suyo. Y yo antes no sentía atracción por una polla, solamente me ponía cachondo con la situación. Después lo típico, en los vestuarios, cuando éramos más pequeños todo el mundo se la pelaba, pero eso no cuenta…

-       Anda que no! – me reí – seguro que ahí ya echaste un vistazo!

-       Para comparar – dijo riéndose irónicamente

Continuará.

Ya sabéis, dejadme en comentarios que os ha parecido, que os gustaría mejorar de esta serie de relatos o qué queréis saber de mis amigos. Un saludo!