Fin de curso
Dos madres ociosas organizan una cena de final de curso y acaban siendo el centro de una orgía de universitarios.
Hola, soy Eli, esta historia sucedió el año pasado, en junio, a final de curso.
Tengo 42 años, estoy casada con Santi desde hace 14 y tengo dos hijos, un niño y una niña de 9 y 12 años.
Vivimos en Madrid. Mi marido es ejecutivo de una multinacional y residimos en una zona de alto standing en las afueras. El trabajo de Santi me permitió incluso dejar el trabajo hace unos cinco años para dedicarme al cuidado de la casa y los niños.
Desde entonces, y gracias al tiempo libre de que dispongo, me he aficionado, y hecho asidua, del gimnasio que hay en nuestra urbanización. Acudo casi todos los días, variando las actividades cada día: pilates, natación, kick boxing, todo ello combinado con largas sesiones de sauna, uva, masajes,
Como resultado de todo ello he de confesaros que estoy físicamente imponente, mido un metro setenta y cinco, peso 58 kg, pechos pequeños y aún firmes, glúteos como piedras, y una piel siempre morena, en invierno y verano. Soy la típica mujer que provoca más de un accidente al pasear por la calle, ya que además me gusta vestir de forma que no pase desapercibida.
Como decía, la historia que quiero contaros ser remonta a junio de 2009. Como cada año, para final de curso empecé a maquinar para reunir a todos los padres del curso de mi hija de 12 años para una cena de fin de curso. Ese año iba a ser especial ya que era el fin de curso de sexto de primaria. El siguiente curso sería 1º de ESO y algunos de los niños de la clase se disponían a cambiar de escuela.
Después de varios cientos de emails arriba y abajo conseguimos organizar una cena a la que sólo se apuntaron una docena de madres, ningún padre, todos, por diversas excusas estaban ocupados el jueves que se iba a celebrar la cena.
Por fin llegó el día y después de un par de bajas y una incorporación de última hora nos reunimos las 11 madres y la profesora de mi hija, en un restaurante de la zona de Atocha.
La cena transcurrió como siempre, picoteo, mucha bebida, críticas a nuestros maridos (había que aprovechar ya que no estaban), regalos a la profesora, alguna lagrimita de las madres de los niños que al año siguiente cambiaban de escuela total, era la una de la madrugada cuando, a la puerta del restaurante, surgió la pregunta de siempre: ¿quien se apunta a tomar la penúltima?
Después de media hora más para decidir quien venía, donde íbamos, con que coches decidimos visitar, las cuatro madres que decidimos seguir con la celebración, una discoteca que quedaba muy próxima, en la misma estación de Atocha.
Llegamos sobre las 2 de la mañana y nos sorprendió el ambiente. Era una discoteca bastante exclusiva y ese día estaba llena de un público muy joven, 21, 22 años en su mayoría. Supusimos que se trataba de chicos de alguna universidad privada que estaba celebrando el final de curso.
La discoteca dispone de dos ambientes, uno con música más pachanguera y otra tipo chill-out. Nosotros fuimos a esta otra que estaba algo más tranquila. Tomamos varios combinados más sentadas en los sofás blancos y cuando empezó a hacernos efecto la bebida 2 de nosotras, Maite y yo, salimos a bailar a la pista.
Lo hacíamos con movimientos lentos pero sugerentes, utilizando todo nuestro cuerpo, siguiendo la música, cuando de repente Maite me hizo notar que éramos el centro de atención de la pista.
La verdad es que no me extrañó, a mi, como os he comentado, me gusta vestir de manera que no pase desapercibida y ese día me había vestido toda de blanco, unos pantalones cortos blancos, que transparentaban ligeramente y dejaban entrever mi tanga, también blanco sobre mis glúteos super-morenos, una blusa blanca hábilmente desabrochada que dejaba entrever el inicio de mis firmes pechos prisioneros de un sujetador también blanco. Maite no se había quedado tampoco corta y lucía ese día un vestido marrón oscuro, tirantes arriba que dejaban gozar de un sugerente escote y falda lo suficientemente cortita como para tener problemas cada vez que se sentaba y levantaba de los sofás
Supongo que fue el sentirnos el centro de atención de la disco lo que de forma involuntaria hizo que ambas empezáramos a sentirnos muy excitadas, lo que a la vez hizo que nuestros movimientos se multiplicaran en sensualidad.
A pesar de la expectación que creíamos causar, y al contrarío de lo que involuntariamente nos hubiera gustado, ningún hombre se acercó a nosotras, lo que de forma inconsciente creo que nos frustró y motivó que al cabo de unos minutos decidiéramos ir a la otra zona de la discoteca donde se concentraba la mayoría de los chicos universitarios.
La verdad es que todo fue llegar, empezar a movernos y pasar a estar rodeadas por cuatro o cinco chicos de aspecto espectacular con su ropa de marca y olor a perfume caro. Nos sonreímos y seguimos bailando dejándonos rozar, acariciar, manosear
Al cabo de cinco minutos estábamos bailando pegados al cuerpazo de esos chicos que no desaprovechaban la ocasión para, al ritmo de la música, reconocer casi todos las curvas de nuestro cuerpo. Nosotras tampoco nos quedábamos atrás y de forma distraída nuestras manos reconocieron el culo, la espalda, el pecho de todos ellos a la vez que en nuestro vientre cada vez más se dejaba notar la presión de sus duras pollas.
Seguimos así unos veinte minutos más cuando uno de ellos, el que parecía el líder del grupito, nos invitó a irnos de la discoteca e ir a una fiesta privada que tenía lugar en un ático cercano, frente al parque del Retiro.
Aunque la prudencia aconsejaba declinar la invitación y despedirnos amablemente de los chicos, Maite y yo nos miramos, dudamos, y al cabo de unos minutos estábamos abandonando la discoteca montadas de paquete en dos de las tres motos de gran cilindrara que enfilaron hacia el parque del Retiro.
Llegamos en pocos minutos, aunque ya eran las tres de la madrugada, al ático donde se había celebrado la fiesta. Había, por qué ya solo quedaban dos o tres chicos haciendo como que recogían para dejar el escenario lo mejor posible para el examen parental de la mañana siguiente.
A pesar de ello nos invitaron a pasar, volvieron a poner música, y nos sirvieron un par de combinados que estaban buenísimos, aunque super cargados de alcohol.
La verdad es que Maite y yo estábamos algo borrachas y muy cachondas: los preliminares de la discoteca, el corto trayecto en moto pegadas a un cuerpo escultural, la música, los chicos que nos rodeaban nos habían dejado al borde del abismo.
A pesar de que alguna vez lo había pensado yo nunca le había sido infiel a mi marido pero esa noche esa barrera parecía como algo absurdo, algo hecho solo para franquearla.
De pronto, uno de los chicos propuso jugar a cartas, un strip poker, y nosotras, salidas como íbamos aceptamos.
Las rondas empezaron muy bien para nosotras, nuestras manos eran buenas y las prendas de los chicos iban cayendo una tras otra hasta que de repente, cuando ya dos de ellos estaban en bóxers la suerte nos dio la espalda.
Maite lo tenía peor, solo llevaba una prenda exterior, el vestido marrón, y enseguida estuvo sin zapatos y en ropa interior (tanga y sujetador) mientras que yo por el momento solo exhibía mi semitransparente sujetador blanco.
Ante esta situación, Maite pidió un cambio en las reglas del juego de manera que en caso de perder se podía optar entre soltar una prenda o superar una prueba. Los chicos aceptaron entusiasmados e iniciamos el reparto de la siguiente mano. Con tan mala fortuna que esa vez fui yo la perdedora. Dado que no veía muy claro lo de la prueba opté por desprenderme de mis pantalones y quedar como Maite en ropa interior.
Se repartió una nueva ronda y en esa mano fue de nuevo Maite la perdedora, quién, para evitar desprenderse del sujetador decidió pedir el superar una prueba. Los chicos se reunieron en "petit comité" y decidieron que Maite debía dar un beso de tornillo al cabecilla de los chicos.
Eso fue la perdición de Maite y mía. Maite aceptó, se levantó y se sentó en el sofá al lado del chico, que estaba como un dios, acercaron sus labios y empezaron a besarse. Se veía las lenguas de ambos jugar e introducirse en la boca del otro, la respiración agitada de ambos, las manos acariciándose mutuamente Maite parecía totalmente fuera de si, tanto era así que cuando el chico intentó separarse de ella Maite le cogió de la nuca y volvió a comerle literalmente su boca.
Sin duda esta acción accionó algún tipo de resorte que hizo que los acontecimientos se precipitaran. El chico que estaba a mi izquierda me cogió del hombro, me ladeó ligeramente y empezó a comerme mi boca como hacía tiempo que nadie me la comía mientras notaba en mi entrepierna que empezaba a manar un rio de fluidos que empezaba a empapar mi tanga.
En ese momento miré hacia el otro extremo del salón y vi que el chico de Maite había pasado a la acción y mientras ésta le comía literalmente la lengua esté le estaba quitando hábilmente el sujetador y liberando sus pechos con sus pezones erectos y duros como piedras.
Mientras mi chico me seguía besando vi como las manos del de Maite se acercaban a su tanga y se lo arrancaban de un brusco tirón para posteriormente, y sin dejar de besar a Maite bajarse los bóxers y dejar su polla libre y tiesa como un palo.
En ese instante noté como varias manos empezaban a manipular también mi ropa interior y liberaban mis pechos también con los pezones durísimos mientras mi tanga volaba partido en dos hasta la lámpara del techo.
Mientras varias manos acariciaban y manoseaban todo mi cuerpo mi vista no se apartaba de Maite quien había cogido la polla de su chico y se estaba acariciando con ella su depilado coño. En ese momento el chico bajó la mano por la espalada de Maite y al llegar a la altura de su culo, de un fuerte empujón, le clavó su dura polla hasta el fondo de un solo golpe. El grito de Maite debió oírse por medio Madrid, pero mi atención se desvió de repente de lo que sucedía en el sofá de en frente.
En ese instante, y envalentonados con lo que le acababa de suceder a Maite, el resto de chicos, 5, aunque no estoy del todo segura, me echaron sobre el sofá y abriéndome de piernas empezaron a introducirme sus dedos en mi coño, notando al instante lo mojada que estaba en aquellos momentos.
Le faltó tiempo al que tenía enfrente para desprenderse de sus bóxers, situar su polla, enorme, sobre mi rajita también impolutamente depilada, e insertármela de un solo golpe hasta los huevos.
En ese momento tomé conciencia de que ninguno de los chicos había hecho el mínimo amago de ponerse un condón, por lo que tanto Maite como yo estábamos siendo folladas sin ningún tipo de protección. Atiné a decirle al chico que había empezado a bombear con fuerza dentro de mi coño que parara y se pusiera un preservativo o que al menos no se corriera dentro, pero al instante vi que, por el aumento de ritmo que tomaba y por los jadeos que emitía, mi petición había llegado tarde al instante noté como mi coño se llenaba de leche tibia
Sin tiempo para reaccionar se retiró de sobre de mi y fui volteada y puesta a cuatro patas sobre el sofá. Al instante otro de los chicos se colocó detrás de mi y sin ningún tipo de preámbulo introdujo su polla en mi coño, al tiempo que otro de los chicos se situaba delante de mi e introducía su polla en la boca
En ese momento toda la excitación acumulada desembocó en una ola de placer que iba creciendo dentro de mi de forma que dejé de preocuparme por los preservativos y empecé a chupar y mover mi culo al ritmo de ambos chicos, facilitando al máximo que con sus pollas llegaran hasta lo mas profundo de mi vagina y de mi boca
Fue entonces cuando tuve mi primer orgasmo, fue tan intenso que mis piernas y manos flaquearon y ambos chicos tuvieron que sujetarme por las caderas y por la cabeza para poder seguir follándome sin disminuir su ritmo al cabo de escasos minutos ambos se corrían simultáneamente en mi boca y en mi coño.
Ambos se retiraron y quedé echada, exhausta, en el sofá. Había olvidado totalmente a Maite y cuando dirigí mi mirada hacia su sofá vi que en esos momentos la estaban también penetrando simultáneamente por la boca y por el coño. Los chicos eran otros, creo que incluso eran chicos que hasta ese momento no habían estado en la fiesta.
En cualquier caso mi atención por lo que le sucedía a Maite no pudo durar mucho tiempo ya que al instante note que unas manos tiraban de mis caderas y las elevaban quedando con el culo en pompa mientras mi cabeza seguía apoyada en el sofá.
En ese momento noté algo húmedo y frio en mi culo, para acto seguido notar como un dedo entraba en mi ano y lo embadurnaba de algún tipo de producto. Al instante vi que dos chicos estaban lubricándome el culo con un producto especial para sexo anal y que a la vez estaban también lubricando sus pollas. Tuve un ataque de pánico, era virgen por ese orificio, pero mi excitación pudo más que mi pavor y no dije nada, disponiéndome a relajarme al máximo para facilitar la entrada en mi culo de aquellos dos pollones
Pronto noté que el dedo se retiraba y algo mas poderoso se apoyaba en la entrada de mi culo. Mi vista se nublo de dolor cuando el glande que tenia detrás de mi empezó a abrirse camino por mi culo. El chico debía tener experiencia ya que siguió la técnica de introducir su polla un poco, sacarla para aliviar mi dolor, volver a introducirla un poco más hacia dentro, para volver a sacarla, y así sucesivamente por un periodo de tiempo que no debió de ser inferior a los 20 minutos. Trascurrido ese tiempo había conseguido alojar toda su polla en mi recto y empezó a bombear lentamente. Notaba sus testículos golpear mis glúteos y el dolor era importante pero empezaba a tener un componente de placer importante. A los escasos minutos estaba ya siendo embestida sin ningún tipo de contemplación y yo había olvidado mi dolor para viajar en una ola de placer como nunca había sentido.
Dos orgasmos tuve antes de que el chico se corriera en mi culo y que su semen tibio fluyera por mis entrañas
Cuando hubo lanzado en mi interior su último chorro de semen salió de mi bruscamente al tiempo que le decía a su amigo "toda tuya" .
El segundo chico de la polla lubricada tomó la posición del anterior y apoyó de nuevo su pene en mi culo éste seguía dilatado de la primera penetración y le fue fácil introducirla hasta el fondo en su primera embestida. Esta vez apenas sentí dolor y en cambio mi culo debía estar tan sensible que solo alcanzar el fondo de mi recto con su polla me sobrevino otro orgasmo.
El chico estuvo bombeando dentro de mi culo varios minutos (perdí la cuenta del tiempo, lo que contabilicé fueron mis orgasmos, tres, contando el primero ) hasta que también se corrió dentro de mi (estos chicos no debían saber que lo que está de moda ahora es correrse en la cara y las tetas de la chica ).
Cuando se salió de mi caí como un saco de nuevo sobre el sofá notaba como el semen mezclado con mis fluidos salía de mi coño y mi culo. Levanté la vista y vi a Maite de pié, poniéndose su arrugado vestido sobre su cuerpo desnudo haciéndome señales de que debíamos irnos. Me levanté del sofá, los chicos estaban sirviéndose unos combinados y habían perdido su interés en nosotras, localicé y me puse mi blusa, recogí mis pantalones y me los puse directamente sobre mi sexo desnudo después de intentar limpiarme como pude con una de las prendas que los chicos habían dejado por el suelo.
Salimos del piso, volvimos a la discoteca y nos fuimos directamente a casa en el coche de Maite (ese día le había tocado conducir a ella ). No nos dijimos nada en el trayecto de vuelta, ambas nos sentíamos sucias y empezaban a salir nuestros sentimientos de remordimiento.
Al llegar a casa me metí directamente en el baño, no tenía ni fuerzas para ducharme pero debía deshacerme de los pantalones empapados del semen de los cuatro chicos que me habían follado el coño y el culo los dejé en el cubo de la ropa sucia (mi marido se ocupa tan poco de la casa que dudo que sepa cómo se abre ), salí del baño y me acosté a su lado intentando no hacer ruido.
Supongo que por lo tarde que era, las cinco y media de la mañana, al poco de echarme noté que mi marido se movía en la cama y empezaba a acariciarme la espalda a la vez que acercaba su cuerpo contra el mío. Inmediatamente noté su erección e inmediatamente supe lo que quería.
Yo estaba agotada y le dije que no, que no tenía ganas, que estaba muy cansada. El insistió besándome en el cuello, en los oídos, acariciando mis pechos, a la vez que, desde mi espalda, con la mano guiaba su polla hacia la entrada de mi coño. Al poco de forcejear en silencio consiguió su objetivo y me introdujo con suma facilidad su polla en mi vagina, lubricada por el semen de los universitarios que me habían follado solo dos horas antes.
Fue en ese momento cuando dijo:
- No te entiendo Eli, ¿Cómo puedes decir que no tienes ganas si estás totalmente mojada?