Fin de curso (3)
Tercera parte de la serie
Íbamos a salir a comer. No habíamos hecho planes fijos, pero no queríamos quedarnos en casa. Bajando por las escaleras vi en el sofá del salón la ropa que le había dejado a Carlos la noche anterior, pero no me enfadé. La recogimos, la metimos ya en la lavadora, y salimos de casa.
Por el paseo marítimo vimos que ya estaban, otra vez, nuestros amigos, en el mismo sitio de ayer, pero preferimos ignorarlos, ya los veríamos luego. Seguimos caminando, y llegamos a un restaurante nuevo, de cocina artística que había abierto hacía poco tiempo, y tenía unos precios razonables y la comida era riquísima. Entramos, y pedimos una mesa, nos dieron una cerca de los baños, apartada un poco del resto, pero con unas bonitas vistas a una fuente del paseo. Pedimos, yo unos medallones de ternera con una salsa extraña, pero riquísima, y Carlitos un pescado asqueroso, pero que venía con una guarnición de chuparse los dedos. Terminamos de comer, y vinieron a preguntar el postre. Helados para los dos, y un café con hielo para mí. Me levanté y fui al baño, tenía ganas de mear.
Entré y estaba un tío joven, tendría unos 22 o 24 años, como mucho. Estaba meando, y me parecía que estaba buenísimo. Jamás había pensado eso de un tío, pero desde ayer todo era distinto. Me puse en el único meadero que quedaba, a su lado. Estaban muy pegados, y tuve que disculparme porque si querer le empujé, medándose por fuera.
-Uy, lo siento mucho. Es que, joder, esto es muy estrecho eh! Jaja- le dije.
-Sí, deberían haber pensado en que a muchos tíos esto les incomoda un poco, no crees?- tenía una voz preciosa, y una polla aun mejor, con el pelo recortadito.
-Ya, si, sé a lo que te refieres.
Me vio fijarme en su polla, y cuando él se estaba lavando las manos, y yo iba a salir por la puerta, se dio la vuelta, me agarró por la cintura y me besó. Un simple beso, intenso, pero sin lengua. Me metió la mano por el bolsillo del culo, y cuando la sacó, me fui. En el pasillito, saqué de allí una nota con su nombre y su teléfono: Santi, 692374… no recuerdo bien (: No podía, hacer algo con un tío, ni soñarlo. Solo Carlitos, y porque éramos colegas, había pasado una cosa muy extraña que aun no comprendía, no sabía explicar aun que había pasado entre nosotros.
Llegué a la mesa, me bebí el café, y pagamos a medias, dejando dos euros de propina, había sido un buen servicio. Salimos, y un golpe de calor nos dio de pleno. Estábamos a unos 35º, algo casi imposible en la zona en la que vivo, y más para ser junio. Pasamos por una tienda de surf, y Carlitos se compró un bañador que había visto en el escaparate hacía algunos días. Yo le esperé fuera.
-Qué te parece si vamos a casa, nos cambiamos, y bajamos a la playa con el resto?- me dijo
-Perfecto, lo veo bien, venga, vamos, pero no por el paseo que podemos morir a pleno sol…
-Sí, sí, claro…
Nos metimos por las callejuelas de la ciudad, y a los diez minutos estábamos otra vez en la puerta de mi casa. Subimos, y Carlitos entró corriendo para ir al baño. Se había dejado su nuevo bañador abajo, así que subí casi detrás de él para que se cambiase. Llegué a mi baño, y él ya estaba en bolas, como esperando.
-Quieres estar como yo?- dijo medio riéndose
-De bueno, o de gilipollas- le contesté con cara de indiferencia
-Tú qué crees? Ven aquí, que te voy a dejar como el culito de un bebé. Sabes si tu madre tiene cera de depilar?
-Ni puta idea, vamos a mirar a su baño.
Entramos en la habitación de mis padres, y abrimos el baño de mi madre. Era un desastre, peor que el mío. Miré en los cajones, en la estantería, en el mueblecito, pero no vi nada. Fue Carlos, quien abrió unos botes, y vio que había una, un poco vieja, pero que serviría.
Me llevó de nuevo a mi baño, me sentó en el banquito, puso mi pierna apoyada en su entrepierna, sobre su polla, y comenzó a extender la cera, mientras, yo, bajo mi pie, notaba como aquello cobraba vida. Me embadurnó la pierna, y cuando estaba más o menos seca, tiró. Me cagué en su putísima madre, en sus santos y en sus antepasados. Joder que dolor. Pero quedaba mal tener una sin pelo, y la otra con, así que tuve que dejar que me preparase la otra. Terminó con las dos, pero dijo:
-Donde es realmente importante, es en la zona púbica, jaja, que si te depilas, es todo mucho más higiénico. Y además, si me vuelves a follar, no me harás cosquillitas con tu pelambrera, jajaja.
-Bueno, si tú lo dices. Es todo tuyo- contesté.
Aquí la depilación sí que dolió, fue un auténtico suplicio, un infierno. Pero quedaría mejor, y más limpio. Lo peor fue cuando me dio la vuelta, y extendió por el culo, sabía que era lo último, pero que también sería lo peor. Llegó el tirón, y se me mojaron los ojos, y una lágrima de dolor cayó por mi mejilla. Rápido, subió Carlos, me la secó con un besito en la mejilla. El estaba desnudo, del todo. Y yo sin pantalón, ni nada por debajo de la cintura. Se agachó de nuevo, y diciendo que así todo iba a ser mucho más cómodo y limpio, se metió mi polla en la boca.
Era cierto, sus mamadas eran sensacionales, no sé, en serio, donde las aprendió, pero nunca me han hecho una mejor. Eran casi las cuatro, miré el reloj pegado en el espejo, saqué mi polla de su boquita, y meneándola a toda hostia, me corrí en su pecho. Casi no salió nada. Las prisas, y tanta actividad sexual últimamente, hacías estragos… no le di la menor importancia, me desvestí del todo, y pillé un bañador del vestidor. Lo que había dicho era cierto, sin pelos todo es más cómodo, ningún pelo se me había quedado esta vez en el belcro del bañador. Adiós a aquel terrible dolor. Carlitos aun no se había puesto el suyo, era muy bonito, de colores azul cielo y turquesa con un poco de verde. Se agachó para cogerlo de la bolsa que estaba en el suelo, y volví a ver su culo, era una cosa que me perdía. Ahí estaba, abierto, bonito, pidiendo que le comiesen, y rápidamente me abalancé sobre él. Fue la vez que más duramente de lo comí, y mientras, con mi mano derecha, le estaba haciendo una paja, también a toda velocidad. Se notaba que lo estaba disfrutando, pero a ese ritmo no aguantaría mucho, pero no importaba, iba a tener un orgasmo de lo más intenso, y doble. Así fue, súper intenso, porque mientras le daba uno de los últimos lengüetazos a su culo, se corrió, llegando los chorros de semen hasta el espejo.
Cogió un poco de papel y lo limpió concienzudamente, sin dejar rastro. Lo tiró por el váter aprovechando para echar una meada antes de ir a la playa.
Cuatro y cuarto, cerré la puerta, cuando me doy cuenta:
-Joder, hostia puta, mierda, las llaves de los cojones. Se me han quedado dentro.
-Jajajajaja, no se te ocurre ninguno más? Jaja, no pasa nada hombre, qué más da? Llamamos después a un cerrajero, ahora vamos a la playa, aprovechemos este sol, que seguro que la semana que viene se va- dijo Carlitos
-Venga, va, es cierto, no hay de qué preocuparse, está todo bien.