Fin de curso (2)
Segunda parte de la serie
¿Dónde estábamos? Aaah, sí, en la playa… en uno de esos días de junio, cuando los días son muuuy largos…
Bien, habíamos llegado sobre las cinco a la playa, y desde el paseo marítimo podía distinguirse a nuestros amigos, un gran grupo, la verdad, no sabía que iba a venir tanta gente… Bajamos las escaleras a la playa y fuimos con ellos. Extendimos nuestras toallas junto a ellos, y comenzó el bombardeo de preguntas: ¿qué os pasó?, ¿dónde estabais?, ¿qué hacíais?... Contesté a ellas, mientras Carlitos me miraba, confiaba en que mis respuestas pudiesen ser creíbles, y supongo que lo fueron.
Nos bañamos, jugamos a las cartas, escuchamos música, comimos, jugamos al fútbol… Y llegaron las nueve. Aunque como dije antes, era uno de esos días larguísimos y el sol seguía calentando, decidimos empezar a recoger para ir a cenar algo y después salir de fiesta. Llegamos a las nueve y media a una pizzería del centro, mesa para doce. Cenamos rápido, y pagamos a partes iguales. Serían las diez y veinte, más o menos, cuando salíamos de la pizzería, y le dije a Carlitos que subiese a mi casa a dejar las cosas, que estaba cerca. Vivo en un piso bastante grande, un ático de tres plantas que queda frente a un gran parque. Carlos ya había venido varias veces a mi casa, a comer, a dormir… sabía dónde estaba mi habitación, subió a ella y dejó sus cosas. Mientras, le dije que se pusiese la tele, o que fuese un poco a las máquinas para entrenar un poco, o al jacuzzi, que yo me iba a dar una ducha rápida para sacarme las arenas. Decidió quedarse en mi cuarto, tirado en el sofá viendo una peli que ponía en la tele.
Había confianza, y desde el mediodía más que nunca, así que me desnudé en la habitación, dejando el bañador y la camiseta en el cubo de la ropa sucia, mientras atendía a la película. Me metí en el baño, en la ducha, y dejé que primero cayese un chorro de agua fría por la espalada, para relajarme. Estaba a mis cosas, cuando escuché que Carlos entraba para mear. El váter estaba enfrente de la ducha. Me quedé mirándole mientras me lavaba el pelo, mirando aquel culo que horas antes había trabajado. Se me empalmó rápidamente. Carlos no se dio cuenta, y salió del baño dejando la puerta abierta. No había tiempo para meneársela, tenía que darme prisa si quería ir a tomar algo. Al salir del baño, pasé al vestidor, cogí los primeros vaqueros que vi, unos semi pitillo que había comprado el fin de semana, unos Levi’s, y también un polo de Tommy, azul claro. Salí otra vez a la habitación, y estaba Carlitos, allí tirado, con la mano metida en el paquete, como suele estar la verdad, no le di importancia.
-Oye Carlos, quieres darte tu una ducha rápida? Ya que tú esperaste por mí, debería yo esperar por ti, no crees?
-Joder, tío, gracias, lo estaba deseando, porque tengo unas arenillas en los cojones que me están jodiendo, jajaja.
-Venga, pues pasa, te espero aquí. Está bien la película?
-No, es una mierda, pero entretiene…
Se metió en el baño, se ducho muy rápido, y salió. Se dio cuenta de que no tenía nada. No tenía toalla para secarse, fallo mío. No tenía ropa para ponerse, no tenía dinero, no tenía nada… Me llamó desde la ducha, y me pidió una toalla para poder secarse. Bajé a la sala de la lavadora, y cogí una. Subí de nuevo corriendo, y estaba allí, con la piel de gallina, esperando empapado. Entré por la puerta, y miré instintivamente a su polla, y pensé cuanto placer había dado al mediodía. Se dio cuenta, e hizo un chiste:
-Qué? Dani, quieres volver a probarla? Viste que es muy buena medicina, eeh!
-Sí, sí, ya vi, pero la mía es una mejor vacuna, jajaja. En fin, date prisa, que no van a esperar por nosotros infinitamente- y no lo hicieron. Esperaron diez minutos en un bar que hay bajo mi casa y se fueron.
Les llamé para saber donde estaban, y me dijeron que había ido a un nuevo pub por la zona vieja, que queda relativamente cerca. Le pregunté a Carlitos, y dijo que genial, pero que si le daba algo de ropa mejor.
Fue a mi vestidor, y cogió lo que vio más de su talla. Unos Docker’s marrones, y una camisa de cuadros azules de Polo. Bajamos y paramos en la cocina. Antes de salir de casa había que coger un poquillo de fuerza, y nos tomamos una cerveza y unas patatas que vi abiertas en la encimera. Al lado había una nota que me recordaba: “Dani, recuerda que tu padre y yo tenemos una boda el fin de semana, y nos vamos hoy ya. Tu hermano va a Ibiza, a una fiesta que hace un amigo suyo, no sé quién, y vuelve el domingo. Mamá”. Joder, ni me acordaba de nada de eso.
Salimos de casa, eran ya las once y diez, demasiado tarde. Tuvimos que coger un taxi, era la forma más rápida. Nos dejó en la puerta del pub a los quince minutos, y en la puerta estaban Ana y Luis, unos amigos. El resto ya se habían ido, se había dispersado, y ellos no tenían plan.
-Eey, pues podéis venir a mi casa, que estoy solo hasta el domingo, y nos vemos ahí una peli, o hacemos algo…- les dije.
-Coño, es una buena idea, Ana, qué te parece? Vamos?-dijo Luis.
-Sí, sí, mejor que ir ya para casa…- contestó.
-Pues vamos para allí, pero vamos caminando, que es una buena noche.
Fuimos paseando por la zona vieja, subiendo y bajando interminables cuestas, pasando por estrechos callejones, por delante de cien iglesias, y algún que otro antiguo palacete. Llegamos a mi casa a las doce. Estuvimos viendo una película, El curioso caso de Benjamin Button, creo, hasta que nos quedamos dormidos. Nos despertó el teléfono de Ana. Era su padre, que iba a pasarla a buscar, y de paso llevaba a Luis a su casa.
Otra vez Carlos y yo solos. Nos habíamos desvelado, y quedamos hablando. Al final decidimos no ir a acampada, ya que teníamos la casa para nosotros solos, y no iba a ir nadie más, era mejor idea.
Las cuatro. Fui al baño a mear, y a la vuelta vi a Carlos, dormido súbitamente en mi cama, en gayumbos. Se había acabado la noche. Me desnudé yo también y me metí en cama.
Un alucinante sueño llegó a mi cabeza. Tenía a Carlos sacándome los calzoncillos y jugando con mi polla al amanecer. La chupaba, la pajeaba. Chupaba también mis huevos, primero uno, luego el otro, luego los dos. Ensalivaba un dedo, y lo adentraba en mi culo, mientras yo me retorcía de placer. Uuf, era muy real, demasiado real. Era real. Me desperté y tenía a Carlitos con mi polla en la boca, jugando con mis huevos con una mano, la derecha, y el dedo corazón de la izquierda, adentrándolo en mi agujero. Fue un agradable susto, me dejé hacer. Agarré su cabeza por la nuca, metiéndole hasta el fondo de su garganta mi polla, me daba muchísimo placer.
Me incorporé, y me senté al borde de la cama. Él se sentó sobre mis piernas, mirándome fijamente, sin hacer nada, con sus labios brillantes por la misma saliva que estaba en mi erecta polla. Subí al piso de arriba, al mueble bar. Él se sentó en la parra, y se recostó cuando me acerqué a el por detrás. Me puse de rodillas sobre la barra, colocando mi pene a la altura de su boca, y lo dejé caer. Mientras yo empezaba con el suyo, que aun estaba dormidito. Era tan bonito, como el de un niño pequeño, sin pelo, pero claramente, no exactamente como el de un niño, este crecía, joder si crecía. Daba gusto no ver ni un solo pelo, eran todo ventajas, mucho más cómodo, más higiénico, más todo.
Me senté sobre una de las banquetas, y le di la vuelta. Quedó colgando por las piernas, con los abdominales apoyados sobre la barra, con el culo frente a mi cara. También sin ningún pelo. Hundí mi cara en ese culo pequeño, fuerte y compacto, pero a la vez con chica donde agarrar. Era perfecto. Metí mi lengua por su agujerito, que rico era, como disfrutábamos los dos con aquel juego. Notaba como se relajaba su ano, y poco a poco me dejaba meter un dedo, dos, tres, y hasta cuatro a la vez. Mientras él tenía ligeros espasmos de placer.
En este piso tercer piso, estaba la gran terraza donde dábamos las fiestas, y en verano, usábamos a modo de solárium natural, con alguna zona de sombra, una mesa, unos sofás, y unas vistas acojonantes a casi toda la ciudad. Salimos, y sobre una de las hamacas me tumbé mirando al cielo, aun era de noche, pero empezaban a despuntar los primeros rayos de sol en el horizonte. Menos mal que ningún edificio tenía vistas a nuestra terraza. Yo sobre la hamaca, y Carlitos sobre mí, mirando también hacia el cielo, con mi polla a presión a la altura de la raja de su culo. Se había colocado así por joder y calentarme aun más, que cabrón.
Haciendo toda la fuerza que pude con los brazos le levanté, y le dejé caer sobre mí de nuevo, dándole la vuelta. Quería versarle, quería que esa boquita sin imperfecciones, con todos esos dientes blancos en su lugar, y su fresco aliento, fuese solo mía. Y lo fue. Lo besé, mientras le agarraba con mis piernas, enroscadas en su cintura haciendo fuerza para que no escapara. Con mis manos sobre aquel culo que un rato antes había estado besando. Nuestras pollas se rozaban continuamente, se pajeaban mutuamente, era un placer indescriptible.
Solté mis piernas, y Carlos se sentó sobre mi pecho, dejando su polla para que la comiese. Lo hice, quería hacerlo. La chupé un poquito, la besé, le hice alguna garganta profunda, y se corrió en mi boca. No me lo esperaba, y él no me había avisado. Me levanté haciéndome el falso enfadado, y lo tiré a él sobre la hamaca, y le escupí toda la leche por su torso. Extendiéndolo por él con mi polla todavía empalmada. Me la lubriqué bien, y abrí sus piernas, y el pobre Carlos, como pensaba que si estaba enfadado no se opuso. La puse en la entrada de su culo, y empecé a hacer fuerza. Carlos se quejaba, gritaba y le salía alguna lágrima. Yo lo vi, le hice sufrir un poco más, y cuando se le derramó la primera gota, paré. El sol había salido sobre las colinas. Lo dejé tirado en la hamaca y me fui al baño a limpiarme la verga. Cogí un rollo de papel y volví a la terraza para ver a Carlos. Se había quedado dormido, pobrecillo, creo que se lo hice pasar mal. Le limpié el torso con el papel, y también el culo, como si fuese un bebé, pero no se enteró de nada, y siguió durmiendo.
Yo ya no tenía sueño, y bajé a la cocina a preparar algo para desayunar. Cogí una bandeja grande, y en ella puse un poco de leche, la jarra de café, azúcar, unos yogures de macedonia, galletas y piña que había en la nevera. Lo subí todo despacio, no fuses a ser que se me cayese. Llegué al piso de arriba, salí a la terraza, y me acerqué a la mesa, apoyando la bandeja en ella. Carlos seguía durmiendo, y el sol ya pegaba fuerte, estaba empezando a ponerse rojo, y decidí abrir la sombrilla para que no se quemase. Me senté a la sombra que daba la pérgola con las enredaderas sobre la mesa, un gustazo. Seguía desnudo, hacía calor. Me serví un café, y se me ocurrió entrar al mueble bar a por un poco de hielo para que me refrescara en vez de tomar el café caliente. Salí de nuevo, y vi que Carlitos se había girado, estaba mirando en dirección a la mesa, y en dirección a donde yo estaba.
Tomaba el café fijándome en su perfecta anatomía: su cara de niño, perfecta, ni un solo grano, ni un punto negro, ni una pequeña marca, nada. Unos labios carnosos, suaves, bonitos. Ojos verdes, grandes, saltones en su perfecta medida, con unas bonitas y largas pestañas. Pequeño en altura, pero su cuerpo no se correspondía. Unos pectorales bien marcados, duros, fuertes; los abdominales, 8, también marcados, duros y fuertes. Seguimos bajando, llegamos a su verga, dormida no parece gran cosa, pero aun así es preciosa, blanquita, suave, sin venas ni pelos, por detrás, su culo, también perfecto, duro, trabajado, pero a la vez blando, tiene donde agarrar. Sus piernas también están trabajadas, pero aparte de no tener pelo, estas sí que tienen marcas, es lo que tiene jugar desde los 5 al futbol. Son ya las ocho de la mañana, como pasa el tiempo, decido ir a por el bote de crema para tumbarme y coger un poco de color. Bajo al baño, y en la encimera cojo el bote. Se me ocurre parar en la habitación de mi hermano, para ver si el, en su mesilla de noche, en el segundo cajo, como siempre, tiene esos condones súper sensación, y, cómo no, allí están. En la caja de 12, quedan 5, llegan de sobra. No sé muy bien porque, los subo. No sé en que estaba pensando que haríamos más tarde, pero mejor tenerlos.
Llegué arriba, y cogí la hamaca que está al lado de Carlitos, la separé, la saqué de debajo de la sombra de la sombrilla, me puse crema, y me tumbé al sol. Me quedé dormido. Serían las doce cuando me desperté con mucho calor, pegaba a tope. Estaba ligeramente rojo, pero nada que no se arregle con after sun. Carlitos estaba también empezando a despertarse.
-(Bostezo). Aaay, que bien se duerme aquí, joder, son comodísimas estas hamacas- dice Carlos
-Ya, por qué te crees que muchas veces no bajo a la playa con el resto? Se está mucho más cómodo aquí
-Sí, la verdad. Eres un cabrón por no invitarme más a menudo.
-Es que nunca pensé que me lo fueses a agradecer tan bien, la verdad. Si lo hubiese sabido, te habría traído aquí todos los días.
-Joder, eres un puto aprovechado, carbón! Porque soy una buena persona que comprende tus necesidades, eh! Jajajaja.
-Y tanto que las comprendes, bueno, esta mañana no del todo…
-Cómo? Qué pasó esta mañana?
-Pues… que te hice una pedazo mamada, dejé que te corrieras en mi boca, y tú, sin embargo, no me dejaste terminar.
-Ostia, no sabes cuánto lo siento…- dijo Carlitos en un tono de falsa comprensión.
-Ya, ya, ya, seguro, pues ya sabes. Fíjate si soy yo buena persona, que hasta subí desayuno para cuando te despertases, “bello durmiente”.
-Que detalle, mi querido “príncipe azul”, jajajajajajaja- se levantó, y fue a desayunar.
Mientras Carlos comía todo lo que quedaba, y bebía un café, yo me tiré en el sofá, a la sobra de las plantas, necesitaba relajarme sin quemarme. Cuando terminó, vino, y se sentó enfrente de mí con las piernas abiertas, en una pose un tanto sugerente. No lo dudé. Me incorporé, entré a la casa, cogí de la barra uno de los condones, me empalmé la polla, y aunque no tenía muchas ganas, tenía que aprovechar el momento. Salí jugando con mi polla como si fuese una espada jedi, una cosa que preferiría olvidar. Me ensalivé el condón, recliné a Carlos, que se dejó hacer, sobre la mesa, y se la metí despacito, apoyándome poco a poco sobre él. Chupada sus pezones, sus abdominales, de vez en cuando su cuello, y algún que otro beso, mientras, con un ritmo regular, le follaba el culo. Tenía un culo ya acostumbrado, pero a la vez prieto. Era una muy buena sensación, y al final no tardé en correrme, pero yo si avisé, y me corrí a la salida de su agujero, obviamente, con su permiso.
Fuimos al baño de mis padres, a su ducha doble con hidromasaje y sauna, la ducha perfecta. Allí hicimos un poco el tonto, jugando como niños pequeños con las esponjas y el gel. Salimos y nos vestimos para salir a dar una vuelta y comer algo, que ya era la una y media pasadas. Le dejé más ropa, y no recordaba donde había dejado la de ayer, pero bajando por las escaleras, la vi tirada, no sé cómo, en el sofá del salón. Me giré, y le pregunté:
-Qué coño hace eso ahí?
-Pueees… la verdad… jaja, era una sorpresa…- ni él sabía por qué lo había hecho, pero no me enfadé, me pareció muy gracioso.