Fin de cuatrimestre

Ocho chicas se dirigen a una estancia en donde una tendrá una experiencia con alguien especial

El cuatrimestre finalmente había terminado. Por un mes y medio casi estaríamos libres de apuntes y libros. Pilar una de nuestras compañeras de curso nos invitó al campo de sus abuelos a festejar. Éramos ocho para una casona en medio de la nada en la provincia de Buenos Aires. Así que compramos en el pueblo algunos víveres para poder alimentarnos y alcohol para 18.

Nos recibieron los caseros que tenían una casita alejada del casco donde nos quedábamos nosotras.

La verdad es que Pilar es muy sociable y así que de las ocho yo sólo conocía un poco a dos, pero no tenía nada mejor que hacer y como mencioné Pilar vive haciendo relaciones y resulta imposible decirle que no cuando se le mete una idea.

Cocinamos unas hamburguesas en sándwich y las tomamos con cervezas. Los bolsos estaban desparramados en la entrada aún y estábamos todas un poco bebidas. Una de las chicas que me entere ahí su nombre abrió su bolso y se puso el pijama. Así que casi todas la seguimos y fuimos mientras tomábamos más cervezas distribúyenos en las habitaciones. Si bien no había cuartos individuales para todas a mi y a otras chicas nos toco un cuarto privado.

Cuando estuvimos instaladas y bien bebidas volvimos a la mesa de billar. Jugamos hasta que una a una fuimos demolidas a nuestros cuartos. Escuchaba que pasaban cosas en el cuarto que daba al lado mío y a pesar que hacía frío mi cuerpo estaba con temperatura así que empecé a tocarme. Me arqueaba mientras me metía dos dedos dentro de mi concha totalmente mojada cuando escuché abrirse el picarporte. Me quede inmóvil y me asuste en un principio. Enseguida sentí un cuerpo sobre la colcha que me susurraba que me había estado mirando toda la noche. No podía verla, pero su perfume y por cómo venía me resultaba irresistible la oportunidad. Se metió conmigo en la cama y comenzó a darme besos en el cuello mientras que con su mano me acariciaba la cara. Busque sus labios, los besos eran perfectos o se sentían así. Nuestras lenguas se engarzaban apasionadamente mientras nuestros cuerpos se movían impulsivamente con nuestros pijamas, las caderas respondían buscando la de la otra y mientras no separábamos nuestras lenguas sentí su mano subiendo sobre la parte de arriba de mi corpiño buscando mis tetas. Comenzó a tocarlas y yo hice lo mismo. Esto de no saber quién era me ponía aún más caliente. La verdad es que todas las chicas eran hermosas. Sabía perfectamente que no era Pilar porque ella tenía una aventura con una profesora y no iba a engañarla por nada del mundo. Pero teníamos todas 23 años estábamos en buen estado, y por lo qué estaba lamiendo no venía mal de pechos porque además de estar duros de calentura cómo estaban los míos estos no eran mínimos. Ella se sentó sobre mí y me quito la parte de abajo del pijama. Quedamos iguales. Entonces se acosto y pude sentir sus pezones duros sobre los míos, su sexo que también estaba caliente. Empezamos a movernos lentamente, tomando de a poco un poco más de velocidad. Sentí que nuestras conchas se chocaban y movíamos nuestras caderas enloquecidas. Me vine y al momento ella también. Me metió un dedo en mi concha toda venida y sentí que me la empezaba a lamer.

Eran lamidas porque con su lengua recorría desde mi vulva hasta que llegaba y me comía un poquito con su lengua. Volvía a gemir. Siguió con ese jueguito hasta que por fin se decidió y empezó a meterme unos dedos y chuparme el clitoris. Mis gritos se escucharían hasta la casa de los caseros. Lo hacía tan lindo que me dieron ganas de comérsela también así que le pedí que se sentara en mi cara y se la chupe. Le metía mis dedos, me gustaba sentirla así de mojada y que ella me ponga igual. Mi lengua se centraba en su clitoris y de a ratos jugaba con su choncha que ardía. Me llevaba sus jugos a mi boca, me gustaba que me escuchara que me los estaba tragando, saboreandolos. Ella también gritaba de placer. Nos vinimos dos veces mas haciéndonos sexo oral. Luego se acostó al lado mío, nuestros cuerpos cansados aún emanaban calor en esa noche fría en la mitad de la noche. Seguimos besándonos, acariciandonos, tocándonos hasta quedar dormidas. Al amanecer me desperté y la vi. Para mí sorpresa muy grata era Sol, que tenía un novio así que jamás pensé en ella como una mujer con quien pasar una noche como aquella. La desperté besándola, estuvimos una hora mirándonos desnudas hasta que repetimos al cansancio todo lo que habíamos hecho a la noche pero esta vez mirándonos.