Fin de año 3

Fin de la historia de incesto desde el punto de vista de la madre

Me despertó un rayo de sol cuando mi hijo levantó la persiana para despertarnos. Nos había preparado el desayuno y venía a avisarnos. Nati y yo todavía estábamos enredadas. Una de mis manos se posaba en su culo mientras ella tenía una de las suyas sobre mi pecho. Era una bonita estampa para abrir los ojos.

Le di un piquito a Manu como saludo mañanero. Después él se inclinó sobre Nati y le dio otro para despertarla. Ella se quedó un momento sin reaccionar. Como preguntándose dónde estaba. Cuando al fin la luz llegó a su cerebro se acercó a mí y me dio también un beso de buenos días. Notamos como ese simple gesto hacía que Manu comenzaba a empalmarse y nos dio la risa. Las dos nos erguimos sacando pecho en su dirección.

—¿Querías algo, cariño? —le pregunté a mi hijo burlándome.

—Serán cabronas… —contestó él—. Venía a avisaros de que el desayuno está listo. Pero si preferís otra cosa en lugar de café… —dijo él moviendo su polla de un lado a otro provocando nuestra risa.

Lo dejamos con la duda y decidimos espabilarnos. Fui al baño a orinar mientras Nati hacía otro tanto en el del dormitorio de Manu. Ya que Manu estaba desnudo, decidí que yo tampoco me vestiría hasta después de desayunar. Por lo visto Nati decidió lo mismo, porque cuando salió del dormitorio también se dirigió a la cocina desnuda. Manu nos esperaba ya sentado a la mesa cuando aparecimos. Vimos en su mirada que vernos así a las dos, desnudas sin tabús lo encendía como una antorcha. No sé que sintió Nati, pero yo me sentí halagada. Sentirse deseada por un joven veinteañero a mi edad es un halago de los más sensuales que se pude experimentar.

—Caramba como nos cuida el hombre de la casa —dije cuando vi la mesa puesta.

—Para mí que el chaval pretender engatusarnos para acostarse con nosotras —bromeó Nati.

—Mmmm.. puede ser —admitió él medio en broma medio en serio.

Yo preparé unas tostadas mientras Nati servía el café. Éramos conscientes de que Manu no perdía de vista nuestros culos. Miré a Nati y le guiñé un ojo señalando a Manu. Ella también se había dado cuenta y empinó un poco más el culo para provocarlo.

—¿Tenemos leche? —pregunté buscándola en la mesa.

—Será por leche —contestó mi hijo levantándose para ir a buscarla a la nevera.

—Anda, mira. Aquí viene —rio Nati viendo el aparato de Manu levantado en todo su esplendor.

—Venga. Pasa por aquí que yo la quiero templada —dije llamando a Manu con una mano.

—No te atreves —me retó pensando que todo era parte de una broma. En principio sí era una broma. Pero al decirlo se me ocurrió una idea muy guarra. Me sentía muy puta y tenía ganas de demostrarlo. Esperaba que Nati me siguiese la corriente. Y si no lo hacía me daba igual. Yo lo haría

—¿Qué no? Verás tú —lo agarré de la mano para acercarlo a mí.

No dije nada más. En cuanto lo tuve a mi lado agarré su polla con mi boca y comencé a chupar. Lo estaba ordeñando literalmente. Y le estaba gustando. Miré hacia arriba y vi que cerraba los ojos por el placer. Apoyó las manos en mis hombros y se limitó a disfrutar. Yo quería darle el mayor placer de su vida. Nati sí había pillado mis intenciones y se acercó con las dos tazas. Se colocó tras Manu y le frotaba la espalda con sus tetas. Para Manu debía ser una sensación de locura. Recibir una buena mamada mientras los generosos pechos de NatI le acariciaban la espalda no era algo que hubiese experimentado nunca. En menos de tres minutos estuvo listo para correrse.

—Me voy a correr —avisó.

—Suéltalo todo. Queremos tu leche —le susurró con dulzura Nati al oído. Yo lo miré a la cara. Efectivamente estaba a punto. Incrementé el ritmo para que se corriese lo más posible. Rodeaba su polla con la lengua para proporcionarle el máximo placer posible.

Finalmente sentí la primera descarga. Aguanté la boca cerrada para que nada se desperdiciase. Me costó no tragarlo pero aguanté la tentación. Seguí moviendo mi boca adelante y atrás para ordeñarlo del todo, hasta la última gota. Cuando sentí que ya no soltaba nada más me fui retirando despacio para no soltar ni una gota del preciado líquido.

Nati acercó las dos tazas. Ella también quería la leche de mi hijo. Mis mofletes hinchados, llenos de leche debían ser un espectáculo gracioso. Miré a Nati, ella sonreía con picardía y me acercó una de las tazas. Incliné la cabeza y dejé resbalar la leche fuera de mi boca. Después hice lo mismo con la otra taza. Cuando hube acabado abrí la boca para mostrar que no quedaba nada. Nati, sin soltar las tazas se lanzó ansiosa a por mi boca y nos enlazamos en un profundo beso. Quería compartir los últimos restos de semen que podían quedar en mi boca. Después sonrientes nos sentamos a la mesa enfrente a Manu. Sin apartar los ojos de él llevamos la taza a la boca y bebimos. Vimos como tragaba saliva. Estaba de nuevo como una moto. Aquello tenía que ser lo más morboso que había vivido nunca.

—Joder. Me lo cuentan y no me lo creo —admitió.

—Nunca apuestes contra tu madre, nene —le dije sonriendo mientras le guiñaba un ojo.

—Descuida que no lo haré. Prometido —juró él con la mano en alto acobardado ante mi iniciativa.

Seguimos desayunando mientras charlábamos de tonterías y hacíamos planes. De repente mi hijo se quedó parado como si recordase algo importantísimo.

—Joder, Nati. No nos acordamos de los condones —dijo preocupado.

—Menos mal que sabiendo lo que iba a pasar después del otro día, comencé a tomar la píldora —contestó ella sonriendo.

—Menos mal que alguien piensa un poco. Que si por este es iría por ahí dejando preñada a cuanta mujer se le pusiese a tiro —le recriminé a Manu.

—Eh —protestó él—. Que a mí no me vale cualquier mujer.

—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Nati con una sombra de preocupación en el rostro.

—Quiere decir que necesito sentir algo más que atracción. Al menos cariño.

—¿Pretendes que seamos novios? —parecía que le daba miedo lo que decía Manu.

—No. A mí me vale lo que tenemos. Pero sí que te tengo cariño. Siempre nos llevamos bien aunque no fuésemos amigos íntimos. ¿O no es así?

—Ufff. Que susto. Yo también te tengo, bueno, os tengo cariño. Pero por un momento creí que pretendías pedirme matrimonio —dijo Nati bufando.

—Bueno. No sería mal apaño. ¿No? —dije yo divertida por el plan—. Aquí viviríamos los tres juntos en comuna y a nadie le extrañaría.

Cuando acabamos de desayunar Nati se fue a la ducha. Había avisado en casa de que dormiría en casa de una amiga. Nos dio un profundo beso a cada uno y se marchó, según ella con tristeza. Le hubiese gustado pasar el día con nosotros follando como locos todo el día. La animé diciéndole que estaríamos para ella siempre que lo desease. Me dio un último pico y se marchó.

Después mi hijo se marchó a estudiar a la biblioteca. Creo que fue la mejor opción o me lo habría estado follando hasta dejarlo seco. Yo estaba desatada. Después de tanto tiempo sin polla quería disfrutar la que tenía en casa hasta que me escociese el coño.

A media mañana le mandé un par de mensajes a mi hijo para preguntarle que deseaba comer. Después de enviarle la pregunta se me ocurrió una cosa y saqué una foto de las tetas y otra del coño y le di a enviar. Enseguida contestó que de primero tetas y de segundo coño. Me reí con la contestación. Era justo lo que esperaba.

Acababa de terminar de cocinar cuando llegó. Oí el ruido de la puerta al abrirse.

—Ya estoy en casa —anunció mientras dejaba sus llaves en el mueble de la puerta.

Salí a recibirlo para darle un beso. Me había puesto tan solo una camiseta vieja, muy estirada que apenas me tapaba el culo.

—Por lo que veo te has aficionado a ir ligerita de ropa —dijo él en cuanto me vio.

—¿No te gusta? —le pregunté simulando que me había decepcionado.

—Me encanta —contestó él atrapándome en un abrazo para besarmecon ansia. Le devolví el beso con ganas. Tenía ganas de sentir su cuerpo pegado al mio.

—Bueno, pues vamos a por el primero —dijo él agarrándome un pecho.

—¡Niño! Las manos quietas —protesté yo muerta de risa. Pero el cabrón había dado con el botón justo para provocarme una oleada de placer que estuvo a punto de hacer que mandase la comida al carajo.

—¿No quedamos en que era el primero? Tengo ya ganas del segundo.

—Anda. Primero lávate las manos y vamos a comer. En un plato —me reí no muy convencida de sentarme a la mesa. Casi prefería tumbarme encima y que me comiese todo lo que desease.

—¿Entonces por qué te has vestido así?

—No me he vestido en toda la mañana. Me encanta esta sensación de libertad que da vestirse así. Si no te importa, claro.

—¿A mí? Me encanta. Creo que haré lo mismo.

—Para el carro. Eso no quiere decir que vayamos a pasar el día follando como conejos.

—¿Ya empezamos con las restricciones? —preguntóél con cara de preocupación.

—No, cielo. Pero tampoco vamos a dejar de hacer otras cosas. La vida no se limita al sexo. Si prefieres me visto más formal —por mucho que yo también lo desease.

—No, mamá, no es necesario. Tienes razón. Si prefieres andar en bolas por la casa no me importa. De verdad —aseguróél con un pico.

—Vale. Pues vamos a comer —le sonreí para tranquilizarlo mientras salía en dirección a la cocina.

Fue a su dormitorio a dejar sus cosas y asearse para comer. Cuando salió estaba muy serio. Parecía que algo le preocupaba. Me tranquilicé cuando preguntó.

—Mamá. Una pregunta… ¿Qué te parece si a partir de ahora compartimos cama?

—Vaya. Pues la verdad es que no lo había pensado. ¿Te gustaría?

—¿Lo preguntas en serio? Me encantaría.

—No sé. Nunca he dormido acompañada. Bueno, salvo esta noche pasada —pensé en voz alta mientras recordaba la sesión de sexo de la noche anterior—. Déjame pensarlo. ¿Vale?

—De acuerdo —parecía tener miedo a que me cerrase en banda así que no insistió. Yo le di vueltas toda la tarde al tema.

Por la tarde oí que llamaba a Nati y quedaron en verse. Me preguntó si le molestaba y, por supuesto, le dije que no. Lo que no hubiese sido normal era que apareciese yo como si fuese una carabina.

Al final se terminaron las vacaciones navideñas. Nati ya ni las tuvo. Trabajaba en un centro comercial y entre la campaña navideña y el inicio de las rebajas apenas tenía tiempo libre. Pero siempre que podía se escapaba un rato para buscarnos y tener nuestra buena sesión de sexo. Yo trabajaba en una oficina por las mañanas, así que por la tarde estaba ansiosa por si Nati libraba y podíamos disfrutar del sexo. Nunca habría pensado que me gustaría el sexo lésbico, pero fue una agradable sorpresa descubrir cuánto podía disfrutarlo. A ambas nos gustaba sentirnos penetradas, así que lo resolvimos con un par de dildos. En ocasiones le permitía, o le pedía, a Nati que usase el más pequeño en mi culo. Era un dildo con vibración que apenas tenía el grosor de un dedo, pero su efecto vibrador era fantástico en el clítoris. Al principio lo hice con un cierto temor. Aquel agujero era demasiado pequeño para meter poco más que un supositorio y pensar en la tranca de mi hijo perforándome en culo me daba pánico por mucho que Nati me asegurase que era fantástico. El culo se acostumbró al dildo enseguida y descubrí que tal como decía ella, era genial. Pero meter el pedazo de verga que cargaba mi hijo era… aterrador para mí.

Manu y yo ahora compartíamos dormitorio y me gustaba dormirme sintiendo su polla acariciando mi raja. Sabía que el pobre se quedaba con un calentón del campeonato. Pero al día siguiente se lo compensaba con una buena mamada él parecía feliz.

Cuando llegaron las notas del trimestre de Manu, su rendimiento académico había bajado un poco aunque había aprobado todo. No se lo podía reprochar porque en parte había sido por mi culpa. Así que lo animé a esforzarse un poco más. Le advertí que si seguía bajando, se acabaría el sexo para que pudiese concentrarse en los estudios. Estuve tentada a prometerle que si sacaba al menos un sobresaliente le dejaría que me rompiese el culo. Pero me daba miedo que lo lograse y no me sentía aun preparada aunque me excitaba la idea.

Un día de abril me decidí. Le había estado dando vueltas y hasta lo había comentado con Nati que me animaba a dar el paso.

—Claro. Como tú lo tienes abierto como una boca de metro lo ves muy fácil —me reí nerviosa.

—Anda, tonta. Anímate, verás como te gusta. Además Manu es muy cariñoso y lo hará con cuidado.

—Joder. ¿Es que tú has visto que pedazo de polla? Eso no puede caber en un culo —protesté.

—Ya te digo yo que si cabe —rio ella tocándose el suyo mientras me lo mostraba—. Y no veas que gustazo.

Lo había decidido. Lo haría.

Llegué de trabajar y Manu estaba en el salón. Le di un pico y fui a darme una ducha. Después me puse tan solo la camiseta vieja y fui a sentarme a su lado. Estaba nerviosa como un flan. Pero ese día iba a dejar que Manu me follase el culo.

—Manu. Quiero contarte algo —vi que se ponía nervioso—. He estado investigando por internet porque quiero probar una cosa.

—¿Qué cosa? Mira que la mitad de lo que encuentras por ahí es mentira.

—Quiero probar el sexo anal. Pero tienes que prometerme que me dejarás llevar las riendas. Quiero hacerlo a mi ritmo. Y si no puedo, paramos. ¿De acuerdo?

—Por supuesto. Lo que tú digas —vi que comenzaba a empalmarse. El cabrón lo estaba deseando.

Me levanté y fui a la cocina a buscar una silla.

—Ven —lo llamé nerviosa—. Desnúdate y siéntate ahí.

Obediente, hizo lo que le pedía y esperó a que yo diese el siguiente paso. Me quité la camiseta y me senté sobre él de frente. No le permití entrar en mi coño. Solo quería excitarme antes de follarlo. No tardó en estar como una piedra. Mi coño también chorreaba de lujuria. Entonces acomodé su polla a la entrada de mi coño y me deslicé sobre él sintiéndola en todo su esplendor. Hubiese jurado que estaba más grande que de costumbre.

Entonces cogí una de sus manos y me la llevé a la boca sin dejar de mirarlo a los ojos. Metí uno de sus dedos en la boca y lo lamí como si se tratase de su polla. Él pareció entender mis intenciones. Cuando solté su dedo lo llevó hacia mi culo. Con cuidado y cariño comenzó a meterlo. Cerré los ojos y me mordí el labio inferior cuando le sentí entrar. Él se detuvo preocupado.

—Mételo más —le pedí susurrando al oído. Era una sensación deliciosa sentir aquel intruso mientras mi coño estaba lleno de polla.

Obedeció al instante y lo metió hasta que llegó al fondo. Después comenzó a follarme despacio mientras mi agujero se amoldaba a su dedo. Yo me movía mientras tanto buscando el contacto de su polla por cada rincón de mi coño.

—Otro. Mete otro más —le pedí.

Lubricó otro dedo y empezó a follarme ahora con dos dedos. Por un momento me provocó un poco de dolor que me hizo soltar un grito apagado. Manu se detuvo, pero yo estaba muy excitaba y quería más. Mi culo tenía tenía que abrirse para dar paso a la polla que ahora tenía dentro de mi coño.

—No pares. Sigue —le pedí.

—¿Te gusta?

—Mmmm… Me encanta —admití—. Lo estás haciendo muy bien. Sigue así.

Siguió follando mi culo con los dedos. Mi anillo estaba cada vez más relajado y ahora el placer era indescriptible. Era una sensación nueva y maravillosa. Cuando llegó al fondo sentí un ramalazo de dolor y placer. Para no gritar busqué su boca y ahogué el grito en un profundo beso. Cada vez me gustaba más la sensación de sus dedos en mi culo. Un minuto más tarde me decidí.

—Creo que ya está listo para que la metas —le dije sacando su mano. La sensación al sentir los dedos deslizarse fuera de mi culo me arrancó un suspiro de placer.

—Uuuuu…—gemí como una perra en celo cuando salieron totalmente. Me sentía muy puta y me encantaba—. Con eso no contaba yo.

—Parece que tienes el culo más sensible de lo que esperabas.

—Eso parece, sí.

—Ven —lo llamé poniéndome en pie. La sensación de su polla saliendo de mi coño fue parecida. Me temblaban las piernas por el deseo y la excitación.

Me senté sobre la mesa del comedor y me eché de espaldas dejando el culo en el borde. Era una postura obscenamente expuesta que me encendía más. Tiré de las piernas hacia arriba sujetándolas con las manos. Ahora estaba totalmente expuesta y eso me excitaba más todavía. Sentía mi culo abierto, preparado para recibir una polla por primera vez.

—Ven. Métela —le pedí

Se acercó y apoyó la punta de su polla en el agujero que esperaba deseoso. Se agarró a mis caderas y comenzó a empujar. Sentí unaoleada de dolor y eso que todavía no había entrado casi nada. Aquello iba a ser más duro de lo que esperaba.

—¿Quieres que pare? —preguntó preocupado al ver mi rostro.

—No —negué decidida a meter todo aquel pedazo de polla dentro de mi culo—. Despacio, pero no pares. Yo te avisaré si no puedo.

Manu siguió empujando, despacio. Su cara decía que estaba preocupado por mi. Eso me enterneció. Pero yo estaba decidida a llegar al final. Quería mi culo roto por su polla. Cuando la cabeza estuvo dentro se detuvo. Lo agradecí jadeando, pero estaba dispuesta a seguir.

Manu aprovechó y llevó una de sus manos a mi coño. Jugó con mi clítoris para aumentar mi excitación. Se lo agradecí con una sonrisa. Nati tenía razón. Era muy cariñoso y ponía todo el cuidado posible para no hacerme daño. Pero no sería el dolor lo que me detendría. Quería más. Lo quería todo dentro.

—Gracias cielo. Eso se siente muy bien. Empuja otro poco —lo animé intentado sonreír.

Él volvió a empujar, despacio, atento a mi rostro que debía ser un poema. Yo apretaba los dientes para no gritar. Manu supo cuanto me costaba así que intentó compensarlo con sus dedos en mi coño. Era un cielo.

—Más, más —pedía yo cuando él se detenía consciente de que el culo intentaba acostumbrarse al intruso.

Así, poco a poco entró todo el tronco hasta que sentí sus pelotas chocar con mis nalgas. Entonces se paró del todo, esperando a que el ano se relajase lo suficiente. Poco a poco el dolor fue dando paso a un goce distinto. Un placer inmenso que como una oleada de calor partía de mi culo para inundar todo mi ser.

—Dale —le pedí decidida.

Entonces comenzó a meter y sacar su polla de mi culo. La sacaba hasta dejar dentro solo el glande y después volvía a meterla despacio hasta que sentía de nuevo sus huevos contra mis nalgas. El dolor desapareció y el placer inundó mi cuerpo haciéndome jadear. Sentía mi respiración entrecortada por la excitación. Sus dedos volvían a follarme con maestría y yo me agarré al borde de la mesa buscando empujarme contra él para que me follase más y más profundo. Aquella sensación era maravillosa y no tardé en estar a punto de correrme.

—Me voy a correr, cielo. Mamá se va a correr —dije jadeando mientras lo miraba a los ojos.

—Hazlo. Córrete para mí —contestó él—. Yo también estoy a punto.

—Pues lléname. Llena el culo de tu madre —me encantaba sentirme tan puta y sentía que a él le excitaba oírme así—. Dáselo todo a mami. Dámelo.

Por fin llegó el orgasmo. Fue una explosión de placer que provocó que mi cuerpo se arqueasesobre la mesa cuando explotaron todos mis sentidos, mi culo parecía tener vida propia. Manu siguió bombeando prolongando mi orgasmo mientras él estaba a punto de lograr el suyo. Yo me retorcía de placer sin poder controlar mi cuerpo mientras él no dejaba de bombear mi culo. Al final un rugido me avisó de que se corría. Enseguida sentí su leche en mi culo entrando como un torrente. Su cuerpo se envaró con la polla metida hasta el fondo de mi maltratado culo.

—Puedo sentirlo —dije feliz—. Puedo sentir tu leche dentro de mí. Que placer, dios mio. Esto es increíble.

Esperó dentro de mí hasta soltar la última gota. Entonces la sacó despacio. Ese movimiento increíblemente lento estuvo a punto de provocarme otro orgasmo.

—Uuuuuhhh —me oí gemir mientras sentía la polla resbalando fuera de mi cuerpo.

Se quedó quieto un momento intentando los dos recuperar el aliento. Después me tomó las manos para ayudarme a incorporarme. Cuando mi culo se apoyó sobre la mesa solté un quejido.

—Joder. Creo que voy a tardar en sentarme.

Mi hijo me besó cariñoso para apagar mi protesta. No me pude resistir y busqué con ansia su lengua. Quería agradecerle el cariño y el cuidado con que lo había hecho.

—¿Te ha gustado, cielo? —le pregunté sonriendo para que viese que estaba feliz.

—Me ha encantado —aseguró—. ¿Y a ti?

—Ufff. Ha sido increíble —confesé—. Tener todo ese pedazo de carne dentro mientras me metías los dedos por delante ha sido… increíble.

—¿Pero increíble para bien o para mal? —preguntó.

—¿Tú que crees? ¿Acaso te mandé parar? —volví yo a preguntar mientras buscaba de nuevo su boca.

Nos quedamos un rato abrazados mientras nos besábamos ansiosos. Después, en un arrebato de cariño, escondí mi cara en su hombro. Era un hijo maravilloso. Y un amante excepcional. Yo era muy feliz.

—Eres maravilloso Manu.Te quiero, hijo —le dije al oído.

—Y yo a ti, mamá. No podría tener una madre más maravillosa.

—¿Porqué te dejo que me des por el culo? —le pregunté divertida.

—Eso también. Para qué negarlo —había dado con la respuesta adecuada. Nos reímos los dos.

FIN