Fin de año

Un joven de tendencia sumisa y fetichista contacta con una Ama muy especial para pasar el fin de año. Año nuevo vida nueva.

Hace unos días que me siento bastante deprimido, desdichado, descontento conmigo mismo. Llevo un par de días encerrado en casa, sin salir, sin hacer nada. Y mañana es fin de año. Me levanto del sofá y me voy al baño a mear. Enfrente de la puerta del baño hay un gran armario zapatero cuyas puertas son espejos. Antes de entrar en el baño me paro y me veo reflejado, un chico joven con una mirada abatida. Sé lo que se esconde detrás de estos espejos y noto una incipiente excitación en mi entrepierna. Voy a mear, y en mi mano mi polla –más bien poquita cosa- está semidura. Cuando vuelvo a salir me pongo de nuevo ante esos espejos y me miro de arriba abajo, me acaricio la entrepierna por sobre el pantalón; mi polla se está poniendo realmente dura. Me muerdo el labio, y sé que me estoy excitando y que no podré evitar abrir el zapatero. No lo abro a diario, puesto que casi siempre voy con los mismos zapatos y los dejo en mi cuarto. Abro, después de mucho tiempo sin hacerlo, el zapatero: ante mi se encuentran algunos pares de botas, botines, sandalias, etc. Casi todo lo que veo es calzado femenino. De nuevo me entra mi excitación, que va creciendo. Aquí está ante mi todo este calzado que me habla de una parte de mi que intento siempre esconder, evitar, aniquilar… pero tarde o temprano pasa lo que hoy: no puedo evitar abrir el zapatero y excitarme y tener ganas de ponerme alguno de estos calzados. Intento razonar, pero finalmente acabo sucumbiendo a mis placeres más inconfesables. Me pongo unos botines negros, con un tacón importante, y ya no me los quitaré en todo el día. Me paso el día haciendo las tareas de casa, sacando el polvo, barriendo, fregando, lavando los platos, planchando. Y así pasa el día hasta la noche, cuando ya todo está perfectamente.

Es entonces cuando de nuevo vuelve a mí la excitación, que de todas formas no me ha abandonado en todo el día. Los botines y los quehaceres domésticos me han hecho sentir bien, caliente, relajado. Ahora que no tengo nada que hacer solo camino de un lado al otro por el piso, practicando el andar con tacones y moviendo el culo, caminando como si estuviera en una pasarela de moda. Me paro delante de los espejos del zapatero, me miro, me contorneo, me muevo, saco culo. Entonces abro y cojo unas botas rojas muy altas de charol, 14 centímetros de tacón fino y altas hasta por encima de las rodillas. Preciosas. Las saqué y volví a cerrar, de forma que me encontraba frente a esas hermosas botas enfrente de los grandes espejos. Me arrodillé, me puse a cuatro patas –todavía con los botines negros puestos- y empiezo a lamer las botas de charol rojo, mientras mi polla se pone durísima dentro de mi pantalón. Chupo y lamo las botas, me excito, lamo sin parar, estoy muy excitado y me saco la verga y me masturbo mientras sigo lamiendo. Veo mi imagen patética reflejada: lamiendo unas botas, con unos botines puestos, y masturbándome. Me corro enseguida. En realidad siempre me corro enseguida. Ninguna chica ha disfrutado nunca del sexo conmigo.

Voy al baño, me lavo, pero sigo completamente cachondo. Fuera de mí, me dirijo a mi habitación y abro aquél armario también prohibido donde escondo las prendas que solo me pongo en la intimidad. Me quito los botines y me pongo unas medias negras de rejilla; luego, un tanguita minúsculo rojo que se me mete por toda la raja del culo; una mini falda de cuero negro. Me tumbo en la cama y me empiezo a acariciar, mi cuerpo enfundado en el cuero, me excito más y más, mi corazón va a cien. Me levanto y me pongo un sujetador rojo, y encima de este una camiseta arrapada, negra con la imagen del conejito del playboy, con unas mangas cortísimas y que me deja el ombligo a la vista. Me pongo luego la cazadora de cuero negro tan bonita y excitante, dejándola abierta para mostrar mi camiseta con el conejito, el bulto de mis falsos pechos y el ombligo. Finalmente, me pongo esa peluca negra barata, de pelo liso y largo en la espalda y por los costados, sin pelo por delante ya que empieza a la mitad de mi cabeza en una diadema. Para ocultar este detalle me pongo una gorra, con su visera hasta los ojos. Dejo los botines en el suelo y salgo al pasillo, hacia el zapatero, enfrente del cual hay las hermosas botas de charol. Me las pongo primero, las dos, y luego subo la cremallera que las ciñe en mis piernas, hasta más arriba de mis rodillas. Me siento muy bien así. Entro de nuevo en mi habitación y cojo el bolso negro, y me pongo a andar por casa con aquellas botas de tacones imposibles y con el bolso. Finalmente, no puedo resistirme a que me vean así y salgo al balcón a provocar, un rato y ocultando la cara, dando siempre la espalda u ocultando mi cara entre mi larga peluca.

Entonces me pongo en el ordenador y entro en un chat, y mientras no paro de tocarme por todo el cuerpo. Como siempre entro en un chat de dominación, aunque nunca tengo mucha suerte, pues solo aparecen Amos y no Amas. Y a mí me excita someterme a una Ama, pero en absoluto a un Amo (me he dado cuenta al intentarlo). Solo FemDom, que dicen.

Me encuentro con un Amo y me ordena algunas cosas que yo voy cumpliendo, como darme unos azotes en el culo –lo cual ha terminado gustándome a pesar de ser una práctica que en principio no me daba ningún morbo-, ponerme pinzas en los pezones, acariciarme el ano con un dedo, meterme el dedo…; y finalmente me pide si tengo un consolador. Yo le digo que tengo un vibrador, y lo saco del bolso. Me hace chuparlo bien –me encanta-, y cuando está bien lubricado es el turno de mi culito. Hacía tiempo que no me follaba el culo con el vibrador, y ahora tengo unas ganas enormes, así que disfruto a lo grande haciéndolo. De nuevo me corro y desconecto.

Al día siguiente me levanto y me doy cuenta que he dormido con el tanga, las medias y el sujetador puesto. En un primer momento me parece espantoso y sale de nuevo mi autorepresión. Me miro en el espejo y me siento patético, además con todo mi cuerpo lleno de vello. Paso unas horas algo deprimido, estoy de nuevo en un chat, y finalmente pienso que no hay forma de seguir viviendo con esa doble vida tan bestia de represión hacia algo que sale del fondo de mi ser. Tengo que cambiar, aunque sea un poco, mi vida; solo así superaré este estado deprimente en el que me encuentro.

Me visto –de chico, evidentemente- y salgo a la calle. Me dirijo a un local gay donde hacen depilaciones, y a pesar de no ser gay entro allí, pues prefiero que me tomen por gay y me depilen aquí que no la humillación de depilarme en otro sitio. Un rato después salgo con todo el cuerpo perfectamente depilado, sin un solo vello. Ahora podré enseñar mi ombligo sin ese vello de antes, tan poco femenino. Acto seguido me paso por un sexshop y compro unas cuantas pelucas en condiciones: rubias, morenas, pelirrojas, cortas, largas, con colitas, etc. Me compro también un par de vestiditos; uno de colegiala y otro de criada. Por ultimo, compro unas bolas chinas y también unas bragas de látex con un dildo anal.

Entro en una cabina, y me cambio mi ropa interior por las bragas recién compradas. Me las pongo por encima de las rodillas, pero sin acabar de ponérmelas, pues el dildo tiene que entrar bien en mi ano. Me chupo el dedo, y me acaricio el ano, me pongo mucha saliva, me chupo dos dedos, y los acerco a mi ano. Primero meto uno, que ya entra perfectamente, y muevo el dedo dentro de mi culito, agrandando el agujero de mi ano, para poner el segundo dedo. Con un poquito de esfuerzo entra también, y los muevo los dos, para seguir agrandando mi agujero anal. Saco mis dedos y me los meto en la boca, chupándolos bien, y vuelvo a meterlos en mi ano, ahora tres de golpe, que encuentran un poco de resistencia al entrar. Una vez dentro, enseguida se acomodan y los muevo de nuevo, haciendo sitio en mi culito para ese dildo. Saco los dedos y subo un poco más la braga, con el dildo ya a la puerta de mi ano. Entra bien, sin problemas. Entonces me siento, y noto ese dildo en mi culo. Pongo dinero en la cabina y veo algunas imágenes, me masturbo, me limpio y salgo a la calle, con las bragas nuevas enculándome. Y yo feliz y excitado. Poco después, entro en un local donde hacen piercings, aunque solamente me hago un par de agujeros en cada oreja, para poder llevar arracadas. Me duele un poco, y sé que esto está muy a la vista y que si mi padre lo viera me mataba, pero a pesar de todo me voy rápido y contento a comprarme unos cuantos juegos de arracadas.

Entro en un bar, me pido un bocata para comer y cojo el periódico. Es el de hoy, 31 de diciembre, fin de año. Todavía sigo sin plan para esta noche, pero ya sé lo que quiero. Miro las páginas de contactos, sin importarme en absoluto que alguien se dé cuenta, y me apunto algunos teléfonos. Luego de comer y tomar café vuelvo a casa.

Ya en casa, llamo por orden de prioridades, y ya en el primer teléfono consigo una cita para esta noche. Hablo con una Ama (travesti) llamada Margot; el nombre me gusta, y por teléfono conectamos bien. Esta noche de fin de año la pasaré con Margot en mi casa; está invitada a la cena en honor suyo, y Margot está contenta y yo también. Salgo a comprar todo lo necesario para la cena. Afortunadamente ayer estuve haciendo las tareas domésticas y hoy está todo perfecto. Voy a un puesto donde preparan comida para llevar y escojo un montón de comida (exagerada por una sola persona que es la que va a comer esta noche), de lo más caro y refinado. Luego paso por una bodega y compro vino y champán.

De nuevo en casa, paro la mesa de la forma más elegante y lo dispongo todo para que esté a punto. Iluminan la mesa algunas velas. Todo está perfecto. Todo excepto yo: voy a cambiarme. Me saco toda mi ropa de chico y la pongo a lavar. Solo me quedo con las bragas enculadoras. Entonces, me pongo el uniforme de criada, pues esta noche seré la criada de mi invitada, Ama Margot. Este conjunto consta de una cofia de encaje, un body supersexi con un final de minifalda, un tanguita a juego y unas increíbles medias. De momento, no me pongo la cofia ni tampoco el tanga: prefiero dejarme las bragas enculadoras, como las llamo siempre, divertido. Me pongo los botines negros de ayer, el calzado más cómodo que tengo, y me voy al baño. Llevo el bolso, y saco de él todas las cosas que necesito. Me pinto los labios de un rojo apasionado. Me pinto los ojos, me pongo rimel, me pinto las uñas de rojo, los pómulos de un tono carnoso ligeramente rosado. Y entonces veo que sigue fallando algo: las cejas demasiado espejas. Así que empiezo a arrancarme pelos de las cejas, arreglándolas, tembloroso del dolor pero sobretodo de pensar que lo que estoy haciendo es irreversible al menos por un tiempo (¡¿cuándo tardan en volver a crecer las cejas?!). Se me está yendo todo de las manos; no podré salir de la calle, y si lo hago va a ser espantoso, ridículo, patético, se va a reír de mi todo el mundo

Sea como sea, estos miedos no hacen que me eche atrás, y al poco tiempo estoy con un rostro hermoso y femenino. Me pongo unas arracadas en forma de aro y voy a por una peluca. Las colitas van para el vestidito de colegiala; para criada mejor una peluca corta, más ágil, y la elijo rubia. Es una de estas pelucas con un flequillo todo recto, igualado, en toda la frente, y por los costados y por detrás todo el pelo igualado a la altura de mi rostro, dejando ver toda la nuca, sensualmente. El pelo es liso, muy real, y se ondula ligeramente adelante en la punta. Me pongo ahora la cofia, y me miro de cuerpo entero. Estoy hermosa; apetecible. Si fuera un chico… ¡dios! ¡Soy un chico! Mi mente ya me juega malas pasadas. Realmente me he convertido en una mujer; ya pienso como si fuera una mujer…; en fin, lo que pasó por mi cabeza es que si fuera un chico me gustaría liarme con esa hermosa criada. ¡Seguro que sí!

Todo está a punto cuando llaman al portero automático.

¿Quién hay?

Tu Ama Margot, inútil! ¿Quién va a ser?

Hola Ama. Adelante; todo está listo.

Pulso el botón que abre abajo y espero que nadie por la calle –y mucho menos algun vecino- haya oído este par de frases cruzadas. Mientras ella sube a mi piso yo me quito la braga enculadora y me pongo el tanga que va con el conjunto de criada. Miro desde dentro si hay alguien afuera en el rellano, y dejo la puerta entreabierta; espero mi Ama de rodillas enfrente de la puerta, mirando al suelo. Mientras, pienso que es mi primera vez como sumis@ real, estoy nerviosa y un poco espantada. ¿Por qué escogí Margot? En parte por azar. Fue la primera con la que hablé y me gustó. Claro que si la llamé a ella primero es porque pensé que mejor un travesti para esto. Es curioso, porque antes nunca me lo había planteado seriamente, pero los travestis acostumbran a tener cuerpo de diosa y además una buena verga. A mi me gusta que me domine una bella mujer y otra de mis fantasías es chupar una buena polla de verdad –nunca lo he hecho-; Margot me podía ofrecer ambas cosas. Además, su voz era dulce, suave, femenina. Perfecto.

La puerta del ascensor se cierra i oigo los pasos de mi Ama que se acerca, con unos tacones resonando; oigo además otros pasos detrás de ella. ¿Quién será? La puerta del piso se abre y veo unos pies que se me acerquen, los tacones dejan de redoblar delante de mí. Los otros pasos se detienen detrás de Margot, y cierran la puerta.

Hola putita.

Hola Ama.

Anda, venga, bésale los pies a tu Ama.

Y así empieza mi primera vez, besando los pies y lamiendo las botas de mi Ama; por el momento mi vista solamente alcanza a ver sus botas de cuero negro de caña alta. Las beso y las lamo hasta donde acababan, casi en sus rodillas, y bajo luego por detrás, por su largo y afilado tacón. Entonces ella aparta un poco el pie.

Ya basta, guarra. Anda, levántate y pórtate como una buena criada. Por cierto, he traído una sumisa para que te ayude.

Entonces, de pie, puedo verlas bien a las dos. Ama Margot es impresionante; alta, rubia, de pelo largo y ondulado, labios carnosos, mirada intensa. Lleva un largo abrigo de piel cubriendo todo su cuerpo, hasta las rodillas, justo donde empiezan sus botas. Un paso por detrás de ella, se encuentra la sumisa, hermosísima; enseguida me quedo prendado de su belleza. Es rubísima, de ojos azules clarísimos, rostro angelical, puro, virginal, cuerpo espectacular, todo perfectamente en su sitio. Es muy, muy, joven; estoy seguro que no es mayor de edad. En su mano lleva un abrigo rojo, un bolso grande y unas sandalias. Aparte de esto, solo lleva un pequeño tanga blanco con juegos de transparencias, y una cadenita unida colgando entre sus hermosos y tersos pechos, sujetadas por pinzas en cada pezón.

De repente una bofetada de Ama Margot me hace volver a mi situación de criada y sumisa de Ama Margot. Ha sido un error quedarme mirando tan rato su sumisa. Un error imperdonable. Mi Ama solamente dijo:

Tiene dieciséis años y es virgen. Anda, toma mi abrigo.

Me pongo detrás de mi Ama y la ayudo a quitarse el abrigo, que queda en mis manos. Y quedo fascinado por la nueva revelación; Ama Margot es también hermosa. Tiene unos grandes pechos, un cuerpo imponente enfundado en un vestido impresionante. Guantes de látex hasta más arriba de los codos; top de vinilo negro, con los pechos casi saliendo de él; minifalda negra de látex; medias de rejilla.

Siento mi Ama a la mesa y voy a dejar los cosas de ambas en mi habitación. Entonces, empezamos a servir la cena para Ama Margot. La copa siempre llena; todo a punto para cualquier cosa que nuestra Ama desee. Por ahora me encargo yo de servir, y la otra sumisa, de rodillas debajo de la mesa, le hace un masaje en los pies. Ama Margot está relajada, disfrutando de la cena. Nosotras, a su servicio, igualmente gozando de estar cerca de ella y poder servirla.

Al finalizar la cena, Ama Margot manda a su sumisa a buscar algo y ella se va trotando a cuatro patas hasta mi habitación; unos segundos después vuelve con una fusta en la boca. Ama Margot me manda ponerme de rodillas, con la cabeza gacha y sacando culo, y yo lo hago sin rechistar a pesar de saber lo que se avecina. Uno a uno caen un montón de azotes en mi culo, hasta dejar mi culo ardiendo y completamente rojo.

¿Sabes por qué lo he hecho?

No, Ama –balbuceo espantado.

Porque me ha dado la gana. Sin más. ¿Qué te parece?

Muy bien Ama. Para mi es un honor satisfacer cualquiera que sea su placer.

Ama Margot sonríe. Luego se sienta en el sofá, frente al televisor, que son casi ya las 12. Yo le acerco un plato con un racimo de uvas. Mientras, Ama Margot hace una seña a la sumisa, que desaparece un momento, como siempre a cuatro patas. Un poco después aparece de nuevo, esta vez con algo colgando entre sus piernas. Lleva un arnés con un descomunal consolador, mucho mayor que mi vibrador; y sospecho que este consolador va a acabar dentro de mí.

En efecto, Ama Margot manda a la sumisa ponerse de pie y a mi arrodillarme a sus pies y hacerle una buena mamada al descomunal consolador. Es una barbaridad, me llena por completo la boca. Sin embargo, lo chupo bien, dejándolo perfectamente ensalivado, por si acaso eso tiene que penetrarme finalmente. Hago una buena mamada, con pasión, disfrutando de aquella buena verga. Queda un minuto para el cambio de año y sigo chupando. Entonces Ama Margot me ordena detenerme y ponerme a cuatro patas delante de ella enfrente del sofá. Detrás de mí se coloca la sumisa con su consolador colgando entre sus piernas, y a cuatro patas se monta sobre mí encarando ese monstruo en mi culo. Lo deja justo en la entrada de mi ano. Mientras, Ama Margot me coge la cabeza y la acerca a su entrepierna. Sube su minifalda hasta la cintura, y ante mí me encuentro con un enorme pene. Yo ya casi había olvidado por completo que estaba frente a un travesti y no una mujer. Tiene el miembro semiduro, y con la mano en mi nuca acerca mi boca a él. Por lo visto estoy al borde de mi primera mamada a un pene de verdad. Estoy entre nervioso y excitado, sintiendo un gran deseo de hacerlo y una gran repugnancia al mismo tiempo.

Hoy en vez de las doce campanadas vas a hacer las 12 mamadas! –dice Ama Margot, riendo.

Y empieza todo. Primera campanada, y la mano en mi nuca me acerca a engullir la polla de mi Ama, hasta el fondo, al mismo tiempo que un gran dolor en mi trasero da cuenta de la dura enculada de la sumisa, que me rompe el culo con el enorme consolador. Se me escapa una lágrima y un grito ahogado dentro de aquella verga. Y saco mi garganta de la polla de Margot al mismo tiempo que noto como se retira de mi ano el enorme consolador. Y una nueva campanada, y una nueva enculada y una nueva mamada. Y así, una tras otra, las doce campanadas se convierten para mí en las doce mamadas-enculadas, mientras Margot come una uva a cada campanada y se le pone más y más duro el miembro.

Acabadas las doce campanadas, la sumisa sale de mi culo y se aparta, mientras Margot me coge la cabeza y me folla la boca de una manera salvaje, hasta correrse en mi boca. No quiere que se pierda ni una sola gota de esperma, así que no deja que mi cabeza se aparte de su miembro. Obligado, como y limpio todo el esperma; es la primera vez que trago semen. Es guarro, humillante, asqueroso… y sin embargo, ¿por qué me habrá gustado tanto?

Con un hilo de esperma goteando todavía de mis labios, Margot me pone a cuatro patas sobre el sofá y me encula de nuevo con su polla que va ganando grosor poco a poco, recuperándose. Y es la primera vez que me encula una verga de verdad, y me gusta, y gimo como una puta, y ella me dice que soy una puta y me gusta, y le digo que sí, que soy su puta, y ella me llena el culo de semen.

Unos minutos más tarde Ama Margot y su sumisa se van de mi casa. Antes, pero, Ama Margot me ha dejado su número privado de teléfono y me ha dicho que la llame, que vamos a entendernos bien los dos, y que podría convertirme en su sumisa, más allá de un plan de una sola noche. Y la historia me gusta y empieza un año nuevo y una vida nueva. Por supuesto: la llamaré.