Filmando porno (1)

Hay que salir de la crisis económica. Nuestra idea es excitante.

FILMANDO PORNO I

La fábrica en la que Carlos, Tom y yo trabajábamos cerró un buen día y nos vimos en la calle sin empleo y en una situación económica crítica. Algo había que hacer, pero en nuestra vida nos habíamos dedicado a otra cosa que no fuera el trabajo en aquella sucia fábrica. Carlos incluso propuso llevar a cabo un atraco a un supermercado, pero aquello era una locura; ni Tom ni yo aceptamos. Así que se nos iban muchas horas en la cafetería intentando planear algo para ganar un poco dinero, pues la situación de cada uno era lamentable. Los tres estábamos casados: Carlos tenía una familia compuesta por su esposa y por dos hijos pequeños, Tom también tenía esposa y ésta estaba embarazada de seis meses esperando a su primer hijo, y yo, casado, con una hija pequeña y además mi suegra vivía con nosotros.

Un día Carlos entró en la cafetería con el rostro muy animado. Llevaba consigo una revista. No esperó a proponer una idea según la cual podíamos ganar un montón de dinero. Tom y yo le dijimos que nos lo contara todo:

  • Mirad –dijo Carlos-, en esta revista viene un anuncio de una productora de cine independiente que compra películas porno en video de estilo amateur.

  • ¿Y qué quieres decir con eso? –le pregunté yo-.

-Pareces tonto –me respondió-, nosotros mismos podemos ganar dinero con eso. Mira, cualquier cinta que mandemos nos la pagarán a 350 y si la película supera ciertos controles de calidad audiovisual, argumental, etc, la editaran y eso supondrá que nos paguen 950. O sea, una buena pasta.

  • ¿Cómo lo haremos? – preguntó muy interesado Tom.

  • Con mi propia cámara –dijo Carlos-, tengo un buen equipo de cámara, video y edición de montaje audiovisual. Será fácil. Tú, Ginés – me dijo a mí- harás los argumentos y yo me encargaré del rodaje. Habrá ganancias para todos.

  • Y bien – dijo Tom- ¿quiénes serán los actores?

  • Nosotros mismos por supuesto –dijo riéndose Carlos.

  • Como en los viejos tiempos chicos –dije- nos vamos los tres a una casa de putas y con ellas haremos esas pelis.

Carlos quedó en silencio después de lo que dije. Y después habló:

  • No puede ser Gines. Eso podría traernos pérdidas. No podemos pagar a prostitutas para nuestro proyecto.

  • Joder! –dijo Tom- ¿entonces que piensas hacer películas de maricones entre nosotros mismos?

  • No seas bruto –dijo Carlos-. Me temo chicos que habrá que convencer a nuestras mujeres para que hagan de actrices porno.

  • ¿Pero estás loco? –gritó Tom-.

  • Venga ya Tom–dijo Carlos-. Si siempre estás diciendo que tu mujer es una viciosa, y tú Gines, siempre dices que quieres buscar nuevas experiencias con tu mujer. Esta es una magnífica oportunidad.

Seguimos discutiendo un rato sobre el asunto. Poco a poco Carlos nos iba convenciendo, pues sus argumentos eran sólidos, aparte de que el dinero era lo que evidentemente nos atraía. Éramos hombres y a nosotros quizá no nos importaría colocarnos delante de la cámara. ¿Pero y nuestras esposas querrían hacerlo?

Nos citamos un día en casa de Tom, sin hijos ni suegras ni nada. Teníamos que procurar haber convencido a nuestras mujeres para acudir a la cita, sino tendríamos que olvidarlo todo. No sé cómo le fue a los demás, pero yo tuve serios problemas con mi mujer cuando se lo propuse, pero para sorpresa mía al final aceptó, no sólo por el dinero, sino también picada por la curiosidad y porque no estaba muy convencida de que las otras dos esposas aceptasen de sumo grado. Entonces Carlos, Tom y yo nos telefoneamos para comprobar los resultados con las esposas. Quedé petrificado cuando todas decidieron unirse al “trabajo”. Nuestro equipo de rodaje quedó entonces listo. Quedaba sólo empezar.

Así que la noche de la cita nos vimos en casa de Tom. Estábamos los seis. La mujer de Carlos se llama Jane y está muy buena. Valía para el trabajo. La mujer de Tom, Nuria, aunque embarazada es una bella morena de ojos negros que haría las delicias de los futuros espectadores y por supuesto mi mujer Rosa, que no le envidiaba nada a las otras y cuya cara aniñada y traviesa podía dar mucho juego. Carlos volvió a repetir en que consistía el proyecto para que ellas lo tuvieran claro. Las dudas surgieron pronto pues ellas querían saber si tenían que follar con todos o solo con sus marido y si también teníamos que estar todos presentes durante las escenas que rodasen los otros matrimonios. Carlos –que ya era el director de rodaje- siguió explicando: podíamos hacer cortos de video actuando sólo marido y mujer, porque podrían ser de calidad y obtener la aprobación de la productora, pero seguro que tendríamos más éxito con argumentos enrevesados en que una misma actriz o actor también tuviera sexo con los demás. La chicas iban comprendiendo y nosotros, a pesar de que se trataba de trabajo y no de placer, nos fuimos excitando. Había que empezar.

Era mi turno. Como guionista debía proponer tres cortometrajes para comenzar esa noche. Sólo lo haríamos entre parejas formadas por marido y mujer, para ver si rompíamos el hielo de esa primera vez. Yo había escrito un guión para cada pareja. Pregunté si alguno quería empezar. Carlos, el promotor de la idea se prestó a ello inmediatamente con su mujer. El cortometraje tendría una duración de al menos 8 minutos y se desarrollaría en la cocina. El argumento era simple, y el título lo decía todo: “Bienvenido a casa cariño”. Se trata de un marido que llega a casa después del trabajo y su esposa lo espera en la cocina con ganas de echar un polvo. A Jane le pareció bien pero pidió que esta primera vez se pudiera hacer con cierta intimidad. Así que en la cocina se quedaron Carlos y ella solos, pero mi presencia era obligada para hacerme cargo de la cámara. Las primeras imágenes que tomé eran de él entrando en la casa, y luego de ella preparando la cena en la cocina. Él llegaba y le daba un profundo beso. La cosa prometía. Se notaba que no éramos profesionales, sobre todo Jane, que actuaba cohibida ante mi presencia. Carlos desde luego fue más atrevido y empezó a meterle mano con descaro, levantándole la falda y bajándole las bragas. Todo había de ser directo, pues la duración del corto lo exigía. Las imágenes habían de ser explícitas. Carlos tomó a su esposa y la tumbó sobre la mesa de la cocina para poder abrirle las piernas y hundir su cabeza entre ellas para devorarle el coño. Yo activé el zoom para tener un plano privilegiado. Estaba excitado, pero no dejaba de prestar atención a la cámara para que no nos traicionase cualquier detalle. Carlos sacó su polla. La tenía rígida; no se avergonzaba ante mí. Quiso penetrar a su mujer, pero no le fue fácil, claro que perspicazmente supo que en la cocina encontraría algo para facilitar la lubricación de su esposa, que tenía dificultades por la timidez y lo nuevo de la experiencia. Untándole aceite de oliva la penetró de un empujón. Fue una idea genial. Seguí filmando el coito y Carlos no tardó en correrse, porque se notaba que disfrutaba con aquello y conmigo observándoles. Sacó su verga de la cueva de la esposa y eyaculó sobre el vientre de ella, tal y como hacen algunos grandes actores porno. Así terminó nuestro primer cortometraje.

Nos reunimos con los demás y decidimos revisar el material obtenido. Aunque Jane era un tanto reticente aquello formaba parte del trabajo, pues debíamos comentar errores, corregir cosas y sugerir otras, para así obtener un mejor resultado. Entonces nos sentamos todos ante la televisión y vimos “Bienvenido a casa cariño”. Todos estábamos nerviosos y excitados. Nos gustó; podía valer. Aunque conversamos sobre el hecho de que Jane había estado un poco sosa, pues debería haber gemido o haber fingido más excitación durante el coito y el orgasmo. No pasaba nada; todo era cuestión de superarse y en todos los aspectos, incluso en los guiones y argumentos.

Pero aquella noche teníamos que hacer al menos otros dos cortometrajes. Nuria preguntó inmediatamente qué guión teníamos preparado para su marido y ella. La noté excitada, supongo que por haber visto minutos antes las imágenes en las que Carlos y Jane follaban. Les conté que evidentemente teníamos que aprovechar la circunstancia de su embarazo y les pareció bien. Su corto sería “Violación de una embarazada” y no hizo falta explicar de qué iba porque al igual que el anterior cortometraje, el título lo decía todo. Antes de comenzar con ello hablamos sobre el hecho de que el cliente potencial de este tipo de pornografía era sobre todo el público masculino y lo que hiciéramos debía estar trabajado en clave y pensamiento masculino, satisfaciendo antes que nada las fantasías de los hombres. La mujeres estuvieron de acuerdo, y cuento esto porque a muchos hombres les excita el sexo con embarazadas y quizá más aún si se suma el hecho del sexo no consentido. El argumento de “Violación de una embarazada” era igualmente sencillo: Una mujer embarazada está sola en casa y tranquilamente descansando en su cama, cuando entra un atracador con intenciones de robar y al verla le gusta tanto que decide aprovecharse sexualmente de ella...

Continuará...