Fiestas populares muy calientes

Queria que el extraño gozara al contemplar la redondez del culo caliente de mi amiga...

FIESTAS POPULARES - Queria que el extraño gozara al contemplar la redondez del culo de mi amiga. De sus nalgas abiertas, de sus dedos entrando y saliendo en su rezumante coño

Es curioso, siempre fantaseé con algo así. Ya se sabe, la típica fantasía lesbiana, tan normal en toda mujer. Pero tampoco creí que fuera capaz de convertirla en realidad.

De todos modos tampoco sabía exactamente qué hacía allí, apoyada en la puerta de aquel retrete (es curioso, estas cosas siempre ocurren en un aseo) mientras mi amiga intentaba con manos torpes desatar el complicado lazo de mi refajo

Evidentemente era San Isidro, no creáis que suelo vestir así. La fecha en sí ayuda a comprender un poco cómo habíamos llegado a aquella situación.

Habíamos bebido un poquito… bueno, qué coño, íbamos bastante borrachas. Y unas horas antes, mientras bailábamos con el grupo, alguien sacó una cámara digital y empezamos a fotografiarnos. El salido del grupo (no te extrañes, en todos los grupos hay un salido) nos retó a las chicas a que nos besáramos en la boca para hacer la foto de rigor.

Nosotras, entre risas, dijimos que ellos primero. Supongo que la curiosidad por ver a dos chicas besarse hizo que varios perdieran su habitual inhibición hacia el tema. Je je, un par de ellos se dieron un pico, cierto es que fugaz y casi sin mirarse. Tonto, pero le encontré su puntito.

Ahora llegaba el momento de corresponder al desafío. Creo que yo ya sabía a quién quería besar. Ya he hablado antes de la típica fantasía de chica, y la mía en concreto era mi amiga. Muchas veces nos habíamos visto desnudas, incluso nos habíamos acicalado mutuamente. Ya sabéis, darnos cremas, depilarnos, en fin, cosas de chicas porque no imagino a un tío haciéndole la cera en la ingle a un amigo

El caso es que en esos momentos, muchas veces, sentía un extraño cosquilleo en la nuca y algo de vértigo en el estómago. No siempre, pero sí a menudo. Lo suficiente a menudo como para desear besarla. Así que la cogí del brazo y la atraje hacia mí. Un piquito, algo más apretado de lo normal, eso sí, pero pico al fin y al cabo. Al separar mi cara de la suya pude ver que sus ojos se clavaban interrogantes en los míos. Me ruboricé. Me puse nerviosa. Aunque menos que el chico de la cámara que con la excitación del momento había olvidado hacer la foto. La carroza arrancó de nuevo y todos la seguimos, bebiendo, charlando, fumando, bailando. Y yo particularmente esquivando a mi amiga. Ahora me sentía algo culpable. Pero en fin, pensando que iba borracha, puede que mañana no recordara nada. Cuando terminó el desfile, decidimos seguir la fiesta en los pubs, nada de ir al concierto pachanguero que había organizado un concejal de juventud que era cualquier cosa menos joven. Y allí estábamos, en la puerta de un local, con música a todo trapo y bailando.

"Voy al aseo" dijo mi amiga y al pasar por mi lado me cogió la mano y me arrastró por entre la multitud, abriéndose paso hasta el fondo del local. Joder, ahora me va a decir que qué ostias me pasa, que qué me he creído o vaya a saber usted. Paranoias típicas de mujer. De mujer borracha. De mujer borracha y algo drogada.

Me sacó de dudas su lengua dentro de mi boca. Decir que estaba sorprendida es quedarme muy corta. He de reconocer que poca gente me había besado así. Era un beso típicamente femenino, dulce, tierno, pero frenético, lleno de deseo. Evidentemente, sabía cómo le gustaba ser besada y lo reflejaba en mí. Cuando separó sus labios de los míos, aún reteniendo un poquito mi labio inferior entre sus dientes, me miró fijamente a los ojos.

"Siempre he tenido curiosidad" me dijo. Yo sentía flojear un poco las piernas. No sabía exactamente qué hacer, así que opté por el camino más corto. Todo recto y para adelante. Le cogí la cara entre mis manos y la besé. Con tanta fuerza que sentí en mi boca el sabor metálico de la sangre. Ella me empujó un poco contra la pared y pegó su cuerpo al mío. Nos besamos un buen rato, mientras nos abrazábamos sin atrevernos a hacer mucho más. Ella tomó la iniciativa, despacio, tanteando mis reacciones bajó sus manos por mi cuello y acarició mi pecho por encima de la ropa.

Si esperaba una negativa se llevó un chasco porque yo lo único que quería en ese momento era que se atreviera a dar el siguiente paso. Para indicarle que ya no había retirada solté la cinta que sujetaba su corpiño y liberé los botones de su camisa. No llevaba sujetador y su pecho saltó libre.

Siempre me ha llamado la atención el pecho de mi amiga, es redondito, pequeño y con los pezones chiquititos y oscuros. Atrapé uno entre mis dientes, y ella cerró los ojos y suspiró. Mi lengua buscó el contorno exacto de su pezón, la forma del pecho, humedeciéndolo y succionándolo.

Decir que estaba cachonda es quedarse corta. Notaba como mis bragas se pegaban a mi coño totalmente empapadas. Comenzó a besar mi nuca. Dios, cómo me pone que me besen el cuello. Algo torpes por el alcohol y la falta de costumbre, nos fuimos besando y lamiendo alternativamente el pecho.

El mío es más grande que el suyo, y me gusta ver cómo me comen los pezones. Ela me sujetaba las tetas con las manos mientras su boca se tragaba mis pezones y los mordisqueaba. Vaya, también sabía cómo comerse unas tetas bien comidas. El aire del estrecho cuarto se hacía cada vez más denso, más cálido.

Nos abrazamos fuertemente, sin dejar de besarnos y restregamos nuestros pechos. Nuestras manos bajaron hasta los culos, y nos apretamos un poco más. Aquella parafernalia de ropajes empezaba a estorbar, así que soltamos como pudimos aquellas pesadas faldas que cayeron al suelo con un ruido sordo.

Metí mis manos por debajo de sus bragas, y agarré con fuerza su culo. Dios, nunca creí que pudiera hacer esto. Ella gimió y su mano se dirigió sin más preámbulos a mi entrepierna, que por aquel entonces ya estaba más que dilatada, más que excitada, más que predispuesta. Cuando sus dedos rozaron mi pubis una descarga eléctrica recorrió toda mi espalda. Me arqueé involuntariamente, echando mi cabeza para atrás y entrecerrando los ojos.

Un profundo suspiro se escapó de mis labios, y mi coño se abrió. Su boca resbaló por mi cuello, por mi pecho, por mi vientre, hasta que llegó justo al nacimiento de mi vello púbico, ese vello que tantas veces había eliminado con cera. Je je, es curioso y paradójico.

Su lengua se posó en mi clítoris, totalmente hinchado y palpitante. Al principio fue bastante torpe e insegura. Supuse que era la primera vez que hacía algo así. Pero conforme fue cogiendo confianza y reconocía como propios los entresijos del sexo de otra mujer, su lengua se volvió más y más certera. Más y más placentera. Suaves lametazos por mis labios exteriores, de izquierda a derecha, casi sin tocarme. Cada vez que la lengua pasaba por encima de mi clítoris un temblor me estremecía. Después se detuvo precisamente allí, apretando la lengua un poco, y moviéndola en círculos.

Sus dedos separaron los húmedos labios y pudo meterme la lengua mucho más adentro de lo que yo esperaba. Una sorpresa muy pero que muy agradable. El roce contra las paredes internas de mi vagina me estaba volviendo loca. Mientras me lamía profundamente, su otra mano me estrujaba el pecho, me pellizcaba suavemente el pezón.

Yo ya no sabía ni donde estaba, sólo quería que siguiera. Que no parara nunca. Un calor intenso comenzó a subir por mi vientre, hasta mi pecho. Los jadeos crecían en intensidad. Comencé a acompañar sus lamidas con el movimiento de mi cadera.

Joder, me estaba follando con la lengua. Qué gusto. Ahora, introdujo uno de sus dedos en mi coño, se deslizó dentro sin ninguna dificultad y allí comenzó a pulsar, buscando en mi interior, entrando y saliendo mientras su lengua se volvía loca en mi clítoris que parecía fuera a estallar.

Con los ojos entrecerrados pude ver que ella comenzaba a masturbarse frenéticamente sin dejar de hacérmelo a mí. Y también pude ver otra cosa. Con la acción nos habíamos dejado la puerta entreabierta y en ella había un hombre. Un perfecto desconocido. Probablemente no era del pueblo, porque no iba vestido de huertano. Allí estaba, con los ojos como platos, sin perder detalle y acariciándose la polla.

Una paja en toda la regla, sí señor. No tenía el pene ni muy grande ni muy chico, perfecto. Ideal para chuparlo, todo tieso, brillante. Me mordí los labios para no gritar. Me sentía tremendamente excitada por la situación.

Aquel desconocido masturbándose, mi mejor amiga trabajándome a base de bien la tía. Y yo, gozando del espectáculo de él y de la pericia de ella. Todo era tan caliente, tan borroso, tan excitante. Estaba a punto de correrme, no podía aguantar más.

Los muslos me temblaban y los espasmos que enviaba mi clítoris eran cada vez más continuos. Jadeando, suspirando, bajé las bragas de mi amiga que también estaba a punto de tener un orgasmo, a juzgar por lo sincopado de los movimientos de su mano.

Quería que el extraño gozara al contemplar la redondez del culo de mi amiga. De sus nalgas abiertas, de sus dedos entrando y saliendo en su rezumante coño. Fue cuestión de dos o tres segundos, pero me pareció una eternidad pasando a cámara lenta. Una explosión de calor, una contracción en mis músculos seguido de una increíble relajación, un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.

Mi amiga cayó de rodillas, mordiéndose los labios, presa de temblores de placer. Y un fuerte chorro de blanco esperma que salpicó la espalda de mi amiga, su culo, mi cara. Y un gemido a tres voces, un estertor agónico de dulce sonido. Y un calor infernal en aquel cuartucho de aquel pub de mala muerte.

El extraño se fue como había venido, sin siquiera decir adiós. Un desagradecido. Pude entrever que tenía barba y que no era feo del todo. Vamos, que no podría reconocerlo si lo viera de nuevo. Pero su polla… los últimos cinco minutos estuve mirándola como hipnotizada, allí apuntándome como el cañón de una pistola, mientras su propietario deslizaba su mano arriba y abajo. Bueno, el caso es que mi amiga y yo, somos ahora más amigas que nunca. De hecho, incluso hemos repetido en alguna ocasión. Sólo por diversión, claro que ambas tenemos novio… je je. Incluso en una ocasión, en otra fiesta y en otro aseo (¿he dicho ya que estas cosas siempre pasan en los aseos?) metimos a un tercero en discordia en nuestra refriega. El tipo más afortunado del mundo. Pero eso es otra historia. Puede que otro día me decida a contártela. Pero no hoy. Creo que ya tienes suficiente… anda, ve al aseo, que falta te hace… Je