Fiestas del barrio, ¿donde?
En las fiestas de mi barrio, nos montamos nosotros una fiesta particular.
Eran las fiestas de mi barrio y claro, sucede lo típico, sales a la calle y como todo el mundo te conoce, a mi marido y a mí, nos dieron el coñazo durante casi toda la noche. Cuando tuvimos ocasión de escaparnos, sin pensarlo dos veces, lo hicimos y fuimos a bailar un rato. Nos colocamos en el centro de la pista y nos pusimos a bailar. La orquesta tocaba música variada y cuando tocaron las últimas piezas hicieron una mezcla de salsa y rumbas.
Mi marido me hacía volar cuando me cogía por la cintura para dar las pertinentes vueltas; yo llevaba minifalda y tanga para que no se notase nada. En el último baile, una rumba muy movida, mi marido me agarraba por la cintura, hasta que fue bajando su mano hasta llegar a tocarme el culo; percatándose del minúsculo tanga, siguió enredando con los dedos hasta que agarró la tira del tanga y se puso a tirar de ella, para que al quedar más justita, me excitara. Siguió buscando y buscando hasta que encontró mi pequeña y húmeda conchita; en la última vuelta, que era la más rápida, consiguió meter sus dedos en mi hambriento chochito. Yo intentaba que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando, cosa que me costó mucho porque tenía los ojos en blanco.
Cuando se acabó el baile decidimos ir a tomar algo ya que todavía era pronto, nos pusimos a andar en dirección a un bar que está cerca de nuestra casa; el caso es que para descansar del baile y del paseo nos sentamos en una mesa de la terraza, ya que era una noche calurosa. Nos sentamos y él se acercaba cada vez más a mi silla. Recorría con la yema de sus dedos el contorno de mis piernas, cosa que me puso... ¡uf! como me puso. Le dije que parara que estaba chorreando y luego se me iba a notar mucho.
Él, como llevaba pantalones negros, me sugirió que me sentase en sus rodillas, y como no, lo hice. Me senté de manera que mis piernas quedaban entre sus piernas; me miraba con cara de deseo, me besaba como nunca antes lo había hecho; me estaba transmitiendo unos deseos y sensaciones de una forma tremendamente excitante. Mientras me besaba, las yemas de sus dedos bordeaban la cara interior de mis muslos ya empapados; me separó las piernas, apartó el tanga y se puso a jugar con el pelo de mi monte de venus, y acto seguido buscó mi clítoris; cuando lo encontró se puso a frotarlo para que creciera y se hinchara producto del gusto y del placer.
Lo tocaba de una manera espectacular: con una mano separaba mis labios y con la otra mano recorría el perfil de mi clítoris; aquello y en aquella circunstancia, me excitó tanto que le agarré la cabeza con las dos manos y le besé con mucha euforia, casi como queriéndomelo comer.
Llegó un momento en el que yo ya no podía más y me lancé a su cuello. Acto seguido nos levantamos y nos fuimos, teníamos un calentón del copón; el bar estaba haciendo esquina, y cuando mi marido vio que no había nadie a la vista, me agarró del brazo y casi arrastrándome me llevó a la esquina aquella. Me colocó contra la pared, se desabrochó la cremallera de los pantalones; acto seguido me coge por los brazos, me levanta y yo rodeo su cintura con mis piernas; y ya cansado del tanga, tira del con fuerza y lo tira al suelo ya roto.
Comenzamos a besarnos despacito, pero poco a poco la intensidad iba subiendo; llegado el momento, pasé mis manos alrededor de su cuello preparándome para lo que se avecinaba, y comenzó a bailar de nuevo: arriba, arriba, arriba. Yo gemía, le tiraba del pelo, le besaba, le tocaba la espalda mientras él seguía bombeando con más fuerza a cada nueva embestida. ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! Noté como su orgasmo subía, él como bajaba el mío; nos estuvimos besando un rato, para tranquilizarnos, nos vestimos y con la cara sonriente nos fuimos a casa como si no hubiera pasado nada.
Y con este plan, supondréis ¡¡cómo espero las fiestas del año que viene!! Menudo bombazo vamos a dar.
Besos.