Fiesta universitaria, fiesta de placer.

Un muchacho acaba de ingresar a su primer año de universidad, lleva un año de noviazgo feliz, pero no todo saldrá de acuerdo a las buenas costumbres cuando asista a la fiesta de bienvenida de su carrera.

Corrían las primeras semanas de clases en la universidad, estábamos en primer año de auditoría y en unos días comenzarían las fiestas de bienvenida en dónde siempre había una gran concurrencia de estudiantes deseosos de pasar un buen rato, beber alcohol y otras cosas.

Yo estaba de noviazgo con Alejandra, quién a su vez era compañera mía de universidad. Ella había entrado a estudiar Diseño y nuestras facultades estaban sólo a dos calles de distancia por lo que era frecuente que pasáramos la mayoría del tiempo libre juntos.

La fiesta de mi carrera comenzaría a eso de las 20.00 horas en un local de mala muerte que vendía alcohol a un precio bastante bajo, era frecuente que después de dos horas de fiesta la gente entrase en estado de ebriedad rápidamente por el bajo costo del licor, el cual compraban a destajo como si fuera la única fuente de líquido en un desierto apocalíptico.

Con mi novia llegamos a eso de las 21.00 horas a la fiesta, el ambiente que se vivía era de juerga total, mis compañeros de curso que habían llegado tiempo antes estaban completamente encendidos bebiendo y cantando, recitando rimas y levantando sus botellas de cervezas haciéndolas chocar en el aire, algunos incluso se subían a la mesa para llamar más la atención profiriendo cánticos afines a nuestra universidad.

Con mi novia nos ubicamos en un sector relativamente más tranquilo, era una mesa larga con capacidad para 10 personas en donde estaban varios de mis compañeros y compañeras más cercanos de clases. Con mi novia los saludamos a todos y nos sentamos en unas sillas disponibles.

A mi lado estaba María José, una de mis compañeras de curso con la que solía compartir en los intervalos de clases, almorzar juntos cuando mi novia no podía hacerlo conmigo y realizar trabajos de grupo en conjunto con otros compañeros más.

Nosotros recién habíamos llegado, pero era evidente que los demás no habían perdido el tiempo, varios ya estaban colorados de tanto beber, mientras que a mi lado mi novia consumía un primavera ligero de alcohol, yo por mi parte opté por una cerveza. Por otro lado podía apreciar que María José estaba un tanto ruborizada por los tequilas que había bebido, según me contaba ella, había hecho competencias con Lorena, otra de mis compañeras para ver quien terminaba primero, ganando María José, a costa de quedar un tanto mareada por la rápida ingesta del alcohol puro que se había echado al cuerpo.

El tiempo pasaba y el clima era sólo de bromas y risas, nos pasábamos un tiempo agradable conversando mientras en el centro del local comenzaban a bailar los primeros grupos de personas. Era normal que sucediera después de las 12 de la noche cuando ya la afluencia de público era total, algunos de mis compañeros se animaron y fueron a bailar, yo por mi parte ni siquiera me molesté porque sabía que a Alejandra no le gustaba bailar, y era tajante en ello.

A eso de las 12.30 Alejandra me dijo que ella al menos ya debía partir, no podía quedarse hasta muy tarde porque en su carrera tenía clases normales al día siguiente, mientras que nosotros teníamos la semana liberada de clases, la miré con decepción porque no quería irme tan pronto de la fiesta, a diferencia de ella a mí me gustaba la idea de salir a fiestas y no quedarme tan encerrado en casa. Con un leve disgusto me despedí de todos y partí con mi novia rumbo a su pensión, en donde ella arrendaba un cuarto, la dueña del lugar era muy estricta y solo permitía a mujeres en la pensión, por lo que las visitas de los hombres estaba limitada hasta las 21.00 horas, bajo amenaza de expulsar de ahí a cualquier arrendataria que no cumpliera con lo señalado.

Alejandra notó mi estado de ánimo cuando llegamos a la puerta de su pensión que quedaba a cinco cuadras del local en donde se desarrollaba la fiesta, por lo que me dijo:

-Mi amor, si quieres vuelve a la fiesta, yo sólo quería que me vinieras a dejar para no caminar sola en la noche, pásalo bien, tú tienes la semana liberada de clases pero yo no, y mañana debo asistir a primera hora para rendir una prueba.

Asentí y nos despedimos con un cálido beso, ya iba a cumplir un año de relación con ella y como todas las relaciones ésta tenía altos y bajos, pero en general era una buena relación, el sexo era bueno, el afecto también, pero siempre sentía que algo me faltaba, no sabía que era, pero sentía un vacío.

Cuando nos despedimos reemprendí la marcha hacia el local, cuando llegué ya era la 1 de la madrugada y los ánimos estaban en las nubes, podía ver en las afueras del local algunos grupos que se disponían a ir a otros lugares, otras parejas que se habían armado iban a sus propios hogares a terminar la fiesta que habían empezado, mientras que unos menos afortunados estaban desparramados en la acera, borrachos casi inconscientes por la cantidad de alcohol ingerido.

Ingresé al local y me dirigí a la mesa en donde nos habíamos ubicado anteriormente, ahí se encontraba María José, Lorena y otros compañeros más. María José estaba radiante de alegría gracias a los tequilas que había bebido, reía a carcajadas con los chistes que contaba uno de mis compañeros, mientras que otros estaban con sus parejas adquiridas en la pista de baile, unos conversando y otros llanamente besándose.

Raúl, uno de mis compañeros se paró y se despidió mientras se iba con una muchacha morena la cual había conocido en la pista de baile, su destino probablemente sería su departamento en el cual continuarían los bailes, pero esta vez en su cama.

Yo seguí conversando con las muchachas y los chicos que aún quedaban en la mesa, y de un momento a otro comenzó a sonar música latina en la pista de baile, María José soltó un grito de alegría y rápidamente me tomó del brazo y me dijo:

-¿Te animas?

Yo respondí afirmativamente sonriendo mientras nos dirigíamos a la pista de baile, en ella comenzamos a bailar al son de la música, mientras los ritmos iban tomando notas caribeñas, la pista estaba al completo y debimos de juntar más nuestros cuerpos para no chocar con el resto, al cabo de unos momentos comenzó a sonar música reguetón, música la cual se baila de forma casi pornográfica.

María José soltó una risa e imitando a las demás mujeres que estaban en la pista de baile, comenzó a pegar su cuerpo al mío, subiendo y bajando mientras rozaba con su trasero desde mis piernas hasta mi pelvis.

El contacto evidentemente me excitó y traté de disimularlo moviendo mis caderas al compás de la música, María José por otro lado estaba exultante y ruborizada por el alcohol y el esfuerzo físico del baile, sin parar de moverse me tomaba por el cuello estando de espaldas a mi acariciando levemente mi rostro y bajando hasta mi pecho cuando ella se agachaba. Al cabo de 20 minutos volvimos a la mesa, ella deseosa de ingerir más alcohol mientras que yo con la sangre fluyendo por mis venas de forma acelerada, en parte por el desgaste físico, en parte por los movimientos propios del baile que provocaron mi excitación.

Ricardo, uno de los compañeros que estaban ahí, casi completamente ebrio y fuera de sí saco su billetera y ordenó una botella de tequila, nos trajeron los vasos cortos de tequila y los pusieron sobre la mesa. En ella quedaban María José, Lorena, yo, Ricardo y una rubia que al parecer era su acompañante ese día, más Carlos, un compañero de segundo año que estaba junto con una muchacha que parecía haberse incorporado recién.

Ricardo dijo que jugáramos el juego de la botella, sin esperar respuesta tomó una botella vacía y la hizo girar en la mesa, la boca quedó apuntando a Lorena, rápidamente volvió a hacerla girar y ésta quedo apuntando a María José. Ambas rieron y sin esperar nada comenzaron a besarse frente a todos nosotros, Ricardo y Carlos aplaudían de manera eufórica mientras ellas mezclaban sus lenguas en un inhibido beso lésbico.

Al cabo de unos segundos la botella volvió a girar y ésta vez apuntó a la acompañante de Ricardo, éste preso del alcohol volvió a hacerla girar, y la boca de la botella quedó apuntando a Carlos, éste último algo incómodo miró a Ricardo, y éste fuera de razón le dijo que “juegos son juegos”, a lo que Carlos con una sonrisa en la cara procedió a besar a la rubia acompañante de Ricardo, su beso fue más corto y cargado de menos intensidad que el realizado anteriormente por mis compañeras pero todos volvían a aplaudir con la misma euforia.

La botella volvió a girar y ésta apuntó hacia mí, en mi interior lo único que deseaba era salir de ahí, no sabía en lo que me había metido, no estaba emborrachado como el resto y no me hacía gracia tener que besarme con mis compañeras, ni mucho menos con un hombre, si es que la boca quedase apuntando a alguno de mis compañeros.

La botella volvió a girar, con furia, y la boca lentamente comenzó a detener su giro mientras iba apuntando inquisitivamente a cada uno de los que estaban en la mesa, al cabo de unos instantes la boca de la botella quedó apuntando a María José, quién se acercó a mi sin esperar instrucción alguna y determinada a cumplir con el objetivo del juego se abalanzó sobre mí, besando mis labios. Su lengua buscó la mía y yo ante el impacto no sabía cómo reaccionar, ella me besaba con fuerza, propia de la borrachera que la poseía, mientras los demás aplaudían como fanáticos enfervorecidos por la escena que estaban viendo, un calor intenso comenzó a recorrer mi cuerpo y la excitación que viví en la pista de baile volvió a mi cuerpo intensificada brutalmente por la lengua que recorría mi boca. Tomé los cabellos de María José y comencé a corresponder su beso, no sé cuánto tiempo estuvimos ahí, pero Ricardo en un momento soltó una broma diciendo:

-Joder muchachos, a estos dos parece que tendremos que mandarlos a un lugar más privado, no los separamos ni a palos, ¡ja ja ja!

Al escuchar esto me separé completamente de María José con el rostro ruborizado, ella por su parte solo reía con sus cabello largo desordenado mientras encendía un cigarrillo y le daba una calada profunda mientras cruzaba sus piernas y se apoyaba en la mesa mirándome con picardía al tiempo que arreglaba su pelo.

La sangre corría por mi cuerpo fuera de control, había olvidado por unos segundos que tenía novia, y ahora la culpa me corroía. Me paré de ahí y me dirigí al baño mientras Ricardo y el resto seguía jugando con la botella mientras ingerían Tequila.

Entre al baño de hombres el cual estaba vacío, abrí la llave del lavamanos y me mojé la cara. Me miré al espejo sucio que estaba frente a mi rostro mientras las gotas de agua caían de mi piel, miré al suelo y pude ver condones usados, hice una mueca de asco, cuando iba saliendo del baño y me dirigía hacia la mesa dispuesto a despedirme de los muchachos para irme a mi casa, pude sentir que alguien me tocaba el hombro, al darme vuelta miré y vi a María José parada frente a mí, fumando su cigarrillo mientras sonreía de forma atrevida.

Antes de que pudiera decir o hacer algo, ella arrojó su cigarrillo al suelo y lo apagó, acto seguido se paró frente a mí y sin preguntar nada acercó sus labios a los míos y comenzó a besarme, la excitación que sentía me venció y no opuse resistencia, María José era una muchacha muy agraciada físicamente, a la cual no le había tomado importancia porque siempre estaba pendiente de mi novia, pero las cosas cambian cuando esa mujer tiene sus labios pegados a los tuyos mientras su lengua recorre tu boca hurgando en ella, cazando a tu propia lengua y buscando engullirla en un beso descontrolado.

La abracé y comenzamos a manosearnos encima de la ropa, conscientes de que estábamos en un lugar público, mis manos recorrían encima de sus pechos mientras mi boca se fundía en un profundo y vulgar besuqueo, ella con una mano acariciaba mi rostro, mientras que con la otra atrapaba el bulto que se iba formando en mi entrepierna, lo masajeaba con determinación, buscando incentivar rápidamente al que pronto sería un invasor en sus partes íntimas.

Mi cuerpo quería follársela ahí mismo, mi mente se debatía entre la culpa y el placer, mientras mi compañera lo único que hacía era incentivar ese lado lascivo que comenzaba a brotar imparablemente en mí.

Ella consciente de que no podría pasar nada más que un manoseo en las afueras del baño miró en los alrededores y luego gesticulando una sonrisa de placer me tomó de la mano y me llevó hacia un pasillo que se tornaba oscuro, alejado de la música y la algarabía que se formaba a esas horas, al fondo del pasillo se encontraba una puerta que decía “sólo personal autorizado”, ella abrió la puerta sin importarle el mensaje de advertencia y comprobó que solamente era un cuarto de tamaño medio en el cual se guardaban los útiles de aseo, en el cabían perfectamente dos personas. Me tomó de la mano nuevamente y me introdujo en el cuarto, cerró la puerta y encendió una luz que estaba en el lateral.

Ella sin esperar más, y presa de la calentura acumulada y estimulada por las grandes ingestas de alcohol se agachó y desabrochó mi pantalón, sacó mi miembro y comenzó a masturbarlo con una leve torpeza, la cual sin embargo no obstaculizaba para nada que sintiera unas sensaciones de placer elevadas por la sensación de morbo que me producía estar ahí.

Ella miraba mi miembro, el cual sacudía ligeramente, le daba pequeños besos mientras de vez en cuando dirigía su vista hacia mí, sonreía mostrándome sus dientes perfectamente ordenados, mientras yo atinaba solamente a afirmarme de la pared, ella divertida por tenerme ahí comenzó a darle pequeñas mamadas al glande de mi pene, ni siquiera lo cubría completamente con su boca, sino que a la mitad de este se retiraba y volvía a repetir el proceso, mientras me masturbaba con moderación, pasando su lengua a través de la cabeza de mi polla haciendo círculos mientras que con su otra mano me manoseaba descaradamente los huevos.

Yo estaba abstraído del mundo que me rodeaba, estaba en un paraíso de placer, el cual era orquestado por María José, la cual no cesaba en otorgarme múltiples temblores producto de la destreza de su lengua. Líquidos pre seminales comenzaron a brotar de mi polla, los cuales ella ingería como si se trataran de otro corto de tequila, los saboreaba posando sus labios en la punta de mi pene y luego con su boca encerraba la punta del mismo succionando cada gota que salía de él. Su lengua bajaba hasta quedarse en el frenillo y en él comenzaba una pequeña danza con la punta de su lengua, la cual me producía una sensación de estremecimiento que subía por mi espalda hasta llegar a mi cerebro, momentos en los que tenía que agarrarme con fuerza para no caer, producto de las múltiples virtudes que había demostrado la boca de María José en aquellos frenéticos minutos.

Ella no paraba con su juego, y ahora lamía mi polla por fuera, como si se tratara de una niña inocente consumiendo su helado veraniego, subía y bajaba, culminando su viaje siempre en el frenillo de mi pene, deteniéndose ahí, con picardía, y volvía a posar la punta de su lengua en un baile erótico que yo no quería que parase jamás.

Cuando pensé que mi visita al paraíso del placer sería eterno pude ver que ella se levantó, interrumpiendo su monumental mamada y lamiendo con su lengua los líquidos que escapaban por la comisura de sus labios se dio vuelta dándome la espalda, se bajó la falda de mezclilla negra que traía puesta sacándosela y dejándola en una de las cajas, luego cogió sus bragas y las bajó hasta la parte inferior de las rodillas, dejando a la vista su precioso culo, iluminado por la luz cálida que cubría tenuemente el cuarto de limpieza.

Con todo sentimiento de culpa abatido hace bastantes minutos, me acerqué al culo de ella y con mis manos comencé a tocarlo, era suave, exquisito al tacto, con una mano baje por él y me detuve cuando encontré su vagina, con dos dedos comencé a introducirlos paulatinamente mientras María José comenzaba a emitir sonidos de placer, mis dedos continuaban abriéndose paso, sin dificultad puesto que su coño estaba como un cálido recipiente del cual comenzaban a brotar fluidos a través de mis dedos, un líquido que me lleve a los labios con mis dedos, degustando el sabor de sus jugos. María José me miraba con lujuria, perdiéndose en el placer, el líquido comenzaba a bajar a través de sus piernas hasta llegar a sus rodillas. Con una mano tomé mi polla erecta la cual tenía sus cuerpos cavernosos infestados de sangre hirviendo y con la otra mano me ayudé para abrirle espacio en el culo de mi amante, María José levantó el culo para ayudarme y cuando estuvo a la altura indicada le introduje mi estaca de carne, sedienta de probar el interior de esa hembra que me tenía sumido en una situación que jamás esperé vivir.

Comencé a penetrarla con destreza, mientras con mis dos manos agarraba la carne dura y firme de su trasero, apretando con mis dedos, incrustándolos en ese culo prodigioso que se paraba frente a mí. Las estocadas llevaban un ritmo firme, como si se tratase de un baile más que nos permitíamos en un cuarto, alejados de una multitud sumida en alcohol y otras drogas, mi pene le perforaba con perfecta lubricación, como un tren que atraviesa a toda velocidad las líneas que disponen su camino.

María José gozaba, su rostro estaba colorado, sus mejillas estaban completamente ruborizadas, su cabello se agitaba al compás de las embestidas que mi polla le daba, mientras mis testículos libraban una batalla contra ese culo portentoso, a cada embestida estos chocaban contra la carne de sus nalgas emitiendo un sonido placentero a mis oídos que me endurecían aún más la polla.

Liberé una mano del culo de María José, mientras la otra seguía incrustada en él, con mi mano libre tomé la cabellera de ella y como si se tratara de un animal tiré de ella, hasta que su cabeza quedó inclinada hacia atrás mientras la seguía perforando con mi polla. María José no paraba de gemir, balbuceaba palabras de placer, gozaba con todo ello, le causaba una delicia descomunal ser tratada como una puta, le gustaba vivir esas situaciones, ser parte de una escena llena de morbo en un cuarto de limpieza de un local de mala muerte, lo disfrutaba, cada segundo que pasaba, cada instante que mi polla atravesaba su carne y llegaba hasta el fondo mientras ella cerraba sus ojos y abría sutilmente su boca soltando pequeños quejidos de lujuria.

María José al cabo de un rato comenzó a agitarse aceleradamente, en su interior sentía como sus carnes comenzaban a contraerse con fuerza, apretando mi polla e incrementando mi placer de una forma gloriosa, sus contracciones fueron complementadas con gritos guturales de placer que comenzó a emitir sin preocuparse de si alguien la escuchaba, los fluidos vaginales comenzaban a chorrear como si de un diluvio se tratase, su orgasmo estaba llegando a la cúspide, y con él, el mío también. Sus contracciones me generaron sensaciones temblorosas en mi cuerpo, el cual se sacudía de placer. Sentía como una vorágine recorría mi interior y se canalizaba en la zona de mi pelvis, mientras María José gemía descontroladamente anunciando que estaba acabando, por mi falo comenzaba a circular un río de semen que brotaba como lava volcánica liberándose de su prisión, chorreando todo el interior de su vagina con mi leche hirviendo por el placer acumulado.

Nos quedamos pegados mientras mi pene comenzaba a disminuir su tamaño, aun insertado en el coño de María José, con una mano me sequé el sudor de mi frente y recuperé el aliento. María José aún seguía perdida, absorta por el orgasmo que acababa de vivir, las piernas le temblaban, y a través de ellas corrían hileras de líquido, un líquido que se adivina una mezcla de mi leche y sus fluidos vaginales que incluso llegaron a manchar sus bragas.

Retiré mi polla de su coño y me limpié con papel higiénico que había en el cuarto, me arregle los pantalones y ella hizo lo mismo, cogiendo papel higiénico y limpiándose el semen que fluía por su coño de forma incesante, me miraba con agradecimiento, el licor aún hacía efecto en su personalidad y pronto ella querría desplomarse sobre su cama para descansar. Terminó de limpiarse las hileras que habían recorrido sus piernas para subirse luego las bragas y colocarse la falda que hubiera dejado en una caja, se acomodó toda la ropa y luego ordenó su pelo para quedarme mirando con sus ojos castaños.

Miré la hora y ya daban las 3.30 am, nos habíamos gastado un buen tiempo y quizás luego vendrían al cuarto a buscar las cosas para comenzar a limpiar algunas partes del local, salimos del cuarto de limpieza con María José, cerrándolo y cruzando el pasillo oscuro que daba paso a él, pasamos por los baños de hombres en dónde todo había comenzado y nos dirigimos a la puerta del local. Ni siquiera nos molestamos en despedirnos de alguien, ni nos fijamos tampoco si quedaba alguno de nuestros compañeros.

Acompañé a mi compañera hasta su hogar, que quedaba a unas 10 calles del lugar, en la puerta del edificio ella me invitó a quedarme, pero respetuosamente rechacé la invitación, en mi mente sabía que era lo mejor, no quería que al día siguiente mi novia me hiciera una visita sorpresa a la pensión en donde yo vivo, para no encontrarme y hacerme dar mil explicaciones, no... preferí despedirme de ella, con un beso tierno en los labios para luego emprender camino a mi hogar, a la altura en la que estaba debía caminar 20 calles. Cuando iba a la mitad una prostituta se me promocionó por 30 euros, me dijo que se tragaría hasta la última gota de mi leche, yo solté una carcajada y le dije amablemente que ya no me quedaba leche por ese día, mientras esbozaba una sonrisa llena de deleite al recordar mi encuentro de placer con María José, la prostituta río, esperaba la clásica indiferencia antes que mi comentario jocoso lleno de satisfacción.

Llegue a mi hogar y subí las escaleras, había un silencio absoluto, pasé al baño y pensé en ducharme, pero el agotamiento me consumía, pasé de largo y llegué directamente a mi pieza, cerré la puerta y me desplomé encima de la ropa, dejé mi móvil a un lado y mis ojos comenzaron a cerrarse, recordando la lengua de María José mientras consumía lascivamente mi polla, en unos instantes estaba sumido en un sueño exquisito.

Fin.