Fiesta inesperada 1
En nuestra noche de aniversario nos encontramos con una antigua compañera de la facultad...
FIESTA INESPERADA
Aquella noche decidimos salir para celebrar nuestro aniversario de bodas, como habitualmente hacíamos. Tras cenar nos dirigimos a una de las zonas de marcha de la ciudad donde tomar unas copas y cerrar así la noche.
Entramos en un pub muy concurrido, en donde tuvimos suerte de encontrar un pequeño claro en la barra donde pedimos unas copas e intentábamos charlar en la medida que la música nos lo permitía.
Desde allí veíamos a una pareja que se encontraba apoyada en la barra a unos metros de nosotros, los cuales se besaban frecuentemente y, disimuladamente, el chico agarraba su culo de vez en cuando.
Verónica advirtió que conocía a la chica, había sido compañera suya en la facultad.
Mientras hablaba con mi mujer, y en tanto en cuanto podía, no dejaba de observar a la pareja. Al poco dejaron de besarse y comenzaron a charlar. Poco rato después pude advertir que aquella conversación había tomado un camino diferente y estaban discutiendo por cualquiera sabe qué razón. Tal fue esta que el muchacho no tardó en irse dejando a la chica sola. Le comenté el tema a Verónica, la cual se sintió un poco herida al ver a su antigua amiga en aquella situación.
Nos dirigimos hacia ella y al verse ambas se alegraron mucho de reencontrarse tras tanto tiempo. No quisimos entrar en detalles de qué era lo que había ocurrido con su chico, pero le preguntamos si se encontraba bien, a lo que ella contestó que ahora mejor que antes.
Verónica me la presentó. Se llamaba Marian. Ellas comenzaron a hablar mientras yo no podía evitar el observar que esta estaba estupenda, y para colmo de males hasta era simpática.
Como no se podía hablar nada por la música decidimos salir a la calle y buscar un lugar más tranquilo. Fuimos a un bar cercano y estuvimos charlando un buen rato. Yo no podía apartar mi vista de su canalillo y en cuanto me era posible observaba su tremendo culo. Creo que no fui lo suficientemente discreto pues pude observar como Verónica se percataba de ello, y por si fuera poco, Marian también.
Nos estuvo contando que llevaba algún tiempo con el chico que habíamos visto, pero que era un tipo muy raro, y que era muy posible que la relación no pasara de aquella noche, a pesar de lo acaramelados que los habíamos visto.
Tras contarse mil y una batallitas, pensamos que ya era hora de volver a algún lugar de marcha. Entramos en otro de los pubs del lugar, más concurrido aún, si cabe, que el anterior. Yo iba tras Verónica, que iba abriendo paso entre la gente, y Marian tras de mí. Le advertí que no se separase pues si no sería difícil encontrarnos entre tanta gente. Sentí como me agarraba por la cintura, pegando su pecho contra mi espalda, sintiendo sus tetas contra mí, lo que hizo que me excitara. Giré la cabeza como haciéndole ver lo que estaba haciendo y pude ver que ella tenía una expresión en la cara de desafío, como instándome a un reto el cual pensaba que yo no sería capaz acometer.
Pensé que sería, a lo mejor, una sensación que yo deseaba que así fuese. Llegamos junto a una columna en donde pudimos pillar un pequeño claro, al menos cabíamos los tres aunque un poco achuchados. Quise arriesgarme y le comenté al oído, para que pudiera oírme, que al avanzar entre la gente no había podido evitar el sentir sus tetas contra mí y que me había puesto como una moto.
- ¿Si? Era justo lo que pretendía, me contestó mirándome con la misma expresión picara que ya antes le observé.
- No está bien poner caliente a la gente para después dejarlos enfriar.
- Llevas toda la razón. Qué se lo digan al tonto de mi novio que llevaba toda la noche tocándome y besándome, poniéndome muy caliente, y después, por una chorrada se enfada y se va.
- Eso no está nada bien. Yo si quieres te puedo echar un mano, le propuse pícaramente.
- Por mí hay inconveniente pero ¿Verónica?...
- No te preocupes por ella.
- Oye, ¿pedimos unas copas?, propuso Verónica ajena a lo que hablábamos.
- De acuerdo yo te acompaño, le dijo Marian.
Tras decidir qué queríamos se fueron ambas a la barra sorteando a la gente. Al poco volvió Marian y me dijo que no tenían lo que yo quería.
- ¿Qué quieres que no sea el ron que pediste? Me dijo al oído para que pudiera escucharla
- Pues quiero que me des un beso mientras lo pienso, le contesté, y aprovechando que nuestras caras se encontraban tan cerca la una de la otra no tuve más que girar un poco mi cabeza para encontrar su boca.
Metí mi lengua en su boca y ante mi sorpresa ella comenzó a besarme como si lo estuviera esperando desde hacía tiempo. Rodeé su cintura y ella hizo lo mismo. Bajé mis manos atrapando con ellas su culo que se marcaba perfectamente bajo el pantalón vaquero que llevaba.
Tras unos minutos de beso nos separamos y le contesté que me pusieran un vodka con naranja con mucho hielo, pues me hacía falta, y que luego seguiríamos la conversación por donde la habíamos dejado.
Se alejó de mí sin dejar de mirarme obscenamente durante unos instantes.
Poco después regresaron las dos con las copas. Intentamos charlar en la medida de lo posible, acercándonos en cada ocasión mucho los unos a los otros para hacernos oír. Estaba claro que cada vez que podía en aquellas aproximaciones mis manos procuraba entrar en contacto con su cuerpo, haciéndome sentir su tacto cálido.
Tras tomarnos aquella copa, propuse ir de nuevo a algún sitio más tranquilo en donde poder hablar y bailar. Estas aceptaron. Como en la anterior ocasión Verónica abrió el camino, pero ahora fue Marian la que la siguió.
- No te separes que no te vayas a perder, dijo mirándome de esa forma tan especial con la que ella lo hacía.
- No te preocupes, mejor te agarro para no separarme.
Fue dicho y hecho. La agarré por la cintura llegando mis manos hasta su ombligo, y haciendo que mi cuerpo estuviera en casi total contacto con el de ella, lo que hizo que enseguida tuviera una erección al sentir el roce de su culo contra mí, el cual estoy seguro pudo ella sentir pues procuré acercarme todo lo que pude para que ello ocurriera.
Por el camino de salida mis manos se aventuraron un poco más y fueron subiendo por su vientre hasta llegar a sentir el comienzo de sus pechos. Cuando menos me lo esperé una de sus manos cogió a una de las mías hasta llevarla a una de sus tetas haciendo ella misma que se la tocara durante los breves instantes que duró el trayecto hasta salir del pub.
Una vez fuera me vino bien el aire fresco pues me sentía muy, muy caliente, como seguro que ella también se encontraba.
Buscamos por la zona otro pub en el que hubiera menos gente, y tras varios intentos conseguimos encontrar uno que, no se sabe por qué razón, no estaba tan de moda, en el cual entramos.
Pedimos otras copas. Bebimos un sorbo y, seguramente por la buena música y la cantidad de alcohol que ya habíamos ingerido, comenzamos a bailar. Verónica, que tiene un baile de lo más sugerente y sensual, comenzó a moverse cerca de mí rozándose contra mi cuerpo en más de una ocasión.
- Con esa forma de bailar lo vas a poner caliente, chica. Dijo Marian entre risas.
- A este no le hace falta nada de eso para estar cachondo ¿es qué todavía no te has dado cuenta? Le contestó haciéndole ver que no era ni chispa de tonta y que no le habían pasado desapercibidos los escarceos que llevábamos durante toda la noche.
- Y si me hubiera dado cuenta ¿a ti no te importa?
- En absoluto, nuestra relación se basa en la mutua confianza.
Estuvimos hablando sobre el tema durante un buen rato, confesándole alguna de nuestras aventuras. Marian se mostró un poco sorprendida aunque a la vez nos confesó que todo aquello que le contábamos la estaba excitando.
- Si quieres, algún día podrías participar tú.
- No sé, me da un poco de vergüenza.
- No entiendo de que, con ese cuerpo.
- Nunca he estado con nadie que no fuese mi pareja. Aunque la verdad es que me atrae la idea de probar con otro, nada más que por sentirme deseada por alguien más.
- Te aseguro que eres deseada por alguien más, muchos más. Con ese cuerpo podrías tener cola de tíos, o de tías, esperando a compartirlo contigo.
- Eres un adulador.
- Te está diciendo la verdad, hasta yo misma me siento atraída por ti sin ser lesbiana.
- Vais a conseguir que me sonroje.
- Pues no lo hagas pues es la pura verdad. ¿Has estado en alguna ocasión con otra chica?
- No, ni se me había pasado por la cabeza. Aunque ahora que me lo comentáis siento curiosidad, la verdad.
- Pues deberías probar, no pierdes nada y si que ganarías si te gusta.
Seguimos la conversación por esa ruta, descubriendo que a Verónica, también le gustaba Marian.
Tras un buen rato propuse marcharnos. Marian propuso que fuéramos a su piso y así, de camino que la llevábamos, pues se había quedado sin transporte, sabríamos donde vive y así poder ir cuando quisiéramos. De camino al coche nos cogimos los tres por la cintura quedando yo en medio de ellas dos. Metí mi mano por debajo de sus camisetas y así sentir el tacto de su piel. Estaba gozando de verme acompañado por aquellas dos tías tan tremendas, lo cual se confirmaba pues con algún que otro grupo de tíos con los que nos cruzamos me felicitaron por la compañía, con envidia.
Llegamos al coche. Marian se sentó en el asiento posterior. Verónica dijo de conducir ella que estaba menos bebida a lo cual yo acepté. Por el camino pasé mi mano hacia atrás de modo que comencé a acariciar una de las piernas de Marian. Pasaba mi mano por su muslo, pero no lograba llegar hasta mi meta. Ella se retrepó en el asiento acercando así su coño a mi mano. Comencé a pasarla por su entrepierna sintiendo el calor que allí se acumulaba, pero sin tener un tacto cierto, debido al grosor del pantalón vaquero, de lo que estaba tocando. El camino se hizo muy corto y enseguida llegamos a donde esta vivía. Paramos con la intención de despedirnos pues la noche parecía que no daba más de sí. Pero parece que Marian no pensaba igual.
- ¿No queréis subir que os enseñe mi piso y tomaos la última copa?
- Yo no tengo inconveniente ¿y tú Verónica?
- Yo tampoco. Subamos.
Continuará