Fiesta de sexo

Como en una fiesta privada de sexo encontre un chico fantástico

La fiesta de sexo.

Hola a todos. Hace tiempo que no os cuento nada, pero como no me ocurría nada de interés, pues no ha podido ser.

Un día estaba tomando copas en los locales de ambiente madrileños, como siempre, cuando se me acercó un tío. Me miraba como si quisiera morderme, con una cara de mala hostia que daba miedo, a mí me daba un morbazo increíble. Estuvo más de diez minutos observándome, yo no me corté ni in pelo y le devolvía la mirada con cara de zorra. Pasado el tiempo que he indicado se acercó a mí rozándome en la cadera con un rabo duro que se notaba dentro de sus pantalones. Me miro directamente a los ojos y me dijo:

-          ¿Te apetecería ir a una fiesta de sexo privada?.

-          Depende. Le contesté. ¿Dónde es?.

-          En un chalet de la zona del Conde Orgaz. No es hoy, se va a hacer el próximo sábado a las diez de la noche.

-          ¿Va mucha gente?. Le pregunté.

-           Solo quince personas.

-          Perdona que te pregunte tantas cosas, pero para decidirme tengo que saber algunos detalles. ¿Qué edades tienen los participantes?. A mí me gustan más jóvenes que yo.

-          Pues todos tendrán entre los veinte y treinta años. El más mayor vas a ser tú.

-          ¿Hay alguna otra cosa que deba saber?. Volví a preguntarle.

-          Bueno es una fiesta en la cual nada más llegar es obligatorio estar en calzoncillos. No hay que pagar nada, todos los gastos corren por cuenta del dueño de la casa. Ninguno de los participantes se conoce entre si. Es una fiesta de sexo y por tanto deberás estar dispuesto a cualquier práctica sexual. Solo está prohibido hacer daño a los demás, es decir, nada de sadomasoquismo.

-          Suena muy bien. Me estoy poniendo cachondo solo de pensarlo.

-          Si aceptas lo pasarás muy bien. Te lo prometo.

-          Está bien. Cuenta conmigo. Le respondí casi sin pensar en nada más.

-          Perfecto. Toma esta invitación. La necesitarás para entrar. Me voy. Te espero el sábado.

Me dio una tarjeta realizada en imprenta, en la cual ponía:

Fiesta de sexo en mí casa.

La dirección es: XXX, en Madrid, a las 22:00 horas.

No es necesario que aportes nada, ni dinero, ni bebida, ni comida. Solo tú cuerpo y tus ganas.

La verdad es que tenía un morbo en el cuerpo que no podía más. Me guardé la tarjeta y me marché a un club de sexo a desfogarme de calentón que llevaba.

Pasó la semana y llegó el sábado. Pase el día descansando, por si acaso fuese una noche dura. Hay que dar la talla. Eran las 21:30 tenía que irme para llegar a tiempo, puesto que la urbanización está a las afueras de Madrid. Llamé a mis amigos para decirles lo que iba a hacer y donde iba a estar. Me gusta tener todo lo más controlado posible, sobre todo si es la primera vez que voy a un lugar nuevo. Puse el móvil para que mis amigos me tuviesen localizado por el gps, menos mal que uno de mis amigos tiene un trabajo de provecho para todos nosotros.

Tomé un taxi y me dirigí hacia el lugar de la fiesta. En quince minutos estaba en la puerta del chalet, perteneciente a una buena urbanización de Madrid. Llamé al timbre de la puerta. Una voz preguntó:

-          ¿Si? ¿Quién es?.

-          Hola. Vengo a la fiesta. Contesté.

-          Pase, vaya a la puerta principal de la casa. Asegúrese de cerrar la puerta.

Sonó el ruido de apertura electrónica de la puerta. Empuje y entre cerrando tras de mí. Había un gran jardín que separaba la casa de la entrada al chalet. El camino estaba iluminado con antorchas de jardín que le daba un aire muy exótico. Al llegar a la puerta, esta se abrió sin que yo hubiese llamado. Apareció un chico de unos veinte años. Me hizo el gesto para que pasase dentro de la casa.

-          Pase al salón. Me dijo. Ya han venido algunos de los invitados. Sírvase lo que le apetezca beber.

Me estaba dando mucho morbo el que me tratasen como si fuera alguien importante invitado a un acto social. Entré en el salón. Había once personas. Por supuesto todo tíos. Como me dijo el que me invitó, todos dentro de la edad que me indicó. Yo no soy nada vergonzoso, por lo que me auto presenté a todos los allí había. Uno por uno todos se presentaron y me dieron la mano. Empezaron las conversaciones entre nosotros. Todos habían sido invitados como yo, y de la misma forma.

Según pasaba el tiempo, fueron llegando los invitados que faltaban, más o menos puntuales. Charlamos, bebimos y comimos lo que se nos ofrecía en el salón. Llegó un momento en que entró el chico que nos atendió en la puerta y nos dijo:

-          Por favor, síganme.

Todos fuimos detrás de él. Nos llevó por un pasillo hasta una sala grande. Iluminada pero de forma muy tenue. Había sillones, divanes, una cama redonda, un mueble bar muy surtido de todo lo que uno pudiese desear. Hacía calor, pero sin agobio. El chico nos dijo:

-          Por favor, desnúdense, quédense en ropa interior y guarden su ropa en las taquillas que hay aquí. Nos señaló un rincón de la sala.

No pasó un cuarto de hora cuando apareció el tío que nos invitó a todos. Era el dueño de la casa. Venía ya en calzoncillos, como estábamos todos.

-          Hola a todos. Bienvenidos a mí casa. Hoy vamos a disfrutar del sexo sin ningún tipo de problemas. Hacer lo que queráis. Solo os pido que no hagáis nada que no quiera la persona o personas que estén con vosotros. Pasároslo lo mejor que podáis. No hay más normas, ni tiempo, ni nada. Solo una cosa más, hay tres sirvientes en la casa. Ellos no cobran nada por atendernos, solo que podrán participar en nuestros juegos sexuales sin desatender las obligación de atendernos. Bien, para empezar y romper el hielo, necesitamos alguien que se preste a empezar. Para ello, elegiremos al pasivo de la noche. El será quien empiece a darnos placer, cuando nos calentemos ya no necesitaremos a nadie para tener sexo entre todos.

Nos dieron un número a cada uno. Otro número se metió dentro de una enorme copa de cristal. Uno de los chicos del servicio, totalmente desnudo, como sus dos compañeros, eligió uno de los números de la copa. Ocurrió lo mejor que podía pasarme, salí elegido pasivo de la noche. Me gustó mucho. Yo no tengo una polla grande, más bien pequeña por lo que el papel me viene muy bien, a parte de lo mucho que disfruto con los rabos ajenos. Me reí y el dueño me preguntó:

-          ¿De que te ríes?.

-          De que me ha salido lo que yo deseaba. Estoy a vuestra disposición.

-          Perfecto. Dijo el dueño. Comenzar a vuestro aire.

Un chico de unos veinticinco años comenzó a tocarme el culo. Yo, por supuesto empecé a tocarle el rabo. Crecía por momentos, llegó a su máxima expresión en pocos segundos. Era un rabo de unos 18 cm, no tardé en agacharme y meterme ese rabo en la boca. El tío disfrutaba como un loco dando unos suspiros enormes. En esto estaba yo cuando el dueño de la casa dijo:

-          ¿Vais a quedaros mirando o vais a participar?.

Enseguida me rodearon y comenzaron a tocarme por todas partes, yo empecé a tocar todas las pollas que podía. Todas crecieron, todas estaban dispuestas para mí, por ello comencé a comérmelas por turnos. Las había normales, grandes y dos de ellas enormes. Me quedé muerto al ver que la más grande de todas pertenecía al chico que abrió la puerta, uno de los sirvientes, mediría más de 25 cm, desde luego intentaría tener semejante aparato dentro de mí.

Seguí comiendo pollas. Me lo estaba pasando genial. Mientras comía una, los demás invitados y sirvientes se pajeaban delante de mí enseñándome sus juguetes para mi entretenimiento. Uno de los invitados dijo:

-          Hagamos un Bukake.

-          Si tío eso mola mucho. Dijo otro.

-          Llevémosle a un diván. Dijo el dueño de la casa.

Me tumbaron en el diván con la cabeza colgando por un lado. Uno me metió el rabo en la boca me follaba como si fuese un culo. Cuando ya no pudo más me hizo mantener la boca abierta y se corrió dentro. Le limpié la polla y ese se retiró. Su puesto fue ocupado por otro, con otra polla más grande, casi me atragantaba cada vez que le metía por completo en mi boca. Mientras me tocaban por todas partes, notaba manos por todos lados, noté un dedo entrar en mi culo, estaba muy lubricado y no le costó trabajo entrar a fondo. Yo mientras seguía chupando, comiendo toda la leche que me daban. Pero el del dedo en mí culo, me estaba dando tanto placer que decidí mirar quien me hacía disfrutar. Dios mío, era el sirviente del pollón. No le dije nada, pero deseaba que en lugar del dedo, metiese su polla en mi culo.

Metidos ya en plenos juegos, empezaron todos a hacer cosas entre si, nadie estaba desocupado. El que no tenía una polla, tenía otra a su disposición. Uno de los sirvientes trajo una caja con diferentes juguetes, materiales, lubricantes, etc.

A mí no me dejaron solo en ningún momento. Siempre tenía a alguno de los tíos dispuesto a darme mucho placer. Un invitado usó una cuerda para atarme las manos a un hierro que había en el diván, me pusieron boca abajo, las piernas no me las ataron. Uno se puso delante y metió su polla en mi boca, me agarraba la cabeza y la movía al ritmo en que le apetecía follarme. Otro se situó detrás de mí, elevó mi culo y comenzó a comerme el culo. ¡Que placer me daba con su lengua!. Estuvo mucho tiempo usando su lengua, cuando se cansó se puso de pie, agarró su polla y la arrimó a mi lubricado culo. Me ensarto en dos pasos, primero metió su capullo, después de un solo golpe metió el resto. Yo alucinaba de placer, tenía la polla dura desde hacia mucho tiempo.

Me follaron los dos durante más o menos quince minutos. El que tenía delante dijo:

-          Va tío, abre la boca que me voy a correr.

Yo lo hice, se pajeó frente a mí y al momento inundó mi boca con su lefa. Uf, estaba buenísima, mientras yo me relamía, el de detrás aceleró el ritmo y me dijo:

-          Prepárate, que voy a ser el primero en llenarte el culo de leche.

-          Si tío hazlo, lléname.

Aceleró el ritmo y después de un pequeño grito se vació en mi culo. Noté mucha leche saliendo de su polla dentro de mi culo. Cada contracción que tenia el chico, notaba un chorro dentro. Yo me corrí sin tocarme, manchando del diván. Me desataron y me levanté. El chico que me folló el culo se acercó, lamió la leche que yo dejé en el diván y me besó pasándome parte de ese preciado líquido.

Me senté a ver el panorama. Pude ver como todos disfrutaban, las pollas entraban y salían de bocas y culos. Era una fiesta estupenda. Yo estaba un poco acalorado y sudando. Vi al chico sirviente del pollón enorme, que atendía a las necesidades de todos los asistentes. Cuando llegó el momento que miró hacia donde yo estaba sentado, le hice una seña y él se acercó.

-          ¿Desea algo?. Me preguntó.

-          Si, ¿podrías traerme una toalla y algo de beber?. Le dije.

-          ¿Algo en especial?.

-          No, algo sin alcohol, un refresco.

-          Enseguida se lo traigo. Me dijo el precioso chico.

No tardó nada en traerme lo que le pedí. Me tendió la toalla y yo me sequé un poco el sudor. El se mantenía de pie delante de mí. Mientras me secaba con una mano, con la otra yo le tocaba el pollón, que si bien estaba flácido, era muy grande.

-          También quiero que me des esto. Le dije sobándole el rabo.

-          Lo tendrá si puedo, recuerde que debo atenderles a todos. Me dijo el chico.

-          No me llames de usted, me hace viejo. Haz lo posible, por favor, es la mejor polla de la fiesta, y además tú eres todo lo que me gusta, joven, delgado y guapo. Le besé el capullo. El me tendió un refresco sonriéndome.

-          Bueno, tú tampoco estás mal. Ya veremos como lo hacemos. Y me besó en los labios.

Me puse muy burro de nuevo. El chico se alejó dejándome con las ganas. Estaba tomándome el refresco cuando de acercó uno de los participantes. Se puso de rodillas delante de mí y comenzó a tocarme la polla. Abrió mis piernas y comenzó a mamarme el rabo. Lo hacía muy bien. En unos minutos estaba a punto de correrme, él lo notó y redobló los esfuerzos para que lo hiciese. Me corrí en su boca y él se lo comió todo. Yo le dije:

-          Perdona que no tenga un pollón para ti. Se lo dije más bien por entablar algo de conversación.

-          No te preocupes. A mí me gustan más los culos, pero me apetecía comerte la polla. Ya te he dado placer, ahora me toca a mí.

Me puso a cuatro patas en el diván y me clavó su polla. No era muy larga, pero el grosor hacía que sintiera cada milímetro que metía dentro de mi culo. Comenzó con el ritmo adecuado. Me tenía loco. Después de un buen rato comenzó a gemir y a acelerar el movimiento. Gritó y se corrió dentro. Cuando me la sacó, salió la leche como si fuera una botella de champagne. Lamió mi culo para limpiarlo un poco y me dijo:

-          Muchas gracias, tienes un culo estupendo.

-          Gracias es todo tuyo cuando lo quieras.

Se retiró. Me volví a sentar y a secarme el sudor. Mirando la sala, localice al chico sirviente que me gustaba. De vez en cuando me miraba y sonreía. A mi me ponía como una moto solo verle. Era como un dios para mí. Quería que fuese para mí. No tenia nada claro que pudiese conseguirle. Una vez repuesto de la follada, me levanté. Me acerque a tres tíos que se sobaban entre si. Comencé a tocarles. Y uno de ellos me miró y me dijo:

-          Estábamos esperando que un pasivo viniese a dar cuenta de nuestras pollas.

-          Pues ya estoy aquí. Me agache y comencé a chuparles las pollas a los tres.

Una era pequeña, como la mía, otra era como de 17 cm, pero la tercera era de unos de 20cm. Las chupé las tres pero el de la polla mediana me dijo:

-          Queremos corrernos en tú culo. Lo de la boca ya está muy visto.

-          Pues mí culo es vuestro. Disfrutarlo.

Se colocaron los tres en fila detrás de mí. El primero me la metió y me dio unas cuantas embestidas. Se salio y el lugar lo ocupó el segundo, hizo lo mismo, la metió me folló un poco y dejo paso al tercero, el de la polla grande que hizo lo mismo. Se turnaron así durante mucho tiempo. Yo estaba fuera de mí. Llegó el momento del final esperado, y los tres fueron metiendo sus pollas para llenarme de leche. Lo hicieron a placer, cuando terminaron y se retiraron, vino el chico sirviente y me llevó a un cuarto de baño para limpiarme un poco.

-          Yo lo haré. Me dijo.

Me aseó el trasero y cuando terminó me beso el culo. Pensé que terminaría follándome él, que era lo que yo quería, pero me dijo:

-          Tengo que salir. Me estarán buscando.

Salió fuera y yo me quedé un poco apagado al no conseguir el rabo más deseado. Fui de nuevo a la sala y participé en todo lo que me proponían. Esa era la norma, para eso me habían invitado, para hacer sexo.

Después de muchos polvos más, la fiesta se dio por acabada. Nos llevaron a una sala con duchas en las que nos aseamos todos. Nos vestimos y comenzamos a irnos despidiéndonos del dueño de la casa. Cuando yo estaba saliendo por el jardín hacia la puerta, escuché una voz que decía:

-          ¿No decías que querías mi polla?.

Me giré y vi a los tres sirvientes que también se marchaban. Se despidieron entre ellos y salimos todos del chalet. El chico me dijo:

-          Ahora ya no tengo que hacer nada. ¿Sigues queriendo mi polla?.

-          Pues si, pero no solo quiero tener tú polla, te quiero a ti entero. ¿Te vienes a mi casa?.

-          Si, lo estoy deseando. Por cierto, me llamo Alberto.

-          Yo me llamo Miguel. Y nos dimos un beso.

Nos fuimos a mí casa y follamos como locos varias veces. Me dejó el culo destrozado con ese rabazo. Como dolía cuando la metía entera, menos mal que además de larga era gordísima, ya que con tanta polla esa noche, estaba mi culo muy abierto y pensé en él no sentiría nada. Pero con ese pollón no hubo problema. Se corrió en mi culo otras cuatro veces más. Ese chico era una máquina de follar. No se cansaba y fui yo quien le dijo:

-          Alberto dejémoslo ya, no puedo más.

-          Vale, pero me debes treinta polvos más, y me los quiero cobrar. Me dijo él.

Nos estuvimos viendo durante un tiempo. Casi a tres polvos diarios. El chico era insaciable, estaba todo el día con el rabo duro. Incluso cuando íbamos por la calle me agarraba la mano y me decía:

-          Mira como estoy.

Me hacia tocarle el pollón. Terminábamos en cualquier baño público follándo como locos. Todo termino cuando encontró un trabajo en otra ciudad. Y tuvimos que dejarlo. No es que fuésemos pareja pero para mí como si lo fuésemos, encontré en él lo que no vi nunca en mis parejas formales. No solo me tenia bien servido en el tema del sexo, se preocupaba por que yo estuviese bien, contento y feliz. Con él lo fui.