Fiesta de prendas
Quería algo de picante en mi vida, me decidí a realizar una fiesta de prendas con mi familia y mis amigos más íntimos en mi propia casa.
Fiesta de Prendas
Hola, soy Angie, tu niña traviesa, halagada por los buenos comentarios llegados a mi correo y por la buena vibra.
Me encontraba en la sala de mi casa, sentada a la mesa, meditando, el ciclo en la Universidad estaba terminando, era la última semana del mes de octubre. Mis padres se disponían a viajar en esa semana que terminaba y nosotros, mi hermano y yo, al cuidado de la casa, junto con mi tía Gisella y mi prima Grethel. Estaba tan ensimismada, hasta que el ruido del teléfono me sobresaltó:
- Hola Angie, soy Naty, que haces nena.
- En casa amor, pensando, y sin una razón que me inquiete.
- Sola, en fin de semana.
- Que tal si organizamos una fiesta en tu casa.
- Invitaríamos a Pilar, algunos íntimos.
Tal insinuación me tocó toda, y al colgar el teléfono una imaginería tremenda salió de mí. Una fiesta, por qué no, tal vez cumpla mi fantasía más rica, hacerlo en una gran orgía. Me di a la tarea de comunicar a los demás miembros de la familia que se encontraban en casa. Una fiesta, pero le faltaba el toque picante. Era primavera, el verano casi tocaba a la puerta, por lo que estar vestido con ropas ligeras era lo adecuado. Una fiesta privada donde los participantes de la fiesta vistieran prendas íntimas, mi atuendo sería una tanguita, con un pequeño triángulo que me cubrirá el coño y una delgada tira por detrás que me cubra la raja y un brasier que cubra mis tetas.
Era viernes, la fiesta se planeaba para el día sábado. Mi hermano se encargó de las bebidas, mi tía y Grethel se encargaron de algo ligero para comer y de ambientar la sala de la casa para la gran ocasión. Yo realizaba una relación selectiva de los invitados a la fiesta.
Por un lado estaba mi hermano Carlos, Grethel y mi tía Gisella. Pensé en Rosita, Nataly y su inseparable Pilar, Francisco, mi profesor de marketing con el que muchas veces he coqueteado junto con su esposa Belén, hermosa mujer de casi 40 años al igual que mi profesor y nuestros fieles amigos, compañeros de juerga que completaban la pandilla: Max, Diego y Alejandro. Conmigo éramos doce, siete chicas y cinco chicos, nunca me gustaron los pares, la cosa pintaba bien.
Llegó el día de la fiesta, todos vestíamos según el motivo acordado, con prendas íntimas. La música era suave, lenta y cadenciosa, la luz era tenue o casi nula, que te permitía mirar en un diámetro de 50 centímetros más o menos. Y en este ensalzamiento a la lujuria nos movíamos a puerta cerrada, sin que nadie pudiera entrar o salir.
Me encontraba bailando con mi hermano Carlos, una música suave como una balada, me tenía tomada de la cintura y yo de su cuello, y trataba de moverme a lo largo de la sala, acondicionada como pista de baile para observar que hacían mis invitados. Francisco y Belén, estaban acaramelados, tocándose, dándose tiernos besitos, Rosita estaba entretenida con mi tía, Diego y los demás chicos junto a las demás chicas habían formado un círculo muy ameno. Habían transcurrido unas diez canciones entre bailes y toqueteos y la calentura se nos estaba subiendo. Empezaba la verdadera fiesta, estaba excitada, tenía el coño sensible a las caricias y me reuní con Naty, era una nena de hermosos ojos grandes, mirada pícara, pechos erguidos, deseosos de ser comidos, cabello largo y ondeado, que completaba un cuerpo escultural, digno de una princesa. Sin importarme las miradas, tomé a Naty de su cuello y la jalé a mi lado para darle un gran beso en su boca mediana. Casi de inmediato quité se brasier de sus tetas, arranqué se pequeño tanguita de su cuerpo, dejándola desnuda, ante la admiración de los demás, ella hizo lo mismo conmigo, juntando nuestras tetas donde jugueteaban nuestros pezones, acariciándonos nuestros culos, comiéndonos la boca. Me abrí de piernas, la tomé de los hombros y la hice arrodillar para tener su lengua dentro de mi coño. Y mientras sus labios y su lengua jugaban con mi clítoris, sus dedos se metían a mi coño, yo le acariciaba sus tetas, jalándole sus pezones con mis dedos, inclinada un poco hacia adelante. Pilar no nos perdía detalle y tras acercarse metió uno de sus dedos a mi culo y darme un beso donde nuestras lenguas jugueteaban mientras nuestros labios se mojaban sin cesar.
A un lado de nosotros, mi profe Francisco tenía recostada sobre la pared con el calzón a medio bajar, hasta las rodillas, mientras él tenía su trusa por debajo del culo penetrándola mientras le comía las tetas, sosteniéndolas con sus manos como si pensara que se le escaparían de el. Mi tía tenía a Max encima de ella que le taladraba el coño, con su gran verga, mientras chupaba la verga e Diego que se movía como si de un coño se tratase, de adelante hacia atrás, sosteniéndola de la cabeza con sus manos. Rosita estaba encima de la verga de mi hermano Carlos y tenía por detrás a Alejandro, mientras en la boca tenía el coño de Gretita. El deseo por nuestros sexos iba en aumento y los encuentros aislados exigían una complementación máxima de los participantes. Pusimos a Diego al centro del, mi tía se agachó para cogerle la verga desde el tronco masturbándola de arria hacia abajo para luego abrir las piernas y tomando la verga con una de sus manos se la dirigió hasta dentro de su coño, mientras Alejandro empujaba con su mano izquierda el cuerpo de mi tía hacia adelante y con la izquierda estimulaba su culo con un dedo, moviéndoselo en círculos pequeños preparándole el ano para la entrada de una buena verga, que no tardó en hacerlo, mientras tenía llena la boca del coño de su hija Grethel, que se lo chupaba con ganas, abriendo para su coño toda la boca para ir cerrándola de a poco, terminando en un chuponcito por el pequeño jalón de su coño con sus labios, comiéndoselo, succionando todo ahí. Max tenía cogida por el coño a Rosita mientras por el culo se le acercaba Carlos y de pie frente a ella Francisco que le ponía su verga dura en la boca de ella para que le de una buena mamada.
Yo tomé a Belén y me encaminé con ella a mi habitación seguida de Naty y Pilar. Belén era una mujer dada a encuentros heterosexuales por lo que no estaba muy dispuesta a nuestros juegos. Es así, que Naty y Pilar la tenían sujeta de una de sus manos acariciándole sus tetas una a cada lado mientras yo bajaba y le abría las piernas lo más que pude para meter mi cara en su coño abriendo mi boca lo más grande que pude para que toda mi lengua lamiera su coño y movía mi cabeza de arriba hacia abajo, como diciéndole sí a su coño. En cada insulto hacia nosotras, en cada resistencia a ser favorecida y recibir placer le daba con más ganas. Belén disfrutaba de la comida de coño que le estaba dando pero se negaba a aceptarlo. Esa comida de coño que le hacía a Belén, le pedía a mi coño el mismo trato. Naty y Pilar se enfrascaron en un delicioso 69 ahí encima de la cama, mientras Belén se disponía a salir de la habitación, así que la tomé del cabello y la tiré al piso y le puse mi coño en su boca y me lo empezó a lamer torpemente, estaba tan encendida que apoyé mis manos en el piso por detrás de la cabeza de Belén y me moví como una posesa, refregando mi coño en su boca y me vine en su boca moviéndome lentamente hasta quedarme quieta con mi coño pegado a su boca. Me levanté con el cuerpo de Belén debajo de mis piernas y ahí mismo oriné encima de su cuerpo bañándola de cabeza a pies como un a regadera. No la dejé limpiarse sino más bien que con mis piernas le abría las suyas y con el dedo más gordo de mis pies, el pulgar se lo metí en el coño moviéndoselo adelante y hacia atrás como si fueran pequeñas pataditas a su coño, provocándole gemidos de placer. Luego nos juntamos todas al piso de la habitación todas de pie, Pilar se arrodillo para beber de los jugos de Belén directamente de su coño, yo me dediqué a morder sus tetas, sus pezones, de un lado y del otro y Naty le taladraba el culo con muchísimas ganas. Belén estaba a punto de desfallecer por la infinidad de orgasmos que le provocábamos. Tenía la piel sudada, orinada por mí, con sus ojos cerrados, las piernas que le tiritaban, era incapaz de sostenerse en pie, sostenida por nosotras, provocándole orgasmo tras orgasmo, negándonos a sus súplicas, dándole el placer más brutal, enseñándole que en el camino de la bisexualidad también se goza, hasta que nuestras propias fuerzas nos fueron abandonando, dejando tirada en el piso a Belén, derrengada, orinada, tantas veces llevada al clímax, sin el ánimo y la voluntad para sostenerse en pie, ni protestar a nada, mientras nosotras nos dejábamos caer en la cama, olvidando por un momento lo que a nuestro alrededor seguía sucediendo.