Fiesta de Cumpleaños

Cuando América me invitó a su fiesta de cumpleaños me puse muy contenta, hacía meses que no la veía y teníamos tanto que contarnos. La idea de ver a otros antiguos compañeros de la facultad me mantuvo alegre todo el día. Cuando llegó la hora de salir del trabajo el siguiente sábado casi corrí a mi casa; me bañé apresurada y paré el primer taxi que pasó.

Autor: Nidia Berenice

Email: nidia.berenice@gmail.com (publicar)

Web: http://www.nidiaberenice.com (publicar)

Título: "Fiesta de cumpleaños".

Categoría: Orgías

Cuando América me invitó a su fiesta de cumpleaños me puse muy contenta, hacía meses que no la veía y teníamos tanto que contarnos. La idea de ver a otros antiguos compañeros de la facultad me mantuvo alegre todo el día.

Cuando llegó la hora de salir del trabajo el siguiente sábado casi corrí a mi casa; me bañé apresurada y paré el primer taxi que pasó.

En la fiesta me encontré a varios ex compañeros y me dio gusto ver que la mayoría tenían éxito en sus vidas; Ángela se había casado con un diputado y ahora era su asesora; Claudio dirigía un despacho y Abraham daba clases en las mismas aulas que nosotros.

Al final de la reunión, América me presentó con uno de sus primos y se dispuso a hacer la limpieza con su novio. El primo resultó ser un excelente conversador egresado de facultad de medicina cuyo nombre era Fabián.

Estuvimos sentados en un rincón del patio bebiendo y contando chistes por largo rato; me habló de sus hijos, de su hermosa esposa y de sus perros; era un tipo sincero y jovial, con una sonrisa increíblemente blanca que hacía juego con unos ojos expresivos, profundos y llenos de encanto. Daban ganas de dormirse mirándolos.

Durante nuestra plática me percate de que no dejaba de mirarme las piernas y como buena exhibicionista que soy las cruzaba y descruzaba de vez en cuando solo para atraer su mirada y luego lo miraba fijamente hasta que se ruborizaba y luego estallábamos en risas. No había razón para impedirme un filtreo con un hombre al que seguramente no volvería a ver en mucho tiempo, así que lo disfrutaba intensamente como lo que era para mí: un simple juego.

Cuando una ráfaga de aire revoloteó mi cabello y una onda fría recorrió mi espalda le comenté que nos deberíamos meter a la casa y su respuesta me encantó: se quitó el saco y me cubrió la espalda mientras nos metíamos al interior de la casa.

Se sentó en el sofá de la sala y caminé a la cocina para servirnos otras copas. Ahí, con la luz apagada y apenas la resolana de las del jardín, me encontré a la anfitriona: América y su novio; ella estaba recostada en una mesa, con las piernas en los hombros de él, quien, parado, le hacía el amor.

La escena era tan hermosa y me tomó tan de sorpresa que me quedé de una pieza mirándolos. El vestido rosa que América lucía tan dignamente apenas hacía unas horas estaba enrollado en su cintura como el de cualquier mujer caliente y el pantalón de mezclilla de él había detenido su caída en sus pantorrillas dejando ver un hermoso par de nalgas duras que se apretaban con cada empujón que gozaban.

Ambos gemían leve, casi inaudibles; respiraban fuerte, sincronizados al vaivén de su danza erótica. América lo abrazaba con sus piernas apasionadamente y él se aferraba con una mano a su pecho y con la otra a sus caderas.

Cuando me di cuenta me estaba acariciando un pecho y respiraba entrecortadamente. En otras ocasiones había presenciado un acto así, pero esta vez el ocultarme entre las sombras me alteraba mucho más.

Estaba tan embobada disfrutando aquel espectáculo que no me di cuenta cuando mi amiga me observaba fijamente mordiéndose una mano para no gritar. Su mirada no expresaba angustia o sorpresa; es como si hubiera esperado que alguien los mirara y lo estuviera disfrutando.

Aún así, me sobresalté al verme descubierta y di un paso hacia atrás. Me sentía apenada por romper su confianza y a pesar de lo hermoso que era el cuadro, decidí irme; huir y no volver más.

Pero la suerte me lo prohibió porque cuando di el segundo paso todavía de espaldas choqué con algo y sentí una mano taparme la boca y otra recorrer mi vientre desde mi ombligo hasta el inicio de mis senos y no pude evitar pegar un brinco.

Quien sabe cuanto tiempo llevaba Fabián detrás de mí fisgoneando también a los anfitriones de la fiesta y me hizo señas de quedarme callada mientras me soltaba la boca y me giraba de nuevo para que siguiera viendo.

Cuando esto pasó América nos regaló una amplia sonrisa que se vio cortada por un magnánimo empujón que la hizo arquearse cerrando los ojos.

Nos acomodamos en el marco de la puerta y seguimos mirando; los gemidos de América iban en aumento de volumen y Fabián acariciaba mis hombros; su respiración se oía dificultosa.

Los actores principales se separaron para cambiar de posición y por fin pude ver el sexo de su novio, un pene cabezón de color ciruela de aproximadamente diez y ocho centímetros y de mediano grosor. No era espectacularmente grande y bello, pero a mi me pareció uno de los ejemplares más hermosos.

América se tiró al suelo poniéndose en cuatro y su novio siguió penetrándola con furia al tiempo que la mano de Fabián bajaba por mi espalda y después rodeaba mi cintura para recorrer mis caderas; mis muslos y luego llegar a la orilla de la minifalda de piel que apenas me cubría.

No le costó trabajo encontrar la orilla de mi tanga y hacerla a un lado para deslizar uno de sus dedos hasta mi mojado clítoris.

Su otra mano sobaba uno de mis pechos y su lengua iba de mis oídos a la nuca y cuello erizando toda mi piel. Me pegó a su cuerpo sentí una deliciosa erección que me invitó a cerrar los ojos. Los dedos de Fabián sincronizaban con los gemidos de América hasta que me fui perdiendo en un mundo completamente diferente donde no había cabida para más que el placer.

Dos manos levantaron la minifalda negra y sorprendida abrí los ojos. La calentura me impidió moverme o negarme a lo que seguía: América chupaba los dedos de Fabián y luego colocaba su lengua en mi sexo… ¡Que lengua!. Primero hurgó por toda mi entrepierna y después se avocó a mi clítoris.

¡Una delicia! Sus dedos abrían mis labios y su lengua cubría toda mi rajadita con suavidad. Se movía rápidamente sobre mi clítoris y el cielo se me venía encima.

¡Que sensación! Mientras ella me daba la chupada más deliciosa de mi vida Fabián y el otro chico ya habían levantado mi blusa y se entretenían con mis duros pezones.

Los metían entre sus dientes con destreza y pasaban su lengua alrededor de ellos dejando una estela de saliva que casi me quemaba.

No pude evitar un viaje al rincón más lejano del universo y el tiempo se detuvo, todo dejó de existir y mis piernas flaquearon con los continuos lengüetazos de América.

Cuando volví a la tierra me agaché y besé a América en agradecimiento; momento que su novio aprovechó para bajar el ziper de mi falda y bajarla haciendo lo mismo con el tanga negro y se lo dio a Fabián, quien lo pasó por toda su cara embarrándose de mis jugos para terminar chupándolo.

La pareja de mi querida amiga sumió su rostro entre mis nalgas cuando Fabián soltaba su cinturón y ponía al alcance de las bocas de América y mía una verga húmeda de la que colgaban el par de testículos más grandes que halla visto en mi vida.

América fue la primera en chupársela ya que yo tenía los ojos cerrados y disfrutaba la lengua de su novio que, acompañada de su dedo índice hurgaba mi culo y lubricándolo con saliva.

América se levantó y jaló a su primo a la misma mesa donde antes había estado acostada y lo tiró sobre ella. Luego se montó y cabalgó arrancándose desesperados gritos de lujuria.

Su novio, mientras tanto me terminó de quitar la blusa y me condujo hasta la misma mesa y se colocó en la orilla de la mesa, apuntando su herramienta directamente al trasero de América.

Siguieron unos momentos tensos en los que ella se lamentaba y los tres comenzaban a moverse lentamente, cuando una verga entraba, la otra salía y en todo momento América resoplaba y maldecía.

Mis jugos escurrían por mis muslos y me acerqué a morder las nalgas duras y firmes que unos instantes antes había visto apretarse. Lamí su espalda y luego lo abracé hasta encontrar su miembro y tocar las nalgas de mi amiga.

Entonces se me ocurrió una idea y me llevé el dedo anular a mi boca y lo fui deslizando por las hermosas nalgas del hombre parado. Mi dedo se fue hundiendo despacio hasta que estuvo bien adentro y fui subiendo la velocidad hasta que el novio de América, a punto de venirse, sacó su miembro dejando un orificio abierto y oscuro, voletó hacia mí y me obligó a agacharme para dirigir su descarga en medio de mis pechos.

Cuando las gotas de semen cayeron tocaban mi piel oía a América gritar que se venía y luego de arquearse sobre Fabían se desplomó en su pecho.

Los cuatro quedamos inmóviles por un rato y aproveché ese momento para embarrarme los pechos con el semen que goteaba mis piernas. Así estuvimos, solo jadeando y mirándonos unos a otros hasta que América se levantó y me hizo señas para que fuera yo quien gozara a Fabián quien todavía no terminaba.

Me monté sobre él y su verga entró con facilidad en mi húmeda cueva; honestamente lo necesitaba y no dudé en hacerlo aún sin preservativo, lo que fue una de las mejores decisiones del día.. América me besaba dejando su panocha al alcance de la boca de su primo y su novio me acariciaba la espalda.

No tardé en venirme una y otra vez; lo mismo que la anfitriona. Luego Fabián se puso tenso y descargó su arma dentro de mí. Fue abundante, tanto que cuando llegué a mi casa y me quité el tanga todavía escurría.

En cuanto nos recuperamos nadie dijo una palabra y comenzamos a vestirnos, casi sin palabras nos despedimos y Fabián se ofreció a llevarme, pero preferí llamar un taxi.

Nunca más nos volvimos a llamar siquiera para saludarnos y han pasado casi dos años de neustra aventura.

Autor: Nidia Berenice

Email: nidia.berenice@gmail.com (publicar)

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Título: "Fiesta de cumpleaños".

Categoría: Orgías