Fidel el abogado que me folló

Una mañana, Enrique encontró una grabación en el contestador del teléfono de la oficina de Aria. En esa grabación Aria hablaba con Esa maravillosa experiencia, perturbadora y quimérica, la reservó para si misma. Además, estaba seguro que nadie le creería lo que había pasado esa noche

Una mañana, Enrique esposo de Aria, encontró una grabación en el contestador del teléfono de la oficina de Aria. En esa grabación Aria hablaba con el licenciado Fidel sobre un caso que le intersaba profesionalmente y estaba por acordar un trámite administrativo que los involucraba a ambos. Por esta razón, Aria le había llamado para acordar una reunión con el fin de negociar el caso. Aria, con  su estilo seductor buscó su acuerdo para darle celeridad al asunto. Curiososamente, por un descuido, Enrique había dejado una grabadora automática, de esas que se enciende sólo cuando alguien habla. En este relato se comenta sobre una conversación entre Aria y el abogado. Hasta hoy, Enrique conserva dicha grabación. Enseguida se relata el interesante suceso.

Aria estaba con su secretaria y amiga, en su oficina, comentando sobre un caso que podría resolver directamente con el abogado que llevaba el caso de su interés.

-Oye Diana, ya estuve analizando la situación y creo que si lo arreglo diréctamente con el licenciado Fidel podriamos darle celeridad si logro un acuerdo con el licenciado que es abogado de la contraparte.

-Es una buena idea, licenciada, le dijo su amiga. -¿Pero Usted conoce a este abogado?

-Si lo conozco, aunque no lo he tratado mucho, -dijo Aria. Sin embargo, se que es una persona inteligente y práctica. Además está muy guapo y, también percibo, por nuestros encuentros en las reuniones de la Barra, que le gusto.

-No es raro que Usted le guste, -observó Diana. Hay muchos que la admiran porque dicen que usted es una mujer inteligente y muy bonita.

-Pues tienes razón, Diana, los hombres son muy básicos y una, con una sonrisita, puede conseguir lo que sea. Ya ves.

-Pues si licenciada, tiene Usted mucha razón. ¿Y por qué no lo llama? A lo mejor él se pone de modo con Usted. ¿No cree?.

-Mmmmmmm, si, creo que sería fácil convencerlo si le hago una propuesta para arreglas este caso. Nos ahorramos el juicio y logro un acuerdo razonable para mi cliente. ¡Que buena idea, Dianita! Pásame el directorio de teléfonos, lo he de tener en el listado de los miembros de la Barra.

-Diana, rápidamente ubicó la información y le marcó al teléfono de la oficina del licenciado.

Ringgg, ringggg, sonó el teléfono del abogado.  -Buenos días, señorita, soy la secretaria de la licenciada Aria, - ¿Podría comunicar al licenciado con la abogada? –(respuesta) -Muchas gracias, ahora le comunico a la abogada.  -Ring, ring, -¿Si?  Ya está lista su llamada licenciada -Ah Ok,  ¡Gracias Dianita!

-Bueno… ¿es el licenciado Fidel? – Mucho gusto saludarlo licenciado… soy la licenciada Aria… no se si me recuerda.

  • Por supuesto que la recuerdo licenciada -¿Quien en su sano juicio no la recordaría? La famosa abogada Aria. - ¿A qué debo el honor de su llamada?

– Excelente, que bueno que me recuerda, ya estaba pensando mal de Usted. – Jajajaja, -¡mmmmm!  -expresó sutilmente ya que al cruzar las piernas y apretar ambas, le provocó una sensación sexual agradable. De hecho, era común que se exitara, en ocasiones hasta el orgasmo, utilizando esa postura. Y ahora, deseaba hacerlo,  mientras hablaba con Fidel.

Enseguida, continuó con la exposición de su caso. Sin dejar de mover sus piernas lenta y sutilmente, buscando disfrutar ese encuentro telefónico. De inmediato, Aria le planteó su solicitud y él, rápidamente, accedió a negociar el caso con ella.

-Claro que si licenciada, si gusta, podemos platicar en el  lugar y hora que le parezca conveniente. Expresó el abogado.

  • Yo sabía que Usted es un profesional muy inteligente y prágmático y que podemos llegar fácilmente a un acuerto sobre el este asunto licenciado -Expresó Aria, mientras seguía estimulandose con sus piernas cruzadas y, luego, continuó.

  • ¿Oiga licenciado que no le han ido con el chisme?- expresó Aria.

  • ¿Cuál chisme licenciada?  -Expresó Fidel.

  • De que de que el único abogado que me gusta es Usted. -Dijo con su voz seductora.

– No puedo creer que yo le guste a menos que me lo firme, le respondió.

  • Ja ja ja “¿que le firme qué…?  -¿para que?… -Ya tenemos firmados papelitos por otro lado. -Expresó y, a continuación le dijo:  -¿Qué le parece si nos vemos en su despacho para arreglar este asunto?   Ella seguía estimulándose con sus piernas cruzadas.

  • Claro que si licenciada, es un honor que una abogada tan hermosa venga a mi oficina.

  • Ay licenciado usted tan galante …¿Si?...  ¿donde está su despacho? -mmmmmm- expresó seductoramente.

  • Cerca del Santuario.

  • ¡Ah si!, ¡ah sí!,  ya se donde está, ahí hay muchas casas viejas ¿no? ja ja ja ja.  Entonces qué licenciado, ¿Nos echamos la copita en la noche y arreglamos este asunto? Le va a convenir -dijo Aria. Dijo esto, sientiendo que se acercaba más a su orgasmo.

  • Me encantará verla licenciada y por supuesto nos echamos la copita y también otras cosas. Con el respeto que me merece licenciada ¿Qué le parece?

  • Ja ja ja … excelente, me encanta lo de las otras cosas. Uhmmmmmm, su exitación ya era evidente. -Entonces ¿ahi nos vemos en la noche? … -Corra a su secretaria. -Expresó Aria con sensualidad.

  • No hay problema licenciada, estaremos solos. Usted y yo … véngase preparada.

  • Siempre estoy preparada para eso, mmmmmmm, y más con Usted. -Expresó Aria con coquetería y ya cercana a sentir la explosión de su orgasmo.

  • ¿A qué se refiere con estar preparada para eso? -preguntó  el licenciado

  • Para lo que dijo, no se haga -mmmmmmm- … -Eso de venirme  preparada -Le anticipo que para lo que me gusta siempre estoy preparada.

  • Ya entendí, perdóneme, por ser despistado. ¿Que quiere que haga para que me perdone? -Dijo el licenciado.

  • Esta noche lo perdono, cuando me venga con Usted,  licenciado. ¡Ummmm! -Expresó con sensualidad. Después de decir esto, empezó a venirse, con dos sensaciones seguidas, sin embargo disimuló la sensación. -Mmmmmmm, mmmmm.

  • Ya estoy temblando desde hoy licenciada, -Señaló el abogado, el cual ya había percibido la calentura de la licenciada.- y ya que entramos en confianza ¿le puedo pedir algo?

-Claro, aproveche que estoy en mi momento de reciprocidad. No se olvide que le voy a pedir algo para solucionar un asunto con mi cliente. -Haber, dígame, ¿qué me va a pedir?

-Mejor no le digo licenciada, me da pena.

-Por favor, licenciado, un hombre tan guapo y ¿con esas inseguridades? -le comentó Aria, evidentemente excitada. -Haber dígame con confianza -¿Qué me quiera pedir?

-Muchos me han comentado que Ud es una mujer muy hermosa y que tiene unas piernas muy bonitas. – disculpeme, se lo digo con mucho respeto a su persona.…

-Aria guardó silencio como respuesta a la observación sobre sus piernas y continuó. Ya dígame licenciado, no le de vueltas al asunto… -Le dijo Aria.

-Bueno, me voy a atrever… -¿Podría ponerse falda para la reunión?

-Jajajajajajaja, respondió Aria… -¿No que muy tímido… es bastante  tremendito ¿Ehhh? – Solo por guapo le voy a conceder su deseo… -Me voy a poner una de las faldas que tengo para ocasiones especiales.

-Ya estoy temblando licenciada -Dijo el abogado.

-Jajaja, no exagere. Y usted también prepárese con los cuidados. No quiero riesgos… Jajajaja mmmmmm -dijo Aria.

-¿Que riesgos podría Usted tener conmigo licenciada?  Yo soy serio y honorable y si gusta se lo firmo -Comentó el abogado.

  • ¡Hay licenciado!, a estas alturas los riesgos innecesarios se refieren a que no me gustaría enviar una cartita no deseada -Comentó Aria, con voz coqueta.

-¿A quién licenciada? -comentó el abogado sin entender lo que decía la hermosa abogada.

-Mmmmm querido licenciado. ¿A quién cree? ¿Qué no sabe que la cigüeña envía “regalos”, a las parejas cuando le envían cartitas?

  • Ahhh, si si si. Qué torpe soy… -Por supuesto. Estaré más que preparado. Todo eso corre por mi cuenta.

  • Bueno licenciado si prepara lo prometido yo buscaré la falda como la que ha mencionado. Ah, y otra cosa que le pido es que guardemos el secreto y le prometo que recibirá de mi un premio que no olvidará.

-Claro… por supuesto licenciada. Ya estoy temblando y soñando con Usted.

Luego Aria sonrió. Jajaja, Qué galante licenciado, dijo con sensualidad. Luego, expresó  -Entonces, hasta más tarde … ¡besos…!

Posteriormente, cuando colgó, Aria le comentó a su secretaria :

  • ¡Ayyy, Diana, mmmmm ¡Está guapísimo!

  • ¿En serio?, le contestó Diana…

-Si en serio y lo veré en la noche mmmmmm ¡Qué ricooooo! -Estaba a punto de venirme.

-Si se le notó licenciada, dijo Diana. Yo no lo conozco pero me han dicho que ese abogado está muy guapo y tiene mucho “pegue” entre sus alumnas y compañeras. Aunque dicen que él es muy serio y no se le conocen afaires .

-Pues, mañana te diré qué tan cierto es eso Dianita.

Por la noche, Aria se vistió muy sexi. Recordando la sugerencia, se puso una falda negra muy corta y una blusa de tela semi transparente y sin bra. Su esposo Enrique la vió extraordinariamente sensual y deliciosa. Creo que para cualquiera, el mensaje de que Aria estaba dispuesta a provocar, era evidente.

Esa noche, llegó a la hora convenida al despacho del abogado. El, ya la estaba esperando por lo que en cuanto oulsó el timbre de la puerta, el abogado, le dio la bienvenida a su despacho.

-Qué puntual licenciada. -Se que es una mujer talentosa y muy formal en sus citas. Además, de que muchos admiran su belleza. -Pase Usted por favor, ¿le puedo ofrecer algo? Un refreso o, tal vez, una compa de vino o un ginebra, lo que guste. -No quiero ser grosera licenciado, pero usted debe saber que no suelo tomar alcohol, así que le acepto un vaso de agua con dos cubitos de hielo, respondió Aria. -Por supuesto, licenciada y creo que su única grosería es ser tan hermosa. Digo, grosería no para mi, sino para muchas mujeres que la envidian y darían lo que fuera para tener su belleza y, sobretodo, su inteligencia.

-Hay, licenciado es Usted muy guapo y galante. -Como respuesta Fidel se mostró sorprendido por la asertividad de Aria. Ella notó la sorpresa a su comentario y dijo. -Ustedes los hombres muchas veces piensan que una “se muerde el reboso” y que no sabemos hacer piropos tan abiertamente ¿no cree usted? -Bueno, si, tiene Usted mucha razón. –“Y además me encantas”, pensó para sí.

Enseguida, sin preambulos, Aria le expuso al licencado la propuesta para gestionar el caso de interés que la había traido a su oficina.  Así, una vez expuesto, de forma directa e inteligente, logró que Fidel estuviera de acuerdo y, de manera inmediata ella, adelantándose, le pidió que leyera el documento y de no haber observaciones, le solicitó que ambos lo firmaran. El abogado, sorprendido por la eficiencia de Aria, leyo y firmó lo convenido y, posteriormente dijo, -Yo pensé que podiamos conversar más relajadamente, licenciada. Como respuesta, Aria se sentó, y cruzó sus piernas, dejando que Fidel se solazara con la imagen de su sensualidad, sin recato alguno. -Primero los negocios y luego el placer, querido, expresó con coquetería. A menos que me quiera correr -dijo Aria, desafiando la masculinidad de Fidel. -Por supuesto que no quiero que se vaya licenciada, le pido me disculpe si eso interpretó de mi. -Aria, sabía que Fidel estaba avergonzado y muy tenso, por eso, se levanto y caminó hacia él.

Se acercó y de pié, sorpresivamente, lo besó en los labios. -¿Acaso, no le han dicho que Usted me gusta mucho licenciado? -El, mostrando su desconcierto, le dijo -Licenciada, siempre la he admirado como profesional y como mujer me declaro su admirado número uno y se que tiene muchos. Es más, después de esta noche, declaro, que además de ser su  admirador, le comunico que estoy enamorado de Usted. -Daría todo por que fuera mi esposa.

Aria, se quedó sobrecogida con la declaración de Fidel (bueno, todavía no, asi que sustituyo la observación) se quedó pasmada…   -Me siento halagada cariño, sin embargo y siendo muy clara, te puedo decir que eres libre de sentir lo que quieras. Pero, debes saber que no nos podemos enamorar. El amor, es algo que se construye en el largo plazo y, cuando se logra, es para toda la vida. Te soy honesta y asi lo debes saber, yo ya estoy enamorada y no está en mis planes cambiar esto. Así que, mejor, disfrutemos el momento con lo que si podemos hacer. -¿Qué si podemos hacer, licenciada? Preguntó el abogado. Aria no respondió y caminó hacia el sofá que tenía el despacho y, con total seguridad, se quitó el vestido, quedando solo con medias y sus tacones de aguja. -Fidel se quedó de una pieza, sin saber que hacer.

Como se imaginan, los hombres ante la belleza, suelen quedarse perplejos. Aria lo sabía, por lo que le dijo -¿Quieres venir papasito? Si, si, si me quiero venir… respondió Fidel con turbación. -Digo que vengas aquí, no que te vengas aquí, no aún. Respondió Aria con su voz de terciopelo. Mmmmmmmmm. No cabía duda que dominaba la escena. Sin embargo, le encantaba el licenciado y se dispuso a hacer todo para crear un momento de placer y trasgresión.

Minutos después, se encontraron besándose con deleite. El temblaba, acariciando la piel tersa, suave y perfecta, llenándose de su delicado aroma y delitándose con la extraordinaria feminidad de Aria. Fue un momento, que recordaría como un sueño que había sido inalcansable. Dentro de si, se extasiaba con el timbre de su voz, la manera de caminar, su delicadeza, sus gestos, sus movimientos, sus caricias, el contacto con su piel y sus besos… no recordaba a nadie que besara como ella. Estaba tan exitado que cuando le metió la verga en su delicada, deliciosa y húmeda vagina, no pudo detener por mucho tiempo el orgasmo con las sensaciones más impresionantes que había tenido jamás. ¡Te amooooo… te amooooo… qué rico… querida… te deseo… te adoro… Aria… Aria… ! ¡ahhhhhhhhhhh!  Su eyaculación fue enorme entre convulsiones que no podía controlar mientras abrazaba el cuerpo delicado, suave, exquisito y hermoso… de Aria. Le gustó sobremanera el aroma de cada parte de su cuerpo y se lo decía con voz gutural y profunda.

Después de media hora, regresó la calma, sin embargo, continuaban desnudos, abrazados, mientras que Fidel, abstraido con el cuerpo exquisito de Aria, la acariciaba amorosamente y la colmaba de adjetivos hacia su belleza. Aria, cerraba sus ojos y dejaba que las manos del abogado, recorrieran con mucha ternura su piel desnuda.  Lurgo, en un momento, subitamente, como le es característico a Aria. Se dirigió a Fidel   -Quisiera usar el sanitario, Fidel. Le pidió Aria. -Claro, mira, por el pasillito a la izquiera. -Gracias querido, le dijo Aria mientras caminaba desnuda hacia el lugar. Por su parte, Fidel, no perdió ni un instante para observar a la licenciada, le parecía la mujer más hermosa que había conocido. Su voz, sus labios, sus ojos, su pelo, su espalda, su cintura, sus bubis, su cuello, sus nalgas, sus piernas, sus delicados pies… “todo en ella es perfección”, dijo para sí.

Aria estaba regresando con Fidel, cuando vió la hora en el  reloj del despacho y súbitamente, se puso su vestido y procedió a un rápido arreglo. Se despidió con un Chao querido. Y en la puerta le dio un rápido beso en su boca. -Me encantó querido, gracias. Fidel no alcanzó a responderle y observó, temblando,  la hermosa silueta de Aria caminando hacia su automóvil.

Después de tres horas, Aria regresaba a su casa y aunque Enrique intentó tener un encuentro sexual, ella lo rechazó, con ternura y tacto. Después de darle un beso tierno en sus labios,  se acomodó en la cama y cerró sus ojos esperando el sueño que rápidamente llegó.

Enrique estaba exitado y frustrado. Sus pensamientos no lo dejaron en paz y antes de lograr conciliar el sueño, observó a su esposa dormir placidamente y pensó que, aún sin nada de maquillaje, con sus cabellos rubios despeinados y arropada solo con un vaporoso baby doll , lucía extraordinariamente hermosa.

Al día siguiente, el licenciado, llegó a su despacho y le pareció que el maravilloso aroma de Aria seguía en el ambiente. Cerrando sus ojos un momento,  pensó que nunca olvidaría a tan hermosa mujer y también, reconoció que su imagen, el timbre de su voz y su aroma permanecerían en un lugar. Aspiró y, tratando de cambiar sus pensamientos, se dispuso  a continuar con su trabajo.  Nunca comentó ese encuentro con Aria, ni siquiera a sus amigos más allegados. Esa maravillosa experiencia, perturbadora y quimérica,  la reservó para si mismo. Además, estaba seguro que nadie le creería lo que había pasado esa noche. Alguna vez, intentó llamarla a su despacho, sin embargo, siempre la encontró ocupada y solamente habló con su secretaria. -Con mucho gusto le informo que Ud le llamó licenciado, muchas gracias por llamar. Buenas tardes.