Fidel 6: Ramón se folla durante dos noches a tía
Ramón, el amigo de Fidel, se folla a su tía durante una boda familiar
Ramón se bebió una copa y dio una vuelta por los jardines donde se celebraba la boda. Estaba sumamente aburrido. Se casaba la hija de una prima de su madre y se había tenido que venir a este pueblo para la boda rural. Casi no conocía a su familia materna y su madre, con la que no hablaba mucho desde el divorcio con sus padres, no le había hecho mucho caso, encantada con el nuevo novio que se había echado. Le habían sentado con los hijos de su nuevo ¿padrastro? dos chavales con los que no consiguió mantener más de una conversación de dos minutos.
Escaneó a los invitados en busca de una chica que hiciera que valiera la pena pero no había ninguna de su edad o atractiva. Pensó en que el fin de semana hubiera estado mucho mejor en una noche de pajas con su amigo de la universidad, Fidel, o visitando a su exprofesora Raquel. Joder, o con Elisa, la compañera de universidad un par de años mayor y transexual.
Sus ojos se giraron hacia su tía Carol. La hermana de su madre de unos 40 años tenía un cortejo de hombres alrededor en la barra donde bebía un cubata. A Ramón no le extrañó. La verdad es que su tía era muy atractiva. Un cuerpo delgado, con unas tetas pequeñas pero redondas que casi se salían en el escote de su largo vestido negro. Piernas muy largas hasta un culo respingón. El vestido era atrevido abierto en los dos lados para mostrar las medias de encaje negro y una larga tira de tela en el centro que ocultaba todo pero daba la sensación de estar a punto de abrirse. Llevaba su pelo, de un color castaño, muy corto, como un chico, pero resaltaba su cara preciosa con una nariz pequeña y unos ojos claros que Ramón no sabía si eran verdes o ázules.
Su tía Carol era la oveja negra de la familia. O así la llamaba siempre su madre. Desde joven le había encantado flirtear con hombres y se rumoreaba que, con 20 años, había sido la culpable de la separación de unos de los mejores amigos de sus padres. Se había marchado del pueblo y no había vuelto nunca más. Ahora seguía soltera pero mantenía su magnetismo. Los asistentes de la boda casados casi todos orbitaban en torno a ella para enfado de sus mujeres.
Ramón nunca había tenido mucha relación con su tía más allá de alguna reunión familiar e intuía que no era muy amiga de los niños. La noche anterior a la boda cuando se saludaron, ella se limitó a darles dos besos y comentarle cuánto había crecido. Ahora juraría que su tía cada vez cruzaba más miradas con él.
Cuando el DJ anunció la última canción, Ramón acabó bailando una lenta muy pegado a Carol. Ramón no podía evitar echar un vistazo al escote de su tía y observar que no llevaba sujetador y vislumbró una parte de sus pezones. Avergonzado notó que su polla se endurecía contra el muslo de Carol. Ella le sonrió divertida y frotó aún más su pierna contra su entrepierna.
Al terminar la canción los invitados comenzaron a salir de los jardines hacia los autobuses que les llevarían al hotel en un pueblo cercano. Ramón acabó sentado junto a su tía y entablaron una conversación fácil. Cuando llegaron a la puerta del hotel donde los dos tenían habitación, ella le miró sugerente.
- Todavía es temprano. ¿Quieres tomarte la última en el bar del hotel?
- Claro, tía Carol. No tengo ningún otro plan.
Durante las siguientes dos horas, los dos acabaron bastante borrachos sin perder el control. Ramón se reía con las anécdotas de su tía y como volvía locos a su familia con los chicos con los que se liaba, normalmente mayores que ella. Le contó cómo con 19 años había seducido al mejor amigo de su padre, un maduro interesante, y como la mujer de él les había pillado en la cama de ella. Según su tía, su hermana, la madre de Ramón, no había aprobado nunca su vida sexual y menos ahora que había encontrado una preferencia por hombres jóvenes.
Ramón compartió algunas de sus historias y las cosas que hacía para joder a sus padres. Se sentía desinhibido con ella e incluso le contó que quedaba con su amigo Fidel y se masturbaban juntos pero sin entrar en detalles. Las anécdotas compartidas les ayudaron a tomar confianza y sentir como un lazo se formaba entre ellos. Mientras bebía, ella se aseguraba de que Ramón tuviera buenas vistas de sus piernas a través de su vestido. Se fijó en cómo se marcaban sus tetitas respingonas y los pezones en la tela. Ramón se recordó a sí mismo que era su tía. ¿Pero qué tío no iba a aprovechar para mirar un par de tetas preciosas por un escote dada la oportunidad? Ramón descartó la idea de intentar algo, aunque el pensamiento le cruzó la mente. Sería demasiado escandaloso. Y a pesar del coqueteo estaba convencido de que ella no quería nada.
Después de las dos horas, los dos estaban bastante perjudicados y ella le pidió que le ayudara a subir a la habitación. Ramón no vio segundas intenciones. Los dos se tambalearon hasta el ascensor y consiguieron entrar en la pequeña cabina. Al arrancar, el ascensor dio una sacudida y Carol se cayó en los brazos de Ramón. Sin querer, él sujetó sus pechos y ella simplemente le miró y sonrió. Cuando paró los dos llegaron como pudieron a la puerta de la habitación y Carol peleó con la tarjeta hasta que consiguió abrir.
Una vez dentro, Carol se derrumbó en la cama, dándole un vistazo rápido de su tanga de encaje negro a Ramón.
- Ey Ramón mira a ver en el minibar. Y prepara un par de cubatas.
A Ramón le pareció una buena idea. Abrió la pequeña nevera y sacó dos minibotellas de ron y un par de coca colas y las sirvió en los vasos del baño. El único problema es que no había hielo pero les dio igual. Ramón observó como su tía se quitaba los zapatos, echando la falda del vestido a un lado, abriendo las piernas de una manera muy poco femenina dándole una visión completa de sus medias, sus muslos desnudos sobre las ligas y el tanga con transparencias pero ella estaba demasiado borracha como para importarle. Carol le comentó cuánto le dolían los pies y le pidió un masaje.
Ramón estaba también bebido. Se sentó en la cama y puso los pies de su tía en su regazo y suavemente empezó a acariciarlos. Disfrutaba con la sensación del suave nylon y con tocar sus talones, sus plantas de los pies y sus dedos. Aunque no paraba de pensar que era su tía, Ramón seguía siendo un universitario cachondo y tenía que controlar los pensamientos que desfilaban por su cabeza. Pero realmente parecía que su tía estaba lanzando avances contra él. Su polla estaba cobrando vida en sus pantalones así que puso la excusa de preparar otra bebida antes de que una tienda de campaña en sus pantalones de tela lo pusiera en evidencia.
Los dos brindaron con el nuevo cubata y por haber retomado la relación tía sobrino. Carol se disculpó para ir al baño y ponerse más cómoda. Ramón miró las vistas de la ventana hasta que oyó a su tía salir del baño. Se volvió y allí estaba Carol que se había deshecho del vestido, en topless y solo con el tanga y las medias hasta medio muslo. Como si no estuviera prácticamente desnuda volvió a comentar cuánto había crecido Ramón y lo atractivo que estaba en el traje.
Ramón estaba nervioso y asustado al principio. Joder, tenía experiencia y no se asustaba ante nuevas experiencias. Pero allí estaba su tía, casi dos veces su edad, medio desnuda en una habitación de hotel y con una clara oferta de sexo. Casi salió corriendo pero estaba congelado en el sitio. No podía apartar los ojos de esos pechos pequeños y redondos y su delgada figura.
Su tía Carol dio una vuelta lentamente, dando a Ramón la oportunidad de escanear su cuerpo entero y su impresionante culo.
¿No está mal para una vieja de cuarenta verdad?
Uhhmm, uuhmmmm, te ves genial.- balbució Ramón.
Cuando Carol se acercó a Ramón este se asustó aún más. Su cabeza le decía una cosa y su polla otra. Su tía se pegó a él rozando sus tetas contra su pecho y su mano frotando su creciente erección sobre el pantalón.
- Ya que ninguno hemos ligado esta noche, ¿quizás podamos divertirnos juntos?
Continuó frotando su polla sobre la tela y empezó a besar su cuello y pasar su mano por el pecho de Ramón.
No, tía Carol. No podemos hacer esto, soy tu sobrino.
Lo sé. Y eso lo hace aún más excitante.
Ramón le pidió que parara, repitió que no podían hacer eso pero ella se puso de rodillas y comenzó a desabrochar su cinturón y pantalones y bajar su cremallera. De nuevo Ramón le pidió que parara pero ella siguió bajando sus pantalones y calzoncillos hasta sus tobillos. Liberada de la prisión de tela, la erección de Ramón botó frente a la cara de su tía. Ramón supuso que podía haber sido más convincente en sus súplicas, pero estaba muy cachondo para aquel entonces y era su polla la que tomaba las decisiones.
Al ver los 17 centrímetros de carne dura frente a ella, Carol empezó a menearlos y besarlos.
- Tienes una polla preciosa Ramón. Déjame ver que puedo hacer por ella.
Empezó a lamerle y él hizo un medio intento de pedirle que parara de nuevo pero a la vez colocó su mano en la coronilla de Carol cuando ella empezó a darle una lenta y sensual mamada. Ramón miró hacia abajo y vio los preciosos ojos de su tía mirándole fijamente. Ramón decidió relajarse y disfrutarlo. ¿Qué joven iba a decir que no a una mamada? Se dijo a sí mismo que no iría más lejos. Una mamada y listo.
Ramón empezó a gemir de placer cuando sus labios rodearon su polla, chupándole y su lengua hizo un remolino alrededor de ella. Su tía les estaba practicando una de las mejores felaciones de su joven vida. A la altura de su amiga transexual Elisa o su exprofesora Raquel. Ramón le sujetó la cabeza y empezó a follarle la cara. Carol parecía disfrutarlo también. Él sintió que se iba a correr. Retiró su miembro de su boca y ella le miró desde abajo con una cara de decepción. Ramón hizo que se pusiera de pie. Ella tenía una expresión curiosa en la cara y una amplia sonrisa iluminó su cara cuando la cogió en brazos y la llevó en volandas hasta la cama donde la dejó con suavidad.
Podía ser el alcohol o que estaba extremadamente cachondo pero Ramón se dio cuenta que si ya había cruzado una línea, podía ir hasta el final. Carol miró a su sobrino con una expresión de lujuria cuando Ramón se desnudó rápidamente antes de acercarse a la cama. Ella le miró de arriba abajo.
- Siempre me ha encantado la visión de un hombre desnudo en mi cama.
Sin decir ni una palabra, Ramón empezó a tirar del tanga de Carol. Ella levantó las caderas para que él pudiera quitárselo. Ella estaba ahora totalmente desnuda salvo por las medias. Ella extendió las piernas en una silenciosa invitación. Ramón estaba tan caliente que no se paró a pensar más en las consecuencias de si alguien se enteraba de lo que estaba a punto de hacerle a su tía. Trepó entre sus piernas, deslizó su polla dentro de ella y empezó a follársela con fuerza. Ella enlazó sus piernas alrededor de la cintura de su sobrino y levantó sus caderas al ritmo de los empujones de él. Ramón miró hacia su preciosa cara y vio una expresión de vicio y placer mientras él machaca su coñito. Jugó con sus pequeñas tetas mientras le daba cada vez más duro y fuerte.
Cuando Ramón sintió que no aguantaba más, decidió hacerlo fuera. No quería dejar embarazada a su propia tía. Salió de dentro de ella y se puso a horcajadas sobre su pecho para acercar su polla a su cara. Ella usó expertamente su boca y sus labios para llevarle hasta un arrollador orgasmo que inundó su boca con su leche. Ella lo tragó todo mientras le dejaba seco.
Joder, tía Carol, qué bien follas.
Tampoco te quedas atrás sobrino. Pero te toca hacer que me corra.
Ramón sonrió a su tía y le beso y mordisqueó el cuello. Empezó a bajar por su cuerpo y se detuvo para lamer y morder sus pezones. Le encantaban esas tetas pequeñas y Carol parecía disfrutarlo también. Pero al cabo de unos minutos, Ramón sintió que la mano de su tía le empujaba la cabeza hacia abajo y el siguió lamiendo su camino hacia donde ella quería.
Ramón lamió, mordisqueó y beso la carne alrededor de su hermoso y depilado coño. La agarró por la parte posterior del muslo y le levantó las piernas hacia el pecho, casi doblándola en dos pero dejando totalmente expuesta su entrepierna. Ramón agradeció en ese momento la educación que había recibido de su exprofesora Raquel. Sacó la lengua y primero rodeó el ano de su tía. Esta dio un respingo, no se esperaba aquello de su sobrino de 18 años al que esperaba mucho más inexperto. Pero se humedeció aún más. Ramón la penetró analmente con la lengua y la revolvió en su interior. Una de sus manos empezó a jugar con su clítoris.
Tras unos minutos deliciosos la lamió hasta su raja y paseó su lengua entre sus labios inferiores. Paró a chupar su botón de placer y recorrió el camino inversos hasta su culo un par de veces más. Después se dedicó a su coñito con su lengua dentro de ella y alrededor de su clítoris. Carol notó como se inundaba con cada lametazo, sus fluidos inundando la boca de su sobrino y resbalando por las comisuras de sus labios. Pronto sintió una oleada abrumadora y unas ganas de mear que no eran ganas de mear. Ramón le metió dos dedos mientras se dedicaba a su clítoris. Carol empezó retorcerse y respirar más rápido. Sus caderas se movían en círculos aplastando la boca de Ramón y llevándola cada vez más cerca del orgasmo.
De repente un torrente inundó la boca del joven que solo pudo boquear y saborear el líquido ardiente del interior de su tía. Era la primera vez que una mujer se corría en un squirt con él y sobre todo que lo hacía en su boca. Ramón se apartó con la cara empapada e imaginó que aquello era bastante pero su tía le sacó de su error.
- No pares. Me quiero correr otra vez.- dijo agarrándole de la cabeza y llevando su boca de nuevo a su culo.
Ramón se lo estuvo comiendo mientras le follaba con tres dedos hasta que se corrió de nuevo. Ramón se seguía sintiendo culpable por acostarse con su tía pero su polla volvía a estar dura. Carol se dio cuenta y le sonrió antes de decirle.
- Es lo que me encanta de los jóvenes, siempre dispuestos a más. Túmbate para que pueda montarte a gusto.
Ramón se tumbó en la cama y Carol se colocó a horcajadas sobre él. Le cogió la polla y la mantuvo quieta mientras la deslizaba dentro de ella. Despacio le montó y le miró directamente a los ojos. Ramón pensó que era una mujer preciosa con un cuerpo increíble y observó como sus tetas se movían arriba y abajo.
Carol giró su cintura y apretó sus paredes vaginales mientras se lo tiraba. Se inclinó y le acercó sus pechos para que los lamiera y él alargó las manos para jugar con su culo. Aceleró la velocidad de sus botes hasta que se quedó sin aliento y le pidió cambiar de posición. Carol se bajó y se colocó a cuatro patas y él le dio duro mientras jugaba con sus nalgas y sus pechos.
Durante la próxima hora Ramón estuvo follando con su tía en una variedad de posiciones. Carol volvió a correrse a chorros al menos dos veces y Ramón otras tantas, una vez en sus pechos y otra dentro de su coño. Finalmente, exhaustos se derrumbaron en la cama y se quedaron dormidos.
Al día siguiente, Ramón volvió a sentir la vergüenza de lo que había pasado la noche anterior. No quería ni imaginar si su madre se enteraba. Trató de vestirse en silencio y salir de la habitación pero Carol se despertó.
¿Tienes prisa?
Bueno… Tengo un poco de resaca y me gustaría ducharme y desayunar algo. Estooo… tía Carol. Me lo pasé muy bien anoche. Gracias. Pero no podemos contárselo a nadie.
No te preocupes. Será nuestro pequeño secreto. Pero ¿te importa que vayamos juntos a la paella?
Ramón había olvidado totalmente la comida planeada en casa de los padres de la novia para la familia el día después de la boda. Tanto su tía como él estaban invitados. Ramón había viajado hasta el pueblo en el coche que su padre le había regalado al sacarse el carnet seis meses antes al aprobar el carnet.
Sí, claro. Te aviso antes de salir.
¿Sabes?, yo no me voy hasta mañana, así que me quedo en el hotel otra noche.
Era un clara invitación pero Ramón decidió que con una noche era suficiente.
Síi, esto tía Carol. Quería volver hoy. Mañana tengo clase temprano.
Buenos, que se le va a hacer.
Ramón volvió a su habitación, que apenas había usado, culpándose por haberse acostado con la hermana de su madre. Era cierto que siempre presumía de querer probarlo todo pero aquello traspasaba demasiados límites. Se dio una larga ducha y bajó a la cafetería a desayunar algo.
Hizo la maleta y avisó a su tía desde recepción. Esta no le hizo esperar mucho. Ramón apenas podía mirarle a los ojos cuando bajó pero no puedo evitar desnudarla en su mente. Llevaba unos shorts vaqueros y un top amarillo. Desde luego no era lo más adecuado para una comida familiar pero estaba muy atractiva. Sin sentirse orgulloso, presumió para sí mismo de haberse follado a esa diosa. Durante el trayecto a la casa, ella le hizo sentirse un poco mejor.
Mira Ramón. Ayer estábamos los dos muy borrachos y perdimos el control. No me malinterpretes, me lo pasé muy bien. Pero podemos olvidarlo y no volver a mencionarlo.
Tía Carol, no creo que pueda olvidarlo nunca pero estoy de acuerdo en que no lo volvamos a mencionar.
Ella asintió y sonrió. Los dos se sintieron mejor una vez que se habían quitado el peso de encima. Ramón seguía desnudándola con la mente y sintió como se excitaba al recordar la impresionante mamada de la noche anterior. Ramón pensó que había sido una de las mujeres más cachondas con las que iba a tener sexo alguna vez. Pero era su tía y no volvería a pasar nunca más.
Durante la comida, Carol y Ramón intercambiaron miradas de complicidad. Compartían un secreto, vergonzoso, pero suponía un lazo de unión saber que nadie alrededor lo sabría. Cuando terminó la comida, Carol le preguntó si podía llevarla de nuevo al hotel. Ramón puso una excusa pero entonces el novio de su madre se ofreció a acercarla. Su madre pronto ordenó cortante a Ramón que fuera él quien lo hiciera.
Al llegar al hotel, Carol le propuso una copa de despedida. Ramón volvió a poner la excusa de tener que regresar pronto y que no quería beber antes de conducir. Su tía insistió y le prometió que no ocurriría nada. Ramón accedió y se juró que tomaría una cerveza y se iría. Al final, se convirtió en dos y después a tres. Durante todo el tiempo, los no dejaron de mirarse y Ramón robaba miradas al top y a las largas piernas de su tía. Sentían la tensión sexual entre los dos pero Ramón volvió a jurarse que no ocurriría nada.
Ramón estaba atontado y dijo que mejor dejaba de beber para poder coger el coche. En lo más profundo de su ser Ella le miró directamente a los ojos.
- ¿Sabes?, también puedes quedarte a dormir conmigo esta noche y salir mañana temprano.
Ramón se quedó pensando. Carol se levantó y salió del bar, por el camino giró la cara y le dedicó una mirada de atrévete. Dio a su culo un invitador meneo antes de salir por la puerta.
El cerebro de Ramón estaba diciéndole que no lo hiciera, no lo hiciera. Su polla le estaba diciendo a la mierda, es uno de los mejores culos que has visto. Adelante. Al final ganó su cabeza pequeña. Se acabó la bebida y la siguió fuera del bar. En la puerta le estaba esperando Carol con una gran sonrisa en la cara.
- Sabía que vendrías. Vamos arriba y empecemos con la fiesta.
Le cogió de la mano y los dos recorrieron la recepción. Varias personas sonrieron y Ramón se imaginó que era evidente que esta madura iba a tener sexo con el jovencito.
Nada más cerrarse la puerta del ascensor, empezaron a besarse. Carol le agarró la erección por encima de los pantalones y él le sobó una teta por encima del top y con la otra le agarró el culo. Se estaban follando por encima de la ropa en la pequeña cabina. Cuando llegaron a la planta, se apresuraron hasta la puerta de la habitación de Carol, entraron y empezaron a desnudarse. En unos momentos Carol estaba de rodillas y volvía a chuparsela. Pero Ramón la paró y le dijo:
- Hagamos un 69.
Carol le guió hasta la cama donde se tumbó y ella se arrodilló sobre su cara. Ramón miró su jugoso coño y su hermoso culo. Levantó la cabeza y empezó a lamerla. Ramón sintió como gemía de placer a través de su polla que ella había enterrado entre sus labios. La agarró fuerte de las nalgas mientras se la follaba con la lengua y recogía sus fluidos calientes y dulces. Cuando Carol empezó a frotar sus caderas contra sus labios, él supo que estaba a punto de correrse. Rozó su clítoris con la lengua y empezó a chuparlo llevándola a un intenso orgasmo que le empapó otra vez la cara.
Carol tenía una cara de pura lujuria en la cara cuando se separó de su cara y se puso a horcajadas sobre su miembro.
Te voy a follar como nunca te han follado. Espero que estés listo.
Joder, espero que tú estés lista.
Ramón observó sus pequeños pechos cuando ella empezó a botar empalandose en su carne hinchada. Alargó las manos para jugar con ellos, frotando y pellizcando sus pezones mientras ella juntó sus pelvis y comenzó a girar la suya dejándole dentro. Le estaba haciendo algo con la cintura que él no había experimentado nunca. Ramón se dio cuenta de que ella lo sabía. Podía decirlo por la forma en que le miraba directamente a los ojos y se mordía el labio inferior. Ella quería ver la lujuria y el placer en los ojos de Ramón. Sabía que le tenía bajo su control en un trance de sexo.
- Fóllame cabrón. Dame fuerte, más fuerte, fóllame- Gritó Carol aunque era ella la que estaba haciendo todo el trabajo.
Ella misma se llevó hasta un nuevo orgasmo. Ramón se concentraba en disfrutar y aguantar al mismo tiempo. Ramón la cogió de la cintura y la levantó buscando un breve descanso. la colocó a lo perro sobre el colchón, y le dio un par de fuertes cachetes en su culo. Agarró cada nalga llenando sus manos y las apartó para inclinar su cara hasta ellas. Con su lengua recogió los fluidos de la última corrida de su tía y subió para jugar con su ano. Cuando sintió que ya podía seguir se colocó detrás y volvió a metersela. Agarró su culo y entró lo más profundo que pudo y se quedó un rato allí disfrutando de su cálido interior. La culpa de tener sexo con la hermana de su madre había desaparecido y estaba totalmente enganchado a la experiencia de follar con una sexy madura. Cuando Carol notó que estaba a punto de correrse, giró la cara para mirarle a la cara.
- Quiero probar esa leche tan rica.
Era una oferta que no podía rechazar. Carol dio la vuelta y empezó una rápida mamada que vertió su semén en su boca. Incluso la sacó de su boca y permitió que Ramón pintara parte de su cara. Su tía volvió a engullirla y chupó las últimas gotas de su corrida
Los dos se sentaron desnudos en la cama después de atacar el minibar. Ramón aún guardaba esperanzas de volver a su casa esa misma noche pero se dio cuenta que no iba a pasar. Al menos mientras estuviera en una habitación con una fiera dispuesta a darle todo el sexo que pudiera soportar.
Su cerebro volvía a decirle “vale ya te la has pasado bien con tu tía. Ahora sal de aquí”. Pero su polla le respondía que a la mierda, que se aprovechase de todo el coño que pudiera esa noche. De nuevo estaba claro quien iba a ganar. Después de todo era un joven de 18 años. Se imaginaba que algún día podía arrepentirse de tener sexo con la hermana de su madre, sobre todo si la familia se enteraba. Pero en ese momento solo quería follar y no había duda de los deseos de Carol.
Mientras bebían desnudos en la habitación, su tía Carol le preguntó por sus experiencias sexuales más salvajes. Ramón le narró las noches con su amigo Fidel y como se masturbaban juntos incluso el uno al otro. También como había participado su amiga transexual una noche. Su tía se relamió los labios y le contó a su vez como una vez se había follado a cuatro jóvenes la misma noche. Con las historias ella había empezado a masturbarse y gemir. La polla de Ramón volvió a cobrar vida. Ella le sonrió.
- Eso es lo que me gusta de vosotros los jovenes.- Dijo mientras alargaba la mano para pajearle.
Durante unos minutos permanecieron tumbados uno al lado de otro, ella meneando su miembro y él follándola con los dedos. Un nuevo orgasmo alcanzó a Carol y sus caderas se convulsionaron. Sintiendo como apretaba sus dedos y la humedad que rebosaba su mano, Ramón retiró la mano y la movió sobre sus labios. Carol sintió la necesidad similar a mear y se dejó llevar con su placer. Su squirt rozó los dedos de Ramón y salpicó gran parte del colchón. Ramón se excitó aún más. Ella aceleró sus vaivenes y pronto movió sus caderas persiguiendo la lujuria que le traspasaba a través de la mano de su tía. Se corrió por segunda vez en la noche y ella orientó su polla para que el semén se derramara sobre los abdominales de Ramón. Cuando hubo terminado, ella se inclinó y le limpió con la lengua mientras ronroneaba de placer.
Ramón pensó que aún estaba a tiempo de regresar a su piso esa noche. Después de todo, solo era una conducción de un par de horas. No quería beber más y le dijo a su tía Carol que se iba a marchar pronto. Estuvieron hablando una media hora más y Ramón notaba que su tía no quería que se fuera. Ella hizo todo lo que pudo para retrasarle pero Ramón insistió, tan solo quería darse una ducha antes de salir.
Se metió en la ducha, cerró los ojos y dejó que el agua caliente le relajara, recordando los increíbles hechos de las últimas dos noches. Mientras estaba perdido en sus pensamientos, sintió unas manos en su cuerpo y dio un salto del susto. Debió haberse imaginado que su tía se metería con él en la ducha y sabía lo que quería.
Carol se echó gel en las manos y lo extendió por el pecho de Ramón. Éste decidió hacer lo mismo. El agua resbalaba de sus cuerpos y ellos usaban el jabón como excusa para magrearse en sus partes íntimas. Una de las manos de Carol acariciaba su polla y su escroto y la otra le masajeaba el culo. Las de Ramón se entretenían en su pechos y coño antes de dirigirse a su apretado culo. Uno de sus dedos rodeó la entrada de su ano y al ver que no protestaba, lo introdujo dentro. Se besaron, ella le meneaba su duro miembro y él penetraba con sus dedos por el coño y el culo.
Ella dejó de besarle el tiempo suficiente para decirle.
- Joder, qué bien se siente. Qué pena que tu amigo no esté aquí.
Él volvía a estar duro como una piedra. Carol dejó que el agua borrara todo resto de jabón de su entrepierna antes de arrodillarse y empezar a chuparsela otra vez. Ramón supo entonces con toda certeza que esa noche ya no regresaría a casa. Hizo que su tía se levantara y la levantó en vilo con sus brazos. Ella rodeó su cintura con las piernas y apoyó la espalda contra la pared de la ducha. Estuvieron follando en esa posición hasta que él se cansó y salieron de la ducha. Se secaron el uno al otro. Entre risas, volvieron a la cama.
Carol se tumbó en la cama boca arriba y Ramón se colocó de rodillas en el colchón para tirarsela por el coño. Sus huevos estaban ya casi vacíos y le llevó un largo rato correrse. Su tía sin embargo encadenó dos nuevos orgasmos. Finalmente, Ramón la sacó y descargó una pequeña cantidad sobre el estómago de su tía. Ella lehbaía dejado totalmente seco, no creía que pudiera empalmarse de nuevo aquella noche.
Con un suspiro, se durmieron abrazados. Justo antes de perder la consciencia, Carol le susurró que quizás debería ir a visitarle.