Fetish Sushi

Una experiencia fetish completamente inverosímil, tanto que solamente puede ser real.

I

Mi mujer Muriel es una una “hotwife”. Hemos tenido periodos de nuestra relación liberales, con intercambios de pareja, trios, encuentros por separado… pero progresivamente nos fuimos decantando por la dinámica que realmente me excita: que ella tenga sexo con otras personas y luego me cuente todos los detalles, me traiga “regalos”, a veces incluso me invite a participar. En resumen: ella es una esposa caliente y yo soy un marido cornudo. Sin embargo, el relato de hoy no será sobre una de sus aventuras extra-matrimoniales. Os voy a contar una experiencia completamente increíble, inverosímil y muy fetish en la que Muriel me implicó y que como sé que no se volverá a repetir quiero dejar aquí en forma de testimonio.

Ser una “hotwife” no sólo implica una relación de pareja muy especial, es una forma de sexualidad y relación que Muriel comparte conmigo, sus amantes y algunas amistades. Ella no cuenta a todas sus amigas o conocidas sus aventuras o la naturaleza abierta de nuestra relación. Para la mayoría de nuestras amistades somos una pareja muy sólida de mediana edad completamente normal y convencional. Pero con un grupo selecto de amigas -que, además, no necesariamente se conocen bien entre sí o son parte del mismo grupo- sí que comparte sus aventuras o incluso se implica con ellas en estas aventuras. Algunas amigas son solteras o acaban de separarse y tienen una vida sexual y social muy activa. A veces sale con alguna de ellas por la noche a ligar, otras veces simplemente actúan como confidentes mutuas. Alguna otra amiga (muchas menos) también tienen una relación liberal con su pareja y ha participado en alguna de sus aventuras. Finalmente, con otras amigas simplemente es una cuestión de confianza e intimidad y, cuando surge, responde a sus preguntas o cuenta episodios especialmente “picantes”. No es un grupo amplio (que yo sepa), quizás 6 o 7 amigas con las que habla de este aspecto de su vida abiertamente; pero es un círculo que conoce y comprende nuestra relación, no nos juzga y, por supuesto, respeta las decisiones que hemos tomado como pareja. Incluso, dentro de este grupo hay un “círculo” más íntimo (formado por amistades compartidas de hace muchos años, antes de que empezaramos a abrir nuestra relación de pareja) de amigas que, bajo determinadas circunstancias y si se dan las condiciones, llega a llamarme de manera juguetona “cornudo” (y sus diferentes variaciones).

II

Aclarado esto, un día a Muriel se le ocurrió que quería hacer algo especial para este grupo de amigas. Algún tipo de evento o actividad que sirviera, por una parte, para darles las gracias por su apoyo y confianza y, por otra, como ocasión para que todas ellas se conocieran entre ellas y lo que muchas veces eran historias y experiencias de segunda mano pudieran compartirse directamente. Conociendo a Muriel, esta actividad no iba a ser simplemente invitarlas a tomar té, a una caña o a cenar. Sería algo mucho más morboso, singular e inolvidable. Así que, primero, en un momento íntimo Murel lanzó esta idea en torno a realizar una actividad especial para sus amigas y, un par de días después, al ver que no proponía ninguna alternativa interesante lanzó su propuesta: una cena “naked sushi”.

Si no imagináis en qué consiste esto os lo explico. Es una “escena” que habíamos visto en algún video y página porno en la que una mujer desnuda sirve de mesa-plato para que un grupo de hombres coma el sushi dispuesto sobre su cuerpo. A Muriel le encanta el sushi, y siendo nuestra relación como es, hemos hecho nuestra propia adaptación en la que yo soy la mesa-plato y Muriel cena sushi servido en mi cuerpo desnudo. Incluso, en una ocasión muy, muy particular fui la “mesa” para un encuentro con uno de sus amantes (pero eso es otra historia). Así que Muriel propuso que hiciéramos una cena de sushi especial para este grupo de amigas (por simplificar os adelanto que, finalmente, esa noche fueron cuatro amigas y mi mujer - ese es uno de los pocos datos que puedo confirmar). Pero como se trataba de hacer algo especial para las amigas y no regalarme a mí una sesión voyeur y, sabiendo que lo quería plantear como una sorpresa y que no fuera un fiasco puso algunas condiciones. Primero, yo pasaría toda la noche con los ojos firmemente vendados. Al comenzar la velada ya estaría colocado en la mesa vendado y no me quitaría la venda hasta que se fueran todas las invitadas. Es decir, no vería a sus amigas en toda la noche (y si no las reconocía por su voz nunca sabría quienes fueron las asistentes). Segundo, no habría penetración de ningún tipo (y esto lo dejaría claro a las amigas también). Previsiblemente iba a pasar toda la noche tumbado boca arriba, pero Muriel no permitiría que ninguna amiga me “montara” o que yo participara activamente penetrando a alguna amiga. Todo lo demás estaría permitido, en particular sus amigas podrían manipular mi cuerpo como quisieran y Muriel les permitiera y, especialmente, dado que mi boca sí estaría disponible debía chupar y lamer de manera complaciente todo lo que me ofrecieran. Tercero, mi atuendo de la velada consistiría exclusivamente de la venda de ojos señalada y una pequeña toalla que cubriría mis genitales al comienzo de la cena. Cuarto, excepto que fuera estrictamente necesario y urgente yo no podía hablar, ni conversar: no era un comensal, era una herramienta para el plan de Muriel. Lógicamente acepté la propuesta. Por supuesto quería complacer a mi amada Muriel. Pero tanto las condiciones como la posibilidad de “juguetear” o “ser objeto de los juegos” de sus amigas me parecían tremendamente excitantes.

II

Decidido el plan pasaron algunas semanas hasta que Muriel pudo contactar con todas las amigas elegidas, cuadrar fechas y agendas y finalmente elegir una noche de sábado en la que el mayor número de amigas pudiera coincidir. Ellas sabían por qué habían sido “elegidas” y sabían que Muriel quería hacer esta cena para fortalecer los lazos de este grupo e imaginaban que sería una cena especial, caliente y morbosa. Pero me gustaría pensar que nunca imaginaban lo que había preparado; quizás alguna imaginó que vendría un stripper, otras que sería una cena más bien preámbulo a una “noche loca” después... Finalmente llegó la noche.

Tenéis que situaros en mi punto de vista para comprender alguna de las experiencias un poco desordenadas de la noche. Yo pasé prácticamente toda la noche tumbado y con los ojos vendados (alguna pausa para ir al baño completamente irrelevante en el relato sí tuve), así que mi recuerdo y experiencia se basa en el cúmulo de sonidos y conversaciones a mi alrededor y las diferentes sensaciones sobre y con mi cuerpo. Antes de que llegaran las invitadas preparamos juntos el ambiente. Me tumbaría sobre un colchón colocado elegantemente en el centro del salón, preparamos una luz tenue para esa noche y Muriel organizó una segunda zona en el salón para servir copas, bebidas y el aperitivo previo a la cena. Yo antes de que llegaran las invitadas ya estaría colocado en mi posición y Muriel habría dejado ya dispuesto sobre mi torso las piezas de sushi para sus invitadas. Alrededor de la cama-mesa había pequeños cojines cada uno con su vaso y los utensilios para comer sushi.

Pude discernir que el grupo de amigas llegó en dos tandas con apenas algunos minutos de diferencia. Durante esos primeros momentos se quedaron en la entrada de la casa, saludándose y dejando los abrigos. Pero nada más entrar en la casa al alzar la vista al salón podían ver lo que se había preparado para la noche y el comienzo de la velada fue una gran sucesión de exclamaciones, risas y felicitaciones a Muriel que yo escuchaba a apenas unos metros de distancia. Cuando ya estaban todas las invitadas y habían tenido ocasión de saludarse y ponerse una copa pasaron al centro del salón, se sentaron alrededor de la mesa y comenzó la cena.

Al comenzar la cena ya llevaban un rato juntas y se habían tomado ya una o más “copas” de bienvenida. Al sentarse a cenar no hubo mucho escándalo, realmente estuvieron durante un rato hablando de sus temas entre ellas y comiendo como un “grupo de amigas” en cualquier otra ocasión. Pero según avanzaba la cena (y por lo que podía oír el vino) las cosas empezaron a desordenarse. Primero, la conversación empezó a ponerse más caliente. Una de las amigas, de la que creí reconocer su voz pero no nombraré aquí, empezó a contar alguna de sus aventuras. Esta amiga se acaba de separar hace poco así que tiene una vida sexual muy, muy activa y rememoró una pequeña orgía que tuvo en una spa liberal al que hace poco fué con un ligue. Obviamente yo no era inmune a esta historia y mi miembro empezó a “dar señales de vida”.

Este cambio no pasó desapercibido y una de las amigas (no sé quien) lo señaló, generando risas y comentarios varios. Pero entonces alguien pasó a la acción y directamente levantó la toalla y con los dos palillos recolocó mi polla “morcillona y semi-erecta” en una posición horizontal más disimulada que volvió a cubrir con la toalla. Como podéis imaginar, esto no sirvió de nada y más bien simplemente consiguió empalmarme completamente y que mi polla erecta fuera bastante notable debajo de la toalla. Para entonces, las amigas estaban completamente desinhibidas y parecía que prácticamente habían terminado de “cenar”. Así que al ver mi reacción alguien dijo que lo más rápido sería “resolver” el problema para que volviera a estar tranquilo. En una de los momentos sexuales más memorables de mi vida, se pusieron manos a la obra para conseguir que me corriera. Una de las amigas (¿o Muriel?) directamente apartó la toalla y empezó a chuparmela. Creo que confiaba en que me correría en segundos gracias a sus “artes orales”, pero al darse cuenta que no iba a ser así al cabo de lo que yo consideré demasiado poco, dejó de chupar y permitió que otra se ocupara de mí. La siguiente amiga no me chupo, optó por pajearme: primero con cierta suavidad pero luego con un ritmo contundente. Esta amiga, quizás por iniciativa propia o animada por mi mujer, sí que sabía como lograr mi orgasmo de manera segura. Según me pajeaba -de hecho, tampoco puedo afirmar que fuera la misma persona la que hacía la paja y la que me susurró- se acercó a mi oído me dijo “eres un cornudo al que le encanta imaginar que esta paja se la está haciendo tu mujer a otro hombre”... e  instantes después me corrí sobre mi propio tronco y los restos de sushi que quedaban en mi cuerpo.

III

Desde mi perspectiva mi orgasmo poco más que fué un trámite para que el grupo diera por concluida la cena en la mesa y pasasen a tomar algo en otras partes de la casa, salieran a la terraza a fumar o hicieran cualquier otra cosa que reconocía vagamente. Fue un rato en el que yo sólo podía quedarme relajado y satisfecho tumbado en el salón, en silencio, vendado y, de nuevo, tapado, ya que después de mi orgasmo alguna amiga tuvo la deferencia de taparme con la toalla del comienzo de la cena. No se cuanto tiempo pasé ahí tranquilo absorto en mis pensamientos, llegó un punto en el que dejé de prestar atención o intentar esforzarme por saber que pasaba a mi alrededor. Pero llegó un momento en el me dí cuenta de que las cosas estaban degenerando a mi alrededor.

Creo que en algún punto de ese lapso borroso dos amigas decidieron irse a seguir la fiesta en otras partes de la ciudad y oía puertas que se abrían y cerraban y personas entrando y saliendo de la casa.  Quedó Muriel con dos amigas que, eso recuerdo, durante un tiempo fueron a nuestra habitación (dejando sólo la música en el salón, pero sin bullicio, ni la conversación alocada que había hasta ese momento) - de hecho, tampoco puedo confirmar si Muriel se quedó en casa o se fué dejándome solo con sus amigas, porque a partir de ese momento nadie habló a mi alrededor.

Un rato después alguien se acercó a mi, me retiró la toalla, levantó un poco mis piernas y empezó a estimular mi ano con lo que no tardé en reconocer como uno de los “plugs” anales que Muriel y yo tenemos y usamos ocasionalmente. Me dejé hacer y levanté más mi cuerpo para que el plug entrara con facilidad. La persona que lo manipulaba no dudó y aumentó el ritmo de la estimulación para lograr insertarlo completamente relativamente rápido. Y ahí me dejo, disfrutando de las sensaciones del plug y mi, de nuevo, incipiente erección. En todo este “trámite” no dijo nada, ni intercambiamos palabras.

No se cuanto tiempo paso pero algún tiempo después pasó algo más que pondría a prueba las condiciones iniciales de Muriel. Continuaba en penumbra, tumbado, vendado y con un plug insertado... cuando note como un cuerpo - más bien una entrepierna - se colocaba sobre mi cara e iba dejándose caer sobre mi boca lentamente. Lógicamente, yo sabía cuál era mi función en este caso y saqué mi lengua para lamer lo que se acercaba y, efectivamente, al poco tiempo tenía un clítoris y labios vaginales sobre mi boca a los que dediqué toda mi atención. Era una vagina con un “sabor fuerte” claramente excitada y húmeda, pero no con el tacto o sensación de “recién lavado”. Me excitó tremendamente la sensación y mientras chupaba y ayudaba en mi trabajo con mis manos volví a tener una erección implacable. Pero a estas alturas de la noche mi erección ya no tenía ningún interés. Continué chupando hasta que creo, en base a los sonidos y sensaciones del cuerpo sobre mí, la “amiga” tuvo un orgamso. Momentos después se levantó, oí algunos ruidos más alrededor de la casa y definitivamente el sonido de la puerta de la casa y el ascensor cuando alguien deja nuestro piso.

IV

La instrucción de Muriel era muy clara. No podía dejar mi posición de “mesa” hasta que ella me lo indicara explícitamente. Pero sé que estaba casi a oscuras en el salón y había un silencio absoluto en la casa. Y estaba muy excitado, así que sin moverme del colchón, ni quitarme la venda me masturbé, me hice una paja pensando en lo que estarían haciendo este grupo de amigas fuera de casa ahora y me corrí al poco tiempo. Extraje el plug de mi ano, lo dejé en el suelo al lado de mí y, relajado y satisfecho, me recosté y me quedé dormido ahí mismo. Muriel me despertó con un beso cuando estaba a punto de amanecer y me dió permiso para ir a nuestra cama. Tenía muchas cosas que contar, pero las reservaré para otra ocasión.