Fetiche compartido
De Cómo mi Novia me Pescó oliendo las Braguitas de su hija, y dio inicio a una Hermosa complicidad
El relato que voy a hacerles, es completamente veraz. Había comenzado una relación con Paula. Una hermosa mujer de 37 años, pero que aparentaba muchos menos. Ella tenía 3 hijos. Dos varones de 20 y 18 y la Joyita de la Casa, una Hermosísima adolescente de 17 años. Los chicos tenían una vida llena de actividades y los fines de semana, se iban a pasarlos con el padre. Era ahí donde la casa quedaba para nosotros solos y podíamos dar rienda suelta a todas nuestras fantasías. Paula había tenido una sóla pareja, su marido. Quería recuperar el tiempo de pasión perdido, Y estaba empezando a experimentar cosas que tenía dormidas y que siempre le habían inquietado. El simple hecho de masturbarse, era para ella un mundo nuevo.
Un Viernes, Ceci, la hija, decidió no irse con su papá porque tenía una fiesta del colegio y a las 12 la pasarían a buscar. Se quedó en la casa, y habíamos decidido cenar juntos. Mientras Paula preparaba la comida, Ceci avisó que se iba a bañar. Cuando ella se metió al baño, me dirigí a la cocina. Cecilia me vio l intención, y se sacó el delantal, desabrocho su pantalón, y lo dejó caer al piso. Comenzamos a besarnos y tocarnos. Ella me dio la espalda, y corrió su tanga invitándome a la penetración. Bajé por un segundo, y puse mi boca en su vulva, comprobando que estaba chorreando. Ella dio un grito de placer y se tapó la boca, como acordándose de que no estábamos solos. Me erguí y comencé a penetrarla fuertemente. Ella se inclinó sobre la mesada, dejándome más a la vista su hermoso culo. Ella estaba fuera de sí. Me pidió que la cogiera con más fuerza. De repente, escuchamos la puerta del baño abrirse, y rápidamente, nos vestimos. Yo saqué mi polo fuera del pantalón para tratar de esconder mi terrible erección, y me senté en la sala. Cecilia volvió cecándose el hermoso cabello rubio, lleno de rulos.
-¿Y? Comemos?-dijo-
Sí, si puedes, pon la mesa-contestó Paula.
Yo estaba sentado y tardé en reponerme. Voy al baño. -dije-
Mi intención era lavarme porque estaba todo mojado. Cuando entré al baño, encontré el pantalón que se había sacado Ceci, y enrollada dentro, su tanga de algodón. Era rosa, con dibujitos, de ésas que usan las niñas más pequeñas. No me pude contener. La levanté del suelo, y mi verga comenzó otra vez a bombear sangre y latir. La desenrollé, y pude ver la zona que rozaba su conchita, toda mojada. Y en la parte de la cola, una franjita de color marroncito claro. No lo dudé. Me la llevé a la nariz, y comencé a olerla. Casi muero de placer. Era un perfume maravilloso. La conchita olía a mujer. Comencé a masturbarme. No podía parar de oler. Estaba agitado. De repente, Cecilia me golpea la puerta. -está la comida- dijo.
Volví a dejar todo como lo encontré. Cuando salgo del baño, Ceci entra casi chocándome, y la veo salir hacia su habitación con la ropa sucia.
Durante la cena, mi mente no paraba de pensar en cómo recuperar la Tanga. Y en dónde ella la habría guardado.
Terminamos de cenar, y vinieron por ella. Comenzamos a lavar los platos, y a hacernos unos mimos, pero mi mente sólo pensaba en una cosa. El hermoso perfume que había descubierto y que me había obsesionado tanto.
Terminamos de ordenar todo, y le sugerí a Paula que fuese a tomar un baño. Ella sin sospechar nada, me dijo que sí. La cocina la había hecho transpirar. Se metió en baño, dejando la puerta abierta, en clara invitación a que yo la sorprendiese. Era una práctica natural. Solíamos jugar a que yo entraba a la ducha y simulaba una violación. A ella la excitaba muchísimo eso. Mi intención era otra. Inmediatamente me metí en la habitación de Ceci. Y comencé una busca desesperada de la prenda. Abrí su placard, revisé uno a uno sus cajones, y de repente, se me da por mirar debajo de la cama. No podía creer lo que veía. Había no menos de 5 tanguitas sucias, escondidas bajo la cama. Las tomé todas, tratando de recordar dónde estaban ´para poder dejarlas luego en su sitio. Comencé a olerlas una a una, profundamente. Algunas estaban más sucias que otras, algunas tenían mucho más perfume en la parte de la cola. Me bajé los pantalones, yo estaba empalmado. Comencé a masturbarme como loco. De repente, una voz detrás de mí, me dice
-No vienes a ducharte?- era Paula.
Cuando giro, me Mira la mano, y nota mi verga dura, y ve las tanguitas sobre la cama.
-¿QUÉ ESTÁS HACIENDO??-
Mi cara, la debe haber asustado. Yo no sabía que hacer ante el hecho consumado. Bajé la mirada y empecé a ensayar unas disculpas. Ella se acercó, me sacó la braga de la mano, y la llevó a su nariz.
-¿Haz visto cómo las ensucia ésta Guarra???- dijo.
Yo no podía creerlo. Ella estaba aceptando, blanqueando mi dudoso accionar.
-Tráelas. Ven para el Baño- dijo.
Accedí, con una felicidad insospechada. Cuando entramos al baño, me puso una braga en la nariz, mientras me besaba locamente. Su nariz rozaba la braga también, y ella aspiraba fuertemente, tratando de oler más y más fuerte.
Se agachó, y comenzó a Chupármela. No cabía en mí tanto placer.
Ella se incorporó, y me dijo: -Nunca se te puso tan dura- me encanta así.
-Cojeme, cojeme fuerte.
Sin despegar la tanga de mi nariz, comencé a cojerla lo mas fuerte que pude. En menos de 2 minutos, me vino ésa hermosa sensación de eyacular.
-No Pares, dijo ella- Voy a acabarte, sigue, por favor.
Acabamos Juntos. Fue el polvo mas bizarro y hermoso de mi vida.
Nos abrazamos, y ella me dice:
-Chanchito, ¿Cuánto hace que vienes robándole sus tangas?-
No vas a creerme, pero es la primera vez.
-¿Sí? ¿Debo creerte?
Te juro! se dio de casualidad.
-OK. Me convenciste. Y dime, te gustaría que te las guarde?
No podía creer tanta comprensión, tanto amor de ella hacia mí. La abracé fuerte, y la besé. ¿Harías eso por mí,?-dije
-Haría eso y mucho más por ti. Sabes cuánto te amo-dijo.
La verdad, es que me dio mucho morbo que me hayas dejado disfrutar de eso. Te agradezco tanto.
A partir de ése día, en cada encuentro nuestro, la previa se desarrollaba oliendo ambos, las tangas usadas de Ceci. Más adelante, ella accedió a robarse tangas de sus amigas, y fundamentalmente de su hermana. Jugábamos y nos excitaba pensar porque y por quién se habrían mojado tanto.
Pero bueno, ésa es otra historia. No hay relación mejor que la que se da entre personas que comparten fetiches y secretos