Festival de sabores con las chicas

Bomboncitos de dulce de pies, vaginas saladitas y un pene pimentoso...

Festival de Sabores con las chicas

Bomboncitos de dulce de pies, vaginas saladitas y un pene pimentoso...

Hola, acá estamos de nuevo con las chicas.

Después de la dulce remembranza de la semana pasada, algo ha cambiado sutilmente. A pesar de los piecitos de las chicas y el sexo muy, pero muy satisfactorio, algo no es como antes. Y para bien. Nos dimos cuenta que estamos mucho más cerca el uno del otro. Ellas conmigo, ellas entre sí, y yo con ellas.

Hay como más intimidad y, más que compañerismo, o amistad, o el compartir, una suerte de hermandad sin escondrijos, somos como somos, nadie tiene secretos para el otro. Raros para el resto de los que nos rodean. Aunque no sepan nada y ni siquiera lo intuyan. Pero para el resto de la gente común no somos de l resto del corral, por así decirlo.

Cuatro chicas íntimamente amigas entre sí, un profe de clases particulares fetichista de los pies femeninos. Una relación descaradamente abierta en cuanto al sexo con los pies hacia mí y la manera de satisfacerlas a ellas. Digamos que estamos para una película psicológica. Pero sabemos que no somos los únicos. Lo que creemos es único, es la relación lograda. Por todo lo expuesto y ya conocido, más intimidad imposible.

Esto lo hemos conversado muchas veces, y hoy particularmente estamos enfrascados en ello con alma y vida. Y nos hemos dado cuenta de algo que ya estaba, esta intimidad nuestra nos está haciendo vernos distinto, que no sólo es lo brutalmente directo de las maratones sexuales de pies y boca y vaginas ansiosas. A veces es tan mágico como lo de la semana que pasó. El clima, a veces, es tan intimista como mi media hora con Graciela.

Muchas veces nos hemos quedado abrazados, en un amontonamiento de cuerpos contra el mío, después de amarlas y que las chicas me hubieran dado de sus piecitos hasta el hartazgo. Y en ese abrazo múltiple hemos sentido una íntima conexión entre nosotros, de tal magnitud que parecíamos tener una sola cabeza, pensar integralmente, sentir y vivir las emociones al unísono. Momentos únicos, pero que son los que más nos llenan. Más que los de sexo, que son maravillosamente satisfactorios, estos momentos de conexión son mucho más profundos. Aunque fueran después del sexo, o especialmente por eso, o sin eso. Como la conexión íntima después de hacer el amor de una pareja de enamorados. O antes. Bueno, ese nivel. Pero, como dije, muchas veces sin dejar de lado el sexo, y ahora les cuento porqué.

Una noche nos fuimos de fiesta con las chicas a un cumpleaños de una pareja de novios de mi amistad. Joda loca, baile, saltos, bebidas, en fin, un relajo, dentro de los límites normales para este tipo de reuniones. A las chicas se les declararon mil veces, bailaron, saltaron, se emborracharon y se toquetearon un poco con sus ocasionales acompañantes, pero es lo normal en todas partes. Hasta Ruty (como le gusta que la llame a Ruth, por su diminutivo) loquéo hasta la madrugada con otros acompañantes, aunque los cinco sin dejar de intentar estar un rato juntos todos o alternados. Y Ruty sin dejar de mirarme.

Salvo Luna y Marilú, que son de otras ciudades, los otros tres somos de aquí. Así que después de la fiesta, Sandrita y Ruty, habían convenido con sus familias ir a dormir a la casa que las dos primeras alquilaban como estudiantes, junto a otra chica más que no estaba este fin de semana.

Así que cuando nos retiramos, mis bomboncitos y el que escribe, nos fuimos a dormir a esa casa en cuestión. Nos bajamos del taxi que aceptó llevarnos a los cinco, por ser la madrugada, unas cuadras antes, lo más silenciosamente posible. A pesar del alcohol, las chicas, conmigo disimulado en el medio de ellas, (ayuda mi pelo bastante largo), entraron a la casa. Una vez adentro, sin hacer ruido, ya que es un barrio residencial muy silencioso, nos fuimos al dormitorio de Luna y Marilú. Estábamos cansados y bastante mareados, pero levantamos las dos camas e hicimos con ellas una sola para dormir los cinco juntos.

Nos sacamos la ropa, para quedarnos solo con la interior, y nos acostamos, riéndonos pero tratando de no hacer mucho ruido. Las chicas me metieron entre ellas, dos de cada lado, pero con Ruty pegada a mí. Sus redondos, firmes y lindos senos eran una almohada espectacular. Apagamos la luz e inmediatamente sentí piecitos traviesos sobre el miembro, que a pesar del alcohol se me paró enseguida, aunque solo fue un masaje suave y corto, pero cariñoso sobre el slip. Cuando se me agrandó y se puso duro, la cabeza asomó tímidamente por el borde del elástico y un pie lo notó enseguida, pues se acomodó como un capullo apretándome cariñosamente la cabeza entre los deditos. Allí quedó pues estábamos cansados. Aunque sentí que Luna y Marilú, que estaban a mi otro costado se giraban con la cabeza hacia el otro lado y buscando mi boca con sus pies deliciosos. Apoyado y acunado entre los pechos de Ruty, que se había sacado el corpiño para que los sintiera mejor, y con dos o tres bomboncitos de dulce de pies (como les llamamos a los deditos de los pies de las chicas) dentro de la boca y el resto cerca, apoyados en el pecho, nos dormimos rápidamente, llenos de alcohol.

A la mañana, ya de día, pero con una suave penumbra, sentí el peso de los pies de las chicas en mi pecho, y unos lindos deditos largos y con barniz azul al borde de mis labios. Mi cabeza estaba sobre la almohada, pero lo que me despertó fue el suave y larguísimo pelo castaño de Ruty cosquilléandome el vientre. Y sentí más que ví, que mi slip sera suavemente deslizado hacia abajo, dejando salir mi verga parada a medias. Tenía las rodillas de la redondita Ruty contra las costillas, y al girar la cabeza vi sus pies de dedos largos con las uñas pintadas por mí de color blanco nácar recogidos, colocados de lado. Me imaginé algo lindo y esperé.

Sus manitos se deslizaron hacia la base mi pene y lo agarraron suavemente, masajeándolo desde la cabeza hasta abajo con una suavidad, una lentitud y un cuidado tan tiernos, que lentamente pero con fuerza, me fui excitando como pocas veces. Además era una situación nueva, siempre a mi pene van pies, no manos. A lo sumo el consabido ¡mchuack! del beso en la punta cuando Ruty se derrumba a mi lado a disfrutar de su orgasmo obtenido con mi boca y lengua.

El contacto con sus acaricientes manitos, pequeñas y muy cuidads, era tan hermoso, tan tenue. Sus deditos me abrazaban la cabeza, y la rodeaban bajando con un roce delirante, volviendo a subir a los segundos, repitiendo la dulzura de la caricia. Sus cabellos los sentía esparcidos por mi piel. Otra bella parte de la ecuación placentera del momento. Noté que tomó parte de su pelo y lo envolvió con su mano delicada en mi pene ávido de sensaciones. Fue hermoso y espectacular, su piel y su cabello sedoso en contacto con mi parte más sensible. El resultado fue una sensación tan placentera que me hizo suspirar hondo y ruidosamente. Su cabeza reposaba en mi vientre, de espaldas a mí. ¿Estaría mirando mi miembro duro y erguido?. No terminé de pensar esto cuando ella despegó su hermosa y castaña melena de mi vientre e inmediatamente un calor y una humedad nunca sentida me envolvió la cabeza del miembro. Nunca me habían hecho una caricia como la que Ruty estaba haciendo en ese momento. Abrí los ojos y ví como subía y bajaba su linda carita al compás de la sensación de ir y venir de sus labios en mi miembro mojado por su saliva y caliente por sí mismo. El movimiento era deliberadamente lento y las sensaciones nuevas me hicieron gemir. Una de las chicas se movió y levantó la cabeza, miró a Ruty, me miró a mí sorprendida aunque sonriente y tocó a la más próxima para despertarla. Pronto las tres estaban mirando a Ruth y el excelente y cariñoso trabajo que ella hacía. Cambió de golpe la presión, los labios me apretaban ahora más y cuando llegaban arriba, succionaban con fuerza en la punta. Cada vez que hacía esto mi cuerpo se estremecía fuertemente.

Las otras chicas pasaron a la acción y sentí deditos en los testículos y los bomboncitos de dulce de pies de Sandra y Marilú buscaron mi boca, donde se introdujeron por turnos, suavemente, para darme más placer. Si hay algo que me gusta hacer es chupar los deditos de las chicas, esos bomboncitos de dulce de pies son mi locura y perdición. Puedo mirar con interés un pie de mujer calzado con los dedos cubiertos, y el resto al aire, o el calzado colgando de la punta, pero las havaianas, las sandalias y los deditos al aire de un pie descalzo me trastocan la cordura.

Y mis chicas lo saben bien, así que me daban deditos para que disfrutara más de lo que Ruty tan fenomenalmente estaba haciendo. Nunca había terminado de otra forma que no fuera entre los pies de una chica, así suponíamos que nunca podría (y lo había intentado) de otras formas, más convencionales.

Pero el momento, lo que sentía por las chicas, y en especial por la linda, alta y redondita Ruth, me llevaba hacia algo insospechado.

Ruty continuaba con su caricia cadenciosa, lenta e interminable, llenándome de placer, sus labios quemaban, su saliva era húmeda y caliente, su lengüita traviesa se movía y empujaba el agujerito de mi pene cuando llegaba a la cabeza. Era deliciosa su habilidad.

Mientras tanto, además de Sandrita, acostada sobre el vientre, mirando lo que Ruty hacía, con sus bomboncitos en mi boca, Luna y Marilú me acariciaban el pecho y las piernas con la planta suave de sus pies maravillosos. Era locamente placentero, y una sensación y un sentimiento totalmente nuevos me recorrían. Sentía algo más por Ruty, pero distinto, aunque no menor a lo que sentía por las demás chicas. Eso ayudó a que el placer fuera ganándome como nunca antes. Ruty mantenía su cadencia, y lo único que cambió fue la posición y el trabajo de los piececitos que recorrían mis muslos. Se apoyaron de frente entre mis piernas, y me sobaban suavemente los testículos, entre los diez deditos. Los que iban y venían por mi pecho y brazos continuaban así, haciéndome vivir el contacto de su piel suave y femenina. Los bomboncitos en mi boca salían y entraban lentamente y yo lamía con desesperación esos pies de sabor tan delicado.

Pronto sentí que me nacía desde todo el cuerpo una profunda distensión, y tan brutalmente placentera que me dejó sin aire. Tuve, por un instante, la sensación de hundirme en la cama y desde el fondo de mi cuerpo me abrumó, me envolvió, me arrolló el placer sin límites de un orgasmo jamás experimentado. Ruty siguó con su cadencia y recibió en su boca generosa todo el semen que salió de mí. Siguió hasta que fui exprimido entre su boca y los pies de las otras chicas. Levantó su hermosa cabeza, seguida de su pelo larguísimo, ondulado y castaño y me sonrió con ternura y amor, lamiéndole los labios, asomando apenas, su lengüita portentosa. Se acostó sobre mí cuán larga era apoyando su mejilla en mi hombro. Las demás chicas la imitaron y tuve contra mí cuatro cuerpos: Desnuda la linda y sorprendente Ruty, y en ropa interior las demás, Pero sentía sus suaves pieles contra la mía. En alguna parte del cuerpo los cuatro estábamos en contacto. Y allí, sentí (sentimos) esa unión de la que hablaba al principio.

Avanzada la tarde comí muchos bomboncitos de dulce de pies y les hice el amor a las chicas como siempre. Y Ruty me dijo que su orgasmo había sido perfecto.

Noté su vaginita más salada y más sabrosa. Y de mí dijo que sintió un sabor saladito y pimentoso