Festival
Un festival, alcohol, marihuana... ¿Que puede fallar?
Hace unos años que fuimos en familia
de vacaciones a la costa. Los primeros días fueron un poco caóticos hasta que nos acostumbramos al calor, la humedad, temperaturas de mas de 40º… el caso es que una noche mientras dábamos un paseo por la playa, encontramos un cartel que anunciaba un pequeño festival de música en el que todo lo recaudado iría a fines sociales y en el que como cabeza de cartel, tocaba un grupo que a mi madre le encantaba y que gracias a todas las horas sufridas en casa con su música a todo volumen, me llegó a gustar a mi también. Estuvimos “discutiendo” entre los cuatro, mi madre con mi padre y yo con mi hermana, intentando convencerles de que ir al festival y no al típico local playero en el que por un botellín de agua debías dejarte un riñón. La cosa es que al final mi madre y yo acabamos yendo al festival y mi padre y mi hermana a cenar.
Llegamos a lo que parecía una especie de polideportivo cubierto donde se celebraba y al ver la cola de espera, estuvimos a punto de darnos la vuelta, pero con tal de que mi madre no se perdiera la actuación de su grupo preferido, conseguí convencerla y nos pusimos a la cola que parecía más rápida. Los primeros 10 minutos de espera fueron soportables, los nervios de ver a tu grupo preferido, el ambiente… no se, una mezcla de incontables sentimientos hacían que la espera mereciese la pena. Poco a poco íbamos avanzando, llevando nuestros nervios y emociones cada vez más cerca de las puertas que nos separaban de lo que parecía ser una gran noche. También, a medida que avanzábamos, las vallas metálicas que separaban las colas de las taquillas se iban haciendo cada vez mas estrechas, cada vez más, más, más… hasta que solamente quedaba el hueco justo para una persona. Bien es cierto, que además de dejarnos en fila de a uno, la gente de detrás cada vez que se acercaba más a las taquillas, mas presionaban hasta que quedábamos casi, casi, cómo sardinas en lata.
Mi madre no es que sea un mujerona de caderas generosas, grandes pechos y muy provocativa, pero es de esas chicas que ni siendo guapa ni fea, tiene un enorme corazón y su amor por mi hermana y por mi no lo derribaría ni todos los ejércitos del mundo unidos usando todo su potencial. En ese tema, la verdad es que desde que yo tengo conciencia, siempre ha sido así; cariñosa, (incluso algunas veces peca de pesada, pero es una madre…), alegre, divertida a la par que ingenua, (pero no tonta). Su físico como he dicho antes no es que destaque por nada, (y eso que la habré visto desnuda miles de veces, al igual que ella a mi), tiene unas tetas que como en alguna ocasión he escuchado decir a mi padre en alguna reunión con sus amigos en casa, cuándo el alcohol ya empieza a hacer efecto, quedan justas en la mano. Su entrepierna no es nada bonita, (por lo menos para mí), ¿sabéis esas vaginas en las que los labios mayores cuelgan? A mi madre no es que la cuelguen, es que hablando brutamenteme, podría hacerse una bufanda con ellos. Para ella es algo que odia y que siempre ha querido operarse para intentar reducirlos un poco pero su miedo a las agujas, puede más que su odio y su autoestima.
Vuelvo a la cola del festival…
A escasos 30 metros de la taquilla ya estábamos como si estuviéramos en el metro a primera hora de la mañana, apretujados todos contra todos. Mi madre delante de mí no parecía enterarse de la situación mientras yo, detrás, intentaba por todos mi medios no tocar su culo con mi cadera, pero claro, en mi intento de no tocar a mi madre, echaba mi culo para atrás y por lo poco que pude ver de reojo, al heavy de pelo largo y barba interminable, no parecía hacerle mucha gracia. Tenía un problema, o pegaba mi cadera contra mi madre o el heavy acabaría haciendo el heavy conmigo. Poco me duró esa incertidumbre cuándo el heavy me dio un empujón lo suficientemente fuerte pero que no destacase a los demás, no sé si me explico…
Así que, cerré los ojos cuando mi cadera se apretujó contra el culo de mi madre mientras esperaba algún tipo de reprimenda o regaño por lo que acaba de hacer. Varios segundos después que pasaron como una eternidad, no encontré respuesta por parte de ella y sorprendido a la vez que asustado, los abrí y ví que seguía a lo suyo. Me parecía insólito que no se hubiera dado cuenta pero tras volver a coger aire, miré al cielo como buscando algún tipo de explicación y en mi mente dí las gracias repetidamente.
He de decir, que lógicamente, en verano no es que llevara mucha ropa encima, yo vestía una camiseta de manga corta, un bañador y mis zapatillas preferidas y mi madre llevaba una camiseta de tirantes, un peto y zapatillas también. Los primeros minutos fueron como el bajón ese que te da cuando bajas de repente de una montaña rusa en el que sientes como tu interior quiere subirse de su posición y luego vuelve todo a su sitio. Pero ahora tenía otro problema, el roce de los dos me estaba empezando a despertar a mi amigo por debajo de mi bañador entre tanto roce y movimiento. Intenté echarme a un lado, al otro lado, intenté girarme todo lo que pude o podía intentando evitar cualquier contacto físico, pero nada de nada, en cualquier posición entre las vallas que nos guiaban, seguía teniendo contacto. Yo creo que, aún no teniendo un pene enorme, de largas y anchas proporciones, mas bien lo contrario, algo dentro de la media, debía de notar en ella algo diferente o algo duro que denotase que no era algo “normal”.
No sé como o que la hizo reaccionar como hizo, pero su mano izquierda me agarró de la cintura y me estrechó más hacia ella. Yo me puse rojo como un pimiento, intenté zafarme de su mano apretujándome contra ella pero en cuánto notó que intenté separarme de ella, volvió a tirar de mí. Ella giró su cabeza, me miró de reojo y me sonrió como intentado hacerme entender que no pasaba nada, o por lo menos eso entendí o quise entender yo.
Por fin conseguimos llegar a la taquilla, compramos las entradas y mi madre me agarró de la mano corriendo tirando de mí hacía dentro del polideportivo para intentar conseguir una buena posición frente al escenario. Nos quedamos a escasos 10 metros del mismo ya que mucha gente entró delante de nosotros y era imposible acercarse más. Los dos miramos atónitos para todos los lados como si estuviéramos en un sueño y tras varios segundos con las bocas abiertas sin dar crédito, mi madre me abrazó apretándome tan fuerte como podía entre sus brazos. Yo la correspondí y dejé que fuera ella quién decidiese cuándo se podía terminar el abrazo. En cuánto noté que iba a soltarme, hice igual que ella pero en esta ocasión, metió mi brazo por detrás quedando mi mano izquierda y su mano derecha con nuestros dedos entrelazados apoyados en su espalda. Así estuvimos mientras la gente llenaba el recinto y volvíamos quedar de nuevo apretujados. De repente las luces se apagaron dejando todo a oscuras y una música de fondo daba comienzo al concierto. Mi madre comenzó a saltar y gritar como una loca mientras sin soltarme, yo la miraba anonadado y estupefacto al verla como una “grupie” enfurecida fuera de si viendo tocar a los Beatles por primera vez.
En cuanto las primera notas musicales inundaron nuestros oídos, la gente se volvió loca y todo el mundo comenzó a saltar y moverse a nuestro lado, por lo que mi madre, como buscando un refugio ante los demás, se volvió a colocar delante de mí y llevó mis brazos para rodearse con ellos como haciéndose un muro con ellos. A mi no me daba miedo todo aquello, es mas, si no hubiera estado ella, hubiera sido el que mas saltase, botase y acabara entre golpes en otro sitio diferente al que empecé, pero estando ella, lo único que quería era sacarla del centro del pabellón y llevarla a un lado dónde se pudiera estar más “tranquilos” o con menos barullo. A si que, medio entre empujones y algún que otro golpe, llegamos a la zona de las barras donde la gente estaba mas espaciada y se podía respirar algo mejor.
Nos soltamos de nuestro abrazo y fuimos a una de las barras a pedir algo de beber. Pedimos dos minis, uno de “Kalimotxo”, otro de cerveza y nos alejamos de las barras. Mi madre brindó conmigo y me dio las gracias mil veces por haberla acompañado allí. Para mi sorpresa, mi madre se bebió el mini casi en un abrir y cerrar de ojos mientras el mío seguía casi entero. Me dejó solo allí unos minutos hasta que volvió cargada con otros dos minis de lo mismo. La miré asombrado y ella llevando su índice a sus labios me dijo que me callara y bebiera. Bebimos y bailamos durante todo el concierto todo lo que quisimos, dos horas y pico de concierto en las que acabamos con una buena borrachera y antes de que el último grupo acabara de tocar, decidimos salir del polideportivo.
En la puerta del polideportivo había un montón de grupos de gente de botellón y para llegar a la calle que nos llevaba de vuelta al restaurante, había que cruzar entre todos ellos. Casi en la salida del botellón, al dejar atrás el último grupo de gente bebiendo, mi madre se encontró una pequeña mochila. La abrimos y dentro lo único que había era dos bolsitas de plástico con algo dentro de cada una, tabaco de liar y unos librillos de papel. Nos miramos sorprendidos y sin decir nada mas, nos fuimos con la mochila de vuelta. En cuánto nos alejamos del bullicio, nos paramos al lado de la playa y sacamos todo lo que había. Las dos bolsitas, al abrirlas, descubrimos que era marihuana y por ende, el tabaco y los librillos eran para eso.
-¡Joder! ¡Hacía años que no veía nada de esto! – dijo mi madre – La última vez que fumé esto estaba en la universidad.
-Yo nunca la he probado – dije yo. Era verdad, jamás la había probado y eso que mis amigos, algunos, no todos, eran consumidores habituales.
-¿La probamos? – dijo mi madre – pero que todo esto quede entre tu y yo ¿eh? – No sé… - contesté yo
-No me seas gallina, por una vez no pasa nada y casi que prefiero que lo hagas conmigo a que lo hagas por ahí y te pase algo – me contestó.
-Vale, venga – dije encogiendo los hombros aceptando su proposición.
SI esto ya era surrealista, mas surrealista fue verla liar el porro como si lo dominara de toda la vida. La primera calada que di, me sentó como si me atravesaran los pulmones. Ella sin embargo, como si nada. En cuanto empecé a sentir los primero efectos de la marihuana en mi cuerpo, me quité la camisa y las zapatillas y me metí en el mar a ver si me despejaba. Mi madre desde lo lejos se reía de mi viendo como medio mareado y sin parar de reírme a carcajadas, hacía el tonto.
-Me has dado envidia, ¡Yo también quiero! – dijo mi madre mientras se quitaba la camiseta y el peto, quedándose en ropa interior. Yo la esperaba en el agua a que terminase de desvestirse. Un minuto después, los dos estábamos con el agua cubriéndonos hasta los hombros y un poco alejados de la arena, empezamos a jugar y a hacer el tonto bajo los efectos del porro. Mi madre “saltaba” sobre mi cogiendo impulso y cada vez que se me echaba encima, su pecho se empotraba en mi cara. En más de una ocasión, alguno de sus pechos se paseó por mi boca, pero yo lo tomé como consecuencia de los juegos, sin darle mas importancia de la debida. También con esos juegos, volví a empalmarme y con toda la vergüenza olvidada, me acerqué hasta donde teníamos la ropa seca, me quité el bañador y me volví a meter en el agua esperando que el frescor de la misma me ayudase a bajarme el empalmamiento.
-¡Anda que no eres guarro tu ni nada! – dijo mi madre cuándo volví a su lado.
-Solo quiero que se seque para cuando salgamos y nos vistamos – contesté yo.
-Pues es verdad – dijo ella – aunque con este calor, se agradece ir fresca por la calle. Pero ya que tu te has atrevido, yo también – y metiendo sus manos en el agua, se quitó la ropa interior. Se la llevó a nuestro montón y volvió donde estaba yo.
-¡Ale! Ya estamos igual – dijo sonriendo y sin darme tiempo a reaccionar, se volvió a abalanzar contra mi para hacerme una aguadilla. En cuánto se echó sobre mí, lo primero que su muslo tocó, fue mi pene en su máximo esplendor y en cuanto mi madre lo sintió, se quedó como petrificada pero sin despegarse de mi.
-Perdona – dijo ella – dile a tu “amigo” que se calme – dijo dándome un beso en la frente mientras yo la sujetaba en alto.
-Lo siento – dije yo – no quería…
-Ssshh! Tranquilo, no pasa nada – dijo con su tono habitual cuándo se ponía cariñosa con nosotros – ¡Ahora entiendo porque te quitaste el bañador!
-Bueno, si, además de lo que te he dicho – contesté yo con ella en brazos sujetándola en alto.
-Bájame – dijo ella. Yo la deslicé sin soltarla del todo y su cuerpo y el mío se frotaron hasta que mi pene quedó aprisionado entre los dos.
-Como estás… ufff… - dijo mi madre apretándose contra mí, aprisionando aún más mi pene entre nuestros estómagos – Entonces esto era la cola que me apretaba en la cola ¡eh! – dijo con retintín guiñándome un ojo.
-Eso no lo pude evitar, lo siento – dije sonrojado
-Anda tonto, si es normal. Espera… - dijo metiendo su mano entre ambos hasta que me la agarró y la llevó hasta sus muslos apretándola entre ambos.
Entre el medio oleaje y el vaivén de los dos acompasados, sus muslos actuaban como si me masturbara. Los dos manteníamos el silencio mientras nos acompasábamos y nos dejábamos llevar por lo que queríamos o necesitábamos hacer.
Unos minutos después, me agarró de la mano y me llevó hasta donde el agua nos dejaba mas para abajo del ombligo. Me hizo sentarme con las piernas abiertas y sin ningún preámbulo ni nada, mi madre se agachó enfrente de mi y con su mano guió mi pene hasta su entrepierna. En cuanto sentí el calor que desprendía su vagina supe que lo que iba a pasar y tras tragar saliva, empujé un poco mi pene dentro de ella hasta que el glande desapareció en su interior. Mi madre suspiró dos veces mientras sentía como mi pene entraba dentro de ella hasta que nuestros pubis quedaron unidos, piel con piel.
Intenté decir algo pero mi madre me mordió el labio atrapándolo con sus dientes y desistí de decir nada. Su mano derecha agarró mi mano, la llevó hasta su pecho y se estrujó su teta con mi mano.
Se movía lentamente como sintiendo cada milímetro de mi pene dentro de ella. Colocó sus rodillas sobre la arena a ambos lados de mi y empezó a subir y bajar muy despacio hasta que mi glande se volvía casi a salir e inmediatamente volvía a bajar. Estuvimos así varios minutos hasta que me dejé llevar por lo que mi cuerpo me pedía y atrapándola con mis piernas, la giré y quedamos al contrario. Ahora conmigo encima marcaría yo el ritmo. Empecé haciendo lo mismo que ella, muy despacio entraba y salía de ella y poco a poco, empecé a subir el ritmo. Mas deprisa, mas deprisa, mas, mas, mas, aumenté el ritmo todo lo que pude. Con los ojos como platos mi madre me miraba y lo único que me pedía era que no parase.
-Córrete dentro cariño, córrete – me decía una y otra vez.
En cuanto sentí que me corría, me apreté contra ella hundiendo mi pene todo lo que pude y solté todo mi semen dentro. Mi madre en cuanto sintió mi jugo llenándola, se abrazó contra mí conteniendo el aliento, aguantando un grito ahogado mordiéndome el cuello.
Unos minutos después, me separé de ella y dejando mi glande apoyado sobre su coño, impedí que mi semen pudiera escaparse de su interior. Cogí sus bragas y la ayudé a ponérselas. Ella me la agarró y usando sus dedos exprimió mi glande entre ellos sacando hasta la última gota o resto de semen y sus jugos. Me los colocó en la boca y ayudado por su dedo, me hizo chupar los restos mezclados de ambos.
Al llegar a casa, mi padre y mi hermana dormían a pierna suelta y después de darnos un tímido beso, nos metimos cada uno en nuestras camas. En cuanto nos quedamos solos, aprovechamos para dar rienda suelta a nuestras hormonas y actualmente seguimos haciéndolo cada vez que podemos. Ahora a mi madre le gusta masturbarme y que me corra en el interior de sus bragas para luego ponérselas. Dice que la da morbo sentir como mi semen la cubre y la empapa. A mi me da igual mientras que sea ella quien lo disfrute y me siga follando como hasta ahora.