Festejo de cumpleaños
Cumpliendo una fantasía.
Festejo de cumpleaños
Hace semanas que vengo preparando el festejo de cumpleaños de mi amigo Martín. En algún momento fuimos "pareja", y recuerdo que cuando cumplí mis 40, hicimos un menage a trois, pues era su fantasía y también la mía. Pero esta vez le toca a él, cumple 30 añitos, para mi es y será siempre my baby, aunque no lo sea más.
Luego de pensar bien cuales de todas sus fantasías deseaba hacerle realidad, como si fuese su hada madrina...me decidí por esta que espero la disfrutemos juntos, como siempre.
Sonó el teléfono y una contestadora respondió. Dejé un mensaje y mi número para que me devolvieran la llamada. Al otro día, una voz muy sensual me llama. Hablamos cerca de 10 o 15 minutos, le explique lo que deseaba y llegamos a un acuerdo.
El día antes del cumpleaños llamé a Martín y le pedí que fuese a mi apartamento, así podría saludarlo y comenzar a festejar su cumpleaños conmigo.
Llegó puntual como siempre, luego de conversar un poco le dije de ir a tomar algo por ahí, al principio no le gustó mucho la idea, ya que prefería quedarse en mi guarida, pero lo convencí y salimos.
Subimos al taxi y nos fuimos a la Ciudad Vieja, para nada sospechoso, ya que es el lugar de encuentro de la gente, muchos boliches, la movida nocturna.
Al bajar del vehículo en vez de ir a uno de los tantos bares de la zona, nos dirigimos a un edificio de apartamentos.
Me miró asombrado, preguntó a donde íbamos y le dije...a festejar tu cumple bebé.
Luego de tocar el timbre, entramos y subimos en el ascensor al piso 10.
La puerta del apartamento estaba abierta. Una habitación amplia acogedora, con velas encendidas y aroma a incienso nos recibió.
Sentada en un sillón de cuero azul, había una morocha hermosa esperándonos.
Nos presentamos y nos invitó a sentarnos a beber algo para quebrar el hielo.
Martín estaba sorprendido y a la vez algo confuso. No entendía muy bien que estábamos haciendo allí ni quien era la chica...pero algo se iba imaginando.
Una música de los 80 sonaba en el aire. La chica se para e invita a Martín a bailar lento.
Desde mi lugar, como espectadora de una gran obra, comencé a observar esos dos cuerpos moviéndose lentamente al son de la canción.
Me gustaba la imagen que veía. La joven era bonita, lindo cuerpo, sensual, muy femenina. Despacio se fue alejando y lentamente fue dejando caer sus ropas al suelo. Martín extasiado miraba su figura danzando suave e invitándolo con el dedo al dormitorio.
El me tomó de la mano y juntos fuimos al cuarto. Ella ya estaba tendida sobre una cama grande que invitaba al goce.
También nos quitamos las prendas que estaban de más y nos acostamos junto a nuestra anfitriona.
Ella tumbada en el medio de los dos, nos besó suavemente en los labios,
mientras las manos comenzaba unas el peregrinaje en los cuerpos de los otros. Su piel era suave. Yo me sentía extraña. Nunca antes había estado con otra mujer y su boca invitaba ser saboreada, al igual que su cuerpo. Martín se sentía como un niño en un gran parque de diversiones, sin saber muy bien a cual juego montarse primero.
La joven tomó las riendas y me invitó a que ambas gozaramos de la verga de Martín que enhiesta se presentaba ante las dos.
Nuestras lenguas se entrecruzaban en esa piel suave, erguida, mojada. Los quejidos de placer de él aumentaban nuestra excitación. Los dedos traviesos de ella quitaron mi ropa interior y hurgaban mi sexo, deseoso de ser tocado. Mi boca se apodero de sus pezones rosas, succionándolos como un bebé la teta de su madre.
Un revoltijo de cuerpos, aullidos de placer y risas formaban la imagen que se reflejaba en el espejo.
Martín arrancó la pequeña tanga que la cubría y un pene erecto lo sorprendió. Sin aviso previo Maru lo puso boca abajo y arremetió en el culito virgen de mi amigo con su gran lengua. Mientras tanto él disfrutaba de mis jugos vaginales.
El trío se complementaba perfectamente. Mi sueño era ver ese culo totalmente desvirgado, al tiempo que yo mamaba su pija.
Ayudé a Maru a abrir las nalgas de Martín y ella lentamente fue introduciendo su verga en el agujero que él le ofrecía. Por su cara, al principio le dolió, pero poco a poco se fue acostumbrando a ese placer que le estaban obsequiando, mientras yo me tragaba su leche.
Luego entre los dos le comimos la polla a Maru y una gran lluvia dorada nos bendijo.
Así comenzó su cumpleaños mi amigo Martín, con el culo roto, pero feliz.
Paula