Festejando al victoria (I)
Esta es la historia de lo que sucedió cuando fuimos a ver a la capital ese partido de la selección, y cómo festejamos su victoria por todo lo alto... o por todos tus bajos, mejor dicho.
No son conexos en la historia, pero sí en la protagonista. Por si os interesa, podéis leer también el anterior relato en: http://www.todorelatos.com/relato/89315/ . Por otra parte, me gustaría anunciar que este relato me exitado bastante hacerlo y espero que lo disfrutéis. Además, tengo pensado hacer una continuación aunque no me he decidido si de este o de otro, por lo que agradecería vuestros apoyos en forma de votos o comentarios para conocer cuál preferiríais que continúe. Un saludo y gracias por leer.
En esta ocasión, como era justo, fuiste tú quién tuviste que venir a visitarme a mi lugar, y la verdad es que lo agradecí. Había pasado mucho tiempo desde que me hospedé en tu casa, pero aún así en mi cabeza reinaba la idea de darte un fin de semana espectacular que pudieses recordar y que, siendo sincero, te hiciera arrepentirte no haber venido antes. Discúlpame pero soy así: me gusta que, cuando alguien me importa, dejarle claro lo que se está perdiendo cuando prioriza a otras personas en su vida; y así de paso le ofrezco lo mejor que tengo en mi mano.
El primer día, la toma de contacto, fue mejor de lo que cualquiera de los dos hubiéramos deseado, aunque para mi desgracia dejaste claro que preferías que no pasase nada entre nosotros durante estos días. No es que fuera necesario que sucediese pero he de reconocer que desde que conocí que ibas a venir hasta mí, mi cabeza trataba de planear situaciones y acercamientos para que fueras tú quién diera el paso. Aún así, te entendí; aunque no nos engañemos, llevaba demasiado tiempo esperándote para no intentar algunas jugadas muy sutiles para despertar tu deseo. Nada muy invasor, nada muy obceno ni violento.
Simplemente cuidar que tuvieras un buen desayuno cada mañana, o lograr que acabásemos durmiendo en la misma cama como buenos amigos. Me gustaba recorrer tu piel con mis yemas mientras hablábamos de vanalidades y preguntarte para, mientras te escuchaba contar todo lo que deseases decir en ese momento, continuar con el cosquilleo de mi piel danzando sobre tus interminables muslos o incluso recorriendo la insinuación de tu clavícula.
Creo que no te diste cuenta, pero la noche en que llegaste incluso dejé bajo tu almohada una bolsita de hierbas aromáticas para que te relajases esa noche... de hecho, todavía me arrepiento de no haber intentado nada en ese momento porque mi cabeza estaba exigiéndome que lo hiciese, porque estaba totalmente seguro de que lo hubiésemos disfrutado. Por suerte, esa escapada me tenía preparadas sorpresas para compensarlo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Fue una coincidencia que disputara un partido la selección mientras tú estabas aquí, y la verdad es que resultó ser un alivio para no tener que buscarte un plan perfecto en la capital. Esa misma tarde me dijiste que habías quedado con unos amigos para ver el partido en una gran pantalla y yo me apunté, ya que sólo te iba a tener unas horas pretendía aprovecharte, y más con la excusa de que tus amigos venían como pareja. Aprovechamos el viaje en tren para continuar poniéndonos al días después de estos años, y yo no pude evitar darme cuenta de cómo habían evolucionado tus curvas. Y es cierto que los pijamas en verano son escasos, pero en la primera noche estaba atento a demasiados detalles que cuidar como para poder observarte como te merecías; así que la ocasión en la que tú continuabas contándome tus desamores y andaduras mirando distraída por el cristal del cercanías era perfecta para descubrirte.
Tu pelo oscuro caía liso y; joder, no sé como lo haces pero genera un perfume que tardó semanas en esfumarse, aunque me hubiese gustado que me acompañase durante más tiempo. No es que tuvieras unas curvas exuberantes, pero eran muchísimo más sugerente de lo que las fotos dejaban ver. Tu cuerpo menudo incluía un escote breve pero suficiente como para resultar femenino, a parte de que ese palabra de honor parecía quedarte especialmente bien. Una falda corta pero amplia dejaba a las vistas tus pálidas piernas. No es que esté en contra de la nueva moda respecto al bronceado, pero una mujer con el pelo moreno y un tono ligeramente pálido me parece muchísimo más llamativo; y más cuando la oscura falda cortaba con tus sugerentes muslos haciéndolos muchísimo más llamativos.
No lo pude evitar y mientras continuabas con tu explicación apoyé mi mano sobre tu rodilla haciendo que subiese poco a poco. Tú me miraste cuando lo hice, creyendo que era una forma de llamar tu atención, así que yo mismo me sorprendí por lo que trataba de hacer y disimulé mis instintos convirtiéndolo en una caricia cariñosa. Debía tener cuidado en un futuro y no perderme en tu piel, porque no sería capaz de volver a controlarme. Ha sido una grandísima sorpresa encontrarme tan cómodo contigo después de este tiempo, pero descubrir el físico envidiable tan cerca de mi mano y tan deseable... ya, tenía que olvidarme de esas ideas. Te sonreí y seguí incitándote a que continuases descubriéndome secretos de tu vida, que para algo habías venido.
El viaje se nos pasó volando: tú porque te entretuviste hablando; y yo porque me divertí contando uno a uno tus lunares con disimulo, que no hay tantos a la vista y eso lo hacía más divertido. Además era gratificante verte tan ilusionada recorriendo la capital, así que decidí que mientras hacíamos tiempo dar un pequeño paseo hasta acabar en un parque continuando con la conversación pero esta vez algo más... cercanos. Comenzábamos a miranos con otros ojos y a imaginarnos lo espectacular que podría terminar siendo ese finde si tan solo alguno se atreviese a dar el paso.
Tú te acurrucabas sobre mí en búsqueda de comodidad, y yo aprovechaba para que mi olfato se degustara con tu pelo mientras, al bajar la mirada, me sorprendía encontrando tu palabara de honor desde una posición privilegiada. No sé si fue algo deliberado ese movimiento, pero me estaba comenzando a resultar complicado escoger la erección que iba creciendo cada vez más...
Algo en mí comenzó a dejarse llevar y, mientras te abrazaba sosteniéndote y acariciando con mis yemas la línea de tu cintura que delimitaba la falda, comencé a inclinarme lo suficiente como para que mi mejilla rozara con la tuya provocando un dulce conquilleo con mi barba. Tú, tratando de aparentar que eran cariños a los que estabas acostumbrada, continuabas hablando mientras yo apoyaba con ternura mis labios humedecidos en tu mejilla marcando un camino que en tres besos llegó hasta tu cuello.
Entonces sentí como la musculatura de tu cuello se marcaba y contenías la respiración, movimiento que yo aprovechaba para recorrer apoyando los labios la longitud de tu esternocleidomastoideo. 'Cuidado, que me vas a volver loca así', susurraste cuando mis besos llegaron a tu clavícula. 'Te mereces estar en las mismas condiciones... ¿no vas a seguir contándome?', te insté manteniendo mis pupilas clavas en tus ojos a escasos centímetros de tus labios.
'Pero es que así...', comenzaste la disculpa y por mi mirada entendiste que era mejor continuar contándome la historia de ese noviete tuyo. Tras esperar unos segundos para poder jugar a que no estás sintiendo nada de lo que yo hacía, aproveché para volver a reocrrer el húmedo camino que había marcado pero esta vez con suaves mordiscos, mientras mis dedos recorrían desde tu vientre a los costados el borde de la falda para volver otra vez hacia el ombligo pero en esta ocasión con los dedos metidos unos centímetros por dentro de ella.
Sentía perfectamente que te tenía en mis manos: cómo tu respiración se cortaba cuando ejercía más presión o me acercaba un pasito más, cómo tu pecho se agitaba inquieto para tratar de volver a normalizarla, cómo la piel se te erizaba en el cuello tratando de crear una armadura que te inmunizara contra mis ataques. Pero no eras capaz, y estoy seguro que en ese punto habías alcanzado las ganas que yo tenía por ti. Por desgracia todavía no estábamos lo suficientemente desesperado como para olvidarnos que nos habíamos comprometido a que no pasase nada, pero tiempo al tiempo.
En esta ocasión, como era justo, fuiste tú quién tuviste que venir a visitarme a mi lugar, y la verdad es que lo agradecí. Había pasado mucho tiempo desde que me hospedé en tu casa, pero aun así en mi cabeza reinaba la idea de darte un fin de semana espectacular que pudieses recordar y que, siendo sincero, te hiciera arrepentirte no haber venido antes. Discúlpame pero soy así: me gusta que, cuando alguien me importa, dejarle claro lo que se está perdiendo cuando prioriza a otras personas en su vida; y así de paso le ofrezco lo mejor que tengo en mi mano.
El primer día, la toma de contacto, fue mejor de lo que cualquiera de los dos hubiéramos deseado, aunque para mi desgracia dejaste claro que preferías que no pasase nada entre nosotros durante estos días. No es que fuera necesario que sucediese pero he de reconocer que desde que conocí que ibas a venir hasta mí, mi cabeza trataba de planear situaciones y acercamientos para que fueras tú quién diera el paso. Aun así, te entendí; aunque no nos engañemos, llevaba demasiado tiempo esperándote para no intentar algunas jugadas muy sutiles para despertar tu deseo. Nada muy invasor, nada muy obsceno ni violento.
Simplemente cuidar que tuvieras un buen desayuno cada mañana, o lograr que acabásemos durmiendo en la misma cama como buenos amigos. Me gustaba recorrer tu piel con mis yemas mientras hablábamos de banalidades y preguntarte para, mientras te escuchaba contar todo lo que deseases decir en ese momento, continuar con el cosquilleo de mi piel danzando sobre tus interminables muslos o incluso recorriendo la insinuación de tu clavícula.
Creo que no te diste cuenta, pero la noche en que llegaste incluso dejé bajo tu almohada una bolsita de hierbas aromáticas para que te relajases esa noche... de hecho, todavía me arrepiento de no haber intentado nada en ese momento porque mi cabeza estaba exigiéndome que lo hiciese, porque estaba totalmente seguro de que lo hubiésemos disfrutado. Por suerte, esa escapada me tenía preparadas sorpresas para compensarlo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Fue una coincidencia que disputara un partido la selección mientras tú estabas aquí, y la verdad es que resultó ser un alivio para no tener que buscarte un plan perfecto en la capital. Esa misma tarde me dijiste que habías quedado con unos amigos para ver el partido en una gran pantalla y yo me apunté, ya que sólo te iba a tener unas horas pretendía aprovecharte, y más con la excusa de que tus amigos venían como pareja.
Aprovechamos el viaje en tren para continuar poniéndonos al día después de estos años, y yo no pude evitar darme cuenta de cómo habían evolucionado tus curvas. Y es cierto que los pijamas en verano son escasos, pero en la primera noche estaba atento a demasiados detalles que cuidar como para poder observarte como te merecías; así que la ocasión en la que tú continuabas contándome tus desamores y andaduras mirando distraída por el cristal del cercanías era perfecta para descubrirte.
Tu pelo oscuro caía liso y; joder, no sé como lo haces pero genera un perfume que tardó semanas en esfumarse, aunque me hubiese gustado que me acompañase durante más tiempo. No es que tuvieras unas curvas exuberantes, pero eran muchísimo más sugerente de lo que las fotos dejaban ver. Tu cuerpo menudo incluía un escote breve pero suficiente como para resultar femenino, a parte de que ese palabra de honor parecía quedarte especialmente bien. Una falda corta pero amplia dejaba a las vistas tus pálidas piernas. No es que esté en contra de la nueva moda respecto al bronceado, pero una mujer con el pelo moreno y un tono ligeramente pálido me parece muchísimo más llamativo; y más cuando la oscura falda cortaba con tus sugerentes muslos haciéndolos muchísimo más llamativos.
No lo pude evitar y mientras continuabas con tu explicación apoyé mi mano sobre tu rodilla haciendo que subiese poco a poco. Tú me miraste cuando lo hice, creyendo que era una forma de llamar tu atención, así que yo mismo me sorprendí por lo que trataba de hacer y disimulé mis instintos convirtiéndolo en una caricia cariñosa. Debía tener cuidado en un futuro y no perderme en tu piel, porque no sería capaz de volver a controlarme. Ha sido una grandísima sorpresa encontrarme tan cómodo contigo después de este tiempo, pero descubrir el físico envidiable tan cerca de mi mano y tan deseable... ya, tenía que olvidarme de esas ideas. Te sonreí y seguí incitándote a que continuases descubriéndome secretos de tu vida, que para algo habías venido.
El viaje se nos pasó volando: tú porque te entretuviste hablando; y yo porque me divertí contando uno a uno tus lunares con disimulo, que no hay tantos a la vista y eso lo hacía más divertido. Además era gratificante verte tan ilusionada recorriendo la capital, así que decidí que mientras hacíamos tiempo dar un pequeño paseo hasta acabar en un parque continuando con la conversación pero esta vez algo más... cercanos. Comenzábamos a míranos con otros ojos y a imaginarnos lo espectacular que podría terminar siendo ese finde si tan solo alguno se atreviese a dar el paso. Tú te acurrucabas sobre mí en búsqueda de comodidad, y yo aprovechaba para que mi olfato se degustara con tu pelo mientras, al bajar la mirada, me sorprendía encontrando tu palabra de honor desde una posición privilegiada. No sé si fue algo deliberado ese movimiento, pero me estaba comenzando a resultar complicado escoger la erección que iba creciendo cada vez más...
Algo en mí comenzó a dejarse llevar y, mientras te abrazaba sosteniéndote y acariciando con mis yemas la línea de tu cintura que delimitaba la falda, comencé a inclinarme lo suficiente como para que mi mejilla rozara con la tuya provocando un dulce cosquilleo con mi barba. Tú, tratando de aparentar que eran cariños a los que estabas acostumbrada, continuabas hablando mientras yo apoyaba con ternura mis labios humedecidos en tu mejilla marcando un camino que en tres besos llegó hasta tu cuello. Entonces sentí como la musculatura de tu cuello se marcaba y contenías la respiración, movimiento que yo aprovechaba para recorrer apoyando los labios la longitud de tu esternocleidomastoideo. 'Cuidado, que me vas a volver loca así', susurraste cuando mis besos llegaron a tu clavícula. 'Te mereces estar en las mismas condiciones... ¿no vas a seguir contándome?', te insté manteniendo mis pupilas clavas en tus ojos a escasos centímetros de tus labios.
'Pero es que así...', comenzaste la disculpa y por mi mirada entendiste que era mejor continuar contándome la historia de ese noviete tuyo. Tras esperar unos segundos para poder jugar a que no estás sintiendo nada de lo que yo hacía, aproveché para volver a recorrer el húmedo camino que había marcado pero esta vez con suaves mordiscos, mientras mis dedos recorrían desde tu vientre a los costados el borde de la falda para volver otra vez hacia el ombligo pero en esta ocasión con los dedos metidos unos centímetros por dentro de ella. Sentía perfectamente que te tenía en mis manos: cómo tu respiración se cortaba cuando ejercía más presión o me acercaba un pasito más, cómo tu pecho se agitaba inquieto para tratar de volver a normalizarla, cómo la piel se te erizaba en el cuello tratando de crear una armadura que te inmunizara contra mis ataques. Pero no eras capaz, y estoy seguro que en ese punto habías alcanzado las ganas que yo tenía por ti. Por desgracia todavía no estábamos lo suficientemente desesperado como para olvidarnos que nos habíamos comprometido a que no pasase nada, pero tiempo al tiempo.
Tus amigos nos llamaron y fuimos a su encuentro, que el partido cada vez estaba más cerca. Volvimos a serenarnos durante el trayecto ya que, como descubrimos en su momento cuando fui a verte yo a ti, disfrutamos como enanos dando la imagen de amigos normales frente al público conocido. Al llegar les saludamos y comencé con el vals de comentarios para mantenerte sonriente todo el tiempo hasta que empezara el partido, y decidimos cogernos unas cervezas para empezar a vivirlo en condiciones. Como estábamos sedientos, a esa cerveza tuvieron que seguirle otras si querías mantenernos vivos todo el largo partido...
Fue entonces cuando la magia del fútbol empezó a fluir. No es que yo sea muy forofo, pero sí sabía que tú lo gozabas mucho y cuando alguien que te importa disfruta algo de esa manera es imposible que no te lo contagie. Además, he de reconocer que cuándo la euforia te invadía eras bastante cariñosa y... eso siempre lo disfrutaré, está claro. Con cada gol saltabas a mis brazos como si hubiese sido yo quién lo hubiera marcado, e incluso en una ocasión estuviste a punto de comerme la boca de la euforia hasta que recordaste que había amigos tuyos cerca. No es que te avergonzases pero, como ya he dicho, disfrutábamos de aparentar normalidad. En su lugar, disfrutamos de una intensa mirada donde me confesabas que estabas dispuesta a besarme porque te morías de ganas, y yo te respondía que no te preocupases, que llegará el momento. Además, recuerdo perfectamente que, al saltar sobre mí, tuve que agarrarte para que no cayeses y me encendió sentir la costura de tu ropa interior bajo la suave tela de la falda. No te molestó en absoluto, de hecho sonreíste pícaramente al sentir dónde habían terminado mis manos, y esos son los detalles que provocan que no pueda quitar de mi cabeza esa idea durante el resto de la tarde.
Al terminar, todavía eufóricos por lo sucedido, tomamos la acertada decisión de seguir a todo el río de gente a una fuente para celebrarlo. En el viaje ya fuimos descubriendo que no nos comportábamos igual después del beso que no nos dimos, y nos sorprendíamos en muchas ocasiones mirándonos con deseo escondiéndolas cada vez con menos disimulo. Aprovechábamos la marabunta de gente para esconder caricias ante los ojos de tus amigos, o incluso para ir de la cintura en algunos trayectos sin que te resultase molesto sentirme palpando la curvatura de tus nalgas sobre la falda. Es cierto que no tienes un cuerpo trabajado de gimnasio pero tus curvas son envidiables tan bien definidas... deberías estar agradecida de la suerte que tienes. Yo estaba agradecido de la suerte que tenía de que estuvieras tan cerca.
Empezó a dejar de importarnos nuestro alrededor. El transporte público estaba demasiado abarrotado e incluso agradecíamos perder de vista a tus amigos en algunos momentos. Con el vaivén del metro tuviste que pegarte a mí hasta un límite que me hacía cuestionar si de verdad era necesario, pero obviamente no me llegó a molestar. Yo aprovechaba protegiéndote con el brazo para que nadie se acercara y ocultando bajo las palmas de mi mano tu trasero para que ninguno lo manosease. Ninguno más, me refiero. Tú reías al sentir cómo aprovechaba esas oportunidades pero te sentías bien de verme tan desesperado. Fue en uno de los giros donde te tuviste que pegar más a mí cuando tu rostro acabó demasiado cerca del mío como para no intentar un beso que, sonriendo, respondiste dándole más pasión de la que imaginaba. Yo te fui a buscar con ternura y me sorprendió tu fogosidad, pero no fue mal recibida. Además... sabes que tengo el problema que esos besos los disfruto demasiado, y mi cuerpo lo demuestra. Sentía como tus labios se ensanchaban en una sonrisa sin hacer una pausa con el beso al sentirme creciendo contra tu vientre. Era imposible disimular nada con tanto contacto... aunque tampoco necesitaba hacerlo.
Cuando bajamos hacia la fuente, ya con otra cara y otras ideas rondándonos la cabeza, compartimos un último rato con tus compañeros antes de introducirnos en la marea de gente que trataba de bañarse y no se lo permitían, aunque sí lograron arrastrarnos hasta perderlos. Cuando fuimos conscientes, trataste de llamarlos para localizarle pero yo inmovilicé tu muñeca y, mirándote fijamente, "ya te he compartido demasiado tiempo. Además, no creo que a ellos les moleste un poco de intimidad, ¿no?". Me mantuviste la mirada con una expresión de saber que deberías llamarlos pero por ésta vez te apetecía más dejarte llevar, además de que era cierto que te apetecía dedicarme algún momento en exclusiva porque sabías que me lo había ganado. Aunque sobretodo era porque habías descubierto que lo estabas disfrutando muchísimo este juego, y que por mucho que te hubieras propuesto lo contrario era demasiado placentero dejarse llevar.
Comenzamos a andar de la mano cómo sí estuviésemos huyendo de algo recorriendo las largas avenidas de la capital hasta que conseguí guiarme e idear el próximo objetivo. Cada pocos minutos tus labios o los míos nos exigían un poco de atención y parábamos al otro en las esquinas para saboreamos, cómo si fuésemos de nuevos adolescentes. Era increíble volver a sentir el fuego de la última vez hace años, pero con la esperanza y los deseos de nuestra mente de ahora. Yo te apoyaba contra la pared y tú, en lugar de limitarte a dejarte hacer cómo de niños, preferías engancharte a mi cabellera y vengarte con mordiscos cada vez que estimulaba tu cuello. Me gustaba susurrarte en cada parada todas las cosas que me habían sorprendido de tu versión de ahora, intercaladas con todo lo que me encantaba de ti y seguía ahí. Sentía cómo te volvía loca que te describiese una a una las razones que me provocaban haber sido incapaz de cumplir el trato, hasta tal punto que estoy seguro me diste muchos besos sólo para que continuase y saber si tenía más que contar. No me pongas a prueba otra vez, porque créeme hay muchos detalles que me enloquecen para que acabe haciendo cosas como esta, y para mi desgracia parece que tienes una concentración de ellas...
Cuando entre una de las calles estrechas encontré una fuente apartada donde los vecinos disfrutaban celebrando entendí que, aunque se saliese de itinerario, teníamos que ir. Porque, o comenzaba saciar mis impulsos esa tarde, o iba a terminar explotando. Así que, cogiéndote por la muñeca cómo unos enamorados de película, te arrastré hasta ella rápidamente. Cuando llegamos nos miramos entendiendo que a ambos nos apetecía, nos dedicamos un fugaz beso y de un salto subí yo primero dejando mis zapatillas en el suelo, pudiendo así ayudarte a ti. Nada más entrar en el agua comenzamos a reír como locos y a celebrar la victoria con los vecinos desconocidos, regalando abrazos y compartiendo palabras de euforia. No tardamos en comenzar a mojarnos entre bromas y entonces me di cuenta que había perdido todo control.
Fui consciente que tu palabra de honor era blanco, pero no fue eso lo que terminó con mi cordura. Nunca podré resistir la imagen de tu pelo mojado y pegado a tu cuello, volviéndolo en negro tan intenso que chocaba con tu pálida piel. Además tus piernas brillaban por las gotas de las salpicaduras y las volvían todavía más apetecibles. Por eso te sorprendió, tras abrazar a un desconocido y buscando mi mirada para compartir la felicidad del surrealismo de la situación, encontrarme devorándose con la mirada mientras me mordía el labio inferior y suspirando intentando tranquilizarme. Entonces fuiste consciente de cómo iba a terminar la noche, respiraste hondo asimilando lo que ocurría, sonreíste aceptándolo y afirmaste con la cabeza dándome el visto bueno por lo que iba a hacer. Luego corriste hacia mis brazos.
Saltaste sobre mí abrazándome con fuerza, y yo ésta vez no tuve el menor reparo en cogerte con fuerza por las nalgas desde debajo de tu falda. Podía sentir en mis dedos tu trasero cubierto sólo por la suave y fina tela de tu culote, atrayéndote con fuerza mientras tú te entretenías devorándome el labio cómo si quisieras arrancármelo. Aunque no te lo pensaba poner tan fácil. Tus manos se aferraban a mi espalda con las uñas ofreciendo un espectáculo que nuestros compañeros de fuente no tardaron en vitorear y comentar pero no nos molestaba, sino que nos excitaba todavía más. Tus piernas abiertas se enganchaban a mi cintura acercándote lo suficiente cómo para sentir lo excitadísimo que estaba que, sumado con el vaivén que te estaba dando con los brazos, te hacia sentir un roce provocando que gimieses en mi oído mientras yo te devoraba el cuello. Es tanto tiempo hablando que conozco lo que te gusta, cariño. Y claramente te estaba volviendo loca.
Tras unos instantes jugando que hicieron temblar tus piernas sentía que se acercaba tu clímax y quise alargarlo un poco así que, con otro beso, volví a apoyarte en el suelo para poder ver tu cara descompuesta de deseo. Era una visión excitante hasta límites que no sabría describir por lo que, con cierta prisa, bajamos de nuevo de la fuente riendo por los comentarios de nuestros vecinos agradecidos por el espectáculo ofrecido.
Cuando nos calzamos de nuevo, di la vuelta y, guiñándote un ojo, les regalé una reverencia que entre risas tú me seguiste. Volvimos con otro fugaz beso y comenzamos a andar con prisa, ya que teníamos prioridades. "¿Dónde me llevarás?", me preguntaste en un susurro acercándote a mi hombro. "Donde pueda amarte como te mereces", contesté clavando mi mirada en la tuya antes de seguir con la carrera. Pude oír claramente cómo tu respiración se cortaba un instante y tu corazón se desbocaba al oírlo. Sabes que llevaba demasiado tiempo esperando mi oportunidad, y te iba a regalar un recuerdo que te ayudase durante mucho tiempo.
Ya era lo suficiente tarde como para haber perdido el último tren hasta casa, que era la primera opción de escenario para hacerme disfrutar de mi compañía; y no tenía el cuerpo como para esperar pacientemente uno de los autobuses nocturnos además de, había que reconocer, habría otros lugares mucho más divertidos en una ciudad inexplorada. Las paradas en el paseo cada vez eran más frecuente, y los besos dieron paso a mis dedos para colarse en algunas ocasiones debajo de tu falda y continuar lo que habíamos comenzado en la fuente que, aunque no te dignases a pedírmelo, tus párpados temblando y tu respiración produciendo gemidos en tu garganta confesaban que estabas muriéndote de ganas de que siguiera. Pero no quería terminar ahí. Además, sentirte agonizando entre mis dedos la verdad es que era muy excitante; aunque más excitante era descubrir lo loba que te vuelves en estas situaciones, y la pasión que puedes volcar al besar en estos casos. Joder, creía que me iba a correr con cada beso...
Fue entonces cuando sentí que estabas realmente cerca, que la siguiente vez que parásemos a saciarnos ibas a terminar en medio de la calle y, por muy morbosa que sea la situación, no quería que te tuvieses que controlar de esa manera, al igual que tampoco quería que fuese sobre la ropa el último movimiento. Buscando como un desesperado entre las calles una estrella como los Reyes Magos que marcase el lugar idóneo, encontré que una señora salía de un portal justo a nuestro lado dejando deliberadamente la puerta cerrar poco a poco.
Era nuestro momento. Te miré, pero en tu cara sólo había éxtasis y deseo por terminar lo que había empezado, lo cuál me impedía conocer tu opinión sobre la idea... no me hizo falta. Si estabas en mi mano, eras mi responsabilidad en ese momento. Así que cogiéndote con fuerza me metí en ese portal desconocido y amplio, oyendo al entrar como reías por el sinsentido que estaba cobrando esa situación. Bendito deseo que saca lo mejor de mí.
Nada más entrar y tras analizar unos instantes cómo era el portal, te llevé a un rincón un poco apartado y, apoyando ambas manos sobre tu cadera, te golpeé con firmeza contra la pared poniéndome entre tus piernas y devorando de nuevo tus labios. Sentía cómo me escocían de los mordiscos, pero el único remedio que quería era más y más besos tuyos. Tus manos parecía que buscaban en mi cuerpo el contacto y se movían sin ningún tipo de patrón apretándome contra ti; cosa que yo tuve que evitar porque me moría de ganas de comerme esas tetas y lo pensaba hacer ahora que teníamos un mínimo de intimidad. Nada mas tirar hacia abajo del palabra de honor me sorprendieron unos pezones erizados y durísimos los cuales, antes de probar, acaricié con la yema de los dedos mientras te miraba a los ojos. 'Estas increíblemente cachonda, eh...', y tu respuesta se limitó a una pícara sonrisa y una mirada baja, admitiéndolo; 'pues ya que me lo he ganado pienso jugar con tu cuerpo como me venga en gana', te susurré alargando las eses y convirtiéndolas en lametones al lóbulo de tu oreja, 'porque quiero que no puedas contener un grito al correrte, golfa. A ver si nos echan...'.Y bajé.
Recorrí, con cierta prisa, tu clavícula de nuevo con besos húmedos de tanto compartir nuestras salivas hasta que encontré por fin tu receptivo pezón y le regalé un bis a bis con mi lengua que pareció hacerte gemir. Una de las manos saludaba al otro pecho suplicándole un poco de tranquilidad, que llegaría su momento, mientras la otra se deslizaba marcando exageradamente el camino por el largo recorrido que separaba tu esternón de esa falda. Cuando llegó a introducir el principio de mis dedos dentro de tu ropa interior, pude sentir entre mis labios como tu pecho se inflaba conteniendo la respiración y deseoso de sentir por fin la atención que tus bajos se merecían.
Cuando llegó, a parte de sentir tus uñas clavándome y escuchar tu garganta gemir, pude notar como realmente estabas empapada, así que opté por no hacerme esperar más. Con rápidos movimientos circulares y usando de apoyo el cuerpo de la mano sobre tu ponte de venus para que los movimientos te rozasen toda la vulva. Tu boca era incapaz de contenerse, y ya dejó de importarte tener los pechos al aire aunque no estuviese atendiéndolos con la boca; pero lo que quería en ese momento era alejarme lo suficiente para tener la perspectiva del espectáculo que me estabas regalando. Sentía como los temblores subían de tus piernas haciendo palpitar también tu vientre, cómo se acercaba el momento que daba la impresión te desplomaría.
Quería llevarte a ese lugar para que recordases durante mucho tiempo lo que fui capaz sólo con dos dedos. Entonces empezó. Empezó la función final. Tus jadeos se apagaron, cerraste los ojos con fuerza y tu cadera palpitó unos golpes finales antes de ver cómo comenzabas a temblar entera. Continué disminuyendo un poquito el ritmo para prolongarte ese éxtasis, y le otorgué un poco más de firmeza por las ganas que me estaba provocando esa visión. Entonces decidí acercarme a tu cuello y regalarle un par de húmedos besos mientras te sentía terminar. Y entonces me di cuenta. Lo mío son las palabras, vamos a tratar de alargarlo sólo usando las palabras...
'Llevaba soñando con este momento demasiados años', te susurraba alargando las palabras logrando que así se alargase tu orgasmo, 'y has intentado negármelo... ¿de verdad crees que me podría aguantar? Has jugado con mi deseo en demasiadas ocasiones como para permitirme carta blanca con tu cuerpo, porque te voy a dar una escapada que sólo con recordarla sentirás temblar tus piernas. Eres mía, cariño. Eres mía porque lo he ganado. Y no te preocupes, te haré mía tantas veces y de tantas maneras que vas a suplicar poder ser mía para siempre. Porque eres una de las personas más excitantes que he conocido nunca, porque con tan solo olerte', acercándome un poco más a tu pelo para poder saborearlo de nuevo, 'eres capaz de sacar de mí los sentimientos más animales. Y eso se merece un premio, ¿no? El premio de hacerte gozar como nunca te creíste capaz'.
Entonces sentí cómo te desplomabas en mis brazos y convirtiendo las caricias de mis dedos en un suave masaje por tus labios inferiores, concluí: 'Porque voy a darte lo que te debo, te voy a conceder un fin de semana que te alegrará los días durante mucho tiempo sólo con recordarlo. Porque te quiero y te deseo como hace tiempo olvidé que podía hacerlo. Y gózalo, mylady. Porque durante estos días sólo existiré para ti'. Cuando me acerqué, giraste el rostro para corresponderme mi beso contestando todas las afirmaciones que yo había soltado hasta ahora.