Feroz: Primera Parte
Ana descubre un nuevo mundo en el que se apoda "Feroz". Cuenta sus experiencias en los distintos bares swinger, fiestas, clubes, vivencias. Como la misma narradora "Ana". Está es una compilación de capítulos de distinta extensión y una oda hedonista al placer de los sentidos.
No tenia reparos en ir por lo que quería, y en cuanto al sexo, sobre todo al sexo. No podía detenerme una vez que empezaba. Se convertía en una carrera, sin trofeos, muchos orgasmos, y una tranquilidad tremenda por la vida.
Solía ser intimidante, o eso decían mis amigas. Porque ir por lo que quieres en una cultura patriarcal te convierte en puta. Yo nunca me sentí de ese modo, daba riendas sueltas a mis fantasías, y siempre dejaban de serlo.
Todo este tiempo me he tenido que reinventar en el ámbito sexual, aprender nuevas técnicas, nuevas modas, nuevas posturas, y nuevas maneras de autosatisfacerme. No puedo negar que el tema me interesaba mucho, y no solo la teoría, porque de que sirve saber tanto si no puedes comprobarlo.
Logré ingresar a un mundo completamente nuevo para mí, repleto de hedonismo, y una oda perseverante al placer. Cuando ingresas en este lugar, se abren puertas que jamás pensaste tener, y solo basta con entrar a todas ellas.
Tenía un trabajo que me permitía poder costear estos placeres, y las fiestas, los putos que pagué, y todo lo que también gané, nunca me faltó, porque el sexo siempre trae buenas influencias. Sin embargo, lo que me atraía de este mundo era que podía satisfacer mi pecado favorito "La lujuria".
Lo mío era netamente pasión, amaba darle a mi cuerpo todo lo que se le antojara. Me gustaba tener un alter ego, ese nocturno, feroz, que no conocía límites, y que tampoco los quería.
Me encantaba el color frambuesa, mi ropa era siempre de ese color, y se transformó en mi marca personal cuando iba a jugar. Cada vez que me ponía lencería sensual, sentía que esta prenda se aferraba a mi piel convirtiéndose en un tatuaje, en una osadía, en un fuego, me volvía una fruta, deliciosa, ácida y dulce, con detalles hermosos, esas pequeñas bolitas rojas que la componían, con ese sabor, con esa sensación, me transformaba, y me sentía feroz, deseada, apetecida, y me ponía a rondar solo con esas prendas y un portaligas por toda la habitación.
Llevaba el pelo recogido, y caminaba con garbo y con mis grandes piernas largas, con mi trasero pequeño pero levantado, y mis senos, redondos y frutales. Miraba a las distintas parejas en la sala, escogiendo a qué grupo quería integrarme. Los cuerpos se lamían, y besaban, penetraban, comían, y yo quería pertenecer a ese "Festín desnudo".
Me senté frente a una pareja que consumía coca.
La chica rubia consumía de 3 líneas, y se enderezaba la nariz, o hacía ese gesto. Me quedé mirando, escuchando curiosa. Luego, el chico también halaba. Ambos me miraron, y la rubia se pasó la lengua por los labios, y el tipo se agarró el paquete. Sus pupilas se hicieron grandes, y él se paró de un salto, y nos observó sin dejar de tocar su miembro.
La rubia, que se llamaba "Sophie" una franchute recién llegada a Chile, me dijo en un precario español:
-Sí, mer...Please.
(Mínimo).
Me invitó a pegarme una línea, y accedí.
La música cambió, y se escuchaba un bossa nova tentador.
Yo sentí un deseo por bailar, y agarre a la chica por la cintura, y me la lleve a danzar. Nos pegamos gloriosas "Teta con teta" y nos restregamos por un rato, mientras, el hombre que venía con ella no dejaba de agarrarse el pene. Le pregunté a Sophie:
-¿Your boyfriend?
-Non, un ami.
-Ok, cool. ¿Do you speak english?
- A bit.
-¡Ok! kiss me.
Nos besamos en un sabroso y jugoso beso que se prolongó hasta que nuestras bocas comenzaron a buscar nuestros pezones. El hombre seguía tocándose el pene, y no dejaba de observarnos.
No me intimidaba, me gustaba de hecho, que me mirara con esa cara de pervertido, de animal enjaulado. Imaginaba que en el momento menos esperado aparecería de la nada, y me lo metería todo.
La rubia tenía mis tetas en sus manos, y las chupeteaba deseosa. bajé mis manos hasta el final de su vestido, y agarré sus muslos con mis garras, las apreté, ella gimió, y descubrí que no llevaba ropa interior. Estaba ardiendo, estaba mojada. Tan lubricada, que me tenté, y metí un dedo. La masturbé rico por un rato, y metí otro dedo más, sus ojos se turbaron, y echó la cabeza hacia atrás levemente. Yo pasé mi brazo por su espalda, y ella se afirmó en él. La rubia gritó:
-¡Julián,!
Y Julián corrió hacía nosotras, no dejaba de manosearse, y estaba obsesionado masturbándose sobre la ropa.
Sophie, le quitó las manos del paquete, y bajó los pantalones de Julián.
Julián tenía una postura infantil, y se dejaba desnudar por Sophie.
Y Sophie se tocó la cabeza en señal de que estaba loco. Julián dijo:
- No, no estoy loco, Sophie culia. Esta maraca francesa me tiene hasta las huevas con sus pendejadas. Le gusta que me paré aquí como imbécil mientras ella me desnuda, y me usa de juguetito sexual.
-¡Ah! Pensaba que de verdad tenías un problema mental.
-No, es todo parte del juego de hoy. Nos gusta jugar a los roles, y hoy soy el imbécil enfermo que no sabe quitarse la ropa sola.
-Comprendo, sutil.
- No tengo nada en contra de las personas con necesidades especiales.
-Súper, exprésate mejor entonces.
-Ok.
-Mira, tranquilo. Igual follaremos, porque eso quiero, además me parecía exquisito verte ahí parado tocándote como un perverso.
Me quedó mirando mientras ya quedaba absolutamente desnudo.
Sophie le tomó la mano y lo acostó en una de las camas exquisitas que estaban dispuestas para tener sexo. Frente a esta cama había una vista maravillosa y verde. Se escuchaba la naturaleza salvaje, y nosotros nos uníamos a esa música animal.
Continuara...