Fernando, mi primer amor
Fernando me estrenó como la mujer que siempre quise ser.
... entonces Fernando me dijo: “tienes una colita muy atractiva, pareces una nena”, por lo que no pude evitar de sonrojarme, a la vez que un latigazo de excitación recorrió todo mi cuerpo, erizando mis bellos de la base de la nuca, endureciendo las tetillas que sobresalían de la pequeña aureola y hasta las redondeces que coronan mi preciado huequito anal que tendía a brotar y humedecerse.
Con la voz entrecortada por esa excitación y el miedo que acompaña la decisión de rebelar mis sentimientos e inclinaciones tal cual eran, le respondí con una voz lo más dulce y seductora posible: “¿por qué me dices eso?, ¿de verdad te gusta?”, “¡claro!” replicó,”no te he dicho que pareces una nena, o mejor dicho, una hermosísima hembra que quisiera devorar, uhmm, muy apetitosa”, yo no pude más que insinuarle que si tanto le gustaba esa colita yo nunca podría negársela, se la daría para que me la besara, me la acariciara, me lamiera ese punto de placer indescriptible y entonces luego abrirme a su carne endurecida para que me penetrase hasta que toda esa dureza se transformara en cálido semen bañando mis entrañas.
Y así fue, me tomó con sus grandes manos rodeando mis redondeadas y firmes nalgas, apretándolas una contra la otra, como para que se escondiera mi huequito y comenzó a besarlas apasionadamente, alternando sus besos con caricias casi masaje que me excitaban más y más. Mi minúsculo penecillo que estaba totalmente retraído entre los labios y mis muslos se endureció un poco, pero nunca sobrepasó sus asombrosos seis centímetros, mientras mis bolitas permanecían pegadas a la parte baja de mi entrepierna. Mis incipientes senos no cabían de turgencia en mi lampiño pecho y todo yo me arquee y retorcí como una culebra, cuando el aprovechó para darme vuelta y entonces empezar a chuparme y mordisquearme mi pene mientras con sus dedos buscaba penetrarme por entre las bolitas para causarme un dolor de placer casi desmayo de inconsciencia.
Quise incorporarme para chupar su espléndido miembro, cuya cabeza enrojecida de excitación parecía querer explotar y dejar salir la sangre acumulada que lo endurecía más y más, pero me volvió a voltear y entonces empezó a abrir mis nalgas con sus febriles manos y dejar al descubierto ese ano que comenzó a besar y lamer con amor y pasión. Yo no aguantaba más, mis piernas temblaban y perdían la fuerza, desde mi cintura y hacia abajo quede relajado como nunca antes lo había experimentado, sólo era capaz de hacer ligeras contracciones en mi botón anal que surgía babeando y pidiendo que lo penetraran.
Cuando su miembro rozó mi cara no pude evitar besar y tratar de comerme aquello con lo que siempre había soñado, pero a la vez pensé que debía dejar que él tomara la iniciativa de lo que quería hacer primero, cojerme apasionadamente o abandonarse al placer de mis chupadas devoradoras de carne y leche. El prosiguió penetrándome y ensalivándome mi huequito con su lengua experta, toda mi colita le brindaba un placer de suavidad lubricada con los jugos de nuestra excitación y su saliva. Cuando pude incorporarme un poco, la levante para ofrecérsela casi suplicándole que me penetrara en aquel instante, que no podía aguantar más sin sentirlo al fin dentro de mí.
El comprendió enseguida mis deseos y apartándose ligeramente se incorporó para dejar rozar su pene entre mis resbaladizas nalgas y buscar mi enrojecido, brotado y lubricado huequito. El frotado de su pene hacia arriba y hacia abajo por entre mis babeadas nalgas me imprimió otro profundo placer que aumentó más mi necesidad de que me cojiera desesperadamente. No quería que me lo metiera despacio por aquello del dolor de la primera vez, total muchas veces me había metido los dedos y otras cosas como pequeños pepinos y plátanos, aunque el tamaño de su pene superaba con creces a esos juguetes, quería que me reventara de un solo envión, ofrecerle mi virginidad, todo mi yo…
Pero su estrategia era otra, se entretuvo masturbándose al frotar su pene entre mis nalgas un rato, tiempo que se me hizo eterno por la necesidad de sentirlo dentro de mi, y cuando yo ya me abandonaba y resignaba a no ser cogido, su cabeza se posó firmemente en la entrada de mi culito, comenzando a empujar firmemente, mientras yo instintivamente alternaba el relajarlo y pujar suavemente. En ese juego estábamos mientras el me sujetaba firmemente rodeando mi pecho, y masajeando mis senos con sus antebrazos.
Yo me arqueaba hacia atrás, tratando de no despegar mi cola de su carne, cuando soltando mi pecho, me tomo de las caderas, arremetió más fuerte logrando dilatar mi ano y acomodar dentro toda la cabeza de ese miembro maravilloso. Al lograr esto, ambos quedamos paralizados por un instante de silencio, como preguntándonos ¿y ahora que sigue? Pero la respuesta no se hizo esperar, yo puje desenfrenadamente para abrirme como una flor ante su pene y el instintivamente lo hundió hasta que sentí su abdomen en la parte baja de mi espalda, para quedar otra vez en ese instante de silencio paralizado al haberme penetrado hasta el fondo. No contento con esto comenzó a abrirme las nalgas como para metérmelo más y más, aunque solo fuera una mera ilusión, que nos elevaba a ambos hasta sensaciones de placer desconocidas.
Tras ese instante de parálisis, comenzó lo más maravilloso que haya sentido, el estar penetrado una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez,…, con ese vaivén que se repite y se repite, cada vez que se mueve hacia dentro y hacia fuera al ritmo sincronizado de su pene que juguetea dentro de mi y el ritmo de mis contracciones, cuando me relajo y abro el huequito para que entre y lo aprieto y contraigo para exprimirlo con pasión y locura mientras lo saca.
El sudor comenzó a bañar toda nuestra piel, lubricando las caricias y besos que recibía de aquel amante apasionado, me besaba el cuello, me mordisqueaba los lóbulos me apretaba mis pezones, todo a la vez que seguía el vaivén de dentro a fuera, de abre y cierra, que lo exprimo con ansiedad y lujuria desenfrenada, que me abandono y abro una y otra vez, hasta que empiezo a sentir unas palpitaciones extremas de su miembro en mi interior. Ahí me tomó con más fuerza, sus manos se hundían en mi piel, como buscando mis huesos para sostenerme mas firmemente, mientras vomitaba todo su semen dentro de mi; para luego, tras unos instantes comenzar una calma en sus movimientos, sentía ahora su pene empequeñecerse poco a poco hasta que, a pesar de mis esfuerzos por apretarlo y mantenerlo dentro, resbaló hacia fuera lubricado de un semen rosado producto de su blanca leche y mi roja virginidad.
Con mucha delicadeza se despegó de mí, y dando media vuelta quedó tendido boca arriba, con su flácido miembro de medio lado, apoyado sobre su ingle derecha. Yo sentí un profundo e inmenso vacío en mi colita, que se contraía incontrolada, mientras dejaba escurrir hilos de baba, semen y sangre.
Recogiendo las piernas, me arrodillé ante el y le di un beso profundo, largo y húmedo, mientras acariciaba su pecho, su frente, su pelo. Me acurruque a su lado y coloque distraídamente mi mano sobre su pene, para comenzar a acariciarlo con fascinación y lujuria, bajando hasta sus bolas, suaves, dilatadas de calor y sudor, y tocarlo más abajo, buscando su culito. El se sonrió al verme y yo aproveché para inclinarme y besar su pene, con besitos cortos e inocentes al comienzo, lamiéndole aquellos jugos que lo bañaban, para luego meterlo entero en mi boca y comenzar a succionarlo con un frenesí que crecía conforme el se iba poniendo duro otra vez.
Al alcanzar una vez más todo su tamaño, seguí chupándoselo, pero me era imposible mantenerlo todo dentro de mi boca por lo cual apretaba su cabeza con mis labios, dentro de la boca se la apretaba con mi lengua contra el paladar, para luego chuparlo de arriba abajo, de medio lado, por este lado y por el otro, para luego rodearlo otra vez y metérmelo, hasta jugar con la campanita y sentir la asfixia de una boca llena que no te deja respirar.
Mientras me deleitaba con mi boca de esta manera, le manoseaba las bolas, le acariciaba las nalgas, me atrevía a tocarle el culito, y otra vez las bolas, las nalgas, en un círculo infinito. El se acomodó a mi lado de una manera que comenzó a chupar mi pene y mis bolitas, mientras me acariciaba las nalgas y buscaba a tientas mi huequito, cosa que enseguida encontró introduciéndome de una vez sus dedos; primero uno, el corazón, luego añadió el anular hasta dilatarme otra vez para luego meterme también el índice.
Mi excitación en estos momentos había vuelto a alcanzar límites nunca imaginados, con el ritmo de su succión sobre mi pene, su penetración jugando con sus dedos en mi ano y yo chupando aquel miembro en todo su esplendor, tanto fue así que comencé a sentir que me venía un orgasmo intenso, tan intenso que de mi pene lograron salir unas gotas de un semen casi transparente que el recogió amorosamente con su mano izquierda y llevo hasta mis labios, mojándolos como si fuera una pintura de labios. Yo comencé entonces a chuparle los dedos y el me masturbaba la boca metiéndolos y sacándolos, dando vueltas por dentro de mis mejillas y tratando de sujetarme la lengua, mientras yo los seguía chupando febrilmente.
Mientras chupaba sus dedos, con su mano derecha me tomó por el hombro y me dio la vuelta para, esta vez sin nada de preliminares, meterme su miembro hasta el final y entonces comenzar a bombearme rítmicamente. Yo no pude más que lanzar un grito reprimido de “si…”, “sigue así”, “cógeme siempre”, “¡no me lo saques jamás!”, “quiero ser carne de tu carne”.
Agua Azul.
Espero les guste este mi primer relato, espero ansios@ sus comentarios!!!
besitos...