Fernando

Un chaval se quita el bañador en la terraza mientras un vecino lo observa.

Fernando vive enfrente , desde mi jardín se ve su casa. Hace tres veranos, casi sin querer, mientras regaba, descubrí que cuando cerraba la piscina del pueblo, a las ocho de la tarde, salía a la terraza que está en el primer piso y allí se quitaba el bañador y lo ponía a secar para usarlo al día siguiente. Fernando era un chaval que por entonces había terminado la Primaria y ya comenzaba a despuntar, tenia un cuerpo aún bastante infantil pero como hacía mucho deporte lo tenia bastante estilizado. Era bastante huraño, cuando te cruzabas con él, aunque te saludara, siempre tenía un gesto hosco, y su mirada era torva y sus ojos tremendamente claros, que contrastaban con su piel morena y su pelo negro, siempre me producía una cierta desazón que yo no sabía a que atribuirlo. La verdad es que estos encuentros fugaces me dejaban bastante inquieto.

Así fue que cuando por primera vez lo vi desnudo en la terraza esa inquietud aún fue mayor. La verdad es que creo que él no notó mi presencia y aquella desnudez parecía que para él era normal, en cambio yo me quedé bastante impresionado. Allí estaba desnudo y desde la corta distancia que cubría la calle podía ver que en el cuerpo de Fernando había zonas que comenzaban a madurar.

A partir de ese día, a comienzo de verano, decidí que la hora de riego del jardín sería a partir de las ocho de la tarde. Había días que no lo veía, por una cosa u otra alguno de los dos no acudía a la cita . Pero cuando lo hacíamos, aquello era digno de verse, yo vivía todo el día esperando la hora del riego. A la segunda o a la tercera vez, Fernando se dio cuenta de mi presencia y de mi fijación a la hora de regar aquel ciprés, aún adolescente, al que le dedicaba mucho tiempo, mientras Fernando había convertido en un rito aquel desnudo, que en un principio era algo fugaz, era un visto y no visto. Ahora se demoraba y se recreaba en él sabiéndose observado, se desprendía del bañador lentamente y se preocupaba que lo viera desnudo por delante y por detrás, casi siempre se tocaba la picha aparentemente sin intención, se demoraba en colgar el bañador en el tendedero, dándome la espalda para yo pudiera admirar tranquilamente su culo. A veces se metía en su casa y sin motivo volvía a salir repetidas veces. Y allí me tenías a mí con la manguera en la mano, con la de regar, empapando de agua aquel rincón del jardín y sin atender el resto de las plantas. Hasta que Fernando bajaba la persiana del salón. Era la señal de que el espectáculo había concluido.

La verdad es que me tenía soliviantado en permanente estado de excitación, me masturbaba pensando en Fernando desnudo. Siempre estaba pendiente de cuando salía o entraba con la bicicleta, de cuando iba botando el balón para ir a jugar al baloncesto. Cuando me cruzaba con él en la calle seguíamos saludándonos con un escueto hola o adiós, pero había algo que había cambiado, ahora en la mirada de Fernando había una ligera sonrisa de complicidad, sabía que aquello me gustaba y él disfrutaba desnudándose para mí y mostrarme todos sus encantos que sabía que los tenía.

Ese verano fue corto, pronto comenzó a refrescar y a llover por la tarde, por lo que los días de piscina no fueron muchos. Terminaron las vacaciones y durante el curso apenas si me encontré con Fernando, y cuando eso ocurría volvió a ser aquel chaval huraño del principio.

El verano siguiente, cuando abrieron la piscina yo estaba pendiente de la llegada de Fernando de la piscina, casi siempre en bicicleta, y corría a regar el rincón del ciprés, que como el chaval, había crecido. Fueron pocos los días que Fernando acudía a la cita y aunque seguía desnudándose en la terraza para poner a secar el bañador, parecía que aquel juego ya le cansaba, alguna vez me miraba fijamente casi de forma provocativa y se tocaba la ya polla hasta que se le ponía morcillona y se sonreía con malicia. Pero como digo ese verano, aunque yo seguía acudiendo, la apariciones de Fernando se fueron espaciando hasta desaparecer cuando llegó el final del verano.

Este verano Fernando ya no se desnuda en la terraza y yo he perdido el hábito de regar el jardín a una hora concreta. Fernando ha seguido creciendo como el ciprés, realmente es un adolescente hermoso que sigue yendo a la piscina, que va en bicicleta y que juega al basket en la cancha del parque, que tiene una voz muy peculiar de adolescente y que cuando yo lo oigo lo observo desde la ventana, me gusta verlo.

Esta tarde que estaba solo en casa, mi familia se ha ido a la ciudad de compras y yo he preferido quedarme leyendo toda la tarde hasta la hora del riego. Ha sonado el timbre de la puerta y al abrir me he encontrado con Fernando que venía con un talonario en la mano, vestía con una camiseta del barsa, unos pantalones cortos de deporte y unas deportivas negras. Allí estaba delante de mí con el pelo muy negro alborotado, con esos ojos tan tremendamente azules, moreno por el sol del verano y la vida al aire libre y con una sonrisa maliciosa en la cara.

  • Hola.
  • Hola Fernando ¿Qué quieres?
  • Vengo a ver si me compras alguna papeleta para una rifa que hace mi equipo de basket, porque estamos muy mal de dinero y lo necesitamos para podernos inscribir para la próxima competición – Todo esto lo dice con una gran sonrisa que me cautiva.
  • Bueno, pasa no te quedes en la puerta.

Fernando entra y se sienta en una butaca.

  • ¿Quieres una Cocacola?
  • Vale.
  • ¿Cúanto cuesta la papeleta.,
  • Un Euro.
  • ¿Y qué sorteáis?
  • Un ordenador portátil. Dice Fernando
  • Ya tengo portátil.- Digo mirando su entrepierna que se nota que ya no es la de un niño.
  • Bueno me lo regalas a mí que yo no tengo.

Para no haber hablado nunca tanto tiempo seguido conmigo, se nota que Fernando tiene un desparpajo y también una complicidad por aquellos encuentros las tardes de verano. Decido forzar la situación y le digo:

  • Ya no te desnudas en la terraza.
  • No, es que ya me da corte.
  • Parece que te ha crecido mucho la polla por el bulto que se te nota.

En eso alargo el brazo y desde la butaca que estoy sentado en trente de él, le acaricio con el dorso de la mano la polla. El se sonríe pero no se inmuta.

  • Te compro el talonario entero si te desnudas aquí para mí, como hacías antes.

Sigo sobándole los huevos, ahora con la palma de la mano.

Fernando se ha puesto serio, piensa que se ahorrará el ir de puerta en puerta para vender el talonario si acepta mi proposición.

  • Vale.

Dicho y hecho se pone de pie y comienza el rito, lentamente se quita la camiseta y aparece un pecho liso, con las tetillas aún planas, aunque ya comienza a marcársele los músculos debido al ejercicio sin asomo de vello aunque las axilas ya comienzan a ennegrecer . Después se quita las deportivas y veo que en los dedos de los pies comienza a tener unos pequeños pelos negros .Y por último se baja lentamente los pantalones, debajo no lleva nada y aparece una visión maravillosa, ya que la polla después del sobeo que le ha dado previamente ha crecido, no es precisamente la polla de un niño, está coronada en su base por un moñito de pelos apenas rizados.

Lo atraigo hacia mí y lo cojo la polla.

  • ¿No te han hecho nunca una paja? – Iniciando un movimiento de arriba abajo
  • ¿Ahora me vas a hacer una paja? – Me contesta con la respiración entrecortada.
  • Si tu quieres- Haciéndolo lentamente y recreándome en la suerte sin esperar su permiso

Veo que aquello le está gustando, con la mano que me queda libre le sobo el culo, Fernando está algo envarado pero comienza a gemir de placer.

  • Sigue, sigue. Qué gusto. Joder que paja me estás haciendo. No me podía esperar que esto fuera tan bueno, es la primera que me hacen. ¡Qué me gusta!

Sigo aumentando el ritmo, mientras con la otra mano le acaricio los lisos huevos que son de una textura especial, casi lisos y muy pequeños en proporción con la polla. Le acaricio la entrepierna que la tiene muy suave. Antes de que pueda ir más allá, como era mi intención, Fernando lanza un gruñido de placer, lo polla se le endurece aún más y expulsa dos chorros no muy abundantes de un líquido aún no muy espeso y que denota que no hace mucho que eyacula.

  • ¡Me corrooo. Buuuuaalaaa, que cosa tan buena!

Se sienta de nuevo en el sillón con la respiración entrecortada, se nota que lo ha disfrutado. Me levanto para lavarme las manos. Cuando vuelvo parece que no ha pasado nada. Fernando se ha puesto la poca ropa que traía, está sudando.

  • Me tengo que ir, si por desnudarme era un talonario, por hacerme una paja me tendrás que comprar otro talonario, de todos modos yo traeré dos más.

Me ha sonreído de un modo pícaro y me dice:

  • Me parece que voy a ser el jugador del equipo que venda más papeletas. Hasta mañana.

Menudo negociante. Ha salido y ha dejado impregnado de su olor adolescente el salón.

Espero que mi familia mañana tenga que volver a salir de compras.