Feria de muestras.

Un encuentro fugaz en un evento comercial. Tiene sexo hetero y algo de voyeurismo.

Tener un negocio propio implica tener a los clientes contentos, y para ello tienes que estar al día de los productos, técnicas y tecnologías más modernos y eficaces que puedan interesar a tus clientes. Hoy en día, el sitio para ello son las ferias de muestras, así que, cuando hace un par de años (antes de vernos metidos en esta locura de la pandemia) hicieron en Madrid una de nuestro sector, Carmín insistió en que yo asistiese. Ella se quedaba atendiendo el negocio esta vez y a la siguiente cambiaríamos. Lo ideal habría sido ir los dos, pero por las fechas estábamos en un momento de buenas ventas y no podíamos dejar el negocio desatendido.

Tienes que ir, he estado bicheando la web y un par de nuestros proveedores van a presentar novedades interesantes. Igual podemos colocar un buen pedido a los clientes estos alemanes nuevos que aún no se han decidido.

Está bien, pero no me apetece pasar tres días solo en Madrid.

Anda ya - se rió ella.- Esta parte del negocio es importante. Y además, en estos sitios suelen salir oportunidades “interesantes” del otro tipo- y me guiñó el ojo.- Si te sale algo tienes mi permiso.

Y así me vi, metido en el AVE, camino de Madrid. El viaje fue productivo, ya que me entretuve en revisar los catálogos previos de ciertos productos que se iban a presentar. Efectivamente, a los alemanes les podía interesar aquello, ya que no se decidían entre dos productos de nuestro catálogo y me daba la impresión de que el nuevo podía tener las ventajas de ambos a un precio competitivo.

Por suerte Carmín había sido previsora y me había conseguido una habitación en uno de los hoteles cercanos al recinto. Había pedido una habitación doble, que suelen tardar más en ocuparse. Cama amplia, baño completo. Creo que esperaba que surgiera oportunidad de que me divirtiese. Bueno, si había suerte bien, pero la prioridad era el negocio. Había ojeado unos cuantos productos interesantes para unos clientes y cierta maquinaria.

Hotel, registrarse, ducha rápida, y tirando para IFEMA. Stands, presentaciones, folletos, en fin, lo típico. Hice tiempo un par de horas para la presentación de una empresa con la que solemos trabajar y que iba a presentar unas cuantas novedades interesantes. Por fin comenzó la presentación. La ponente empezó a desgranar las cualidades de los nuevos productos, tolerancias, consumibles, aplicaciones. La verdad, sabía de qué hablaba y además era precisamente lo que mis clientes necesitaban. Una vez acabó algunos de los presentes se fueron a buscar a los comerciales, pero yo esperé un poco. Quería asegurarme de un par de asuntos así que esperé un rato a que se aclarara la sala y me dirigí a la ponente.

-Disculpe, ¿Alicia verdad?

-¿Sí?

-Buenos días. Lefa, de la empresa XXXXX. Somos clientes de hace tiempo. Si no le importa, querría preguntarle sobre un par de puntos respecto del modelo XXXXXX.

-Tengo un momento dígame.

Me atendió muy amablemente y me aclaró las dudas técnicas que tenía. Efectivamente el producto se adecuaba a los parámetros que el cliente me pedía. Además pudimos tener bastante tranquilidad porque otros se habían lanzado a “consultar” con las comerciales veinteañeras de escote y minifalda exagerada. Alicia en cambio era una mujer de unos cuarenta muy bien llevados. Iba vestida sobriamente con un elegante traje de chaqueta. Pelo negro a media melena, ojos azules intensos y una figura que se adivinaba interesante. Era la ingeniero jefe que había llevado el proyecto del producto y sabía todo y más de lo que yo necesitaba para mi cliente. En un momento mientras hablaba se retiró el pelo de la cara y me di cuenta que llevaba un pequeño tatuaje en el cuello justo detrás y debajo de la oreja. Me quedé con el detalle, aunque en ese momento lo que más me interesaba era el producto para el cliente.

Una vez resueltas mis dudas le di las gracias y me dirigí a uno de los comerciales para aclarar temas de precios, fechas de entrega y demás. Cerré un prepedido a falta de consultar con el cliente para confirmar. Lo cierto es que estaba contento, iba a ser un buen negocio con un margen de beneficios interesante. El resto del día lo pasé recorriendo stands, viendo catálogos, haciendo contactos con potenciales clientes y proveedores… lo que se suele llamar una jornada de trabajo fructífero. Al fín, por la tarde volví al hotel. El sábado se había dado bien y la mañana del domingo la reservaría para descansar antes de coger el AVE de vuelta a media tarde en Atocha. Me di una ducha rápida, me cambié y bajé a cenar. El buffet estaba bien surtido y lo cierto es que tenía hambre. En estas ferias a lo tonto a lo tonto se acaba uno haciendo unos cuantos kilómetros al cabo del día. Después de cenar llamé a Carmín mientras esperaba el café para decirle que había encontrado lo que el cliente necesitaba y que mandara un email para citarnos con él y explicarle todo antes de cerrar el pedido definitivo. Un par de comentarios insinuantes (al fin y al cabo estaba en el comedor, no era lugar para cosas fuertes) y le di las buenas noches. En el hotel se alojaba bastante gente del mundillo y muchos se iban yendo al pub del hotel a echar una copa, de modo que yo también bajé. Pedí un gintonic y al retirarme de la barra vi que en una mesa algo apartada estaba Alicia. La mayoría de los clientes estaban más pendientes de las azafatas del evento y de algunas de las comerciales que se alojaban también en el hotel, así que estaba sola disfrutando de la copa. En ese momento me acordé de un tema de dimensiones y tolerancias del producto y me dirigí a ella.

-Buenas noches.

Ella se volvió y me dirigió una media sonrisa amable.

-Buenas noches. Lefa, ¿verdad?

-En efecto, buena memoria. ¿Le importa si me siento? Me ha venido de fábula verla, acabo de recordar al hacerlo un par de cosas que me faltó consultarle esta tarde.

-Siéntese por favor. Usted dirá.

-Pues me ha faltado preguntarle sobre unas cifras de tolerancia y las dimensiones de… -y le desgrané el tema. Ella cogió una servilleta y tomó notas y a continuación empezó a hacer unos cálculos. A medida que le iba haciendo falta me iba pidiendo más información y yo le fui dando las especificaciones que mi cliente le había dado. La conversación era técnica pero interesante. Un par de veces alguno de los clientes que no había tenido éxito con las jovencitas se acercó, pero al ver que hablábamos de temas técnicos rápidamente se marcharon. Aclaradas mis dudas comerciales le di las gracias y le pedí que me permitiese invitarla a otra copa lo cual aceptó.

La conversación se fue volviendo más relajada y me fijé mejor en ella. Alicia esta vez llevaba una blusa color crema que dejaba ver discretamente un escote atractivo y un trozo de ropa interior elegante y una falda a media pierna, lo que me permitió en un momento determinado fijarme en una pulsera tobillera de la que colgaba un dije, concretamente un as de picas con una Q de plata. Ahí me di cuenta que había una oportunidad.

-Bonita pulsera la del tobillo, y a juego con el tatuaje del cuello.

-Vaya, vista rápida. ¿Le interesa la joyería?

-Me interesa más el significado del dije y del tatuaje.

Ella me miró con intensidad y luego sonrió.

-Vamos arriba, te espero en el ascensor.

Mientras ella se dirigía al hall yo fui a la barra a pagar. El camarero se puso a hacerme la cuenta y yo aproveché para mandarle un whatsapp rápido a Carmín: “Conecta seguridad”. Es una clave que tenemos. En los portátiles tenemos un programa instalado que nos permite encender la cámara remotamente sin encender la pantalla. Nos lo pasó un amigo informático y es útil para tener vigilada la habitación del hotel, entre otras cosas. Pagué y me dirigí al ascensor. Subimos y pulsé el botón del piso de mi habitación. Otras cinco o seis personas subían con nosotros. Llegamos a mi planta y bajamos. Caminábamos con normalidad, a una distancia educada pero el silencio iba cargándose de electricidad. Llegamos a la puerta, abrí y me hice a un lado para dejarla pasar. Entró con toda naturalidad y tras ella pasé yo y cerré la puerta pasando el cerrojo electrónico.

Apenas había terminado y me había dado la vuelta Alicia se aferró a mi cuello y me besó con fuerza. A esa edad una mujer no se anda con rodeos, sabe lo que quiere y cuando cogerlo, así que le devolví el beso con la misma intensidad. Nuestras lenguas peleaban invadiendo la boca del otro mientras mis manos amasaban sus nalgas redondas y prietas. Se notaba un deporte suave para darles forma y tono. Ella me iba quitando el cinturón, la camisa y el pantalón. Entre tanto una de mis manos se colaba en su escote atrapando uno de sus pechos mientras la otra subía desde una de sus rodillas acariciando la parte interior del muslo para subir la falda. Al fin llegó a su entrepierna y mis dedos se clavaron en la blonda de sus braguitas de encaje. Alicia echó atrás la cabeza con un gemido, lo que yo aproveché para devorarle el cuello desde el hombro hasta el tatuaje mientras mis dedos bailaban frenéticamente sobre el clítoris comenzando a empapar sus bragas.

Ella entonces se separó de mí y se quitó la blusa, la falda, el sujetador y las bragas. Sólamente llevaba ya unas medias a medio muslo y los tacones. Y, por supuesto, la tobillera. Se dirigió a la cama, abrió las sábanas y se subió al colchón a cuatro patas, con su redondo trasero hacia mí y sus deliciosos pechos colgando balanceando los oscuros pezones de forma hipnótica. Se volvió a mí con la melena cayendo sensualmente por un lateral de su cabeza, dejando a la vista su tatuaje. Sus ojos azules despedían fuego y esa mirada me llamaba.

Eché un rápido vistazo de reojo al portátil abierto sobre la mesa. Sabía que en ese momento Carmín lo estaba viendo todo por la webcam. Me desnudé despacio observando como aquella hermosa madura ondulaba su cuerpo, ronroneando como una gata en celo. Mi poya estaba totalmente empalmada y al verla ella se mordió el labio, anticipando lo que iba a venir. pero ya habría tiempo. De momento me aproximé a la cama arrodillándome en la moqueta. Atrapé sus caderas y la acerqué a mí para enterrar mi cara entre sus nalgas y mi boca en su coño, que a estas alturas ya goteaba de deseo. Ella reaccionó como esperaba con un gemido de placer y yo empecé a jugar con mi lengua en su clítoris y sus labios vaginales mientras mis manos amasaban sus nalgas, recorrían su espalda y su cintura y subían para amasar nuevamente, esta vez sus pechos, pellizcando sus pezones.

Su espalda se tensaba, reaccionando al trabajo de mi boca y así llegó su primer orgasmo, lento, largo, intenso.

Y mientras estaba en él yo me levanté y trepé a la cama. La coloqué a lo largo, mirando hacia los pies, de manera que su bonito rostro y sus bamboleantes pechos quedasen bien a la vista desde la cámara del portátil y apoyé el glande en los labios hinchados y enrojecidos de su coño. Ella misma impulsó las caderas hacia atrás empalándose en mi miembro de un golpe. Noté como llegaba hondo, hasta casi la misma boca de su útero. Tiré de ella, agarrándola del pelo y le volví la cara lo justo para besarla nuevamente con fuerza. A continuación la eché abajo y, agarrando sus caderas, comencé a bombear con un mete saca rítmico. Quería que disfrutase tanto como yo. Miré hacia el ordenador y me imaginé a mi mujer en nuestro dormitorio con su portátil. Seguramente estaría tumbada en la cama masturbándose con alguno de sus jueguetes, quizá ese consolador rojo que es su favorito viendo el espectáculo en la pantalla. Saber que ella lo veía y disfrutaba con nosotros me excitaba aún más y aumenté la fuerza y el ritmo del bombeo. Podía sentir como la vagina de Alicia temblaba, se contraía y expandía en torno a mi poya al ritmo de sus orgasmos. ¡Qué suerte! Era multiorgásmica como Carmín. Sus clímax se encadenaban uno tras otro mientras ella gemía y me pedía que le diera más y más rápido, más y más duro. Sentí como mis testículos se encogían y la avisé de mi eyaculación.

-Dentro, córrete dentro, tomo la píldora. ¡No se te ocurra sacarla ahora! Lléname entera vamos córrete, córrete…

Podría haberle dicho que tengo hecha la vasectomía, pero no era momento, y creo que el riesgo de follarse una poya a pelo era parte de su morbo así que, obediente, aceleré el ritmo hasta vaciarme como una fuente al tiempo que ella tenía un nuevo orgasmo al ritmo de las últimas embestidas de mi poya que iba bajando su potencia tras la eyaculación. Alicia se derrumbó en la cama y yo me tumbé junto a ella, que se acomodó en mi pecho.

-Ha estado de vicio. Cuando se lo cuente mañana a mi cornudito se va a correr en los calzoncillos. No le va a dar tiempo ni a sacar su poyita para meneársela.

-Bueno, pues habrá que darle motivos para que se le vuelva a empalmar, ¿no? -y mientras le decía esto comencé a comerle la boca y amasarle uno de los pechos.

-Tranquilo, jajajaja. Queda mucha noche, déjame recuperar un poco la respiración.

Tumbada sobre mi pecho estuvimos un rato dándonos piquitos. Poco a poco su mano empezó a acariciar mi pecho y luego mi muslo hasta que llegó a mi miembro que volvía a empezar a recuperarse.

-¡Vaya! Vuelve a pedir protagonismo. Pues espera que voy a darle las gracias por lo de antes. -Diciendo esto, Alicia bajó y empezó a lamerme el glande. Mi poya reaccionó endureciéndose y ella empezó entonces una felación de primera clase. Lamía el tronco arriba y abajo, volvía a subir, volvía a bajar chupando mis testículos, ahora uno, ahora el otro. De nuevo subía, para clavar ahora mi miembro en su garganta, follándome con ella, dejándolo cubierto de baba espesa. Mientras tanto mi mano había vuelto a su coño. Un dedo y luego dos se clavaron en su agujero chorreante de flujos y semen que resbalaban por sus muslos mientras el pulgar bailaba en su clítoris. Alicia gemía ahogadamente con la boca llena de mi poya. Así estuvimos un rato hasta que ella no aguantó más. Me montó y con una mano apoyó mi miembro en la entrada para dejarse caer lentamente hasta que su pubis chocó con el mío. Agarró mi cabeza y la llevó a sus pechos que lamí, chupé y mordisqueé agradeciendo su generoso ofrecimiento. Ella se mordía el labio inferior mientras subía y bajaba despacio sobre mí, para luego morderme la boca en un beso largo.

Sus caderas iban acelerando el ritmo mientras yo abría sus nalgas tanto para darle más gusto a Alicia como para mejorar la visión que Carmín tendría a través del ordenador. Alicia cabalgaba sobre mí, cada vez más rápido. De nuevo encadenaba orgasmo tras orgasmo.

-Vamos, préñame, préñame. Córrete por lo que más quieras… ¡Córrete!

Y, obedientemente volví a vaciarme en su útero. El calor de mi semen se mezclaba con el de sus flujos y ella gimió una y otra vez en una nueva serie de orgasmos rápidos e intensos. Esta vez sí se derrumbó agotada, al menos tanto como yo. Nos dormimos casi al momento, hartos de placer.

A eso de las nueve sonó el despertador. Alicia se estiró como una pantera. Tenía un hermoso cuerpo, no cabía duda. Se levantó ágilmente y me agarró de la mano.

-Ven, vamos a la ducha.

La seguí al baño. El agua corrió en seguida sobre nuestros cuerpos mientras ella volvía a besarme. Me enjabonaba haciéndome una paja que puso mi miembro de nuevo duro a pesar del festín de la noche. Se volvió apoyando las manos en la pared alzando las nalgas y dejando su coño ya empapado a mi disposición. Tendría que ser una follada rápida, ya que en un rato tenía que tomar mi tren de vuelta. Así que la penetré de una, percutiéndo rápido y duro agarrado a sus tetas. Ella se acariciaba el clítoris con la mano izquierda mientras con la derecha se apoyaba en la pared. Pronto su coño empezó a abrirse y cerrarse y volví a descargar en su interior.

Salimos de la ducha y nos secamos. Mientras nos vestíamos me fijé que parte de mi semen aún escurría de los labios de su coño en el momento de ponerse ella las bragas transparentes de la noche anterior.

-Esta mañana mi cornudito va a desayunar conejito a la crema como le gusta, jejejeje. -Y me guiñó traviesa. Esa mujer era una bomba, no cabía duda. Nos vestimos y cogí mi maleta. Ella pasó por su habitación a por la suya e insistió en llevarme en el coche hasta Atocha. Conducía un Jaguar impresionante.

-Regalo de mi cornudito. Aunque el espectáculo que le monté en Puerto Rico con tres chicos lo valió.

Pronto estábamos en el aparcamiento de la estación. Salí, saqué mi maleta de la parte trasera y me acerqué a la ventanilla a darle las gracias y despedirme. Ella bajó la ventanilla y me alargó una tarjeta.

-Ayer no te di mi teléfono por si necesitas algo más para el cliente. Ah, por cierto, por detrás te he dejado mi número. Si subes por Madrid de nuevo llámame y tomamos algo.

-Gracias, lo haré, no lo dudes.

-Estamos en contacto, Chao.

Y salió conduciendo con la misma agilidad con que se movía en la cama. Bueno, pensé, mientras me dirigía al andén, el fin de semana había sido productivo. En todos los sentidos.

Pasé al vagón y me senté. Aún me daría tiempo a dar una cabezada en el tren. Es un viaje rápido pero cómodo y con el movimiento del tren pronto estaba adormilado. Cuando me espabilé faltaba como media hora para llegar a destino, así que mandé un Whatsapp a Carmín avisándole. Ella me mandó uno de respuesta:

“Ok cariño, voy saliendo para la estación. Por cierto, espectacular lo de anoche, luego vemos la grabación. Tuve que cambiar las sábanas de lo que me gustó. Y te aviso, espero que me hagas volver a cambiarlas esta noche”. Junto al mensaje me llegó una foto. En ella, sentada en el coche, se veían las piernas de mi mujer saliendo de ese vestido ibicenco que tanto me gusta y entre ellas su chochito depilado, brillante de jugo. La noche del domingo iba a ser igual de productiva que la del sábado. El problema, ¡a ver cómo iba yo a tener fuerzas para ir a ver al cliente el lunes por la mañana jajajajajaja!