Feria de exposiciones

Estás en tu stand en la feria de exposiciones, sola, pero rodeada de hombres. (Aún recuerdo cuando me comentaste: “Es lo bueno de la informática, la mayoría son hombres... y la mayoría no son muy fieles a sus mujeres... al menos cuando están conmigo”).

Estás en tu stand en la feria de exposiciones, sola, pero rodeada de hombres. (Aún recuerdo cuando me comentaste: "Es lo bueno de la informática, la mayoría son hombres... y la mayoría no son muy fieles a sus mujeres... al menos cuando están conmigo").

Llevas tu modelito más "agresivo", una blusa blanca, apretada y semitransparente, con el sujetador del color de tu piel asomando entre los pocos botones apretados, con el escote abierto al máximo. El aire acondicionado hace que tus pezones estén enhiestos y se marquen claramente en la blusa. También unos pantalones negros, de lycra, ajustados a tus caderas.

No te importan las miradas lujuriosas de los hombres que pasan por delante tuya, ni sus ojos cargados de deseo. Te encanta el juego de la seducción y te gusta más ser el objeto de su pasión. Sonríes, con tu PC portátil sobre la mesa del stand, con aire ausente cuando te veo frente a mí; voy acompañado por unos compañeros de trabajo y dándole un codazo a uno de ellos comento algo acerca de ti. No sabes si te he reconocido, pero las sonrisas de mis acompañantes te hacen creer que sí.

¡Qué vergüenza! Estás nerviosa y te haces la despistada, como si no me conocieses...

Entro solo en el stand. Tu sigues fingiendo que no me has visto, ocupada con tu ordenador. Me acerco y te saludo. Me miras y te haces la sorprendida, me dedicas un sonrisa pero me fijo más en el rubor que aflora en tu cara. Te levantas y nos besamos en las mejillas. Vuelvo a respirar tu olor. Ese olor que me vuelve loco.

Mi mente vuela muy lejos de aquí, contigo; recordando todos los días de pasión que hemos pasado juntos. No lo puedo evitar. Mientras hablamos de cosas banales, mi vista baja hasta tus pechos que parecen querer salir de tu sujetador y tu blusa blanca. Me piden a gritos ser liberados para darle todas mis atenciones que tanto te gustan. Noto como tus pezones se endurecen todavía más. ¡Joder, que sexy estás! Siento deseos de hacerte el amor allí mismo.

Tu cabecita tampoco para de trabajar. Acabas de verme y ya estás mojada. Sientes la humedad saliendo de tu vagina hasta tus pequeñas bragas. Te alegras de llevar un pantalón negro y continúas ruborizándote. Tampoco puedes evitar mirar de reojo mi bragueta. Te imaginas mi pene y mis testículos allí guardados. Piensas en esa polla que tanto placer te ha dado. También la quieres, ahora mismo, necesitas sentirla dentro de ti.

Encuentras una posible solución a nuestra pasión. Quizás sea algo descarado pero nuestro deseo supera a nuestra vergüenza. Me pides que te siga. Te acercas al stand de al lado y le dices a la azafata, con la que has hecho bastante amistad si puede vigilar durante unos minutos el tuyo. Que soy uno de tus mejores clientes y quieres enseñarme algo que tienes en el pequeño almacén de la feria. Que no tardarás nada. Ella acepta y te dice que estés tranquila, que se ocupará de todo.

Me acerco a mis compañeros y les digo que me esperen en el bar, pues quieres enseñarme algo. Esbozan una sonrisa maliciosa imaginándose lo que me vas a mostrar y se dirigen hacia la cafetería. Entonces comenzamos a caminar, juntos pero separados. En silencio, deseando llegar a un destino que se nos antoja eterno.

Notamos nuestras miradas del uno en el otro. La mía en tu escote... y te gusta. Te adelantas un poco, dejando que me recree con el movimiento de tus nalgas. Sabes que estoy deseando llevar mis manos a tus nalgas, a tus pechos... y te imaginas lo mucho que me está costando aguantar entre tanta gente.

En cada esquina que tomamos, reduces tu paso, dejando que te atropelle. Dejando que apoye mi entrepierna en tus nalgas, que mis manos rodeen tu cintura (e incluso se atrevan a subir) para evitar que te caigas. Por momentos creo que te vas a perder y allí mismo, en el pasillo, siento ganas de arrancarte la ropa y poseerte con pasión.

Llegamos a los almacenes, y para nuestra consternación, están llenos de gente llevando y trayendo paquetes. Pero vemos que hay menos gente en un pasillo. Entre cajas y cajas, te detienes. Te giras y abriendo los brazos recibes mi apasionado abrazo. Te beso desesperado; nuestras lenguas se enredan. Mis manos suben y desabrochan tus botones, prácticamente arrancándolos. Notas toda mi impetuosidad bajo los pantalones, apoyado en tu ingle.

Sigue pasando gente por otros pasillos, aunque no sé si se fijan en nosotros. Echas tu cabeza hacia atrás, dejando que mis labios desciendan por tu cuello, iniciando el camino que marca el canalillo de tus pechos... Mis manos se pierden bajo tu sujetador, forzando a que tus senos salgan al aire, puntiagudos de placer.

Estoy muy excitado, ojalá la noche anterior hubiese sabido que estabas aquí. Tenemos poco tiempo, eso si no nos sorprenden en cualquier momento.

Entre las cajas seguimos besándonos apasionadamente. Nos tocamos las nalgas por encima de la ropa. Tus manos se deslizan hacia mi cinturón. Lo desabrochas, después el botón y bajas la cremallera de mi pantalón. Metes tu mano buscando mi pene y tropiezas con él. Está tan duro que el glande se asoma por arriba de los slips. Lo agarras por encima de ellos y lo aprietas. Esto hace que alcance su máximo tamaño y dureza. Luego introduces la mano por dentro sintiendo todo mi calor. La bajas buscando mis testículos que pones en la palma de tu mano, apretándolos con suavidad.

Mientras, yo sigo acariciándote las nalgas y tus hermosos pechos que ya están totalmente fuera de tu sujetador. Bajo mi boca hasta ellos y comienzo a lamértelos con pasión. Meto tus pezones en mi boca, los muerdo, los chupo. Se te ponen mas oscuros e hinchados. Mis manos desabrochan tu pantalón y me cuelo en tus bragas. Llevo mi mano a tu coñito. Lo aprieto mientras un dedo se va colando en su interior. Encuentro tu delicioso clítoris y comienzo a pajearte. Tú has dejado mis huevos y me masturbas como puedes dentro de mis calzoncillos.

Por nuestras mentes pasan mil ideas. Recordamos todas las veces que hemos estado juntos. El placer que nos dimos y el que sentimos ahora. Estamos exponiéndonos a que nos vean pero no podemos parar. Miramos de reojo alrededor. Vemos algunas cabezas que pasan a unos metros de distancia. Te digo que necesito poseerte ahora mismo y tú me pides que lo haga. Me arrodillo y te quito los pantalones dejándote las tangas puestas. Las aparto un poco. Noto lo húmedas que las tienes. Acerco la cara a tu sexo. Lo huelo. Como me gusta tu perfume de hembra. Saco la lengua y te lo lamo. Al momento coges mi cabeza y la aprietas contra ti. Después tiras de ella hacia arriba para que me levante. Lo hago y te beso la boca. Me bajas los pantalones y los slips hasta los muslos. Ahora te arrodillas tú y me das una rápida pero buena chupada en el glande, te lo metes entero y lo succionas.

Escuchamos voces cercanas. Me agacho. Me siento sobre unos cartones apilados en el suelo. Te pones de rodillas, con las piernas abiertas, encima mía. Nos abrazamos, comiéndonos las bocas y restregando nuestros sexos. Te la voy a clavar ahora mismo. Te agarro las nalgas y te vuelvo a descorrer las braguitas, te levanto un poquito, lo suficiente para poner la punta de mi pene en tu rajita, justo en tu entrada. Te suelto de golpe y caes hasta chocar con mis testículos y mis muslos. Te la he metido de golpe y oigo como se te escapa un gemido de placer. Estás tan mojada que mi verga te ha entrado sin dificultad, entera. Te sientes llena de mí. Mi miembro ocupa toda tu vagina. Nos quedamos inmóviles unos momentos. Después empiezas a moverte, mueves tu culo adelante y atrás sin que se salga un centímetro de mi miembro de tu coñito hambriento. Mi manos te agarran los senos. ¡Dios, como me gustan tus tetas! Son tan hermosas que nunca me cansaré de tocártelas.

Te pones de rodillas con cuidado sin que se salga mi verga de tu cueva. Empiezas a subir y bajar con mi palo clavado en tu raja. ¡Joder, me encanta que me folles! Sin soltar tus pechos los acerco a mi boca, te lamo los pezones con mi lengua hasta ponértelos aún más duros e hinchados. Luego meto uno en la boca, lo chupo, lo succiono y lo mordisqueo con los labios. Después hago lo mismo con el otro. Noto un ligero temblor en tu cuerpo. Acabas de correrte y noto todos mis huevos mojados de tus jugos calientes. A mí me falta todavía un poco. ¿Te podré sacar otro orgasmo? Creo que sí. Eres la tía más cachonda y multiorgásmica que conozco.

Mientras descansas entre suspiros, durante unos momentos, aprovecho tu boca semiabierta para meter uno de mis dedos dentro. Me lo chupas hasta dejármelo bien empapado con tu saliva. Entonces lo llevo hasta tu ano, lo acaricio y comienzo a introducírtelo. Tú has reanudado tus movimientos y sigues follándome. Ahora también me muevo yo, siguiendo tu ritmo. Siento que se acerca el éxtasis y te pido que no pares, que sigas, más fuerte y más rápido.

Te excitas más de verme a mí tan excitado. También notas como te va a llegar otro orgasmo. Te sientes tan rodeada, tan fundida conmigo. Tu pezón no sale de mi boca, tengo tu pecho bien agarrado. Mi dedo completamente metido en tu hoyito trasero. Y mi verga entra y sale, sale y entra de tu conejito caliente y húmedo. ¡Ya, cariño! ¡Ahí va mi semen para mi niña golosa! Vente ahora conmigo. Hasta el cielo amor... Déjame que te llene entera con mi placer. Vaciar dentro de ti todo mi deseo... así mi vida... ¡aaahhhhhhhhh!

Nos levantamos y rápidamente nos vestimos entre repetidos besos. Una sonrisa de felicidad se dibuja en nuestros rostros. Iniciamos la vuelta a tu stand mientras confabulamos planes para esta noche. Quedan dos días de feria y dos noches para nosotros. Me dices que tengo unos compañeros de trabajo muy guapos con tu sonrisa picarona. Te propongo dos ideas que se me ocurren. Una, pasar la noche los dos solitos haciendo el amor hasta quedar rendidos de sueño. Dos, si puedes convencer a tu amiga del stand de al lado que me gusta mucho (ahora la sonrisa maliciosa es mía) podríamos montar una pequeña orgía los cinco. Bueno, quedan dos noches, tú decides que hacemos, preciosa.