Fenómenos extraños en la calle del Toboso
Lo que os voy a contar, los puede dejar perplejos. Muchos no me lo van a creer. Otros pueden empezar a decir que he perdido el juicio. Sin embargo os juro, que todo lo que vais a leer a continuación ha sido sacado de la más verídica realidad y de las experiencias que viví en aquel piso de la calle del Toboso ...
Fenómenos extraños en la calle del Toboso.
Lo que os voy a contar, los puede dejar perplejos. Muchos no me lo van a creer. Otros pueden empezar a decir que he perdido el juicio. Sin embargo os juro, que todo lo que vais a leer a continuación ha sido sacado de la más verídica realidad y de las experiencias que viví en aquel piso de la calle del Toboso, del madrileño barrio de Carabanchel, donde estuve viviendo por unos días, pues fueron tan fuertes las experiencias vividas que aterrado me largue de aquel lugar y desde entonces no puedo conciliar el sueño una noche entera.
Resulta que había conseguido un buen trabajo en Madrid y estaba buscando un piso de alquiler donde poder instalarme. Y la oferta de la calle del Toboso me provocó el interés, era un piso de tres habitaciones, en muy buen estado y a un precio de risa. Tan bajo precio no esperaba conseguirlo y de verdad que no hice muchas averiguaciones para conocer las causas. Alguien me dijo que ese lugar era un poco misterioso, pero como yo soy ateo, de verdad que no me dio la más mínima preocupación. Que cojones voy a creer yo en muertos que salen, ni en casas embrujadas, ni leches. La oferta no me la podía perder y gracias a que existen en este mundo tanta gente supersticiosas yo me iba a poner las botas. Alquilé el piso sin la menor preocupación.
Al día siguiente me mudé al lugar y de verdad que estaba muy contento con mi nueva casa.
A la noche siguiente, no era muy tarde cuando alguien llamó a mi puerta, miré por el visillo y ante mí tenía a un hombre muy masculino. De verdad que no pude verlo detalladamente, pero no tardé en abrir la puerta y preguntar que deseaba. El visitante me dijo que era fontanero, que el dueño de la casa le había pedido que revisara las instalaciones de la cocina, que le había reportado un salidero. El tío se me presentó como Raúl, que además era el ocupante del piso contiguo, según me dijo.
Como este hombre me inspiró confianza, además de otras cosas, lo dejé pasar a realizar su trabajo. Trajo consigo sus herramientas y las puso en el piso de la cocina. Yo pensé que este tío me iba a cagar toda la casa, con lo que me mortifica a mi tener que limpiar y a esa hora. Y me pidió permiso para quitarse su camisa. De más está decir que yo se lo di, tomé su camisa en mis manos y me fui a mi habitación en busca de una percha y cuando regresé el tío estaba metido debajo del fregadero, haciendo su trabajo.
En ese momento, me acordé de mi madre, y de cuando era niño y venían hombres a hacer algún trabajo en mi casa. Yo me ponía en primera fila y me quedaba observando como trabajaban, como sudaban y así se me pasaban las horas. Mi madre confundida, siempre solía comentar, como le gusta a mi hijo el trabajo de construcción, seguro que cuando sea grande va a ser arquitecto. Bueno, la predicción de mi madre no se cumplió, pues nunca me hice arquitecto, pero su perspicaz observación por mi vocación si, pues de mayor mi gusto por ver a los hombres trabajar y sudar me convirtió en maricón. ¿o follar no es el trabajo en que más sudan los hombres? Y ahora aquel tío trabajando en la cocina de mi casa me tenía descontrolado. No le perdía pie ni pisada a ninguno de sus movimientos. Y como él estaba muy ocupado en su trabajo, de seguro que no se iba a dar cuenta de que lo estaba disfrutando con mi vista. Ahora podía detallar su cuerpo. Se trataba de un hombre castaño, de unos 35 años. Sus brazos eran fuertes y en cada uno de sus movimientos se marcaban sus músculos, que cubiertos por unos vellos suaves lo hacían muy apetitoso. Su pecho era muy hermoso, sus vellos le cubrían el pecho y se replegaban a su ombligo para después ensancharse hasta donde podía ver el cinto de su pantalón. El sudor lo empapaba, lo que lo hacía más apetitoso. Por eso cuando él me pidió si era tan amable y podía ayudarlo para apretar mejor la tubería no dude en brindarme y pronto estaba yo también tirado por el piso, apretando donde él me pedía y con mi cuerpo tan cerca del suyo que sentía su olor a macho de tal forma que me estaba enloqueciendo.
A cada apretón que daba con las llaves, sus brazos sudorosos se acercaban a los míos y me mojaban con su sudor. Primero tímidamente me alejaba de su contacto por temor a cabrearlo, pero al observar que a él eso no le levantaba ningún rechazo, no esquivé más su contacto y de verdad que me estaba empalmando. Yo también estaba sudando y además estaba empalmado de sentir tan cerca el contacto de este hombre. Cuando terminó estábamos los dos muy cerca y sentados en el piso de la cocina y sin mediar una palabra el tío se acercó a mí, con sus brazos acercó mi cabeza a la suya, nuestros labios se acercaron y comenzamos un beso tierno y delicioso.
Yo tomé la iniciativa, rápidamente comencé a besarlo con mucha pasión, mi lengua entró en su boca y pudo saborear su aliento, era exquisito y rápidamente pasé a saborear con mi lengua su cuello y fui hasta su pecho y comencé a disfrutar sus pezones. Se los fui lamiendo de uno en uno, mi saliva mojaba su hermoso pecho velludo, mis manos acariciaron sus nalgas. Pronto me di cuenta que custodiaban un culito que me sería un encanto disfrutarlo. De seguro que estaba al borde de darle a Raúl una tremenda follada, no se me iba a escapar. Pero pronto comenzó una lucha entre dos hombres y la fuerza de Raúl me puso debajo de él. Mi camisa me la despojo con fuerza, no se molestó en desabrochar los botones sino que con fuerza prácticamente los arrancó, dejando mi pecho a su disposición. Lo miró unos instantes con deseo y mis tetillas fueron a ser el disfrute de su boca. Con la lengua las lamía de una forma que me retorcía de placer, luego las succionaba y mi cuerpo entero se estremecía. Finalmente las mordisqueaba y eso me hacía retorcerme de placer. Poco a poco me fue controlando. Mis intentos de follármelo se empezaron a desvanecer en mi cabeza y empecé a disfrutar la forma en que me estaba dominando aquel macho. Acabó de quitarme toda la ropa, me dejó totalmente desnudo en el piso y comenzó a mamarme los huevos de una forma salvaje y poco a poco su lengua se acercaba a mi culo entrando entre mis nalgas. Cada caricia con su lengua a mi culo me hacía saltar, como si me estuviera electrocutando y mi esfínter fue cediendo poco a poco y dejó que su lengua entrara, lo que me hacía retorcer de placer y desear con intensidad que acabara de meter su tranca en mis entrañas.
Sin fuerzas quedé tendido en el piso, se despojó de sus pantalones y pude ver su hermosa polla, era grande, jugosa y unas gordas venas la hacía cada vez tomar más tamaño. Puso la cabeza de su polla en la entrada de mi culo lubricado por la saliva de su mamada, me sujetó con sus dos manos a mi cintura y penetró, poco a poco pero de una sola embestida hasta que sentí sus huevos restregase contra mis nalgas. Mientras su polla entraba yo sentía aquel pedazo de carne penetrando mis entrañas, era tan gorda que pensé que me iba a rajar, tan larga que me iba a salir por la boca y tanto placer me dio que por poco me saca la leche de solo metérmela.
Desde el mismo momento que me enculó empecé a hacer esfuerzos por no correrme. Entraba y salía a un ritmo que me dejaba como loco. Para no correrme lo abrazaba, lo besaba y le supliqué que se detuviera unos instantes que estaba al borde de correrme. Raúl continuó follándome, pero con una de sus manos me apretó fuerte los huevos, lo que impidió que me corriera, por el dolor que me causó y continuó dándome tranca con la mayor intensidad.
Su sudor caía sobre mi cuerpo, cuando podía lamía sus hombros y me enloquecía el sabor salado de su sudor que mojaba todo mi cuerpo. De pronto aceleró el ritmo de sus embestidas, sus músculos se contrajeron al tope y sentí como todo su cuerpo se convulsionaba para expulsar la leche de sus huevos llenarme el culo. Al sentir su leche caliente entrar en mis entrañas me corrí de tal forma que mi esfínter se contraía y apretaba su polla lo que le daba el máximo de placer. Luego, extenuados continuamos abrazándonos y besándonos como dos animales en celo.
Raúl se vistió, recogió sus herramientas, se despidió y se marchó. Por el visillo de la puerta lo vi entrar a piso contiguo al mío.
A la noche siguiente, se repitió su visita. Esta vez el único pretexto para tocar la puerta de mi piso era follarme. Ahora llegó más tarde, cerca de las once de la noche. Yo estaba acostado en mi cama, cuando llamó a la puerta, fui a ver quien era sin ponerme ninguna ropa, cuando lo vi abrí la puerta y entró a mi casa y me vio desnudo. Comenzamos a besarnos desde el primer instante. El me besaba por todas las partes, mientras yo como podía le iba retirando su ropa del cuerpo. Cuando llegamos a la cama, solo le quedaba puesto el boxer que tiró sobre una silla y cayó sobre mi en la cama, besando mi boca apasionadamente.
Su cuerpo estaba sobre el mío, su lengua comenzó a acariciar mi cuello, mis pechos y sujetándome mis brazos llegaban a mis axilas casi llevándome al borde de la locura. Me dio tanta lengua que mis sentidos parecía que iban a explotar y finalmente me puso boca abajo y comenzó a darme lengua desde los tobillos, por detrás de mis piernas hasta que llegó al culo y casi me lo come. Me retorcía de placer, le suplicaba que me penetrara, cuando se acostó sobre mi y presentó la cabeza de su polla a mi culo y de nuevo comenzó aquella penetración constante y firme donde mi culo parecía que se iba a rajar. Restregó sus huevos contra mis nalgas y sentí que me empezaba a salir el líquido seminal y entonces comenzaron sus embestidas a un ritmo que se iba acelerando paulatinamente pero cada vez más. Con mis manos no sabía que hacer, daba golpes al colchón, estaba enloqueciéndome y de pronto empezó a hacer algo que me descontroló por completo. Con su polla bien clavada hasta los cojones empezó a subir sus caderas lo que hacía que su polla presionara a mi próstata, en ese momento pensé que me corría, me hacía rabiar de pacer, mordía la almohada, besaba sus manos y ahí fue cuando comenzó a embestirme de forma que su polla masajeaba mi próstata no pude aguantar y comencé a correrme desesperadamente. Raúl cuando sintió mis jadeos aumentó el ritmo de sus embestidas, apretaba mi cuerpo, mis nalgas y comenzó a correrse de nuevo en mis entrañas.
Después nuestros músculos volvieron a la flacidez, pero dejó su polla dentro de mi culo por un rato más, mientras me seguía dando besos en mi espalda y en mi cuello. Cuando me la sacó, nos abrazamos y nos quedamos dormidos placidamente. Cuando desperté al amanecer, ya no estaba en mi cama. Me levanté, me di una ducha y me decidí a salir de mi casa. Cuando bajé las escaleras eran cerca de las 10 de la mañana y en mi camino me topé con una anciana y movido por el interés de conocer algo sobre la identidad de mi furtivo amante, pregunté un poco mostrando no mucho interés sobre como se llamaba el vecino del piso contiguo a mi puerta. La mirada de asombro de la viejecita me dejó perplejo y luego como quien no quiere dar información, entrecortando su voz, me dijo: en ese piso desde hace mucho tiempo no vive nadie. Rápidamente fui más detallado y pasé a describir a aquel hombre maduro que noche tras noche llegaba a mi cama y ahora la viejecita me dejó perplejo cuando me preguntó: ¿Usted conoció a mi sobrino? Mi cuerpo se heló de golpe, mientras sentía una burlona carcajada de la vieja, me llené de terror, salí corriendo por la calle, mis oídos retumbaban y un sudor frío se apoderó de todo mi cuerpo.