Feminizado y emputecido (2)

Continúa mi emputecimiento por webcam.

Escribí éste relato por orden de AMODECROSS, que hace tiempo tuvo a bien imponerme la tarea de publicar una serie de relatos, cada cual «más humillante, depravado y guarro».

Estoy delante del ordenador con la cámara encendida, vestido de zorra como siempre que tengo ocasión, totalmente emputecido.

La pantalla devuelve mi imagen repantigado en una silla con las piernas, vestidas con unas medias rojas hasta medio muslo y rematadas por mis tacones negros, bien abiertas, mientras con una mano me masturbo y con la otra peto mi ahora insaciable culo con una polla de plástico.

La máscara de spandex deja al descubierto mi boca entreabierta de excitación, mientras trato de no perder detalle en la pantalla de cómo me follo a mí mismo.

—Pero que puta eres —escribe mi AMO en el chat.

«Puta» , como me gusta esa palabra. AMODECROSS ha cambiado la manera de dirigirse a mí y, desde que me usó por primera vez, ha sustituido los antiguos diminutivos, casi cariñosos, de «perrita, zorrita o putita», por los más contundentes «mi zorra, mi puta o mi perra», algo que no me ha pillado de sorpresa porque ya me había comentado que cuando tiene sumisa nunca la llama con diminutivos.

—Sí, AMO, soy su puta —reconozco excitado ante mi audiencia.

Llevo más de media hora emitiendo desde una página de webcams amateur para mirones, ante la atenta mirada de AMODECROSS y un puñado de desconocidos salidos.

—¿Te gusta que todos puedan ver lo guarra que eres?

—Mucho, AMO —jadeo con voz entrecortada sin dejar de masturbarme.

AMODECROSS me ha ordenado que no deje de tocarme ni un segundo, sin permiso para correrme, así que llevo un rato clavándome las uñas en mi patética pollita en un desesperado intento por evitar lo inevitable.

—Me voy a correr —aviso avergonzado cuando ya no puedo aguantar más.

—Espera, puta, espera el orgasmo de tu AMO.

—No puedo, AMO, me corro —gimoteo desesperado mientras maldigo al gilipollas de turno que señala en el chat que me falta mucho adiestramiento.

—Córrete, puta —autoriza, por fin, poniendo fin a mi agonía.

—¡AHHHHHHH! ¡Me corroooooooooooo, AMOOOOOOOOOOO! —aúllo mientras eyaculo abundantemente sobre mi vientre.

Apenas repuesto del intenso orgasmo, recojo con mis dedos los restos de semen y me los llevo a la boca, saboreando el momento mientras miro lujurioso a cámara.

—Muy bien, perra —aprueba.

—¡HUMMMM! —articulo como única respuesta, satisfecho por recibir su aprobación, mientras me esmero en no desperdiciar ni una gota.

—Ahora deja de emitir, quiero hablar contigo en privado —ordena cuando termino.

Obediente, salgo de la página mientras me pongo de rodillas ante el ordenador, preparado para la videollamada. Cuando chateamos debo hacerlo de rodillas, salvo que expresamente me pida otra cosa. Siempre me dice lo mismo, que ese es mi lugar en la vida, de rodillas o a cuatro patas, que me vaya acostumbrando.

—Tengo ganas de volver a tenerte ante mi polla, puta —dice cuando me ve en posición ante la pantalla.

—Yo también tengo ganas de estar ante su polla, AMO —convengo.

—Lo sé, zorra —dice seguro de mi afirmación—. ¿Has encargado ya la peluca como te dije?

—Sí, AMO —respondo mientras pienso en las ganas que tengo de ponerme la preciosa peluca morena con mechas caramelo que he pedido a AliExpress—, llegará hoy o mañana.

—Excelente —asiente—. Así podrás estrenarla el próximo lunes —añade cogiéndome por sorpresa.

—Sí, AMO —respondo como un autómata, sin tiempo para pensar o asimilar sus palabras.

—¿Puedes quedar el lunes por la mañana, perra?

—Sí, supongo… —tartamudeo—. Perdón, AMO, quería decir que sí que puedo. —rectifico inmediatamente, con el corazón aún en un puño, sin saber qué sorpresa me tiene preparada.

—Bien, quiero que reserves una habitación de hotel —dice—. ¿Entendido, zorra?

—¿Una habitación? —pregunto—. Sí, sí, AMO. —confirmo apresuradamente.

—No olvides los pantis con aberturas ni el tanga.

Los pantis negros con aberturas y el tanga, también negro, son mis últimas adquisiciones hasta la fecha, quitando la peluca. No conocía ese tipo de pantis, con aberturas en la entrepierna, ni dónde comprarlos, pero AMODECROSS me indicó que podría encontrarlos en cualquier bazar chino.

La mera idea de comprar ambas prendas en persona me aterró, aunque no tardé en sorprenderme fantaseando con que el encargado del bazar descubría mi secreto y me usaba a su antojo, como a una vulgar puta.

Mi fantasía quedó en eso, en fantasía, pero pensé que se me caía la cara de vergüenza mientras pagaba los pantis y el tanga a la dependienta.

—Quiero que te vistas para mí, sin olvidar tu nueva peluca, con los labios pintados de rojo putón. Quiero tener la sensación de que me come la polla una hembra de verdad y no una puta maricona como tú.

—Sí, AMO —respondo temblando de excitación ante la humillación verbal. Me encanta ser tratado de puta maricona.

—Cuando estés preparada me mandas un mensaje —indica—. Y otro a Daniela —añade a continuación mientras presta especial atención a mi reacción.

«¿A Daniela?» , me pregunto desconcertado. Con Daniela, o Daniel, llevo chateando mucho tiempo, desde antes de que conociera a AMODECROSS, pero nunca nos hemos visto en persona. Le hablé de él, o mejor dicho de ella, a mi AMO, e incluso les puse en contacto a través de Facebook cuando aún pensaba que nunca me atrevería a quedar con un macho de verdad, pero no me esperaba algo así para nada.

—¿A Daniela, AMO? —repito tontamente, esta vez en voz alta.

—Sí, puta, sí —responde—. Siempre he tenido ganas de tener dos perras para mí.

Si es cierto todo lo que me ha contado, Daniela es una auténtica perra, pero una perra versátil que en más de una ocasión me ha manifestado sus ganas de follarme.

—Así será, AMO —asiento.

—Eso espero, puta.