Feminizado y emputecido (1)

Por fin me entrego a un macho de verdad.

Escribí éste relato por orden de AMODECROSS, que hace tiempo tuvo a bien imponerme la tarea de publicar una serie de relatos, cada cual «más humillante, depravado y guarro».

«¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo coño ha podido pasar?» ,pienso mientras espero en el punto convenido a que AMODECROSS pase a recogerme vestido tal como me ha dicho, con un simple chándal que esconde un nada masculino suéter negro de cuello alto, un aún menos masculino tanga negro y unas medias blancas hasta medio muslo rematadas con un coqueto lazo negro, sus preferidas. En la mochila que cuelga de mi hombro guardo mis tacones negros de once centímetros, una minifalda escocesa de color rojo y una máscara de spandex negra, con aberturas para los ojos y la boca.

Si hace unos meses me hubieran dicho que estaría esperando a otro hombre, a un macho de verdad, a un AMO, parcialmente vestido de puta, nunca lo hubiera creído.

Cierto es que mi afición por la ropa femenina venía de lejos, puesto que llevaba media vida vistiéndome de mujer, primero cogiendo a hurtadillas ropa de mi madre y luego comprando yo mismo alguna cosilla, especialmente medias, mi particular fetiche.

¡Pero yo era hetero! ¡Siempre me habían gustado las mujeres que vestían minifalda, medias y tacones! ¿O solo me fijaba en los modelitos que llevaban porque me gustaban para mí?

El caso es que yo tenía novia, éramos felices e incluso toleraba mi afición por el travestismo. Es más, había sido ella quien me había comprado los tacones y la mini que guardaba en la mochila, seguramente convencida de que yo era un pajillero morboso pero inofensivo.

Obviamente, no le había contado que vestir de mujer me hacía desear comportarme como una, ni que para mí la expresión máxima de feminidad era verme sometida a cuatro patas con una polla en la boca y otra en el culo.

Ella tenía razón, yo era un pajillero del montón, al menos hasta que nuestra primera experiencia en una playa nudista me cambió para siempre: disfruté exhibiéndome ante machos de verdad, así que cuando volvimos a casa empecé a tontear con la sumisión por Skype e IRC hasta que finalmente me hice un perfil falso en Facebook, conociendo así a AMODECROSS.

Poco a poco, con infinita paciencia, AMODECROSS se encargó de disipar mis dudas, acallar mis remordimientos y, especialmente, alimentar mi morbo consiguiendo que me emputeciera por momentos: como cuando compartió conmigo como pensaba exhibirme en público vestido de puta, algo que siempre me había aterrado pero que poco a poco se coló entre mis fantasías.

Hoy, ya casi completamente emputecido, espero para vernos en persona por primera vez, con todo lo que ello supone.

Si no salgo corriendo antes.

Un claxon interrumpe mis pensamientos. Dudo durante lo que me parece una eternidad, pero la excitación es tanta que finalmente abro la puerta con mano temblorosa para subirme al coche de AMODECROSS.

—Hola, putita —saluda—. Me alegro de conocerte en persona, por fin.

—Hola, AMO —tartamudeo mientras un escalofrío de excitación recorre todo mi cuerpo. Mantengo la mirada gacha, fija en la alfombrilla, consciente de que no hay escapatoria, de que acabo de dar el paso más difícil.

—¿Has traído todo lo que te dije, perrita?

—Sí, AMO. Todo.

—Te noto nerviosa, pero no te preocupes, te contaré que vamos a hacer: vamos a ir a un motel con plaza de garaje privada para cada habitación —explica—. ¿Confías en mí?

—Sí, AMO.

—Bien, perrita. Antes de arrancar quiero que te quites el chándal y te pongas la minifalda y los tacones —dice con un tono que no debería dar lugar a réplica.

—¿Cómo? ¿Ahora? —respondo alarmado.

—Ahora —afirma tajante—.

—Sí, AMO —respondo cabizbajo mientras empiezo a quitarme, torpemente, la parte de abajo del chándal, dejando a la vista las medias blancas con su coqueto lazo negro.

—Hummmm, me encantan esas medias, putita.

—Gracias, AMO —digo mientras me quito también la chaqueta, saco la minifalda de la mochila e intento ponérmela lo más discretamente posible, calzándome por último los tacones.

—Pareces toda una puta —dice mientras me encojo todo lo posible en el asiento, no ser que alguien desde fuera vaya a verme.

—Solo te faltan un par de detalles, como una peluca y algo de maquillaje, para estar perfecta, perrita —añade—. Para la próxima vez —suelta, sabiendo que, como siempre he temido, una vez que he dado el primer paso seré suyo para siempre.

—Sácamela —dice mientras aún estoy asumiendo sus últimas palabras—. Hay un condón en la guantera.

Abro los ojos como platos mientras veo como mi mano, de forma autómata, abre la guantera para sacar un condón de sabores. «Sabor a plátano» , leo mientras mi mano izquierda busca su bragueta.

Bajo la cremallera rozando a través del bóxer mi primera polla. Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras me quedo contemplando atontado el bulto que forma su polla durante lo que parece una eternidad hasta que, presa de la excitación, me decido a meter la mano bajo su bóxer para sacarla, cogiendo por primera vez, con mi mano desnuda, una polla que no es la mía.

Puedo notar su excitación, como palpita su cálida polla entre mis dedos, deseosa de mi boca, deseosa de mi culo. Ahora también yo la deseo.

Retiro la mano a regañadientes puesto que necesito ambas manos para ponerle el condón de color amarillo chillón. Reconozco que me muero de ganar de probar esa polla a pelo, pero no estoy tan loco, aún no.

Empiezo a inclinarme sobre su polla, pero el cinturón de seguridad me molesta, de modo que, entre pitidos advirtiendo que el cinturón está desabrochado, mi boca ligeramente entreabierta se aproxima, lenta pero sin pausa, a su primera polla, deteniéndome a escasos centímetros.

—Traga, putita —ordena impaciente.

Abro mis labios metiendo poco a poco su polla en la boca, saboreando el plátano, mientras hago hueco con mi lengua logrando que la punta alcance mi garganta casi sin problemas a pesar de que noto como crece en mi boca.

—¿Te gusta tener la boca llena de polla, eh, putita? —pregunta.

Afirmó con un gemido, aunque la respuesta era obvia, apretando los labios alrededor de la polla de AMODECROSS antes de empezar un lento metesaca para ir poco a poco acelerando el ritmo, hasta terminar, prácticamente, follándome yo mismo la boca.

—De hoy en adelante te vas a hartar de comer polla —dice mientras noto como con cada espasmo provocado por mi boca, mi AMO pega un involuntario acelerón.

También yo disfruto de mi primera mamada como puta. Ya lo sospechaba antes de probar siquiera, pero ahora puedo confirmarlo a pesar de la pobre impresión que me está causando mamar polla con condón: soy adicto a las pollas.

—Estamos llegando —señala tras apenas unos minutos que me saben a poco—. Yo no me sacaría la polla de la boca no vaya a haber cámaras, imagino que no querrás que nadie más vea esa carita tuya de comepollas —ríe mientras coloca su mano sobre mi cabeza, que he intentado levantar al oír que estábamos llegando.

Me acuerdo de la máscara que guardo en mi mochila, pero no tengo tiempo para lamentarme de modo que sigo mamando, nervioso, mientras atravesamos la entrada principal del recinto.

Finalmente, tras descender por una rampa, nos detenemos, apagando el motor, pero yo sigo chupando como una buena zorra.

—No me gusta dejarte sin tu nuevo juguete favorito, perrita —ríe—, pero dentro estaremos más cómodos.

De modo que, muy a mi pesar, dejo de mamar, descubriendo que nos encontramos en una plaza de garaje con una escalera que conduce, imagino, a la habitación.

AMODECROSS cierra el portón antes de, galante, invitarme a subir primero, aunque sospecho que es para disfrutar de la visión de mi culo mientras subo las escaleras.

—Desnúdate —ordena tan pronto como pasamos la puerta, mientras deposita en el torno su DNI—, pero déjate las medias y los tacones —matiza.

Mientras me desnudo observo la habitación, con una cama de matrimonio, sofá, mesa de trabajo con dos sillas y espejos a ambos lados de la cama.

—¿Has traído la máscara de spandex, perrita? —pregunta—. Póntela —ordena cuando respondo con un gesto de asentimiento.

—No te imaginas las ganas que tenía de tenerte para mí, putita —susurra, acercándose por mi espalda mientras termino de ceñirme la máscara.

En las manos lleva unas pinzas metálicas unidas por una cadena que pasa alrededor de mi cuerpo, mientras siento por primera vez el roce de una polla erecta contra mi trasero.

—¿Conoces las pinzas de cocodrilo? —pregunta sin esperar respuesta, pinzando mis pezones.

Dejo escapar un grito de dolor cuando siento la mordida de los afilados dientes.

—¡A cuatro patas, perra! —grita inesperadamente haciéndome dar un respingo mientras trato de aguantar el dolor.

Desde el suelo, a cuatro patas, puedo verme reflejado en el espejo, vestido como una puta solo con mis medias blancas, los tacones negros y la máscara de zorra sumisa, permaneciendo absorto hasta que, con el rabillo del ojo, percibo como arroja un objeto sobre la cama: son unas esposas.

—Para después —especifica—. Ahora voy a hacer algo que llevo mucho tiempo deseando —dice situado a mis espaldas.

¡ZAS! El primer azote me pilla completamente desprevenido arrancándome un nuevo grito de dolor.

Pronto las nalgadas se suceden, cada vez más fuertes, ahogando mis gemidos de súplica. No me escucha, no le importa nada, solo castigarme por haber tardado tanto en entregarme.

—Puta.

—Perra.

Siempre había temido no ser capaz de soportar el dolor, pero ser humillado verbalmente me excita a pesar de mi enrojecido trasero.

—Acepta tu destino, tu nueva vida. Solo sirves para satisfacer a machos de verdad, puta.

— Soy tu puta, la perra sumisa de mi AMO —respondo con la voz entrecortada—. He nacido para satisfacer a machos de verdad que no sean una puta maricona como yo —añado aceptando mi naturaleza.

Gimo con cada palabra, con cada golpe, hasta que finalmente los azotes cesan.

—Súbete a la cama, puta —ordena, satisfecho, mientras coge las esposas—. Y pon las manos a la espalda.

—Sí, AMO —contesto mientras me subo a la cama sin quitarme los tacones.

—Ahora te voy a desvirgar este culo de zorra sumisa que tienes —explica mientras me pone las esposas.

El momento ha llegado, sin falta de que me diga nada me inclino hacia delante arqueando la espalda, ofreciendo mi culo. Estoy deseando que me folle, que me llene el culo de polla, que me haga toda una mujer.

—¿Cómo lo quieres? —pregunta tras embadurnar bien mi ano con lubricante, con su polla ya presionando la entrada de mi culo virgen—. ¿Suave o duro?

—Suave, por favor, AMO —contesto.

— Respuesta incorrecta, puta —dice con sequedad antes de clavármela, rompiéndome el culo, sin compasión.

Pataleo e intento zafarme, pero con las manos esposadas a la espalda es imposible puesto que AMODECROSS me sujeta firmemente de las caderas mientras me embiste, a pesar de mis alaridos de dolor, desgarrándome por dentro.

Gruesos lagrimones recorren mi rostro mientras caigo en la cuenta de que la respuesta correcta hubiera sido dejar la decisión en manos de mi AMO.

—Quieta o será peor, puta.

Ensartado, dejo de patalear hasta que, lentamente, noto como mi esfínter empieza a adaptarse al intruso.

—¿Cómo te gusta más, putita? —pregunta con malicia.

—Cómo mi AMO quiera —respondo con la lección bien aprendida.

Se ríe con ganas mientras reanuda la penetración, esta vez con suavidad, poco a poco, hasta que finalmente siento sus huevos contra mi culo.

—La tienes entera dentro, puta —comenta como si no lo supiera ya, empalado como me siento—. ¿Te gusta cómo te estoy enculando, zorra?

—Me encanta, AMO—respondo entre jadeos que empiezan a ser de auténtica puta.

Asiente con un gruñido de satisfacción mientras continúa follándome como la perra que soy, haciéndome olvidar la traumática experiencia anterior. Pronto empiezo a acompañar sus acometidas con mi culo mientras gimo escandalosamente.

—Puta, dime que tu culo es mío.

—¡AHHHHH! —gimo—. ¡Mi culo es tuyo, AMO!

Firmemente sujeto de las caderas, sin posibilidad de mantener el equilibrio con las manos, puedo ver en el espejo como mi culo se bambolea con cada embestida, mientras escucho como tintinea la cadena que une mis pezones pinzados o como de mi boca entreabierta salen gemidos entrecortados pidiendo más.

—¡Soy tuya, tu puta perra sumisa, AMO! —grito borracho de polla.

—Todo a su tiempo, putita.

Sin tiempo a pensar en sus últimas palabras siento como saca su polla de mi culo, dejando un sonoro vacío en mi interior.

—¡Me corro, puta! —avisa.

Alarmado, veo reflejado en el espejo como se quita el condón, temiendo por un momento que tenga la intención de correrse dentro, pero, sin tiempo a reaccionar, se corre abundantemente sobre mi culo.

—¡Qué bueno, putita! —resopla—. Ven, sígueme —ordena mientras encamina sus pasos al baño.

Le sigo obediente, aún con las manos esposadas a la espalda, hasta el baño, mientras noto como la leche resbala por mi piel, haciendo que me sienta toda una puta.

—Ahí dentro, perra —dice señalando el plato de ducha—. De rodillas ante mi polla.

De rodillas ante una polla manchada de semen, que no hace mucho taladraba mi culo ahora palpitante, por un momento fantaseo con la idea de tener que limpiarla con mi boca, algo que me excita, pero también me asusta terriblemente. Pero no estoy tan loco, aún no.

—Solo falta una cosa, putita —dice, e inmediatamente, sin ninguna explicación, orienta su polla desnuda hacia mí y me orina encima.

—Ya eres mía, puta —afirma mientras intento salir de mi estupor, recordando como hacía tiempo me había explicado que toda sumisa debía demostrar la aceptación de su entrega y sumisión a su AMO arrodillada ante ÉL, y que la conformidad del AMO sería dada en el momento en que derramara su orina sobre mí.

Me he convertido en la perra de AMODECROSS.