Feminizado por mi familia (parte 3 FINAL)
Llega el final de esta historia, con un giro inesperado.
E sta es la última parte. No quiero hacerlo más largo de lo necesario. Aquí veremos a mi hermanita muy activa y ya todo lo que viene después...
Al regresar a casa, lo primero que tuve que hacer fue lavar a mi propia familia. Se desnudaron primero mi hermano y mi padre. Les enjaboné con mis manos sus brazos, piernas y luego las vergas, que se empinaron bastante.
- Eres tan puta que excitas a tu propia familia jijiji — rió mi hermanita.
- María no tolerare ese comportamiento — dijo mi madre pero su tono parecía mas complacida que enfadada.
Tras lavar a mi hermano y padre, les tocó el turno a mi madre y hermana. Pude tocar los pechos de mi madre, lo que me causó bastante excitación, pero al tener la pija en castidad, no se notó. Olía el perfume de mi madre y hermana y me excitaba. Tuve que meter dedos en el ano y coño de mi hermana y madre. Luego de ser enjabonadas y lavadas me tocó el turno a mí. Mi joven hermanita se ofreció a lavarme junto a mi madre. Ambas empezaron a refregarme con las manos el jabón, pero mi pene seguía en castidad. Mi hermana jugaba con mi culito riendo traviesa y mi madre me lavó los huevos, pero en ningún momento me quitó de mi castidad y siguió enjabonando.
Una vez terminó la sesión de ducha, cenamos y tuve que dormir así. Apenas pude dormir. Estaba mas cachondo que nunca y las palabras de mi joven hermana resonaban en mi cabeza: “Te juro que voy a conseguirte un novio zorra. Y te gustará. Que digo gustará, te encantará. Me voy a encargar personalmente de que jamás recuperes tu hombría. ¿Quien te crees que dio la idea del programa de feminización?” “ Estoy deseando que mis amigos te cojan” Quise llorar.
No quiero, Dios, no debí copiarme. Las lágrimas salían a brotes de mí. No sé cómo, logré dormirme.
Al día siguiente, mi madre volvió a perfumarme, me puso las braguitas de mi hermana y luego un mini top turquesa muy sexy junto a minifalda roja. Todo de mi hermanita. Pendientes de flores, pintalabios rosa y peluca rubia fue todo lo demás. Realmente parecía una nenita. Mi hermanita apareció riendo traviesa y saltando.
- Estoy deseando ver como te vuelves una zorra. jijiji
Yo no contesté. Me temblaba todo el cuerpo. Era virgen y no quería perder mi virginidad con un hombre. Quería llorar pero como pude me aguanté.
Las amigas y amigos de mi hermana María ya esperaban afuera. Las chicas, de 14 a quince años eran guapísimas: una era pelirroja con coleta, ojos azul pálidos y piel blanca como la leche. Otra era rubia, también recogida en coleta. Luego estaban los chicos: uno era alto, de mi edad aproximadamente: dieciséis. Cabello corto castaño. Otro tenía el cabello rubio, los ojos marrones. Y había otro chico más: era calvo y tenía los ojos castaños también. Tendría quince como mucho dieciséis. Nos despedimos y entramos en la furgoneta que conducía un hombre que estaba dentro del lugar, su piel era negra, era calvo también y bastante musculoso.
Por favor no me temblaron las piernas y no quise entrar.
- Venga nena — me dijo mi hermanita, impaciente y me empujó adentro.
Una vez metidos todos dentro, el vehículo arrancó. Iba sentado e inmóvil. Todo el mundo iba callado. Aquello me extrañó. Miré a mi hermana y vi que tenía el semblante inexpresivo. Ningún rastro de aquella niña traviesa del día anterior o de hacía apenas unos segundos. Al final no aguanté más, pues pensé en lo que me esperaba y dije entre llantos y rompiendo el silencio:
- Por favor María, no me hagas esto.
Ella me miró. Abrió la boca como para decir eso y de repente giró bruscamente en dirección al conductor y dijo:
- ¿Ya estamos lo bastante lejos?
Él se tomó un momento para responder:
- Sí.
Ella suspiró aliviada y yo temblé de terror. Pero entonces pasó algo que no me esperaba: mi hermana me abrazó, me acarició con ternura y me dijo:
- Tranquilo, ya está, ya está. Ya pasó. Estás a salvo.
No lo entendía. Antes de que pudiese decir nada, mi hermanita dijo:
- Santo cielo, lo que he tenido que hacer para sacarte de ahí. Ten.
Escuché un “click” y el candado de mi castidad se abrió. María me retiró entonces el cinturón de castidad y mi pene quedó libre, empinándose violentamente. Ella sonrió, pero no con travesura sino con dulzura. Me acarició la verga.
- Voy a calmarte esto en cuanto lleguemos.
- Llegar... ¿a donde?
Ella suspiró.
- Hermano... Manuel — dijo mi nombre (aclarar que es el nombre del protagonista, por si algún despistado se piensa que es el mío). — Nuestros padres y hermano están mal de la cabeza. Tú lo has visto.
Nunca había escuchado esa clase de voz en mi hermana. Una voz adulta, hablando como si fuera mayor que yo, viera cosas que yo no veía. Una vez más mi hermanita me sorprendió. ¿Todo ese tiempo había estado fingiendo?
- Pero me dijiste...
- Si, si, que yo fui quien propuse eso y tenía razón. Tuve que hacerlo para aparentar. Propusieron mas cosas Manuel, cosas que mejor no sepas. Era lo más suave y además nadie te reconoció. He de admitir, que estas preciosa así — dijo acariciándome.
Me estremecí.
- Perdona — me dijo María — debe ser lo último que quieres oír en este momento.
Asentí. Ella me dio un beso en la mejilla y me sonrió. Me permití sonreír también.
- ¿De verdad están mal de la cabeza?
- ¿Qué clase de padre te mete dedos en el culo? ¿Y que clase de madre ve bien ridiculizarte con tal de no ser expulsado? Por favor Manuel, está mas que claro. Siempre han sido así. Hace tres años que me di cuenta. Tuve que fingir, hacerte eso para que no sospecharan. Pero ya estás a salvo cielo, todo está bien. No vas a tener sexo con chicos, tranquilo.
La abracé aliviado.
- Aún no me has dicho adonde vamos.
- A nuestra verdadera casa. Gracias a lo que has pasado podremos... — vi como contenía las lágrimas — apresarlos y... bueno... viviremos en paz, con una familia de acogida. No sé que pasará con nuestros padres pero... en fin.
No hablamos más. Cuando finalmente llegamos a la casa de acogida, mi hermana y yo fuimos al baño para quitarme la ropa, pero cuando me quedé en braguitas le dije:
- Me prometiste que ibas a aliviarme.
Ella sonrió.
- ¿Te va el incesto guapa?
Sonreí, algo incómodo. No sabía porqué, pero viniendo de mi hermanita no me parecía tan malo que me tratase de nena.
- Mientras no te ensemine no tiene porque pasar nada.
Ella rió. Mientras me acariciaba la verga me dijo:
- ¿Qué te hace pensar que vas a follarme? ¿A tu hermanita? ¿Eh perrita? Si soy yo si te gusta ¿verdad?
Me estaba masturbando y estaba calentísimo.
- Sí... gemía.
De repente paró de masturbarme.
- Pues si eres tan perrita ponte a cuatro patas. Ya.
La obedecí. Volvía a escuchar su risa traviesa de niña y por un momento temí que todo fuera un montaje... pero no lo era. Su cara era dulce y amable, todo amor. Me besó en la mejilla y salió del baño un momento. Al regresar, traía un arnés de cintura. La polla era realística.
- No vas a mamar una auténtica pero... esta valdrá.
A pesar de lo que podáis pensar, si que opté por mamar esa polla. No era real y andaba tan caliente que no me importó. Me la metí en la boquita mientras mi hermanita gemía. Primero me la metí entera hasta que contactó mi boca con los huevos. Luego saqué lentamente, centímetro a centímetro. Mamé con dedicación mientra mi hermanita decía:
- Ah, puede que si seas un poco nenita después de todo.
Seguí mamando, lamí y besé y tras un rato, mi prima se puso detrás mía (recordad que estaba como perrita) y empezó a meter lentamente. Me dolía un poco pero lo metió con tanta dulzura y calma que cuando estuvo totalmente dentro mía el dolor fue pasando. Lo movió adentro y afuera lentamente y cada vez más deprisa hasta que ambos gemíamos. Luego me sentó en la verga y lo cabalgué durante unos minutos mientras besaba por primera vez a mi hermana en la boca. Saber que era incesto me excitaba aún más. Y finalmente María se quitó el arnés, lo tiró por ahí, se subió en mi verga y metió toda su conchita dentro mía. Casi me corrí. Sentí un placer indescriptible. Me cabalgó y mientras yo disfrutaba e intentaba no correrme. Vi como le botaban los pechitos y la besé en el cuello y boca y aspiré su dulce aroma.
Se puso a cuatro patas y la penetré analmente y luego por su vagina. Chupé la vagina y finalmente me hizo una mamada. Metió hasta su garganta, hasta que tocó mis testículos. Mi verga estaba muy roja, señal de que estaba muy muy caliente. La mirada de mi hermanita me derretía y no me explicaba como no me había venido aún. Lamió, besó mi glande y resto de mi pene y finamente, no pude más y avisé que me venía. Y ella abrió la boquita y lo tragó todo. Guiñándome un ojo, se tragó toda la leche, limpió mi verga con la lengua y después se fue y me trajo ropa de hombre. Por fin. Me trajo colonia masculina también y con unas toallitas me quitó el pintalabios y el olor a mujer. Volvía a ser yo.
Después de aquello todo cambió. Mis padres fueron encerrados por unos meses y con orden de no acercarse a ninguno de sus hijos. Inclusive los metieron en un programa para ver si podía “quitarles esas ideas de la cabeza”. No quise saber más. Ya era bastante duro. Por mi parte, descubrí que me gustaba ser nena, pero no hacerlo con hombres. De modo que mi hermanita satisfacía mis deseos a veces, aunque se hacía la difícil. Ella también lo estaba pasando muy mal. La oí llorar la otra noche. Hace solo once meses desde que todo pasó...
Durante el verano pude probar mas cosas del sexo: pude hacerlo con una transexual (curiosamente eso si me gustaba) y una amiga de mi hermana. Irónicamente, la pérdida de mis padres y hermano (aunque tal vez fuera temporal) me había conducido a lo que más deseaba: tener sexo. Iba a menudo a la playa y me vestía de nena. Aquello acabó por gustarme también. Y las amigas de mi hermana y mi hermana me acompañaban.
Y eso es todo. Aún estoy a la espera de encontrar pareja, reenderezar mi vida de verdad y alejarme de todo. Creo que mi hermana y yo nos iremos a otro lugar a vivir, para alejarnos de los malos recuerdos.